El Reinado De Juliette

 Juliette se sumergió en su promesa, acatando las órdenes de Emir durante todo el mes. Juntos abordaron varios asuntos fuera del Reino, mientras en otras ocasiones Juliette se veía ocupada con la tediosa tarea de llenar papeleo que no entendía del todo y que no le interesaba realmente.

A medida que el mes llegaba a su fin, la inquietud de Juliette aumentaba al percatarse de que Cyrus se encerraba en su habitación, rechazando incluso salir para alimentarse.

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Juliette estaba recostada en el suelo. Trataba de atrapar la luna con sus manos. Le parecía algo totalmente fascinante. Tan…

— ¿Hermosa? — Le preguntó el azabache — ¿No crees que la Luna es muy hermosa?— Le insistió el azabache que en ese momento se encontraba sentado a su lado.

— Lo es, es muy hermosa — Sonrió la menor.

— Cambiando de tema ¿Crees que estuvo bien habernos escapado para saltearnos las tutorías? — Le cuestiono el mayor.

— ¿Tú no lo crees? Es bastante aburrido estar allí y escuchar a una persona hablando.

— Bueno, pero a mi no me molesta…

— Lo se, lo se.

— ¿No deberíamos volver? Ya es de noche y está haciendo algo de frío. Se van a preocupar si no volvemos pronto.

— Tranquilo estás conmigo no va a pasar nada — Dijo bastante confiada la albina pero apenas terminó de hablar la lluvia cayó con mucha intensidad.

Rápidamente corrieron en busca de un refugio. Lograron refugiarse en una pequeña cueva. Estaba algo oscura y fría pero era mejor estar afuera bajo la lluvia.

La albina vio que el azabache temblaba de frío y fue así que busco algo que le ayudará a hacer fuego. Luego de un rato por fin había logrado hacer una fogata. Temía que se fuera a apagar por el viento que comenzaba a rugir con fuerza.

El estado del azabache parecía ir de mal a peor. Tenía fiebre y estaba empapado. La albina no sabía qué hacer. Está comenzando a sentir miedo y culpa.

— Cyrus… ¿Estás bien? — Pregunto aun sabiendo que no lo estaba.

— Te… Tengo…frí…frío… — Dijo a duras penas. Se sentía terrible pero al ver la cara de preocupación de la menor prefirió no preocuparla más.

Fue así que Juliette decidió abrazar al menor para que este no sintiera frío. Dándole la espalda al viento que cada vez era más fuerte. 

La lluvia seguía sin intención de parar. Lo que desesperaba a la albina. Ella sabía que Cyrus no estaba bien y que tenía que llevarlo al castillo rápidamente. Pero le preocupaba que la lluvia pudiera causarle más dificultades a ambos. 

Juliette había estado tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el azabache ya no se movía. Su cuerpo estaba frío.  Ante esto la albina entró en desesperación total. 

— ¡¿CYRUS…?! ¡DESPIERTA POR FAVOR!.. ¡CYRUS! — Se inquietó aún más la joven al ver que no había reacción alguna por parte del azabache. La menor comenzó a sentir que su corazón se aceleraba tanto que le causaba dolor.

“¿Qué haría ahora? "¿Cyrus realmente estaba muerto?" "¿Qué le diría al rey?" "¿La echaría, o aún peor la mataría?”

El pánico se apoderó de ella. Le costaba respirar. El sonido de la lluvia no la tranquilizaba en absoluto. Le daba náuseas. Sentía un dolor indescriptible en el pecho. Todo se estaba volviendo negro a su alrededor. 

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Juliette despertó envuelta en sudor. Estaba totalmente exaltada. Se levantó con tanta prisa de la cama que ni siquiera se colocó algo en los pies. Decidida a ir al cuarto del azabache para saber como se encontraba. Pero apenas llegó fue detenida e interrogada por una de las sirvientas. 

— Señorita ¿Qué hace aquí? — Le preguntó una de las sirvientas.

— Estaba por ver a Cyrus — Le contestó jadeante y confundida por la pregunta la joven.

— Oh, cómo lo lamento. Pero el Joven Amo nos pidió que no dejásemos entrar a nadie — Se lamentó la mujer.

— Pero ya ha pasado un mes desde la última vez que salió — Expresó angustiada la menor.

— Realmente lo siento, pero es una petición del Joven Amo. Ni Siquiera nos deja entrar a nosotras.

— Comprendo. Si cambia de parecer avisame — Sonrió levemente la menor, tratando de calmarse.

— Así será señorita Juliette.

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— Juliette, estás muy distraída últimamente — Emir se sentó a su lado.

— Estoy preocupada por Cyrus. No ha salido ni una sola vez de su cuarto. Apenas y deja que las sirvientas dejen comida al lado de su puerta — Se entristeció.

— Entiendo perfectamente tu preocupación. Yo también lo estoy. Pero no podemos hacer nada hasta que él no decida decir algo.

— ¿Entonces qué deberíamos hacer? — Se angustió Juliette. 

— ¡…!

Antes de que pudiesen seguir discutiendo un guardia se hizo presente en la sala. Se dirigió directamente a Emir y le susurro algo. El pelirrojo suspiró y le susurró algo al guardia. Este asintió y se retiró de la sala. La albina solo observó confusa la situación.

— ¿Pasó algo? — Le pregunto la joven.

— Eso creo. Tengo que retirarme primero.

— Oh…

— El Rey solicitó que vayas a verlo a las 22:00. Puedes aprovechar y comentarle tu preocupación. Ha estado muy ocupado y tal vez aun no lo sabe — Le respondió para luego retirarse.

— “Emir tiene razon, deberia de decircelo” “Pero ¿para que me citó esta vez el Rey?” “Espero que no sea nada malo” — Pensó la albina mientras se dirigía al jardín. En busca de calmarse un poco.

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La joven se recostó entre las hierbas de aquel jardín. Ya estaba oscureciendo por lo que se dispuso a ver el cielo. Fue entonces que al sentir una tranquilidad indescriptible terminó por dormirse.

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