Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Capítulo 14
Ashley entró en su departamento en Londres, un espacio que reflejaba su gusto por la belleza simple y la funcionalidad. El lugar era austero pero hermoso, con líneas limpias y una paleta de colores neutros que creaban un ambiente sereno y acogedor. Grandes ventanales inundaban la estancia de luz natural, y las piezas de mobiliario, aunque escasas, eran de diseño elegante y atemporal.
Se acercó al mueble bar y se sirvió un trago de whisky, pero al mirar el líquido ámbar en el vaso, sintió una oleada de repulsión. El aroma le recordaba a Andreas, a noches de falsedad y manipulación. Con un gesto de disgusto, vertió el whisky en el fregadero y optó por una copa de vino tinto en su lugar.
Sosteniendo la copa, se hundió en el sofá, dejando que el sabor rico y terroso del vino llenara sus sentidos, una pequeña distracción del torbellino de pensamientos sobre Kostas Holdings y Andreas. “¿Cómo puedo destruir la empresa, o al menos sacar a Andreas de la presidencia?” se preguntaba, cada sorbo del vino profundizando su contemplación.
Terminó la copa y se sirvió otra, su mente trabajando febrilmente en busca de una estrategia. “Tengo que arruinarlo, tiene que pagar por todo,” pensó, la ira y la determinación mezclándose con el alcohol en su sistema.
Su mirada se desvió hacia una fotografía en la pared, una imagen de Anabel sonriendo radiante en un día soleado de verano. La vista de su hermana querida avivó el fuego de su resolución. “Anabel, mi guía, mi razón para todo esto,” murmuró, trazando con el dedo el contorno de la foto.
Luego, su mente se desplazó hacia Constantinos, el hijo de Andreas, el vínculo inocente en todo este enredo. “El chico, Constantinos,” reflexionó, considerando la posibilidad de llegar a él de alguna manera, de usar ese vínculo para desentrañar el poder de Andreas.
—Debo llegar a Constantinos —dijo en voz alta, como si pronunciarlo le diera forma a su plan—. Él podría ser la clave para desbloquear todo esto.
Terminando su segunda copa de vino, Ashley se levantó, su determinación reforzada por la memoria de su hermana y la potencial vulnerabilidad de Andreas a través de su hijo. “No sé exactamente cómo todavía, pero encontraré una manera. Andreas debe caer, y yo seré la que lo haga,” concluyó, la noche en Londres extendiéndose ante ella como un lienzo sobre el cual trazaría su venganza.
Elena Vasilakis estaba en su departamento, un espacio que reflejaba su gusto por la elegancia y el confort. El interior estaba decorado con tonos cálidos y muebles de diseño moderno, creando una atmósfera acogedora y lujosa. En la cocina, equipada con electrodomésticos de última generación, Elena se movía con destreza, preparando una moussaka casera, un plato tradicional griego que había aprendido a perfeccionar a lo largo de los años.
Mientras supervisaba la capa de berenjenas y carne al fuego, Elena tomó su teléfono y marcó el número de Ashley
Ashley, ya en su tercera copa de vino, sintió el teléfono vibrar. Al ver el nombre de Elena Vasilakis en la pantalla, una mezcla de sorpresa y cálculo cruzó su mente antes de responder.
—Hola, Elena, ¿qué sucede? —preguntó Ashley, intentando mantener la compostura a pesar del vino.
—Hola, Ashley, ¿cómo estás? —inquirió Elena con su tono amistoso habitual—. Solo me preguntaba, ¿cuánto tiempo planeas quedarte en Londres?
Ashley hizo una pausa, considerando sus palabras.
—Estaré aquí por una temporada, aún tengo asuntos que resolver —respondió, dejando la declaración abierta a interpretación.
Elena, percibiendo una oportunidad, continuó.
—Entonces, ¿qué te parece si salimos mañana? Podríamos ir al teatro, hay una obra excelente en cartelera, y después podríamos cenar —sugirió, su voz llena de entusiasmo.
Ashley, viendo una oportunidad para infiltrarse en el círculo íntimo de Andreas a través de Elena, aceptó la oferta.
—Eso suena maravilloso, Elena. Me encantaría —dijo, su mente ya trazando cómo podría usar este encuentro en su beneficio.
—¡Genial! Será un placer pasar más tiempo contigo y conocerte mejor —respondió Elena, genuinamente complacida—. Nos vemos mañana. Te recogeré a las siete entonces.
Después de colgar, Ashley se recostó en el sofá, contemplando el techo. “Acercarme a Elena podría ser la manera de alcanzar la esfera más íntima de Andreas en la empresa,” pensó. Mientras el vino surtía efecto, sus planes comenzaron a tomar forma más concreta, delineando un camino sutil pero potente hacia su objetivo final: desmantelar el imperio de Andreas y hacerle pagar por sus transgresiones.
“Acercarme a Elena es acercarme a Andreas y a todo lo que representa Kostas Holdings,” reflexionó, su mente tejiendo planes Y estrategias sobre cómo podría utilizar esta conexión para alcanzar sus objetivos de venganza y justicia para Anabel.