Angelo Stromboli aceptó el compromiso sin conocer a su futura esposa, pero tal como se la imaginó; así era Gina, y a pesar de decir que nunca se iba a enamorar de una mujer como ella, tarde se dió cuenta que no podía vivir sin su amor.
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Capítulo Quince
🍇 𝓙𝓸𝓻𝓭𝓪𝓷 🍇
Entré con la bandeja con el desayuno a la habitación y la desperté suavemente.
—Reina. Princesa. Despierta, corazón. —Esta mujer duerme como un tronco.
—Mamá, déjame dormir, por favor. Hoy no quiero ir a estudiar. —Jajaja, la princesita está soñando. Se mueve en la cama y suelta un quejido. —¡Auch!
—¿Qué te duele, mi amor? —Dejo el desayuno en la mesa de noche y me siento a su lado en la cama.
—¿Jordan, eres tú? ¡Me duele ahí en mi cosita! Pero debe ser normal por lo que hicimos anoche... Ah, ¡me trajiste el desayuno! —Cambió de tema y sé que es porque no quiere que la vea como una mujer quejumbrosa.
—Sí, mi reina, espero que te guste. Me voy a dar un baño. —Me levanté a bañarme mientras ella desayuna.
—Jordan, recuerda que hoy debemos buscar trabajo. Después que salgas del baño sigo yo, para que nos vamos temprano. Cuando estaba buscando el apartamento en el periódico también miré las ofertas de empleo. Hay unos sitios acá cerca de la torre, podemos empezar por ahí. —No le respondí nada. Su entusiasmo me recuerda a mi mamá, siempre tan emprendedora y contagiándole su entusiasmo a mi papá. El problema es que yo no salí igual a ellos.
🍇 𝓐𝓷𝓰𝓮𝓵𝓸 🍇
Bajé después de bañarme, y llegando al final de las escaleras, un delicioso olor me llevó a la cocina. Ahí estaba la mujer que ha puesto mis gustos en un enigma, la que me hace dudar de mis NUNCA. La veo feliz, cantando el coro de una canción de Eros Ramazzotti, y esa letra me parece un déjà vu. No se ha dado cuenta de que llevo un rato mirándola, o, ¿admirándola?
🎶Párate un instante,
Habla claro.
Como solo sabes tú.
¿Dime quién eres tú?
No me atrevo a liberarme.
Y mi vida se complica así.
¿Cómo te querré?
¿Cuánto te querré? 🎶
—Hola, Gina, ya bajé. —Saludé como si nada hubiera pasado hace un rato.
—Ah, hola, Angelo. Siéntate, que ya te sirvo el desayuno; hice tu plato favorito. —Y ella me respondió de igual manera.
Le hice caso y me senté en la mesa de la cocina. Normalmente lo hago en el comedor principal, pero esta mujer me habla y yo obedezco. No sé qué tiene su voz que hago lo que ella quiera.
Llega a mi mente el vago recuerdo de cuando mi mamá me servía el desayuno en la cocina; ya hace 23 años que no la veo. Se fue con su amante cuando yo tenía siete años y se olvidó que tenía un hijo. Mi papá prohibió que la mencionáramos en la casa y él, tres años después, llegó con una nueva esposa que estaba embarazada de mi hermana Clara. Aunque nunca mi madrastra me trató mal, no es lo mismo que el cariño de una madre. No entiendo si mi mamá me trataba tan bien, me cuidaba y daba su amor; de un momento a otro me abandonó siendo apenas un niño. Por lo que, hace tres años, cumpliéndose veinte años de su partida, la mandé a investigar.
—¡Angelo, Angelo! —Me senté y me quedé como en otro mundo.
—¿Qué pasa? —No escuchaba que Gina me estaba llamando.
—Te quedaste pensativo —me pregunta, preocupada.
—Sí, es que recordé cuando era niño y mi mamá me servía el desayuno en la cocina. —Me sinceré con ella.
—¿Y tu mamá dónde está? Quisiera conocerla; yo solo he visto a don Antuan. —Mi pecho se aprieta ante la pregunta de Gina.
—Está en Colombia con su familia. Ella me abandonó hace 23 años. —Eso no es del todo cierto, pero no quiero entrar en detalles y mucho menos con Gina.
—Oh, lo siento. Cuando estés listo me puedes contar; por el momento desayuna antes de que se enfríe. —Menos mal que no va a hacer más preguntas al respecto.
—Oh, esto se ve delicioso... mmmm. ¡Y sabe muy bien! —Gina me está malacostumbrando con su cocina. No sé cómo lo hizo, pero sabe todos mis gustos.
—Me alegra que te guste. —Me miró a los ojos y yo también me fijo en los de ella. ¿Qué pensarás, Gina?
—Gina, quería pedirte disculpas por cómo me porté contigo esta mañana. Entiendo que estás preocupada por mí, no debí contestarte de esa manera. —Me disculpé de corazón.
—Tranquilo, Angelo, no hay lío. La que debe de disculparse soy yo. Entiendo que tienes tus cosas y es tu vida. Yo solo soy un contrato, y aunque estamos tratando de hacer las cosas bien hechas, no tengo por qué meterme en lo que haces si ni siquiera hay un sentimiento de por medio. —No sé por qué me duele lo que ha dicho.
«Mentirosa, Gina, desde anoche tú estás viendo a Angelo con otros ojos», pensó Gina.
Me acerco a Gina y le doy un beso en los labios. Ella aún es muy tímida y no creo que sea capaz de tomar la iniciativa de empezar algo por su cuenta.
—Quiero que estemos bien. No descartemos que pueda llegar a haber un sentimiento, y no retrocedamos de todo lo que hemos avanzado en nuestra relación. Gina, hablé con Piero para que mañana venga una periodista del periódico "La Nazione" para que nos hagan una entrevista y todo Italia sepa que estamos casados. —No puedo permitir que cambie de opinión y no pueda avanzar más con ella. Recuerda, Angelo, que este matrimonio debe ser real y la meta es embarazarla. Recuerda que la salida al mar Tirreno depende de eso.
—Está bien, Angelo, yo también quiero que estemos bien y tratemos de que este matrimonio funcione, pero no hay necesidad de que nos entrevisten. A mí no me gusta salir en los periódicos, ni en redes sociales. No es mi estilo y creo que tú lo sabes. —Entiendo su punto de vista. Pero es algo que se debe hacer.
«Dios mío, si salgo en el periódico todo se va a saber y se darán cuenta de que soy una usurpadora. No puedo permitir eso, se me tiene que ocurrir algo. Menos mal que la verdadera Gina no sale casi en público, ni tiene redes sociales. Por ese lado espero que me crea», pensaba Gina, llena de temor.
—Ya miraré qué se puede hacer, pero es un requisito de tu papá que nuestro matrimonio se haga público. —¿Qué reacción más extraña? Debe ser que no quiere que su exnovio se entere de que está casada, y no sé por qué me da rabia pensar que ella aún esté preocupada por lo que él piense.
—Por favor, Angelo, trata de hacerlo de otra forma. —Mejor rápidamente cambio de tema.
—Gina, quiero que me acompañes al viñedo nuevo. Necesito valorar los vástagos de las parras si están creciendo adecuadamente y de una vez amplías tus conocimientos en la vinicultura —le propongo.
—Sí, ya mismo me cambio de ropa; está la ensucie haciendo el desayuno —me respondió con entusiasmo.