Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Por fin el contrato terminó.
Teodoro.
Hoy por fin mis padres y mi hermana regresan a Londres, ya me siento abrumado con tanta locura de su parte. Yo crecí creyendo que mis padres eran gente conservadora, pero no, resulta que solo guardaban las apariencias para no desentonar en el círculo social de mis abuelos maternos. Pero cómo dicen por ahí; Muerto el perro se acabó la rabia. Ya mis abuelos no están, y estos, se han vuelto neo-hippies, creo que hasta hierba fumarán.
Por otro lado está Diana, la cual ha estado demasiado calmada para mi gusto, ni siquiera me discute cuando hago algún reparo en su ropa. Ya por fin el contrato termina mañana, cada uno seguirá con su vida, tal como antes de conocernos. Me molesta un poco que se quede callada, no es la mujer desafiante del principio, creo que me he excedido con mis malos comentarios.
- Buen día, tus padres han salido a casa de uno de tus tíos. - me dice al encontrarme con ella en las escaleras.
La tomo por el brazo y la pego a mí. Ella está en un escalón más arriba pues va subiendo a la planta de arriba.
- ¿Por qué estás tan distante?
- No es nada, solo estoy organizando unos asuntos aquí en la ciudad, antes de marcharme a visitar a mi madre y a mi hermana.
- ¿Es necesario que te vayas ahora, me gustaría seguir viéndote. - susurro sobre sus labios - Sí quieres te pago más.
- No, de verdad debo hacer esta visita, ya llevo mucho postergándola. - se zafa de mi agarre con la excusa de que debe arreglar sus cosas.
Bajo las escaleras y no sé por qué, no me gusta para nada, la idea de que se vaya a su pueblo, siento que ya no la veré. Quizás es lo mejor, así ya me olvido de ella.
Creo que lo mejor es que busque a Connie, ella es una mujer a mi nivel y con la que podré estar en sociedad sin miedo a que la señalen.
Me dirijo al despacho, necesito que Edgar le transfiera el último pago. Mis padres se irán está noche, es probable que regresen definitivamente dentro de tres meses, ya para ese entonces lo más seguro es que esté con Constanza, aunque a mi madre y a Lucía no les caía para nada bien.
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Diana.
Ya son las 18:45 pm de la tarde, los Montes ya están listos para regresar a Londres. Teodoro y yo iremos a despedirlos, de verdad que son gente muy amable, nunca vi un mal gesto de su parte, todo lo contrario, me dijeron que serían felices de verme por Londres la próxima vez.
- Si en algún momento necesitas algo, no dudes en buscarme, yo te ayudaré en cualquier cosa. Inclusive te ayudaré a ocultarte si este hijo mío te hace algo. - me dice la madre del susodicho - Ya tienes mi número, linda.
- Gracias suegrita, eres muy amable.
- Gracias mamá, por el concepto en el que me tienes. - dijo irónico.
- Sabemos que no eres precisamente un estuche de monerías.
- Bien, vamos chicas, debemos abordar el jet. - habló esta vez el padre de Teodoro.
Después de despedirlos, regresamos a la mansión por mis cosas, me iría esa misma noche para mi departamento. En una semana o un poco más, me iré a Barcena Mayor, para iniciar en mi nueva vida. Lo que me pagó Teodoro me dejó más que bien sentada, lo que gastan estos riquillos, que millón y medio de euros no es pasta para ellos, pero para nosotros los pobres, es mucho dinero, tanto así, que podré colocar mi propio negocio y compraré una casa para que mamá y Rocío, vivan conmigo en Santillana del Mar o Santander, aún no me decido.
Al entrar a la habitación para buscar mi maleta, voy saliendo del guardarropas y lo veo de pie junto a la cama. Me mira fijamente y luego mira la maleta.
- Vaya, si que tienes afán. - me dice.
- Es lo mejor Teodoro, ya tus padres se han ido y yo ya terminé mi trabajo aquí. - cómo quisiera hacer el amor una vez más con él.
Se acerca un poco más, mis piernas comienzan a temblar. Una vez cerca, posa sus manos en mis caderas y me atrae hacia él.
¿Por qué tengo que ser débil ante su presencia? ¡Me desconozco!
- Quédate, una última noche. - y ahí voy yo de cabeza - Solo una noche más.
Sube una de sus manos hasta mi rostro y me besa de manera necesitada. Sus besos me saben a gloria, me rindo ante su presencia, dejándome llevar por la pasión.
- Te necesito, Diana. - esas palabras causan en mí, estragos, porque mi corazón se ha vuelto vulnerable a él.
,No digo nada, solo me dejo llevar por las ganas que nos tenemos, por este amor que se ha instalado en lo más hondo de mi ser.