ASERE

YAIMARA

El ambiente está animado y la música es buena, Claudia y yo nos movemos solas hasta que un par de muchachos se nos acercan, suena un merengue y nos extienden la mano para invitarnos a bailar.

Estoy en medio de la pista, bailando con el desconocido, me sigue el paso mucho mejor de lo que yo esperaba, disfruto del merenguito que está sonando, siento el cambio de ritmo a uno de salsa, empiezo a dejar salir todo mi lado cubano, a estas alturas no me importa el hecho de que mi pareja de baile no lo hace tan bien, doy una vuelta para abrirme cancha (hacerme espacio), siento que alguien agarra mi mano, me da dos giros y tomándome por la cintura me atrae a su cuerpo.

Entonces, me encuentro con los ojos marrones y la sonrisa del hombre que me asaltó los labios en la Fontana di Trevi, me pego más a su cuerpo, vibro al sentir su contacto y ahora sí, con un compañero digno, completamente poseída, me dejo llevar por la cadencia de la música sin despegar la mirada de él.

A partir de este momento no existe nadie alrededor, todo se va desvaneciendo solamente somos dos cuerpos consumidos por la música, acoplados, entendiéndose a la perfección.

MARIANO

La verdad no sé que me pasa con esta mujer, ella me atrae de una manera que no logro explicarme, verla sudorosa con las gotas corriendo por su cuello me desquicia.

—Esta noche eres solo mía, no dejaré que bailes con nadie más— le susurro al oído, sabiendo que sueno posesivo, pero así me siento, sonríe coqueta, se moja los labios con la lengua y hasta aquí llega mi cordura.

Tomo su boca como sediento y no me rechaza, al contrario, soy muy bien correspondido, el beso se torna más intenso, su lengua busca la mía y en ese momento sé que tengo que parar, las ganas me están consumiendo y debo tomar conciencia del lugar en el que estoy.

—Vámonos de aquí— le propongo casi jadeando, la veo buscar con la mirada en dirección de la barra y ahí están mis acompañantes con una chica de más o menos su edad, ella le hace con la mano una señal de adiós a Yaimara y yo no necesité despedirme de los míos, salimos a toda prisa con los dedos entrelazados a continuar en otro lado lo que comenzó cuando estábamos incendiando la pista...

En la discoteca Claudia le hace innumerables preguntas a Majo, aunque sabe que si su amiga se fué con ese hombre es porque así lo quiso, no está ebria ni bajo ninguna sustancia.

De todos modos, haciendo gala de sus dotes de mujer precavida, les pide a ella y a Beatrice los números de teléfono para mayor seguridad.

Claudia Valbuena.

YAIMARA

Me dejo llevar por Mariano, salimos del lugar, nos montamos en el primer taxi que vemos y le da las indicaciones al chófer, en ningún momento ha parado de besarme, él toma mi rostro con tanta ternura que me derrite, pero a la vez es apasionado.

Paramos en un Hotel cerca de la Fontana di Trevi, alterno la vista entre el lugar y él sin decir una palabra, sé lo que quiere.

—Si te molesta no tenemos que ir a mi habitación, vamos al Bar a tomar algo, aún no quiero despedirme de ti— me dice en un tono calmado, pero con la mirada llena de lujuria, la misma que vi en el aeropuerto.

—Vamos— digo colocando la palma de mi mano en su mejilla y de inmediato abandonamos el carro.

Entramos como si fuéramos una pareja recatada al hotel y nuestra compostura llegó hasta que las puertas del ascensor se cerraron. Me acorrala en ese pequeño espacio, besándome con pasión y deseo, nuestras manos cobran vida moviéndose por todas partes y tenemos que para porque las puertas se abren.

Apenas entramos a la habitación, soy acorralada nuevamente, un gemido involuntario sale de mi boca cuando nuestros cuerpos se rozan y siento su dureza presionarme, mientras con una mano explora mis senos.

Trato de conservar un poco de cordura, aunque a estas alturas no sé de qué me sirve.

MARIANO

—¿Quieres algo de beber?— le pregunto tratando de calmar mi respiración, cuando coloca sus manos en mi pecho, indicándome que pare.

—Solamente agua— responde y puedo notar su excitación, el verde de sus ojos es más intenso y las pupilas están bastante dilatadas.

Alcanzo dos botellas, le entrego una mientras ella se sienta al borde de la cama y lejos de calmarme, mis ganas aumentan al ver la sensualidad con la que lleva la botella a la boca.

Me siento a su lado y una vez que termina de beber, desecho el envase, comienzo a acariciarle el rostro con mis dedos y no puedo evitar besarla nuevamente, ahora es ella quien comienza a recorrer mi pecho con sus manos, poco a poco va desabotonando mi camisa, mientras bajo besando su cuello en dirección a sus senos.

En poco tiempo ambos estamos desnudos, puedo confirmar que es una diosa completa, beso su cuerpo con desenfreno y cuando estoy a punto, me señala la caja de preservativos que dejé olvidada sobre la mesa de noche.

Me coloco uno apresuradamente, su humedad me indica que está más que lista, me posiciono nuevamente sintiendo como su interior me recibe, me aprisiona y se contrae...

YAIMARA

Este hombre me hace tocar el cielo, tiene una mezcla de tierno, pasional y posesivo, que me encanta, me dejo llevar por los deseos, me entrego sin reservas a prácticamente un desconocido y esta sensación me hace sentir plena, nuestros cuerpos se mueven acompasados buscando más placer, mientras los espasmos en mi bajo vientre me anuncian que se acerca mi primer orgasmo...

Después de una largo tiempo dejándonos consumir por la pasión que llevamos hasta la ducha, nos acostamos a dormir.

Mariano rodea mi cintura, la suave respiración me indica que se ha quedado dormido, me quedo detallando sus facciones por un rato y ahora puedo pensar con lucidez, todo lo que este hombre me hace sentir grita peligro.

Me levanto sin hacer ruido y comienzo a vestirme, sin nota, sin intercambio telefónico, sin beso de despedida, me apresuro a salir de la habitación llevándome en la piel impregnado su olor.