Belén trabaja en una guardería, ya que ama a los niños. Todo parece ir bien en su vida hasta que es llamada por su padre, un hombre que nunca se hizo cargo de ella y no la ama. Este se casó con su amante y abandonó a su madre cuando ella era muy pequeña. Sin embargo, el magnate ahora le pide un favor.
¿Cómo un casamiento por obligación puede terminar uniéndote con tu alma gemela?
—Nacería mil veces más por ella, si solo una vez pudiera mirarme cómo yo la veo—
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Capítulo diez - ¿Qué seremos?
Después de que Belén le terminara diciendo a David que el cuarto frente al suyo era el de un bebé. Este se encerró en su dormitorio para hablar con su madre. Aunque su esposa no quisiera escuchar la conversación, su voz se escuchaba muy fuerte.
—¿Cuántas veces debo decirte que no te metas en mi vida? —preguntaba David al teléfono—. Claro que me ofendió. Nos obligaron a casarnos y ahora pretendes un niño. No puedes entender que haré las cosas a mis tiempos y cuando yo lo desee con la persona que yo quiera.
Aunque las palabras de David no eran para ella, Belén se sintió mal. Él le estaba diciendo a su madre que no tendría un hijo con ella. Aunque Belén entendía su enojo, en parte se sintió rechazada. Él le había dicho que sería buena madre, pero ahora que no quería que fuera la madre de sus hijos. ¿Quién lo entendía? Ella se apartó de la puerta y fue a buscar un cuarto vacío. Ahí desempacó sus cosas y se acostó a dormir. No estaba de buen humor después de todo eso. Una situación que en un principio le había parecido graciosa, e incluso tierna. Ahora la hacía sentirse una tonta. Su móvil sonó y al atender escuchó la voz de David.
—¿Estás bien? —preguntó ella y salió del cuarto en dirección al dormitorio de él.
—¿Dónde estás? —preguntó David que estaba en el living.
—Lo siento —dijo ella colgando al verlo contra la pared. Había abierto los otros dos cuartos y al no encontrarla la llamó—. Aún no me acostumbro a la idea.
Ella no había pensado que si no le decía dónde estaba él se preocuparía.
—¿Estás bien? ¿A dónde fuiste? —preguntó David girando la cabeza hacia el sitio de donde venía la voz de Belén.
—Estoy bien, es solo que no deseaba que pelearas con tu madre por lo del cuarto para el bebé. Supongo que ella solo trataba de ayudarte —Belén no le diría la verdad, era muy vergonzosa y poco racional.
—¿Puedes venir hasta dónde estoy? —preguntó David y ella tomó su mano. Una vez que la ubicó en el espacio la abrazó—. Lo siento tanto, no pretendía hacerte sentir mal.
Belén disfrutó de ese abrazo como ninguno. Al punto de cerrar los ojos y dejarse llevar por el momento. Ambos, lo hicieron, como si sus almas necesitaran reconectarse por un instante antes de volver a este plano.
—Belu, ¿puedo llamarte así? —preguntó David.
Su novio le decía de ese modo, ella se sintió a gusto escuchando que alguien más dijera su nombre. Por lo que aceptó con gusto. David le preguntó si existía una manera de compensarle el mal momento que le había hecho pasar.
—No es necesario, incluso los amigos pelean a veces —dijo ella marcando una distancia que en verdad ninguno de los dos quería o necesitaba.
—¿Serás mi amiga? —preguntó David sabiendo la respuesta.
—No lo sé, ¿tú quieres que sea tu amiga? —preguntó Belén evitando dar una respuesta primero. Si alguien iba a romper su ilusión, lo mejor era que fuera él al decirle que no estaba interesado en ella.
—¿Si te digo lo que quiero que seas no te asustaras? —preguntó David y ella lo miró.
—¿Qué quieres que sea? —preguntó Belén con el corazón a punto de abandonar su cuerpo.
—Recibiré de ti todo lo que tú quieras darme, y me hará siempre feliz —dijo David haciendo que Belén se preguntara si eso quería decir que ellos podrían empezar a conocerse en mayor profundidad.
—¿Cómo puedes decir algo así? Apenas me conoces —dijo ella sorprendida y con temor, aún quería a su antiguo novio.
—¿Por qué no? Ya te dije que me gusta cómo eres. Espero me dejes conocerte mejor —dijo él y la ilusión de Belén descendió. No le estaba proponiendo nada, solo era un decir. Eso hizo que ella se calmara un poco—. ¿Me ayudarás a ordenar la ropa que debo ponerme estos días?
Así fue que ninguno de los dos se animó a decirle al otro que era lo que verdaderamente sentía. Una vez que entraron al cuarto de David, este le mostró el vestidor. Belén se sorprendió al notar la cantidad de camisas y sacos que había en ese lugar. Pese a eso, notó que la mitad del enorme vestidor estaba vacío.
—¿Por qué no guardas nada aquí? —preguntó ella
—Si te refieres a la parte de la derecha, hice que dejaran espacio para que tú pusieras tus cosas.
—Entiendo —dijo ella sin dimensionar las palabras de David—. Espera, ¿Por qué pondría mis cosas aquí?
—¿No dormiremos juntos? —preguntó David como si la idea de no hacerlo fuera lo sorprendente.
—¿Dormir juntos? —Belén trataba de entender por qué lo harían, si no eran pareja.
—Dijiste que estuviste embarazada y que ya tuviste relaciones con otros hombres, pensé que eso hacía que no te avergonzara solo dormir conmigo. Si tenemos cuartos separados, mi madre se enterará. Ya que la mucama que viene a limpiar la casa le cuenta todo a ella. Aunque he contratado a varias personas, todas terminan siéndole fiel a mi madre —explicó David
—Entiendo, claro, no hay problema…—dijo ella hasta que notó que él se quitaba el polo que llevaba—. ¿Qué haces?
—¿No necesitas que me pruebe las camisas que usaré? —preguntó él mientras ella le sacaba radiografías con los ojos. ¿Por qué su cuerpo estaba tan marcado? ¿A caso entrenaba? ¿Y por qué no se había dado cuenta en la bañera cuando lo ayudó a desvestirse el día anterior?
—Sí, claro —dijo ella y le pasó una camisa para que se pruebe, aunque no dejaba de admirar su cuerpo.
—¿Te parece bien? ¿De qué color es? —preguntó David y Belén no respondió. Otra vez se había perdido en sus pensamientos—. Belu, ¿me escuchas?
—Es negra y te queda muy bien —dijo ella recordando cómo hablar.
—Bien, ¿Qué corbata quieres que utilice con esta camisa? —preguntó David ajeno a la mirada salvaje que esta mujer tenía puesta sobre él.
—Negro —dijo ella mirando los vellos de su cuerpo.
—¿Estás segura? —preguntó David, ya que la camisa sería del mismo color que la corbata.
—¿Segura de qué? —preguntó por el hecho de que no le había prestado atención.
—¿Qué es lo que te está distrayendo? —preguntó David un poco frustrado.
Autora: Osaku
Creo que quedo pendiente otra parte esta hermosa novela.
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