Bianca solo tiene un deseo: poder y respeto. Dante se lo concederá. La convertirá en su esposa y lo que en un inicio fue por conveniencia se transformará en algo mucho más fuerte.
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Movía una pieza.
DANTE
Conocer Sicilia era bello. Amaba capturar esa belleza y obsesionarme con ella hasta tal punto de que sea solo mía, si no podía conseguirlo... oh, no me gustan los no, es por ello por lo que si algo no es mío prefería terminar con ello hasta verlo destruido.
Llegue a la mansión de Gabriele Corsi. Es enorme y con varios hombres armados, resguardando la entrada.
—Es dos días habrá una cena con la señorita Amanda. Es de buena familia con un apellido importante en la Ndrangueta. Es perfecta para ser su esposa. Ya es tiempo, señor.
—No entiendo el porqué estamos aquí—dije cambiando de tema. Ya es la tercera vez hoy que habla de lo mismo.
—Capo, el señor Gabriele, es el jefe de la Cosa Nostra. Continuar con nuestras alianzas mantendrá bastantes beneficios para el futuro y no olvide los negocios en Venecia y Roma.
Suelto un bufido y ya no oigo más la voz de mi consigliere. En cierta parte me tenía todo hastiado y la idea de alejarme de Calabria, cada vez dejaba de sonar menos mal. Este puesto no es mío, no me pertenece. Solo lo hurté y ahora estoy en la cúspide.
Las puertas de la mansión se abren. Me adentro en el lugar y noto que dentro hay el doble de seguridad que se ve por fuera.
—Dante, que bueno verte al fin.
Pongo la mejor de mis caras y cuando estoy por acercarme a Gabriele para estrechar su mano, sentí un ligero golpe en la espalda. Al instante mis guardias se pusieron en alerta, pero hice una ceña con la mano para que se calmaran. Solo se trata de una simple chica.
—Perdón.
Cuando bajé la mirada vi que tengo a esa joven a mis pies. Usa una blusa blanca y unos jeans. Tiene un cabello marrón en el tono igual al chocolate largo con ondas. Alza su mirada y sus ojos verdes están llenos de ingenuidad y... tristeza.
—Disculpa Bianca, Dante. Es muy torpe.
—Disculpe señor—su tono de voz dulce me llamo la atención.
¿Bianca? Maldición. Desde que murió el antiguo capo no la veía. Había crecido y madurado como una bella rosa. Aguante la risa cuando al recordar que con apenas 18 años se trataba de acercar a mí, pero la evitaba lo más que podía.
Su guardaespaldas se acercó a ella y la ayudo a levantarse, ya que no apartaba sus bellos ojos de mí, antes que la otra mujer siquiera la tocará le dedique una leve sonrisa y ella correspondió tímidamente. En el proceso noté varias cicatrices por sus brazos, ya están sanas, pero las marcas continúan ahí. Aquello aumento mi curiosidad. Ambas subieron a toda prisa por las escaleras y Gabriele la fulmino con la mirada.
Después de ese momento, me acerque a Gabriele y estreche su mano.
—Vamos. Te enseñaré la mejor parte de la casa.
Subimos las escaleras y caminamos por el pasillo contrario por donde se fue aquella muchacha. Entramos a un gran balcón que dejaba a la vista su enorme villa. Los guardias se quedaron afuera y solo estuvimos Gabriele, su hijo, mi consigliere y yo.
—Señor—me ofreció un vaso de whisky Estefan.
—Estás muy grande y te ves fuerte.
—Gracias, señor.
Los cuatro tomamos asiento y empezamos a beber.
—Nos alegra que quieras mantener aún la alianza con nosotros—dice Gabriele—.Tenemos grandes negocios y ambos bandos ganan muy bien, además que...
—No—hablé—.Si estoy aquí es porque no quiero seguir con la alianza.
Mis palabras fueron algo que detuvieron a todos, incluso mi consigliere que no sabía que es lo que estaba pasando. Ahora el dinero no es lo que me importa, tengo mucho y millones de formas de gastarlo y crear más y más. Ya eso no me daba la felicidad que quiero.
—Dante... ¿Hay algo que te moleste? ¿Existe alguna forma de verte contento?
Es claro que los que me necesitan son ellos. Y tener el poder de controlar sus vidas es algo que quiero tener, pero si quería obtener lo que deseo, lo que mi mente ya en pocos minutos ha convertido en una obsesión...
debo hacer mi mejor actuación.
—Hace mucho, no vas a Calabria, Gabriele.
Básicamente, yo cargo con tus responsabilidades. Las reuniones son aquí, los tratos y negociaciones igual.
No soy el perro de nadie.
—Entiendo, Dante y lamento la situación. No quiero ocasionarte molestias y disolver nuestra alianza no traería nada bueno para ambos bandos ¿Te parece si paso un tiempo en Calabria?
—Claro, tu familia y tú pueden pasar un tiempo allá.
—Sí, mi familia... Estaremos allá mañana por la tarde. Sé que te vas hoy.
—Claro. Será bueno tu presencia allá.
Ambos estrechamos manos. Cerrando lo que en un principio fue un trato. Quiero conocer más a Bianca, saber lo que le paso y como ha llegado a la situación en la que está. No merece eso. Continuamos hablando de otros asuntos, dejando algunas cosas para su visita en Calabria.
Terminé la tarde con ambos tipos, quedando que podré conocer a Bianca cuando viaje hacia mi hogar. Mi consigliere y yo salimos de la mansión. Subimos al auto y empezamos a dirigirnos hacia el aeropuerto, tres días seguidos en Sicilia me tienen estresado.
—Jefe... no me consulto nada al respecto.
—¿Acaso debo de hacerlo?—la respuesta es sí, para algo es mi consigliere—.De hecho, no tenía en mente nada de esto.
—¿Qué piensa hacer?
—Me interesa mucho Bianca Corsi, pienso conocerla más y proponerle matrimonio, si acepta nuestras alianzas continuarán—se queda asombrado y sin palabras—Ah... Y no te olvides de cancelar la cena con Amanda.
Con esas palabras logré calmarlo.
De hecho, mi deseo por Bianca no inicio siendo algo sexual. De hecho, todo inicio con preocupación hacia esas cicatrices. Debo admitir que es muy bella e inteligente. Más de una ocasión Maximino me comentó que Bianca sabía tocar piano y jugar ajedrez.
Movía una pieza y le daba inicio a nuestra nueva historia.