Una vez, a principios del año nuevo entrante, cuando los reclutas entraban y el calor persistía en ese lugar.
Fue subestimada, más de una vez.
Todos los caballeros pertenecientes a él Ducado de Hockey, eran hombres. Todos y cada uno de ellos. No había ninguna excepción.
Bueno,
Ella era una de ellas.
La princesa Meredith Hockey de los rumores.
Una persona misteriosa que solo estaba presente en chismes y se decía que ni siquiera su propio padre conocía el rostro de la hija. Algo sorprendentemente extraño.
Un fantasma en la sociedad y una celebridad en los rumores. Y todos los egresados en ese campo conocían la famosa historia de la hija maldita del Duque.
Cosas traumantes y terroríficas rodeaban a esa persona, desde maldiciones y sacrificios, hasta magia negra y muerte. E incluso se tenía la creencia que cada vez que la princesa más joven era obra de la princesa mayor.
Cosa que era desmentida cuando cada hombre tocaba ese lugar.
Cuando un hombre, fuerte y con el más mínimo rastro de Maná corriendo por sus venas, la enfrentaban.
Sería un escándalo en la sociedad escuchar el como la hija maldita de los Hockey era derrotada por un caballero y su ego era aplastado. Sería satisfactorio de escuchar y ser quien difundía ese rumor.
Así que, cada nuevo hombre allí la retaba y era advertido, todos allí, sin excepción. Pero esa ocasión era una.
Michael Burnd, segundo hijo del Barón Burnd, era un hijo ilegítimo y venía a reclamar su puesto al Ducado Hockey. ¿Cómo lo haría? Pues fácil, haciendo cosas que movieran la sociedad e impresionaron a su padre, ¿Entonces qué haría?
Derrotar a la hija maldita.
— ¿Eres un nuevo aprendiz?
Preguntó la mujer de cabello azabache recogido en una coleta, limpiando el filo de la espada con un pañuelo.
— Lo dejaré de ser pronto, princesa.
Meredith sonrió ante la afirmación tan confiada que escupía el joven caballero.
A simple vista, se veía muy cretino y egocéntrico, e incluso, parecía extremadamente narcisista. Era un hombre alto de cabellos rubios platinos y ojos grises, la pasaba de altura y podría suponer que era un poco más joven que Aryed pero mayor que ella.
— ¡Buena suerte!
Grito Adeus a lo lejos, que venía a supervisar la nueva riña que se había formado. Meredith siendo la citada en esta ocasión, o bueno, como siempre.
— La espada en el cuello es derrota, a menos que el contrincante se rinda, está prohibido herir de manera letal.
Concluyó las reglas Adeus, mientras los cerca de 100 caballeros egresados rodeaban el área y visualizaban a los contrincantes.
— Si está claro, ¡Empiecen!
Michael atacó primero, lanzando un ataque al costado de su abdomen, cerca a la costilla de la mujer. Causando que la misma retrocediera un paso.
Inevitablemente el hombre siguióo atacando, sus costados, los muslos, el abdomen bajo e incluso sus pies. Sin darle tiempo de atacar.
Era impresionante a su parecer.
Pero era muy impulsivo y atacaba por descarte.
No daba a ningún punto débil y ni siquiera medía la precisión del ataque.
Observando con precisión como la velocidad del ataque se repetia, atacó, su espada chocó contra el filo de la contraria, causando un sonido satisfactorio a sus oídos, y sin dudar un segundo presionó contra ella, sintiendo como el hombre retrocedía y sus piernas flaqueaban.
Se había cansando en los ataques constantes.
Y eso lo había aprendido con el propio comandante del lugar, quien la venció en un momento de egocentrismo y orgullo, señalando su mal técnica y pésima precisión.
Había sido pesado el entrenamiento, e incluso demasiado vergonzoso la manera en que sin ningún esfuerzo el comandante había señalado con un solo movimiento todos sus errores y la había tirado al piso.
Su orgullo había caído pero había aprendido, y eso era lo importante.
Desde ese día se había decidido a mejorar su precisión y estrategia, ya que la fuerza era esencial, pero la estrategia era vital.
Era tan necesaria en una pelea cómo respirar.
Por eso, se tomaba el tiempo de esquivar y solo observar, de detallar y huir. Esa era su manera de pelea, calculaba y finalmente daba un golpe final, sin tanto esfuerzo.
Y más aún si todos allí lo único que buscaban era demostrar que eran más fuertes que ella.
Rápidamente, el mando de su espada giró en su propia mano y golpeó la del contrincante, causándo que la misma cayera en el pasto, dando la ventaja de que quedara con sus manos líbres y sin nada que atacar aparte de sus puños. Golpeando sus rodillas con sus piernas, el hombre terminó en el piso, extrañamente quieto y su espada quedó en su cuello.
— He ganado.
Susurró contra su oído.
Y un grito estalló.
— ¡La princesa Meredith es la ganadora de esta ronda!
Y era algo esperado. Quizás los nobles eran demasiado egoístacentricos y se creían capaces de derrotar a toda persona a que se enfrentaban y si quisiera ser más específica.
Nombraría a los hombres.
Quienes creían que siempre serían capaces de derrotar a las mujeres.
Pero incluso ella misma los entendía.
No era un pasatiempo que las chicas practicaran o normalizado en esa sociedad.
Era una anomalía pero no un delito.
— ¡Fue divertido!
Contestó Meredith dejando atrás al nuevo aprendiz que no ascendería pronto a caballero.
Pero no les daría el placer de conseguir algo fácil cuando todos allí, incluso ella que era una princesa habían sudado, sangrado y se habían sobreesforzado para ser reconocido como un caballero.
Incluso ella, que nunca lo sería frente al imperio, lo sería en sus habilidades y destrezas, y eso sería más que suficiente.
Ella no necesitaría los halagos hipócritas de otras personas.
Cuando estaba dignada de salir de ese lugar con la llegada del sol más abajo de la mitad, sintió una presencia extraña generar un agujero en su espalda.
¿No era esa una sensación familiar?
Girándose sin cuidados y observar detrás de su espalda da, la multitud observaba el centro del círculo de donde había salido antes.
En el centro el hombre de cabellos platinos seguía tirado en el suelo observando la abismal y potente presencia de un ser desconocido.
Un cabello castaño brillante y unos ojos esmeralda que en el fondo de su pupila parecían brillar con la mismísima llama del infierno.
Y lo que más destacaba, la profunda y espesa aura del Mana que escapaba por sus poros, era tan grande y poderosa que se volvía espeluznante y causaba escalofríos.
— Fuiste derrotado por mi chica.
Susurró Aryed cerca del joven tirado en el piso, el cual su rostro se había puesto pálido.
¿Se iba a desmayar?
Levantándose del suelo en donde antes había estado arrodillado la observo.
Observó a la mujer que había robado sus sueños y sus días de descanso.
Observó a la chica que había causado su preocupación y felicidad en cada carta que le mandaba.
Observó a la niña que ya no era pequeña, que ahora era una mujer.
Y sonrío, viendo su bonito rostro ahora perfilado y no aniñado, su largo y ondulado cabello lo negro que se movía con el espeso viento del atardecer. Observó sus pupilas dilatadas y sus grandes ojos bien abiertos ante su presencia, el hermoso rosado que antes los dominaba parecía ser más profundo que antes.
Y sobretodo, el hermoso y mágico Mana que bailaba a su alrededor y que la cuidaba como un perro a su dueño. Había crecido y tenía mínimos toques azules, que desapareció en la concentración de poder, era tan abismal y purificador, que incluso estando tan lejos de ella podía sentir sus pulmones llenarse de esa sanidad.
Ella seguía siendo tan encantadora.
— Es bueno verte de nuevo.
Habló el poniendo una mano en su cintura.
A ojos de ella.
A ojos de Meredith Aryed se veía tan distinto pero tan igual.
Su rostro era más maduro, ¿Debía tener 22 años?
Sus hombros eran anchos y le doblaba el tamaño, e incluso desde la distancia podía calcular que la pasaba por dos cabezas. Era increíblemente alto.
Y su cuero tonificado y bien marcado hacía presencia incluso detrás de su ropa. Y más allá de eso nada era distinto, su cabello seguía brillando con intensidad y sus ojosos verdes parecían más oscuros que antes.
Sonriendo tontamente ante su imagen, se acercó a paso lentos y relajados a la figura masculina, frente a los ojos de todos allí.
— Es bueno tenerte en casa otra vez, joven Duque.
Sonrió Meredith, tomando la mano que había extendido Aryed para recibirla.
Liberando su poder y purificando su entorno. Sintiendo algo extraño y siniestro proviniendo de él.
Algo que no estaba antes, algo que parecíais traer pegado a él que consumía lentamente su poder.
El mana rosada se mezcló con la siniestra y maléfica Mana de el, creando una perfecta sinfonía que incluso el menos conocedor era consciente.
Un Mana tan puro y estremecedor que maravillaba sus ojos y estremecía su piel.
Algo fuera de este mundo.
Entoncess Aryed pudo sonreír al volver a ver el bonito rostro de la mujer.
Después de 6 largos años.
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Editado.
**Atte: **Amelie Ross.
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Updated 82 Episodes
Comments
candy
que viva los novios
2025-03-16
3
Mary Salazar
viva se Amán /Awkward//Awkward//Awkward/
2025-01-03
1
Jenifer 🤓💫
Ay que emoción, qué emocion 👏👏👏👏😆😆
2023-10-25
1