Capítulo 7

Ante las acciones inesperadas tanto del caballero como de la princesa todo en aquel lugar quedaron impresionados, habían perdido de vista al aprendíz obstinado y egocéntrico y ya estaba entablando una relación formal de Caballero a Dueño en ese momento.

— ¡Oye Idiota que estás haciendo!

Gritó un hombre de fondo, quien tomó rápidamente a Adeus del cuello y lo golpeó fuertemente, sin vergüenza ni tacto.

— ¡Oh! ¿Estás bien? ¿Hombre fuerte?

Pregunto Meredith al ver la brusca caída que había tenido el caballero contra el suelo, con el labio roto y la nariz sangrando.

— Estoy bien princesa, estoy es una marca que me permíte cuidar de usted.

Le susurró el hombre, restándole importanciata a las personas que seguían a su alrededor, escuchándolos atentamente.

— Carajo.

Susurró el comandante ante tal escena armada por un aprendiz.

— Adeus escolta a la princesa y a la doncella hasta sus aposentos, y vuelve aquí rápidamente, tú y yo debemos hablar.

— ¡Lo haré señor!

Respondió felizmente Adeus tratando de tomar a la niña en sus brazos, pero una Odela exaltada se interpuso en su tacto y la tomó en sus brazos.

— Espero esto no se salga de sus manos, caballero.

Remarcó Odela ante el escenario que había montado el hombre, y más explícitamente frente a la princesa y mayormente frente a una niña pequeña.

— No lo hará, Señora, si yo no hacía esto la princesa no será protegida nunca, ya verá.

No respondió,

Odela no respondió ante la gran respuesta que le había brindado el hombre, que, aunque desconfiara de su presencia llegaba a empatizar con el. E incluso, estaba agradecida por haberlas sacado de esa situación.

Pero era cierto, la princesa Meredith era una pequeña maldición según rumores del templo y el Duque demostraba la importancia acerca de la situación en el esparcimiento como fuego del mismo.

Nadie en ese imperio, en ese ducado, y en ese lugar protegería a Meredith por ser una niña maldita, pero, el caballero que seguía sus pasos en silencio y parecía despreocupado ante la situación había perdido la cabeza y había jurado lealtad a la pequeña princesa.

Y para Odela, aquello era descabellado pero cierto, la princesa nunca sería protegida de no ser por su acción grosera y fuera de lugar.

— Gracias por su grosería, rezaré a Dios porque el Duque lo pase por alto.

— Está bien, señora. Después de todo, me hubiese gustado haber sido asignado antes para proteger a la princesa, el rumor del templo es una farsa, estoy seguro. Aunque, aún soy aprendiz, pero me esforzaré para ser de utilidad para la princesa.

Contestó felizmente el hombre, y para su sorpresasa la princesa había caído a los brazos de morfeo en el camino al palacio, había sido un desastre pero era bueno que aquello hubiera sucedido, era una advertencia para sí misma de tener más cuidado con la princesa.

— Espero le vaya bien, joven Adeus, tenga cuidado de regreso al campo.

— Lo tendré.

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Milagrosamente para Adeus, que había regresado al lugar del disturbio muy calmado a parecer de todos allí, nadie está murmurando ni mucho menos lo había golpeado, o para sorpresa, nadie lo estaba golpeando y rechazando creyendo que estaba maldito.

— ¿Sigues vivo eh?

Le preguntó el hombre mayor con hebras negras y rostro sombrío, quién lo tomó de la camisa y le propinó un golpe en su estómago, dejándolo en el suelo retorciéndose de dolor, pero para su placer solo rio con un doloroso ardor punzante en sus costillas.

— ¿Fue tan malo? Es una niña, señor.

— Eres un aprendiz, Garnet. Aún no tienes el poder de jurar ante el Duque.

Le habló tocándose la coronilla, el comandante estaba furioso y quería matarlo, pero no debía hacer eso en ese preciso instante.

— Iremos donde el Duque.

Termino de hablar finalmente al sentar cabeza en la situación y pensar en el que hacer respecto al increíblemente grande error que acababa de suceder.

— ¿Crees que podré entrar a ese lugar, jefe?

— ¿De qué hablas, Adeus?

— La detestan señor, no permiten ninguna persona que haya tenido contacto con esa niña, ¿Crees que eso está bien?

El comandante observó a Adeus con detenimiento, quedándose sin ideas acerca de qué decir a su aprendiz, ante sus cortante y ciertas palabras.

— Escucha Garnet, sin importar la situació, eres un aprendiz, no corras pasos que ni siquiera haz empezado a dar.

Hablo sabiamente el comandante, pensando nuevamente en que debería hacer respecto a la estresante situación en que se veía atado.

— Por ahora mantendré esto lo más secreto que pueda, si caen consecuencia en el campo de entrenamiento, te mataré yo mismo, Garnet.

Finalizo, alejándose del joven, desapareciendo de la vista de todos en ese lugar y dejándo que por fin los rumores circularán en el enorme área en que se encontraba.

— Espero no mueras pronto, hombre.

— No lo haré, imbecil, mira esto.

Mostró Adeus con cierta felicidad el como su labio ahora no estaba roto y su nariz no estaba hinchada, se encontraba bien, sin rastros del golpe que le había propinado aquel idiota.

— ¿Pero qué- ¿Qué hiciste?

Hablo con asombro más de uno, observando el perfecto estado en el rostro del hombre, y el como incluso los moretones propinado en el entrenamiento ya no estaban en su cuerpo, Estaba en perfecto estado.

— Tal vez la niña maldita no es la maldita, solo mira sus ojos y lo sabrás.

Y se esfumó con el viento.

......................

Al día siguiente, la pequeña princesita había aparecido de nuevo en el campo de entrenamiento.

Pero para sorpresa de todos, solo había ido a visitar a Adeus que estaba tomando un pequeño descanso.

— ¡Oh Princesa!, ¿Por qué se encuentra aquí hoy?

Le preguntó Adeus extendiéndole los brazos a la pequeña, quien adorablemente corrió felizmente a sus brazos. Su apariencia incluso era angelical, el vestido azul de mangas blanca y abultadas al final hacía destacar su cabello azabache y sus ojos rosados destacaban con el contraste de colores.

— ¡Eh traído algo para Adeus!

Contó la pequeña alejándose del caballero para acercarse a la mujer que traía nuevamente una cesta con ella. Que lo observaba fijamente, juzgando sus acciones y todo alrededor de él, tal vez su apariencia.

Creía más posiblemente que la última era la razón de su filosa mirada, pues acabada de terminar su entrenamiento, que a su parecer era un castigo, estaba sudado y lleno de tierra, sus ropas estaban completamente sucias y su cabello despeinado.

— Es un poco de comida, ¡Pensé que te gustaría! Sé que tal vez no debería estar aquí, ¡Pero estoy muy feliz de verte!

Ante la ternura inevitable que le transmitía la pequeña Adeus acarició su cabeza, la princesa Meredith era como una hermana menor, aunque no aparentara la edad Adeus Garnet solo tenía 15 años, la misma edad que uno de los hermanos o mayores de la pequeña princesa.

— Le agradezco mucho su amabilidad princesa. A usted también, señora Odela.

— ¡Oye Adeus, comparte un poco!

Hablo un hombre de la misma edad de Adeus, que Meredith no había visto el día anterior.

— ¡Oh!, ¿Quién eres tú?

Preguntó la pequeña ante la llegada de un hombre de cabellos rojos y ojos verdes, con un montón de pecas que llenaban su rostro y lo hacía una una persona atractiva.

— Disculpe mi rudeza, princesa, Soy Robert Heisst, y soy un Aprendiz de caballero que en el futuro estará a su servicio.

Hablo respetuosamente el hombre haciendo una reverencia antes de sentarse a un lado del hombre, tomando una manzana de la cesta que había traído la princesa.

— ¿Estás bien?

Pregunto Meredith ante los grandes moretones que dominaban los brazos del hombre pelirrojo, que curiosamente el día anterior había sido molido a golpes al haber defendido a su amigo de las burlas de los hombres de ese lugar.

— Princesa, son marcas de fuerza, ¿Puede ver esto? Cada golpe que recibo me hace más fuerte, cuando sea invencible también seré su caballero. Lo prometo.

Susurró suavemente el hombre para la princesa da, siendo oídos por Adeus y Odela, quien se encogió de hombros dos ante la sugerencia.

— ¡Está bien! ¡Prometo cuidarlos correctamente!

Respondió la pequeña y tomó la mano que el pecoso le extendía, la cual quizás en tamaño no se comparaba pero era recorfontante.

Y para la sorpresa de Robert, una pequeña luz cálida de color rosa demasiado dimino y poco visible para ojo humano se expandió por su brazo y fue eliminando de manera mínima la grandeza de los moretones.

Y él lo sentía, lo sentía vívidamente porque la pequeña manito de la princesa que estaba sosteniendo se sentía más cálida de lo usual.

— Princesa es hora de volver.

— ¡Está bien! Espero les vaya muy bien, ¡Coman mucho!, Adiós hombres caballeros.

Se despidió la pequeña ante el pequeño encuentro que habían tenido, y felizmente se fue de ese lugar.

— ¿Lo sentiste verdad?

Pregunto Adeus a Robert.

— Es increíble, realmente increíble.

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Editado

Espero realmente los capítulos no demoren demasiado en publicarse, algunos ya casi completan 72 horas en verificarse.

**Atte: **Amelie Ross.

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