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V - LA QUIMERA SE TORNA TANGIBLE 👉💗👈
Al aparecer en el cuarto Katleen e Indalina se dirigieron hacia el catre de Triama.
La presencia de la niña incomodó a Ajnep aún más que la de los adultos y se fue al extremo opuesto.
A Indalina le habían advertido que el humano era huraño, por lo que se hizo la desentendida.
—¡Tienes mejor aspecto hoy! Eres muy bonita —Katleen depositó con naturalidad un beso en la frente de Triama que la miró algo incómoda.
—¡Y que hermoso es tu cabello! ¿Puedo tocarlo? —Indalina, impulsiva, le dio un beso en cada mejilla, provocando que Triama esbozara una sonrisa.
Al sentir la intensa energía de amor que brotaba de la pequeña handex, Triama se relajó.
—Bueno. Pero con la condición de que tú me dejes tocar tus plumas.
Indalina, animada, tomó asiento en el borde de la litera de Triama que se puso a balancearse.
—¡Que suave es!
—Tus plumas también lo son.
Ajnep observaba la escena con profunda desaprobación, no entendía qué le sucedía a su amiga que compartía con estos seres como si los conociera de toda la vida. Recordó que en la Tierra era muy distinta.
Por su lado, Katleen volvía a comparar el actuar opuesto de los dos humanos. Todavía no sabían si los unía un lazo de parentesco, de amistad o antes del ingreso a Trinopia eran simples desconocidos unidos por la fatalidad. Tampoco habían querido darles sus nombres.
Katleen recordó a Ódarod y le extrañó que no hubiese entrado con ellas a la estancia. No creía que se hubiese marchado sin despedirse y lo llamó.
—¡Ódarod!
Al escuchar ese nombre, el cuerpo de Triama se tensó. Tuvo la sensación de que su corazón se paralizaba para luego ponerse a latir desbocado y que la sangre fluía más rápido por sus venas. Ni siquiera atinaba a voltear la cabeza hacia la entrada.
—¿Te ocurre algo? Tu piel se puso lívida y ahora tus mejillas están tiznadas de rojo —Indalina percibía que una maraña de emociones se agitaba en el interior de Triama, siendo que recién estaba de lo más tranquila platicando con ella.
Las palabras de la niña handex le sonaron como un zumbido incomprensible. Su mente estaba en otra parte. Podía haber varios Ódarod en ese lugar, sin embargo, su corazón le gritaba que era él.
Al no obtener respuesta, Katleen se asomó al pasillo y vio al joven Molier apoyado contra la pared. Levitó hacia él.
—¿No quieres conocer a la joven humana. Cuando Norgard y tú la encontraron en el roquedal, su estado era deplorable y ahora se encuentra bastante recuperada.
Ódarod miró a Katleen sin pronunciar palabra. Ella notó que, por alguna razón que no se explicaba, él estaba reacio a entrar y quiso animarlo.
—Anoche preguntó por ti.
—¿Ah sí? ¿Y cómo fue?
—Deseaba conocer el nombre de la persona que la había hallado.
Ódarod se alegró.
—También está el pequeño que rescató y trajo Lenis.
—Bueno… entremos… —titubeó.
Triama pensaba que iba a enloquecer de impaciencia. Se había fijado que la señora, tras pronunciar el nombre Ódarod, había salido, probablemente a buscarlo. Entonces, ¿por qué no regresaba con él? Si al principio de escuchar Ódarod, había quedado tan petrificada como el cuarzo de las paredes, ahora le ocurría lo contrario. No despegaba la vista de la entrada. Habían transcurrido escasos minutos, pero a ella se le antojaba una eternidad.
Indalina ya adivinaba que la agitación de Triama se debía a Ódarod, pero no comprendía por qué.
Ajnep continuaba observando a su amiga y le parecía que su forma de actuar era cada vez más extraña.
Al entrar Katleen con Ódarod, Triama sintió un leve vahído, no existía la menor duda, era él. Sí, el muchacho de rostro plácido y atractivo que a menudo se infiltraba en su mente ya fuera despierta o dormida. Le gustaba fantasear con él porque le permitía escapar de su sórdida existencia en la Tierra. A duras penas podía creer que lo tenía tan cerca. Su amor tenía una vida, probablemente una familia y era mil veces más bello que en su imaginación. Su rostro, su porte, su contextura atlética superaban con creces al joven de sus visiones. Temía que si despegaba los ojos de él se esfumara como le había ocurrido tantas veces con su imagen.
Cuando Indalina vio a Ódarod se levantó de un salto.
—¡Hermanito! ¿Voy a presentarte a mi nueva amiga! —lo jaló por un brazo y él se dejó llevar hacia el catre de Triama.
Ódarod posó su mirada azul marina en la verde agua de Triama y ella sintió que se le encendían las mejillas, estaba muy nerviosa y no sabía cómo actuar para disimularlo. Desvió los ojos hacia su amigo.
—¡Ajnep ven! —llamarlo fue lo único que se le ocurrió para salir del paso.
Por única respuesta, Ajnep movió la cabeza negativamente. Entonces, Indalina le hizo un gesto para que se acercara, pero él dio vuelta la cara y la niña prefirió no insistir.
—Es una pena que… ¿Cuál es su nombre?
—Ajnep.
—Que Ajnep no quiera compartir con nosotros, me gustaría tanto.
—Él es así —Triama alzó un hombro. Agradeció que Indalina interfiriera, sacándola de su incomodidad.
—Yo soy Indalina Molier —soltó la niña de pronto—. Y él es mi hermano Ódarod.— lo miró para que agregara algo.
—Y tú, ¿cómo te llamas? —la voz de Ódarod sonó más ronca de lo habitual.
—Triama.
—Triama, ¿cuánto?
—Simplemente Triama —encontraba insólito estar hablando trivialidades con él mientras su corazón galopaba de ese modo en su pecho.
—Es un bonito nombre, en Morfelia no existe —opinó Indalina.
—El tuyo también.
Triama flotaba en el séptimo cielo. “Está aquí, a mi lado. Con solo estirar la mano podría tocarlo”. Ódarod giró la cara para buscar a Ajnep y lo avistó sentado en el suelo con las piernas flexionadas hacia su pecho y sus brazos alrededor de ellas. Por la expresión del niño, comprobó que seguía enfadado.
Triama aprovechó que Ódarod no la miraba para deleitarse con su perfil y el brillante plumaje negro azulado que caía en cascada por su espalda dorada. Tuvo que hacer un esfuerzo supremo para reprimir las ganas de acariciarlo.
—Deberías ir a conversar con Ajnep —le sugirió Ódarod a Indalina.
—Ya lo había pensado, pero no quería parecerle invasiva.
—Inténtalo al menos.
—Bueno.
Katleen se unió a Triama y Ódarod e Indalina fue hacia Ajnep. Al ver que la niña handex se le acercaba, él la taladró con la mirada y con una mueca de disgusto le dio a entender que no era bienvenida.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
—¡No! —se removió.
—¿Crees que voy a causarte daño?
—¿Una mocosa como tú? ¡Ja! Permíteme reírme.
—Me llamo Indalina Molier.
—¡Qué me importa!
—Y sé que tu nombre es Ajnep.
Ajnep se puso de pie y de un salto se colocó por detrás de Indalina, la aferró con un brazo a la altura de los hombros y en el cuello de la niña colocó la punta filuda de un trozo de la jarra rota que había guardado para utilizarlo como arma. Su intención era usar a Indalina de rehén.
—¡Déjennos salir de aquí con Triama si no quieren que le corte el pescuezo! —su voz sonaba segura, sin embargo, su corazón latía con furia. Acostumbrado a ser engañado en la Tierra, no creía que los fueran a liberar como Told había asegurado.
El acto de Ajnep los pilló por sorpresa, pero Ódarod reaccionó con presteza y en un abrir y cerrar de ojos rescató a su hermana e inmovilizó al niño para quitarle el trozo de porcelana.
—¡Lo que acabas de hacer fue una estupidez! —lo reprendió Triama en el idioma humano.
Ódarod lo tenía sujeto por un brazo y Ajnep se debatía furioso.
—Tranquilo, no voy a dañarte.
—¡Hazle caso! Con ese comportamiento no ganaremos nada —insistió Triama.
En ese instante Indalina tuvo una visión; Ajnep harapiento, vagando triste y solo entre ruinas, en un mar de gente que no le prestaba atención. Tuvo la certeza de que tenía una revelación de lo que había sido la vida de él en la Tierra. Una fuerza se apoderó de su interior y le pidió a Ódarod a través de la siri que lo soltara. Su hermano comprendió que Indalina era capaz de manejar la situación y dejó de agarrar a Ajnep, pero permaneció cerca de ellos.
Del cuerpo de Indalina brotó una intensa luz que fue envolviendo a Ajnep. Esta energía de amor le aflojó los músculos y penetró en su mente, llenándolo de paz. No solo los handexs veían la luminosidad sino que Triama también y aquel fenómeno la tenía asombrada.
Ajnep flotaba en un mundo irreal, se sentía cobijado por un manto cálido y toda rebelión lo abandonó.
Tras un rato de permanecer en ascuas a la espera de la reacción de su amigo, Triama bajó la guardia y, exhalando un suspiro de alivio, se dispuso a escuchar qué le decía Indalina.
—Desde muy pequeño has luchado por sobrevivir en un entorno cargado de agresividad e injusticias y lo has logrado únicamente por el instinto de sobrevivencia. Es comprensible que entre tanta aflicción, se haya anidado odio en tu corazón, tornándote en una persona desconfiada y rebelde.
Ajnep se cuestionaba cómo era posible que esta niña, bastante menor que él y que recién lo venía conociendo, describiera de ese modo su vida en la Tierra y los sentimientos que le había generado. Despojado de sus barreras, se sintió desnudo.
—Al parecer, los habitantes de tu planeta desconocen el poder sanador del amor y la dicha que otorga su energía purificadora.
—No te entiendo nada. Todos ustedes son raros.
—Al convivir con nosotros lo irás haciendo y ni a Triama ni a ti les pareceremos seres ajenos. Morfelia es diametralmente opuesta a la Tierra. Aquí ustedes aprenderán a desarrollar sus virtudes y dejar de lado sus defectos.
Ajnep la escuchaba con atención y decidió, por las mismas razones que le había dado Triama, que no tenía por qué seguir temiéndoles.
Triama, que no se había perdido detalle de las sabias palabras de Indalina, disipó sus últimos vestigios de recelo.
—¿Los saindors continúan encerrados? —quiso saber.
—Sí —fue Ódarod quién habló.
—¡Es increíble! —para Ajnep los Saindors eran omnipotentes.
Tanto Triama como Ajnep pensaron que los handexs eran muy poderosos para haber vencido a los demonios.
—¿Dónde están? —se interesó Triama.
—En un lugar seguro —intervino Katleen—. ¿Nos dirán ahora por qué invadieron Morfelia?
Triama y Ajnep intercambiaron una mirada.
—No sabemos. Todo ocurrió rapidísimo. El día anterior nos anunciaron que teníamos que partir a otro planeta, pues los demonios iban a abandonar la Tierra y nosotros no podíamos subsistir sin ellos. A nosotros nos trajo un saindor.
—¿Llegaron más humanos a nuestro planeta? —Ódarod fijó sus ojos a intervalos en Triama y Ajnep.
—Murieron en el terremoto —soltó este último.
Triama lo miró asombrada. Ajnep había experimentado un cambio radical de actitud después de la intervención de Indalina.
—¿Terremoto? —se extrañó Katleen.
La noticia también llamó la atención de Indalina, Ódarod y de Ingrouna que acababa de ingresar en la habitación.
Ódarod opinaba que, dado que su hermana mantenía a Ajnep dentro del campo de energía de amor, el peligro de que intentara de nuevo agredir a alguien había pasado y se volvió a aproximar a Triama, quien se puso nerviosa al verlo venir y quiso acomodarse mejor en el lecho, pero su cara se crispó en una mueca de dolor. Ódarod se dio cuenta y la ayudó, tomándola de la cintura con sus fuertes manos. Aquel contacto les produjo a ambos una corriente eléctrica que recorrió sus jóvenes cuerpos. Él se enderezó perturbado, pero se quedó a su lado.
El hecho de que se hubiesen rozado tenía a Triama loca de felicidad. Al inclinarse hacia ella, las plumas del joven handex le habían acariciado el rostro y pudo oler su exquisita fragancia.
—Gracias —le sonrió coqueta.
—No hay de qué.
No intercambiaron más palabras porque la ronca voz del Maetsu se dejó oír.
—¿Hubo un terremoto antes de que partieran de la Tierra?
—¡Sí, fue terrible! —la respuesta espontanea del niño humano no sorprendió a Ingrouna, pues veía la luminosidad que lo envolvía.
—De hecho, el planeta Tierra quedó convertido en una bola de fuego —agregó Triama.
—Al entrar, alcancé a escuchar que todos los humanos fallecieron en ese terremoto. ¿Es correcto?
—Sí, incluso mi padre y mi madrastra.
Katleen, Ingrouna, Ódarod e Indalina quedaron impactados.
—¿Y tus padres Ajnep? —se interesó Indalina.
—No tengo recuerdo de ellos, quedé huérfano a los dos años.
Indalina comprendió porqué lo había visto solitario en su visión.
—¿Ustedes tienen algún parentesco? —preguntó Katleen.
—No, somos amigos —contestó Ajnep.
—¿Desde cuándo se conocen? —quiso saber Ódarod.
—Hace tres años —le respondió Triama.
“¿Habrá perdido Ódarod a algún ser querido?”. Por primera vez Triama concebía la situación desde el punto de vista de los handexs. No se atrevía a preguntárselo por considerarlo demasiado delicado. Mal que mal ella había ingresado con los saindors a Morfelia y, bajo ese punto de vista, eran enemigos. Esa idea le desagradó y enseguida la desechó. Lo miró recto a los ojos y le sonrió.
Ódarod carraspeó, aquella mirada verde agua lo ponía algo nervioso.
—¿Cuándo nos dejaran salir de aquí? —preguntó Triama para romper el incómodo silencio que se había producido.
Ingrouna iba a contestarle, pero fue interrumpido por la llegada de Zoshua y Sultrac, sus nietos y amigos de Ódarod, y Norgard, vecino de Ódarod, con su pareja Amalis. Los cuatro saludaron a los presentes en el cuarto y además les dieron su nombre a Triama y Ajnep que hicieron otro tanto.
Triama se cohibió un poco con la irrupción masiva y Ajnep volvió a ponerse intranquilo, pero Indalina, apoyando la mano sobre su brazo, le trasmitió paz y aclaró.
—Son amigos. Han venido a brindarles una cordial bienvenida a Trinopia.
Humanos y handexs estuvieron charlando durante un buen rato sobre sus respectivos mundos y su sistema social. Intercambiaron opiniones y se hicieron diferentes preguntas.
Ingrouna esperó el momento propicio para intervenir con la intención de encontrar un hogar para Triama y Ajnep en Trinopia. El Maetsu quería que ese tema quedara zanjado para dedicarse de lleno a los asuntos que lo apremiaban.
—Solicito su atención —alzó la voz—. Tengo una propuesta que hacerles a Triama y Ajnep quienes podrán aceptarla o rechazarla, es conversable. Estamos dispuestos a recibirlos con los brazos abiertos e integrarlos a nuestra comunidad. Con tal propósito, los haremos partícipe de nuestras costumbres, sistema de trabajo, actividades de esparcimiento. Les enseñaremos también nuestra filosofía de vida.
“Demasiadas imposiciones. Yo no vine a este lugar para que vuelvan a quitarme mi libertad”. Se rebeló Ajnep en su interior.
“Viviré con Ódarod, en ningún otro lugar”. Decidió Triama para sí.
—Ingrouna y yo lo hemos platicado y llegamos a la conclusión de que lo más conveniente es que vivan en un hogar en el que haya jóvenes de edades similares a las vuestras. ¿Qué les parece? —Katleen los miró alternativamente.
Ninguno de los dos habló. Triama posó sus ojos en Ajnep, buscando los suyos, pero él permaneció cabizbajo.
“Bueno, mejor si no interviene, así la decisión será mía”. No se precipitó en mostrarles su deseo. Prefería no ser demasiado obvia y aguardar a ver qué rumbo tomaban las cosas. “Lo ideal sería que él ofreciera que fuéramos a vivir a su casa, sin que yo me pronuncie”. Se dijo esperanzada.
—Estoy seguro de que mis padres, Lenis y Zoshua, al igual que yo, estarían felices de que vivieran con nosotros —se pronunció Sultrac.
—Es una estupenda idea —celebró Katleen.
Triama rogaba para sus adentros que Ódarod o al menos Indalina también lo propusieran y, para su gran alivio, ella lo hizo.
—A mí también me fascinaría compartir con ustedes nuestra vivienda. A mamá le va gustar mucho.
—¡Me parece genial, seríamos vecinos! —exclamó Norgard.
—Y míos. He decidido quedarme en casa de los padres de Norgard y podríamos ser amigas —Amalis miró a Triama con jovialidad.
—Está en vuestras manos —el Maetsu los instó a decidir.
—La verdad es que quiero salir cuanto antes, me sofoco encerrada.
—Yo también —saltó Ajnep.
—Son muy amables en ofrecernos su hospitalidad. Por lo que dijo Katleen sobre edades similares, me inclino por el hogar de Indalina y Ódarod, así Ajnep compartiría con Indalina —Triama miró a Ajnep buscando su aprobación.
—Yo voy donde tú vayas.
Ódarod se había abstenido de opinar para no influir en la decisión de los humanos, pero estaba contento de recibirlos en su casa.
—Primero conversaremos con mamá. De seguro le encantará la noticia —Ódarod posó sus ojos en Triama con una amplia sonrisa dibujada en sus sensuales labios y ella le correspondió.
—Volveré a traspasarte mi energía para terminar de sanar tus heridas y así podrás levantarte y caminar sin problema.
Las palabras de Ingrouna sonaron a música en los oídos de Triama.
—Gracias Maetsu —balbuceó.
Se sentía rebosante de felicidad, su vida había dado un vuelco tremendo, iba a vivir con Ódarod y compartiría la intimidad de su hogar. En contradicción a su dicha, la invadió un miedo inexplicable y un escalofrío la recorrió. “Bah, son tonteras mías”. Hizo a un lado sus temores que creía injustificados, pero en realidad provenían de una premonición que no supo interpretar.
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