Reglas

El silencio entre Jade y yo estaba rarísimo después de la "visita guiada" por La Rosa Negra. Yo solo podía pensar en lo raro que todo se sentía. Jade estaba demasiado callada, y no podía evitar notar cómo evitaba ciertos temas, cómo no me miraba directo a los ojos. Era como si supiera mucho más de lo que decía. Así que, sin pensarlo demasiado, le solté:

—Oye, ¿alguien ha intentado escapar antes?

En cuanto lo dije, Jade se puso tensa, y su cara, que hasta entonces había sido toda de risitas y como de estar todo bien, se oscureció al instante. Se acercó a mí con pasos rápidos y, sin previo aviso, me agarró el brazo con fuerza.

—Escucha, Sienna, no hagas preguntas como esa. Ni se te ocurra pensar siquiera en hacerlo.

Su voz era tan seria, tan firme, que me heló por dentro. Pero no pude quedarme callada.

—¿Por qué? —le pregunté, bajito, pero insistente.

Jade miró rápido a los lados, como si temiera que alguien pudiera escucharnos. Y cuando me miró de nuevo, ya no había ninguna sonrisa en su cara, solo una seriedad espeluznante.

—Porque nadie termina bien —me dijo en un susurro, como si me estuviera contando un secreto de vida o muerte.

—Muchas lo han intentado, pero sus finales no fueron nada bonitos.

Mi estómago dio un vuelco y la curiosidad me hizo tragar saliva.

—¿Qué las pasó? —pregunté, casi sin voz.

Jade suspiró, me soltó el brazo y se cruzó de brazos, mirando al vacío como si estuviera recordando algo oscuro.

—Algunas fueron capturadas y castigadas de formas que prefiero no contarte. Otras... simplemente desaparecieron.

Mis manos empezaron a sudar.

—¿Y la última? —mi voz salió temblorosa, aunque intenté mantenerme firme.

Jade apretó la mandíbula, como si el recuerdo le doliera.

—Hace un año, una chica llamada Marla lo intentó. No era tonta, planeó todo con cuidado, pero la pillaron antes de que pudiera llegar al pueblo más cercano. Vincent la vendió a un tipo depravado. Lo último que supimos de ella fue que apareció muerta... y sin sus órganos.

Sentí cómo el aire me pesaba de repente. Mi estómago se revolvió y la bilis subió a mi garganta.

—Dios... —musité, sin poder creer lo que me acababa de contar.

Jade me miró, con una mezcla de lástima y advertencia, como si tratara de protegerme, aunque yo no estaba tan segura de que eso fuera posible en este lugar.

—Por eso te digo que ni lo pienses —susurró—. Aquí estamos atrapadas. Punto.

Quería gritarle que no, que estaba equivocada, que había una forma de escapar, que yo iba a encontrarla. Pero sabía que si lo decía, solo me pondría en más peligro. Así que decidí cambiar de tema, aunque no era mucho mejor.

—Oye, dijiste que hay reglas... ¿Cuáles son? —le pregunté, intentando que la conversación tomara otro rumbo.

Jade me miró unos segundos, como si dudara si debía decirme algo más, y luego soltó un suspiro resignado.

—Son estrictas, Sienna. Muy estrictas. Si las rompes, prepárate para lo peor.

Me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera, y sin más palabras, me llevó de vuelta a la sala donde las chicas descansaban y mientras caminábamos, empezó a enumerarlas:

...REGLAS DE LA ROSA NEGRA...

...1. Nunca le digas NO a un cliente. No importa qué te pidan, debes cumplirlo con una sonrisa. Si se quejan de ti, recibirás un castigo....

...2. Siempre debes estar disponible. No puedes negarte a trabajar ni pedir descansos....

...3. Nunca intentes escapar. Si lo haces y fallas, serás castigada. Si lo logras… bueno, si te atrapan, desearás no haberlo intentado....

...4. No puedes enamorarte. Si lo haces, Vincent lo descubrirá. Y si hay un hombre involucrado, se asegurará de que ambos lo paguen....

...5. Siempre debes lucir perfecta. Hay maquilladores y estilistas para eso. No puedes verte cansada, triste o enferma frente a los clientes....

...6. El silencio es oro. No puedes hablar de La Rosa Negra con nadie que no pertenezca al lugar. Si un cliente pregunta sobre lo que pasa aquí, desvía la conversación....

...7. Si un cliente te quiere en exclusiva, puede COMPRARTE. Eso significa que perteneces solo a él. Y no tienes derecho a rechazarlo....

...8. No pidas ayuda a ningún cliente para escapar. Si lo haces, no solo tú recibirás un castigo, sino que el cliente también sufrirá las consecuencias. Y no querrás ver lo que pasa cuando alguien desafía las reglas....

...9. No puedes formar alianzas con otras chicas. No importa qué tan amigas lleguen a ser. No puedes confiar en nadie más que en ti misma....

...10. Nunca olvides tu lugar. Eres PROPIEDAD de La Rosa Negra, y si olvidas eso, las consecuencias serán peores que cualquier castigo físico....

Cada regla que Jade me había dicho me hacía sentir más repulsión que la anterior.

—Esto es una maldita pesadilla —murmuré sin pensar.

Jade soltó una risa baja, sin rastro de humor en ella.

—Bienvenida al infierno, querida.

Me quedé en silencio, mordiendo mi lengua, pero, de repente, una duda me asaltó, esa que había estado rondando en mi cabeza desde que llegué.

—¿Has hablado antes de vender? ¿Es cierto que se hace eso? —pregunté, mi voz casi quebrándose.

Jade me miró fijamente. Su rostro estaba tan impasible que no pude leer nada en él, pero sus ojos, esos ojos, se oscurecieron un poco.

—Sí. Hay clientes que, si les gustas lo suficiente, pueden comprarte. Se hace en secreto, pero pasa más de lo que imaginas —respondió con un tono que no dejaba lugar a dudas.

Un nudo se formó en mi estómago, como si lo que acababa de escuchar se estuviera apoderando de mí. Me costaba creerlo.

—¿Y las chicas aceptan eso? —pregunté, tratando de entender.

Jade suspiró, como si la respuesta fuera demasiado obvia para ella, pero no menos dolorosa.

—La mayoría prefiere quedarse aquí. Sé que suena horrible e increíble de creer, pero aquí al menos tenemos cierta... “protección”. Si te venden, no sabes a quién te va a tocar. No sabes qué horrores te esperan.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, haciéndome abrazar mis rodillas sin pensar. Me senté en el sofá, incapaz de quitarme esa sensación de incomodidad y miedo.

No puedo aceptar esto. No puede resignarme a vivir así. Jade me observó en silencio durante un rato. Luego, su rostro se suavizó ligeramente, pero la tristeza en sus ojos era más que evidente.

—No te preocupes, Sienna —dijo, intentando sonar reconfortante, aunque sabía que sus palabras no tendrían el efecto esperado.

—Algún día te acostumbrarás.

Mi garganta se cerró, y aunque quise decir algo, lo único que pude hacer fue negarlo con la cabeza.

 No. Jamás me acostumbraría a esto.

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