La Sombra De Una Bruja

La Sombra De Una Bruja

c1. Prólogo

Aún recuerdo aquella vez en que la señorita Solaris predijo la destrucción del pueblo. En ese entonces, yo apenas tenía catorce años, sin ningún conocimiento del mundo adulto, por lo que no comprendía la gravedad del asunto. Pero aun así deseaba respuestas, pues se trataba de una profecía que involucraba directamente a mi familia consanguínea.

—¿Puedes hablarme de esa profecía de la que todos comentan? —le pregunté un día a mi hermano mayor, quien sabía más del tema.

—No tienes de qué preocuparte —respondió con su tono tranquilo habitual; sin embargo, su rostro mostraba un semblante sombrío que no ocultaba lo delicado que era ese tema para él.

—Por favor —insistí, obligándolo a mirarme.

No sé si fue por curiosidad o por simple capricho. No lo recuerdo con claridad. Pero de lo que sí estaba segura era de que, fuera lo que fuese, tenía a todo un gran clan de guerreros angustiados. Y por alguna razón, eso me parecía intrigante.

—Bueno… —suspiró, dejando el vaso de agua sobre la mesa. Se recostó en el sofá, tomó una bocanada de aire y dijo—: Según la profecía, una mujer de cabellera blanca como la nieve llegará al pueblo. Le robará el corazón a Cerbero, pero también será la causante de su muerte.

Hizo una pausa para mirarme.

—Aunque claro, se dice que ese futuro podía cambiar.

—¿A qué te refieres con que cambiaba? —pregunté aún más confundida.

—En una de las visiones de la señorita Solaris, vio al pueblo destruido por aquella mujer. Pero en otra, ella terminaba salvándolo. O algo por el estilo —añadió, vacilando al final, como si no creyera que ese desenlace fuera posible.

—¿El futuro cambiaba?

—Sí. Eso pensé también. Pero aún no se sabe cuándo ocurrirá, así que es incierto lo que nos depare el destino.

—Ya veo… Tal vez… Ese futuro nunca ocurra —murmuré para mí misma.

A lo que mi hermano susurró:

—Eso sería lo mejor.

En ese momento, no sabía cuán importante era aquella profecía ni por qué todos parecían preocupados por un futuro que aún no se materializaba. Llegué a pensar que el clan Monroe le daba demasiada importancia a lo incierto. Y por mucho tiempo, creí ciegamente que aquella profecía nunca se cumpliría.

Pero ahora, después de ocho años, sé que esa profecía realmente se cumpliría… o mejor dicho, ya se cumplió. Algunos dirían que fue obra del destino, de la mala suerte, o de algo más. Pero para mí, fue irónico descubrir que aquella mujer era una bruja, con la sangre de demonios y divinidad corriendo por sus venas. Un ser que no debería existir, pero que no solo habitaba en Caronte, sino que había sido nombrada hija del bosque por el mismísimo amo y guardián del bosque.

—Quién lo diría… Una bruja y un cazador como pareja destinada —murmuré, esperando a mi invitado.

En una habitación cubierta de polvo y telarañas, dentro de uno de los edificios en ruinas de la calle de las bodegas abandonadas, donde espíritus y espectros se reunían, el demonio de sombra llamado Caín se detuvo en el centro del cuarto, donde yo lo esperaba, sentada sobre una caja de madera.

—No creí que lo lograrías tan rápido —le comenté, observando su sombra.

—Me costó, pero te prometí que lo conseguiría —respondió Caín, sacando la caja de su sombra.

—Eso veo —dije, levantándome de un salto para acercarme—. ¿Y cómo lo tomó tu sobrina?

—¿Por qué lo preguntas, si ya deberías saberlo? —replicó con semblante serio.

—Vamos, no seas aguafiestas —suspiré—. Pero bueno, ¿realmente piensas irte del pueblo?

—Por ahora —sacó una hoja de su bolsillo—. El sello que le puso mi sobrina no se deshará hasta que esté fuera y lejos del pueblo.

—Es un hechizo simple pero muy molesto —dije, dándole una vuelta al baúl—. Si intentas abrirlo por la fuerza, se destruirá automáticamente. Y si logras abrirlo sin problemas, pero violas la regla impuesta, también se destruirá. —Lo miré con el ceño fruncido—. Tu sobrina se aseguró de que los objetos dentro no fueran usados en el pueblo. Vaya, sí que se toma en serio eso de ser la hija del bosque.

—Sí —dijo él, observando cada movimiento que hacía—. Por ahora me lo llevaré. ¿Y tú? ¿Qué piensas hacer mientras tanto?

—Nada por ahora. Los planes no han cambiado. Y como aún no te perdono lo de Irene, lo mejor es que no regreses hasta que llegue el momento.

—No creí que fueras rencorosa, a pesar de que la manipulaba sabiendo el secreto de su hermana.

—La conozco desde hace más años que tú. Tenía mis razones para ayudarla —aparté la mirada, concentrándome en el papel que me había entregado—. Fuyu está muerta —dije, sintiendo cómo su alma se desvanecía a lo lejos—. Al parecer su querido hermano tomó medidas para proteger a su ama.

Guardé el papel en el bolsillo del abrigo, dejando la lectura para después.

—Quién lo diría…

—¿Cuándo? —preguntó, intentando ocultar su ira tras una mirada seria.

—Hace apenas un segundo —me volví a sentar—. Destruyó su núcleo espiritual y tomó bajo su protección a la zorrita que le regalé.

Hice una pausa al ver cómo su cuerpo se tensaba.

—Es una lástima, ¿sabes? Esperaba que hiciera un contrato contigo. Se complementaban muy bien.

Esta vez fue él quien desvió la mirada.

—El festival se celebrará en dos meses. Será suficiente tiempo para romper el sello y regresar con los materiales.

—Bien —respondí, dejando el tema atrás y advirtiéndole antes de que partiera que debía mantenerse lejos de cualquier conflicto hasta el día del festival.

Terminada la corta reunión, permití que el demonio de sombra saliera de mi dominio, alejándolo del área donde Fuyu había muerto. No era la única que había notado su partida, así que era mejor actuar sola antes de que surgieran más problemas.

Teniendo eso en cuenta, me trasladé rápidamente a la zona donde había sido eliminada por su querido hermano, para recoger los restos de su plasma espiritual. Eran pequeñas trazas de energía en forma de pelusas brillantes, casi imperceptibles al ojo humano. Pero gracias a mi habilidad como espiritista y mi percepción mágica, logré recolectar una buena cantidad de su esencia dentro de un cristal de alma.

Este era un objeto de gran valor, tanto por su origen como por su pureza. Con él se podía aumentar el poder mágico de los objetos en los que se incrustara. Además, permitía invocar un nuevo espíritu de grado medio. Así que estaba agradecida de que, al menos, Fuyu me fuera útil hasta su último aliento.

Puede que mis planes no se hayan cumplido a la perfección a causa de la profecía… o, mejor dicho, por culpa de la bruja Lily, que terminó metiendo las narices donde no debía. Tal vez la destrucción no ocurrió con su llegada, pero eso no cambia el hecho de que provocó el caos desde el momento en que llegó con su familia de demonios.

Por eso, mis planes no cambiarán. A pesar de haber sido una piedra en mi zapato, ha sido divertido verla atrapada en el huracán que ella misma provocó.

Y quién sabe… tal vez pueda aprovechar un poco de su caos para lograr mi objetivo más deseado. Y de paso… ver arder el pueblo, como estaba predicho.

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