c2. Brujas

La fuerte brisa de aquella madrugada abrió por completo la ventana, haciendo que los papeles en el escritorio salieran volando mientras Mireta dibujaba en ellos. Sus ojos entrecerrados se abrieron de golpe al ver cómo los círculos mágicos se dispersaban por toda la habitación.

—Mierda —susurró, exhausta.

Llevándose una mano a la cabeza, exhaló profundamente, mientras apretaba con fuerza el lápiz. Estaba agotada. Llevaba noches enteras sin dormir, tratando de reproducir un viejo hechizo que había encontrado en uno de los libros de su abuela. Pero por más que lo intentaba, su magia no era suficiente para hacerlo funcionar.

—No te ves nada bien —le dijo Tara, una gata siamesa con un zafiro en forma de gota incrustado en la frente.

—Estoy bien. Solo… me siento un poco cansada, eso es todo —respondió la bruja, levantándose de un salto de la silla.

—Llevas días intentando replicar el hechizo —dijo Tara, saltando al escritorio—. A mi ama se le agota la paciencia.

—Sé que puedo hacerlo… solo… solo necesito más tiempo —dijo temblorosa, mientras recogía las hojas del suelo.

—¿Tiempo? —repitió Emily, sentada en el borde de la cama—. ¿Cuánto más debo esperar?

Al escucharla, Mireta ahogó un grito, apretando las hojas contra su pecho.

—Señorita Emmy… No esperaba verla hoy… ¿Qué la trae a mi humilde hogar?

—Deja de balbucear —suspiró Emily, poniéndose de pie—. No vengo a regañarte, ni nada por el estilo. Al menos no hoy —hizo una pausa para mirarla—. Ya deberías haberte enterado sobre la muerte de Irene.

Aquellas palabras hicieron que Mireta se quedara quieta por un momento, antes de seguir recogiendo los papeles.

—Escuché que era la asesina de brujas —la miró de reojo al incorporarse—. Ella… bueno… era la hermana de Amelia. No creí…

—No creíste que fuera capaz de matar brujas —terminó Emily con tono burlón.

Dando un paso adelante, hizo que Mireta retrocediera con temor, lo que la divirtió por un momento.

—Escuché por ahí que Dila hizo un aquelarre —comentó esta vez con un tono más tranquilo, para que Mireta se relajara un poco.

—Sí, yo también lo escuché —dijo torpemente, con una risa ahogada—. Qué tonta. ¿Qué bruja se uniría a un aquelarre en este lugar?

—Bueno —le sonrió con satisfacción—, yo pienso hacerlo.

—¿Hacer qué? —preguntó confundida, incapaz de creer lo que había escuchado.

—Como lo oíste —dio otro paso hacia ella—. Pienso unirme a Moonlight.

—Pero… ¿por qué harías algo así? —su sonrisa forzada se desvaneció.

—Porque creo que será divertido —dijo Emily, tomando la barbilla de Mireta—. Una bruja sola no puede hacer mucho por su cuenta en este lugar. Pero juntas…

—Será un suicidio —manifestó Mireta con temor—. Sabes las consecuencias que enfrentan las brujas de un aquelarre cuando una de ellas rompe la ley… Todas terminan siendo juzgadas.

—Entiendo tu miedo —la soltó—. Pero este aquelarre es diferente a lo que hacían las brujas de Sofía cuando estaban vivas. Además, se dice que la Hija del Bosque se unirá a Moonlight.

—¿El demonio del caos? Digo… la bruja del caos —miró las hojas en su mano.

—Hasta ahora, la gran mayoría de los hechizos más poderosos están prohibidos en este lugar. Pero quién sabe… una bruja del caos podría enseñarnos nuevos hechizos —miró el dibujo en el papel—. O mejor aún, antiguos hechizos de la era oscura.

—Bueno… —la miró y luego a Tara—. Sería bueno aprender un nuevo hechizo… Y si tú te unes… muchas más te seguirán…

—Bien dicho —sacó un papel de su bolsillo y se lo entregó a Mireta—. Toma. Esto puede ayudarte con tu investigación.

—¿Qué es? —preguntó, abriendo el papel antes de volver a cerrarlo—. ¿De dónde…?

—Tómalo como un regalo. Espero mucho de mi aprendiz.

 

...****************...

Despidiéndose con una mirada cargada de incertidumbre, Emily se deslizó por la ventana junto a Tara. Ambas bajaban silenciosamente por las escaleras de emergencia del antiguo edificio, envueltas por la sombra que cubría el estrecho callejón.

Tara se detuvo súbitamente, apoyando los codos sobre la baranda oxidada. Su voz rompió el silencio:

—¿Estás segura de dejarle esa información a ella? —preguntó con cautela, sin apartar la vista de Emily.

Ella vaciló un instante antes de responder, con la mirada perdida en algún punto del horizonte.

—Pensaba manejarlo por mi cuenta… pero Mireta tiene mejores recursos para conseguir lo necesario. —Su tono era neutro, aunque algo en sus ojos delataba una pizca de preocupación.

Tara no replicó, pero frunció el ceño. Estaba claro que dejar algo tan importante en manos de una maga de cuarta categoría no era algo que la tranquilizara.

Al llegar al callejón, Emily escaneó los alrededores con desconfianza antes de proseguir.

—No te preocupes —dijo en voz baja—. Me aseguraré de que lo haga bien.

—Sabes que mi ama no perdonará otro fracaso —le advirtió Tara antes de desaparecer entre las sombras que llevaban hacia los barrios bajos, donde el sol apenas se atrevía a entrar.

Ella no respondió. Sus pasos la guiaron por calles silenciosas, cargadas de historia y secretos, hasta llegar a un edificio medio en ruinas con signos recientes de reparación.

—Aquí vamos… —susurró.

Golpeó dos veces la puerta. Esta se abrió apenas lo suficiente para permitirle entrar. El contraste con el exterior era sorprendente: adentro todo lucía elegante, moderno y mágico. En el salón principal, la recepción relucía con estanterías llenas de libros arcanos; puertas simétricas custodiaban la sala, y un candelabro de cristal flotaba suspendido en el aire.

—Vaya… ¿qué la trae por aquí, señorita Emmy? —preguntó Ariel con cortesía fingida, aunque su mirada era puro veneno.

—Se han esmerado con el lugar —respondió Emily, ignorando la hostilidad de Ariel.

—Así es —dijo Ariel, manteniendo su sonrisa forzada—. Pero eso no responde mi pregunta.

—¿Ahora necesitas un motivo para recibir visitas? —Emily arqueó una ceja.

—En realidad, sí debería haber uno. —El tono de Ariel se volvió cortante. Ya no intentaba disimular.

—Si lo hubiera, ¿cuál crees que sería? —Su voz era suave, pero firme, como quien juega al ajedrez con palabras.

—No me digas… ¿vienes a disculparte? —se burló Ariel—. Porque no pienso perdonarte tan fácilmente.

Emily la miró, impasible.

—¿Por qué debería disculparme por algo que no hice? —Su respuesta hizo que Ariel apretara los dientes, lista para responder, hasta que Suri intervino con calma.

—Señorita Emmy… ¿qué la trae por aquí?

—Vine a unirme al aquelarre —declaró Emily sin mirar a Ariel, como si no existiera.

—¿Qué dijiste? —Suri frunció el ceño, visiblemente confundida—. ¿Unirte? Hace un año dijiste que era una pérdida de tiempo…

Emily se encogió de hombros.

—Las cosas cambian. Y lo que están haciendo… ahora me parece interesante. Sobre todo tras el juicio de Sofía y su grupo.

—¿Juicio? —interrumpió Ariel con ironía—. Fueron quemadas, Emily. No finjas ignorancia.

—Has mantenido un perfil bajo desde entonces —continuó con dureza—. Los demás te ven como una humana más, pero nosotras conocemos tu verdadera naturaleza. Y lo que puedes hacer. ¿Qué gana alguien como tú uniéndose a unas inadaptadas?

—La curiosidad… nada más. Y no por ustedes, sino por una bruja en particular. Lily.

Las palabras cayeron como una bomba. Ariel y Suri se miraron con suspicacia, preguntándose si Emily mentía… o si compartían la misma fascinación por la magia del caos que rodeaba a Lily.

—Está bien… —dijo Suri, aún indecisa. Sin embargo, sabía que la presencia de Emmy atraería a otras brujas—. Puedes unirte, si sigues nuestras reglas.

—Por supuesto. —Emily apretó su mano con una sonrisa desafiante dirigida a Ariel—. Llevémonos bien.

El ritual de iniciación fue simple. Al firmar en el Libro de Moonlight, la tinta mágica dejó una marca en forma de media luna en su muñeca. El símbolo brilló unos segundos antes de desvanecerse. Emily sintió un leve escalofrío. Era oficial.

Luego de eso, Suri le mostró el lugar. Aunque por fuera el edificio parecía estrecho y viejo, la magia espacial de Ariel lo hacía amplio y acogedor por dentro: cocina, lavandería, sala de juegos, habitaciones cómodas, y un sótano con áreas de reunión, entrenamiento y una bodega llena de objetos mágicos.

—¿Qué te parece? —preguntó Suri al notar el silencio de Emily.

—Es mucho más de lo que esperaba —dijo ella divertida—. Superaron mis expectativas. Estoy segura de que muchas brujas querrán formar parte de esto.

—Ese es el objetivo —comentó Ariel desde el ascensor.

—Aunque aún falta bastante —suspiró Suri.

—¿Cuántas brujas hay ahora? —preguntó Emily con curiosidad.

—Contándote… solo cinco —respondió Suri con una sonrisa forzada—. Pero esto apenas empieza.

—Y pronto se unirán más —afirmó Emily con convicción—. El bicentenario del pueblo se acerca, y con una hija del bosque entre nosotras, es momento de mostrar lo mejor en el festival, ¿no creen?

—Apenas entras y ya tienes planes molestos… —murmuró Ariel al abrir la puerta.

—Nos siguen viendo con recelo —dijo Suri—. Y el gremio de cazadores nos vigila de cerca.

—No podemos hacer mucho, aún —concluyó Emily, mirando el techo del ascensor—. Solo espero que las cosas cambien con el tiempo.

—Yo también lo espero…

De regreso al salón principal, Emily se despidió de sus nuevas compañeras. Pronto tendría que mudarse oficialmente. Ahora, como miembro del aquelarre Moonlight, debía andar con cuidado. Porque había ojos que vigilaban… y algunos no deseaban verla viva por mucho tiempo.

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