¡Bruuukkk...! Bara le propinó un puñetazo directo a Arbi. Arbi no pudo esquivarlo. Aira se quedó boquiabierta con el repentino e inesperado ataque de Bara.
"¡Te advertí que no te acercaras a mi chica, imbécil!". Bara seguía agarrando a Arbi por la camisa y estaba a punto de darle otro puñetazo en la cara.
"¿Qué estás haciendo, Bar? ¡Suéltalo!". Aira intentó interponerse entre Arbi y Bara.
"Este idiota necesita que le den una lección para que aprenda que tú eres mi chica". Bara seguía mirando a Arbi sin soltarle la camisa.
Arbi se secó la sangre que le salía de la comisura de los labios. No era que no quisiera defenderse, sino que no quería que Aira viera un acto de violencia entre chicos delante de ella. Por eso se contuvo de devolverle el puñetazo a Bara.
"¡Que lo sueltes!". Aira le ordenó a Bara que le soltara la camisa a Arbi.
"¡He dicho que lo sueltes!". Aira volvió a hablar, esta vez con un ligero grito.
Finalmente, Bara no tuvo más remedio que soltarlo, resoplando con brusquedad.
"Vamos, te llevo a casa". Bara intentó contener la ira que había estado reprimiendo. Cogió a Aira de la mano y la condujo hacia su coche.
"¡Por si lo olvidas, es la chica que dejaste y de la que ahora soy novio!". Las desafiantes palabras de Arbi detuvieron en seco a Bara y a Aira, a la que Bara había arrastrado hasta allí.
"¿Qué has dicho?". Bara se giró hacia Arbi, que lo miraba con la misma mirada desafiante que él le dirigía a él por acercarse a su chica.
"Aira es mi chica ahora". Dijo Arbi con énfasis.
Aira parecía confundida por la situación y temía que la disputa empeorara. Además, estaba agotada después del trabajo y tenía que ver y detener la pelea que estaban teniendo por ella.
"Para que lo sepas, nunca rompimos. Sólo estaba enfadada conmigo. ¡Qué listo eres!". Bara seguía insistiendo en que Aira seguía siendo su novia.
"Deberías tener algo de dignidad y darte cuenta de la situación. Tú fuiste quien me dejó y, sin vergüenza alguna, quieres volver conmigo y fingir que estoy perfectamente después de lo que me hiciste". No fue Arbi quien habló, sino Aira, que no estaba dispuesta a seguir tolerando el drama que Bara estaba montando.
"Deberías haber pensado antes de dejarme. Después de dejarme tirada, corriste hacia mí y me hiciste dudar de tus intenciones. ¡Idiota!". Aira ya estaba harta de todo el drama que Bara le había estado haciendo pasar últimamente.
"Te lo repito una vez más. Se acabó entre nosotros. Así que no intentes hacerte el romántico delante de mí. Estoy harta, ¿entiendes?". Aira soltó todo lo que llevaba tiempo guardándose. Luego, se marchó, montó en su moto y dejó a Arbi y Bara allí plantados.
"Yo también te lo advertí entonces. Pero decidiste dejarla. Así que no culpes a nadie de tu estupidez. ¡Y recuerda que ahora es mi chica!". Arbi advirtió a Bara y también se fue en su moto, dejando a Bara allí solo.
"¡Ahhhh...!". Bara se arrepintió y se enfadó consigo mismo. Había sido tan estúpido. Había herido a Aira tan profundamente que ni siquiera sabía que ella sabía de su relación con Michaels.
***********
A la mañana siguiente, Aira seguía con su rutina habitual. Le estaba preparando a su hermano pequeño arroz frito para desayunar. Esa mañana parecía no tener ganas de preparar el desayuno, así que preparó algo rápido y sencillo para los dos.
Toc, toc, toc...
Se oyó llamar a la puerta.
"¿Quién será tan temprano? ¿Y si es Arbi otra vez?". Murmuró mientras se quitaba el delantal.
¡Click...! Aira abrió la puerta de su casa. Se quedó bastante sorprendida al ver a la persona que llevaba tanto tiempo sin aparecer.
"¿Ya estás lista para ir a la escuela?". Dijo el hombre de unos 45 años, que no era otro que su padre.
"¿Qué pasa?". Preguntó Aira sin preámbulos. Ya había perdido el respeto por el hombre que era su padre.
"¿Así es como tratas a tu propio padre?". La decepción se reflejaba claramente en su rostro al ver la reacción de su hija.
"¿Qué pasa? ¿Te avergüenzas de tener una hija como yo?". Las palabras de Aira se volvieron aún más desagradables.
"Sea como sea, soy tu padre, así que compórtate y sé más educada cuando te dirijas a mí". Su padre reprendió a Aira.
"Si has venido sólo para sermonearme, será mejor que te vayas. Aquí no se aceptan tus sermones". Aira ya no se preocupaba por lo que su padre pensara de ella, ya que éste nunca se había responsabilizado de ella ni de su hermano Aldo.
"¡Cuida tu lengua, Aira!". Gritó su padre, enfadado al oír que su hija se atrevía a echarlo de la casa de su difunta esposa.
"He venido a invitarte a ti y a Aldo a cenar esta noche a casa de tu padre. Tu madre quiere estar más cerca de vosotros. Pero en lugar de eso, me encuentro con tu mala educación". Continuó su padre, decepcionado por la actitud de su hija mayor. Su intención era acercar a sus hijos a su esposa e hijastro, pero el hecho de no haber visto a su hija en tanto tiempo le impedía saber cómo se comportaba ahora.
"Gracias, pero no queremos ir a tu casa. No tenemos tiempo para ir a tu invitación porque esta noche tenemos que trabajar para cubrir nuestras necesidades y, si no trabajamos, no comemos". Las palabras de Aira sonaron a reproche a su padre, que ya no les pasaba la manutención, a pesar de que seguía siendo responsabilidad suya.
Sin esperar respuesta de su padre, Aira cerró la puerta de golpe. Que la tacharan de hija desagradecida. Su enfado y decepción hacia su padre eran incontenibles. El dolor de haber sido abandonada por su único progenitor la obligaba a trabajar duro para mantenerse a sí misma y a su hermano menor. Incluso ahora, su hermano trabajaba en la fábrica de tofu de su tío para ganar dinero extra para llegar a fin de mes. Qué triste era que, en plena adolescencia, tuvieran que luchar contra la dureza de la vida, a pesar de tener padre, sobre todo porque éste tenía dinero más que suficiente para mantenerlos.
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