Mientras tanto, ese mismo día...
Matt Norton, conocido empresario que tenía a su cargo unas cuantas empresas de diferentes rubros, las cuales se encontraban agrupadas dentro de una famosa corporación, se sentó a la mesa del desayuno en la amplia y lujosa mansión familiar, con una taza de café humeante frente a él. A sus veintiocho años, con su porte elegantemente dominante, su cabello castaño y sus ojos azules reflejaban la energía y determinación propias de un joven y exitoso empresario.
De pronto y como ya era costumbre apareció su abuela, Lidia era una mujer mayor de aspecto distinguido, que amaba a Matt, su único nieto, hijo de su hijo fallecido años atrás en un accidente aéreo. La mujer mayor entró en la elegante sala del desayuno con una sonrisa cariñosa.
-Buenos días, cariño- le dijo Lidia, dejando un beso sobre la cabeza de Matt.
-Buenos días, abuela- replicó él con el mismo cariño que ella le había hablado- ¿Cómo has estado?
-Muy bien hijo, gracias- respondió ella mientras se sentaba frente a él, ajustando su silla con elegancia antes de comenzar a servirse una taza de té.
-Matt, querido- dijo la mujer luego de darle un sorbo a su té, el joven alzó la vista para prestarle atención- He estado pensando y...
Matt sabía por dónde iría aquella charla...
-Por favor, abuela- dijo con un tono apacible y sin perder la cuota de cariño y respeto hacia Lidia- ya hemos tenido esa charla demasiadas veces- comentó con un suspiro cansado, pues su abuela estaba empeñada en verlo realizado, y para ella verlo realizado era verlo casado y con hijos.
-Sabes que la tendremos igual- replicó Lidia con una sonrisa de triunfo en sus labios, Matt, simplemente dejó caer sus hombros con resignación mientras que su abuela seguía hablando- ¿cuándo vas a entender que ya no eres un jovenzuelo?- dijo la abuela con un tono afectuoso pero firme.
El joven, levantó una ceja, anticipando la conversación que sabía que vendría.
-¿A qué te refieres, abuela?"
La mujer mayor lo miró con seriedad.
-Ya tienes veintiocho años, querido. Es hora de que pienses en establecerte, encontrar una esposa y formar una familia. No quiero morir sin ver a mi nieto casado y con al menos un hijo.
Matt suspiró, sabiendo que cómo de costumbre esta conversación no sería fácil de evitar.
-Abuela, sabes que estoy concentrado en mi trabajo en este momento. No tengo tiempo para pensar en esas cosas- le dijo, pensando en como desviar el tema.
Pero su abuela no estaba dispuesta a aceptar excusas.
-No puedes escapar para siempre, Matt. Pronto te verás obligado a enfrentar esta realidad. Y te advierto, no podrás evitarlo por mucho tiempo.
El joven empresario asintió, resignado. Sabía que su abuela tenía razón, pero por el momento, prefería centrarse en su carrera, en la empresa que era el legado que su padre le había dejado y que él pretendía mantener siendo una de las mejores en su rubro.
Después de asentir con un movimiento de su cabeza, terminando de desayunar, Matt se levantó de la mesa y tras dejar un beso en la mejilla a su abuela, sintiéndose satisfecho y aliviado por haber evitado la conversación por unos días más. Salió con rumbo a su empresa.
Y mientras salía de la mansión, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podría posponer su inevitable destino.
Por su parte, Mía seguía pendiente de la salud de su madre, agradecida de que luego de saber lo ocurrido con su padre, esta no empeoró ni tuvo recaída alguna. Aunque sabía que existía la posibilidad de que eso ocurriera, rogaba al cielo que si eso no se podía evitar, al menos se tardara lo más posible para ella poder juntar dinero y hacerse cargo de lo que hiciera falta. Y como si la vida sRinubiera propuesto seguir jugándole malas pasadas...
rin, rin... El teléfono de la muchacha sonó, estando ella sentada frente a su escritorio en la redacción de noticias de la revista en la cual trabajaba. El número le era desconocido, al principio dudó en atender la llamada, pero la curiosidad fue más fuerte que su determinación.
-¿Con la señorita Miller?- indagó una voz femenina desconocida para la joven.
-Sí, ella habla- respondió la muchacha- ¿Con quién hablo?- indagó con curiosidad.
-Le hablo del Centro médico Sonda- respondió la mujer y continuó- le habló porque nos dieron su número de contacto- explicó.
-¿Mi número de contacto? ¿Quién? ¿Para qué?- preguntó dudosa y temiendo lo peor.
-La señora Ana Miller- respondió la mujer- una vecina la trajo hace veinte minutos, según nos refirió su madre se descompensó en la calle cuando hacía unas compras- siguió explicando- Yo soy uno de los médicos que está a cargo, necesitamos que se haga presente aquí de inmediato.
A Mía le temblaron las piernas, sintió sus manos sudorosas, se le cortó la respiración al punto de tener que exhalar e inhalar por la boca por causa del miedo que se estaba apoderando de su persona.
-Si, enseguida salgo para allá- dijo cuando pudo sacar la voz de donde se había quedado atascada.
-Muy bien, la esperamos lo antes posible- dijo la médico que llamó y luego finalizó la llamada.
Luego de terminar la llamada, la muchacha tomó sus cosas y se acercó al despacho del gerente de recursos humanos con paso nervioso. Golpeó suavemente la puerta y entró cuando escuchó un débil "adelante". El gerente la miró con curiosidad mientras ella explicaba con voz apresurada la urgencia familiar que la obligaba a salir del trabajo.
-Lo siento mucho, señor, pero mi madre está enferma y necesito ir al hospital de inmediato- dijo Mía, tratando de controlar su respiración acelerada.
El gerente asintió con comprensión.
-Por supuesto, Mía. Espero que todo esté bien con tu madre. Toma el tiempo que necesites y mantenme informado.- le dijo con amabilidad y empatía.
Mía agradeció rápidamente y salió de la oficina, sintiendo un alivio temporal mientras se dirigía hacia el hospital. Sin embargo, la preocupación por su madre seguía pesando en su mente.
Una vez en el hospital, Mía se dirigió al mostrador de recepción con pasos rápidos.
-Disculpe, ¿podría decirme en qué habitación está mi madre? Se llama Ana Miller- preguntó, tratando de mantener la calma.
La recepcionista consultó su computadora antes de señalar hacia un pasillo.
-La señora Miller está en la habitación 215, en el segundo piso. Buena suerte.
Mía asintió con gratitud y se apresuró hacia el ascensor. Su corazón latía con fuerza mientras subía al segundo piso, rezando por la salud de su madre.
Al llegar a la habitación 215, Mía abrió la puerta con cuidado y entró. Su madre yacía en la cama, aparentemente cansada pero estable. Mía se acercó con cuidado y tomó la mano de su madre.
-¿Cómo estás, mamá?- preguntó, con la voz llena de preocupación.
La madre de Mía le sonrió débilmente.
-Estoy bien, cariño. Gracias por venir.
Mía suspiró aliviada, sabiendo que su madre estaba en buenas manos. Se sentó junto a ella, lista para estar ahí en todo el tiempo que hiciera falta.
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Updated 83 Episodes
Comments
Ysied Iriza
Hay Mia no sales de una para meterte en otra Porecita se le viene muchas cosas encima y los culpable de llevar al padre dia al extremo siguen como si nada 🙄🤨🤨
2025-02-21
0
Amnely Morales Cruz
pobrecita mira que le han pasado cosas malas
2024-09-26
1
Maigualida Ramirez
pobre chica como le han pasado cosas
2024-09-23
2