Perder y ganar

Marisol.

Pasaron días, meses y años...

Toda mi vida había cambiado desde que decidí mudarme a California y dejar atrás todos los maravillosos momentos vividos junto a Selig.

Pese a que en un principio no entendí a lo que Chester se refería con tener que cuidarlo, hoy puedo comprenderlo doliendome nuevamente el corazón.

“Mi querido amigo”

Lamentablemente para ambos, su enfermedad avanzó a una etapa terminal y sólo le quedaba un corto tiempo de vida, uno que deseaba extender más.

—¡Buenos días, querido esposo! —dije con una sonrisa al entrar en su habitación de hospital, obteniendo de él el mismo resultado —mira que traje para ti —añadí, acercando unas deliciosas medialunas, sus favoritas.

—Sabes que no puedo comer eso, el médico va a regañarme nuevamente si me descubre —contestó.

—Lo sé, esa es la idea —dije riendo junto a él, quien luego de su fuerte risa empieza a toser y escupir sangre —. Tonto, sabes que no debes esforzarte.

Tomo una servilleta y me acerco hasta su rostro para limpiar sus labios con suavidad.

Al intentar alejarme, me sujeta por la muñeca y me ve como si fuera la cosa más linda del mundo.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Quiero darte las gracias por estar a mi lado y no dejarme cuando te conté sobre mi enfermedad —respondió y negué con una sonrisa.

—No tienes que agradecerme por ello —beso su mano —. Tu te quedaste conmigo sin saber quien era y que pasaría cuando despertara del coma. Creo que mis cuidados ahora no son nada comparados a los tuyos.

—Mar... —intenta levantarse pero rápidamente lo detengo, para luego caminar hasta la punta de la cama y levantarla para que pueda estar más cómodo —. Eres una hermosa persona y mereces ser feliz sin importar lo que los demás digan —acomoda unos mechones de mi cabello —por eso quiero que me prometas que harás hasta lo imposible por alcanzar tus sueños y ser feliz.

—Hablas como si estuvieras despidiéndote —dije con una sonrisa, sin poder evitar retener las lágrimas que se acumularon en mis ojos.

—Prometelo.

—Te lo juro —respondí, tomando su mano y llevándola hasta una de mis mejillas —y tú podrás verlo, porque se que...

—¿Sabes por qué te pedí que nos casáramos al llegar a California? —preguntó y asentí.

—Porque de esa manera podría obtener mi residencia.

—Bueno, la verdad es que no —respondió con una pequeña sonrisa, dejandome sorprendida —podías obtener una visa de estudio y de esa manera te quedarías igual.

—Pero tú dijiste...

—Hay una cuenta enorme con miles de millones que no tendrían dueño alguno si muero y... Quería asegurar tu futuro de alguna manera —aclaró sin más —así que una vez yo falte, tú serás la sucesora de esa fortuna y podrás hacer lo que quieras con ese dinero.

—No quiero tu dinero, quiero que vivas —respondí y él asintió.

—También quiero lo mismo para ti, que vivas feliz —y sin añadir más, me atrajo hasta sus brazos como si esto fuera una despedida.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Narradora.

El desgarrador llanto de dolor abandonó la boca de la mujer que yacía postrada junto a la lapida de su difunto marido.

Era cierto que en parte su matrimonio fue más un arreglo de ambos, pero la gran amistad que creció entre los dos y el cariño brindado, eran las cicatrices que hoy dolían en el corazón de la linda mujer.

—Dijiste que no querías que sufriera —sollozo —pero decidiste marcharte luego de que me fui de tu lado —vuelve a llorar —. Chester, eras mi única familia y ahora... Me he quedado completamente sola.

Fueron las palabras de la viuda, quien a vista del abogado del difunto y algunos pocos amigos que los visitaban con frecuencia, parecía una mujer realmente afectada por la partida de su amado.

Pero aunque nadie lo creyera, llegaron a quererse tanto que ahora dolía jodidamente toda la situación.

—Cumpliré con mi palabra —añadió —juro que seré lo que tu querias que fuera y... Vendré a visitarte en cada aniversario, en cada cumpleaños e incluso en cada navidad —limpia sus lagrimas —. Seguirás siendo ese ángel guardian que llegó a mi vida sin previo aviso y se marchó mucho antes de que pudiera dar el último adiós —se inclina, depositando un suave beso en la fotografía del difunto —hasta siempre, mi querido Chester.

......

Unos días más tarde, la mitad de la fortuna que Chester dejó, fue donada a la caridad debido a que era la voluntad de Marisol y sabía que si su amigo estuviera allí, aprobaría cualquier decisión que ella tomara.

El resto de dinero fué puesto en una cuenta a nombre de ella y quedaría allí por si en un futuro llegara a necesitarlo.

En cuanto a las empresas y debido al poco conocimiento que Mar tenía sobre negocios, serían manejadas por el hombre de confianza que fué elegido en un principio por su difunto amigo y al cual él tenía mucha confianza.

Una vez empacadas sus cosas y con su carrera en avance, la linda mujer decide tomar el vuelo de regreso a Los Angeles y enfrentar de una vez el pasado que dejó atrás.

Ya iba siendo hora de cerrar ese ciclo y de ser posible, dejar todo claro con Selig Cuddyer, para que la culpa dejara de carcomerla.

—Por aquí, señora —señaló amablemente su chofer, quien la guió durante el camino y se encargó de preparar todo en Los Angeles para su regreso —. La finca está lista para su estancia y...

—No Catriel, no usaré la finca —respondió sin voltear a verlo —quiero pasar desapercibida entre todos esos ricachones y por ello espero que mi información se oculte lo más que pueda.

—Como usted diga, señora —respondió obediente.

—El primer punto a resolver cuando llegue, es mi encuentro con Selig Cuddyer —añadió —¿Programaron una cita con él?

—Quisimos pero... Hubo un problema —respondió, viendo a su jefa fruncir el ceño.

—¿Cual es el problema?

—Selig cuddyer, está en prisión.

—¿COMO DICES?

—Está enfrentando una pena bastante grande.

Y todo quedó sumido en silencio.

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