Volviéndonos a ver

Marisol.

Los latidos de mi corazón iban cada vez más acelerados.

No entendía lo que estaba sucediendo, ¿Por qué Selig estaba en prisión?

La última vez que lo ví, se notaba bastante feliz con su boda, preparado para llevar a esa mujer por el camino de la felicidad.

Pasaron cuatro años desde aquella vez y... Realmente me cuesta entender que fué lo que pasó, que lo llevó a terminar de esta manera.

Después de unas horas por fin llegaba a Los Ángeles nuevamente.

Y pese a que no tenía forma alguna de poder verlo sin alguna razón, quería estar junto a él y decirle que volví tan llena de esperanzas por retomar lo que dejamos años atrás.

—Mi Selig, ¿que hizo la vida contigo para que terminaras en un lugar como ese? —me pregunté, sintiendo las lágrimas deslizarse por mis mejillas.

No lo puedo negar, amo a ese hombre incluso más de lo que se puede amar a alguien y... No me importa su pasado o la razón por la cual terminó aquí, sólo quiero acompañarlo como él me acompañó a mí.

—Señora, pude hablar con el abogado del señor Cuddyer y dijeron que sería beneficioso para él reunirse con un psicólogo —comentó mi chofer y me sorprendí —claramente la nombré diciendo que era una de las mejores en Californiana y que acaba de mudarse por ello están esperándola. Hoy tiene una sesion con el señor Cuddyer.

—Eres el mejor Timoti —respondí con una sonrisa.

Después de dejar mi equipaje en el apartamento que decidí rentar y darme una merecida ducha para quitar el cansancio de mi cuerpo, me preparo rápidamente y salgo dispuesta a reunirme con el hombre de mi vida, aquel que de seguro ni siquiera me reconocerá.

.....

Poco rato después, estoy a la espera de que terminen de revisar mi maletin y verme de una forma morbosa, lo que claramente me estaba sacando de mis casillas.

—¿Puedo ver a mi paciente o no? —pregunté molesta, viendo a ambos carceleros asentir y guiarme.

Varios de los presos en las otras celdas comenzaron a acercarse a los barrotes y decir cuantos comentarios obscenos puedan imaginar.

—Cuddyer —habló el oficial, golpeando los barrotes —levanta, tienes visitas.

Mis ojos se clavaron en el hombre sobre la cama, quien ni siquiera se molestó en responder.

—¿NO OÍSTE LO QUE DIJE? —gritó con furia.

—No autorice la visita de nadie y tampoco tengo deseos de recibir a quien viniera, muestrale la salida —contestó con frialdad y mi corazón se oprimio de dolor.

—¡LEVANTA TU TRACERO DE ESA CAMA AHORA SI NO QUIERES QUE..!

—¡SUFICIENTE! —Interrumpí al oficial, viendolo con mi ceño fruncido —. El que sea un preso no quiere decir que tenga derecho a tratarlo como carajos se le plazca, déjeme a solas con él.

—Pero yo...

—No volveré a repetirlo —añadí con firmeza, oyendolo suspirar y saliendo de mi campo de visión.

Hora de enfrentar a la fiera frente a mí.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Selig.

Un aroma familiar inundo mis fosas nasales y mi mirada recayó sobre la mujer parada en la puerta de mi celda, notando unos rasgos conocidos en su rostro.

Aunque lo cierto es que no sé de donde me suena.

—¿Puedo pasar? —preguntó y luego de suspirar con molestia, asentí —. Señor Cuddyer, permítame presentarme.

—No es necesario —la interrumpi sentándome en la cama —eres la psicóloga que mi abogado mandó ¿Cierto? —pregunté y asintió —pues dejeme decirle que pierde su tiempo, no estoy loco como para querer hablar con usted y...

—No necesita estar loco para hablar con una psicóloga —interrumpió —ya que trabajamos con el fin de ayudar a las personas con algún dolor pasado o algo que lo lleve a actuar impulsivamente.

—¿Que quiere que le diga? —pregunté —¿La razón por la cual estoy aquí? —añadí, acercándome más a ella, tratando de provocar temor pero... No era lo que estaba obteniendo.

—Sería un buen comienzo si así lo desea —contestó y puse mi rostro muy cerca del de ella.

—Lastimé de la peor forma que pueda imaginarse a mi ex esposa, la tomé como mía cuando no lo quería y fui la causa por la que mi padre murió —conté, buscando el horror en sus ojos, aquel que todos ponían al oir esto pero... No, no había nada de eso en ella —¿No va a decirme que soy un desquiciado que merece estar aquí? 

—¿Por qué lo haría? He oido cosas peores —respondió y luego de observarla por un momento más, me aleje de ella y volví a mi cama.

—Vallase, no tengo intenciones de hablar sobre mis cosas con una desconocida —añadí recostandome nuevamente y colocando ambos brazos detras de mi cabeza.

—Dejeme ayudarlo.

—Nadie puede —dije en seco, observando el vacío que aun se reflejaba en aquel techo.

—Entonces no diga nada por ahora, me quedaré a su lado y cuando este listo...

—Una persona prometió estar a mi lado y sin saber la razón, desapareció sin decir adiós y dejando en mi corazón un vacio que nadie pudo llenar jamás —contesté sonriendo con falsedad —. Ella es la causa de que deteste y aborrezca el sentimientos de abandono, el oir las patéticas palabras "se acabo".

—¿Algun amor del pasado?

—Mi único amor. Tanto del pasado, como del presente —dije, girandome a la pared y soltando esas lágrimas retenidas —. Lo era todo para mí y... Me abandonó, dejandome completamente en una oscuridad de la cual no podré salir jamás.

—Señor Cuddyer, las personas no son eternas en la vida y pueden irse cuando menos lo esperamos.

—No murió —aclaré —ella me cambió por alguien más —suspiro limpiando mis lagrimas —era la luz que necesitaba cada día para encontrar el camino correcto entre tanta oscuridad y... Mira donde estoy a causa de su ausencia.

—¿Aún la ama?

—Por momentos la odio por irse de la forma en que lo hizo, pero si volviera a verla... Le gritaría una y otra vez que es la mujer de mi vida, que la amo locamente y que... No vuelva a dejarme.

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