Quiero cortejarte antes de llegar a la intimidad.

La idea de complacer a su marido hizo que volviera a mirar alrededor. Abrió el armario y se encontró que estaba todo vacío salvo, por unas mantas. Los cajones de la cómoda solo contenían lo que ella había metido allí, no había indicios de él ni de sus cosas.

Tenía una casa enorme con muchos dormitorios, seguramente tendría el suyo. ¿Era normal? No sabía cómo dormían normalmente los maridos con sus esposas. Siguió deshaciendo el equipaje, pero estaba cansada y acabó sentándose en la butaca delante de la chimenea apagada y mirando un bodegón con fruta que caía de una cesta. El cuadro colgaba de un cordón dorado encima de la chimenea. Los ojos estaban cerrándosele cuando llamaran a la puerta. Grace fue a abrir.

Bruno estaba en el pasillo, seguía vestido con la ropa que había llevado en la ceremonia y en la recepción. Ella sonrió y se apartó para dejarlo pasar. Él se fijó inmediatamente en su bata y en el encaje que asomaba por el profundo escote donde se cerraba, tragó saliva.

Ha sido una fiesta muy agradable, Bruno, dijo ella para romper el hielo, gracias.

Ha sido un placer, contestó él mirándola ya a la cara.

Estaba esperándote.

Él entró y cerró la puerta pero no con llave. Cuando estuvo más adentro ella tomó la iniciativa y cerró con llave. El frunció levemente el seño con un gesto de incertidumbre.

Me gustaría hablar contigo.

Estoy deseando oír lo que tengas que decir. ¿Quieres sentarte?, te ayudaré a quitarte la chaqueta.

Siéntate, por favor, le pidió él evitando mirar hacia la cama.

Bruno esperó a que Grace se sentara en el pequeño sofá, tomó una silla y se sentó enfrente.

Sé perfectamente que nuestro matrimonio no es convencional.

Ella no tenía ninguna experiencia con el matrimonio, fuese convencional o no.

Quiero hacer una buena esposa, Bruno. Con todo lo que conlleva un matrimonio.

Lo agradezco y, sobre todo, quiero que te sientas a gusto aquí. Todo es nuevo para ti; el sitio, el matrimonio... Dada las circunstancias, estamos obligados a tomar decisiones rápidamente y eso no es lo ideal. El noviazgo permite que una pareja tenga tiempo para conocerse, para adaptarse.

No me siento engañada estoy preparada para ser tu esposa.

Grace, hay aspectos en el matrimonio que no conviene precipitar, replicó él con delicadeza. Eres joven y sensible. No voy a aprovecharme de ti y a consumar el matrimonio cuando no estás preparada.

Grace, por fin, entendió su reticencia.

¿No vas a acostarte conmigo esta noche?, preguntó ella un tanto desilusionada.

No.

¿Vas a dormir en otra habitación?

Te he dado una habitación propia para que tengas intimidad.

Sintió un vacío en el pecho, peligrosamente cerca del corazón. ¿No la deseaba? Grace conservó el gesto sereno, pero la incertidumbre la atenazaba por dentro y el miedo hizo mella en su confianza. ¿Dónde se había metido? Media docena de hombres la habían mirado con ojos lujuriosos y ella se había casado con el único que no la deseaba... ¿Cómo iba a ganarse su cariño? ¿Cómo iban a materializar su relación?

Quiero cortejarte, Grace. Te mereces algún tiempo para que te acostumbres al matrimonio y todo lo que conlleva. Dedicaremos un tiempo al noviazgo antes de pasar a la intimidad.

¿Cuánto tiempo?, preguntó ella casi sin poder respirar.

Había pensado en 6 meses.

¿Seis meses? Ciudades enteras se levantaban en menos tiempo, se libraban guerras y...

¿Qué haremos durante 6 meses?

Conocernos.

Ella se acordó de lo que le dijo cuando le pidió que se casara con él: "no se lo pido para que haga las tareas domésticas, se lo pido porque creo que podemos formar una relación satisfactoria para los dos". Entonces, ella supo perfectamente lo que había querido decir.

Seguía entendiéndolo. No la necesitaba para limpiar, cocinar o cuidar a sus hijos. La había elegido porque necesitaba a una mujer al lado cuando estaba en público y en su cama cuando estaban solos, ¿no? Sin embargo, como creía que ella procedía de un ambiente refinado y era como cualquier otra chica soltera de su edad, también creía que necesitaba protección, una iniciación lenta y cuidadosa a las relaciones entre hombre y mujer. Ella agradeció muchísimo su consideración, pero estaba decidida a ganarse su cariño.

¿Vas a besarme?

Yo...

¿Besarse forma parte del noviazgo?

Sí, naturalmente.

Ella se levantó.

Entonces, me gustaría que me besaras.

Cuando él se levantó y se acercó, ella echó la cabeza hacia atrás y lo miró. Él seguía un poco alejado. Ella dio un paso, apoyó una mano en su pecho, separó los labios y esperó.

Él, en vez de besarla en la boca como había esperado ella, le tomó la cara con una mano y le acarició la nuca con delicadeza. Ella sintió un estremecimiento inesperado que le recorrió los hombros y le endureció los pecho. El descanso levísimamente la otra mano en la parte baja de su espalda para mantenerla allí. Sus ojos oscuros le recorrieron la cara desde los ojos a los labios y su expresión cambió, "me desea", pensó ella con alivio.

Eres una flor única, Grace, una flor única y exquisita.

Su aliento le acarició la barbilla y el corazón de ella dio un vuelco. Quería que la besara. No tenía nada que demostrar ni un orden del día. Grace quería que ese hombre la besara. Le brotaron unas lágrimas, desconocidas para ella, y cerró los ojos para ocultarlas. Él le levantó la cara y sus labios se posaron en los de ella como un saludo hipnótico. Ella le rodeó el cuello con un brazo para acercarlo más, para que sus labios y sus alientos se unieran más gratificantemente. Tenía unos labios firmes y cálidos. Ella se sintió como si se hubiese bebido una botella, pero solo había bebido dos copas de champán. Ese hombre era embriagador. No sabía que pudiese haber besos así. Lo besaba porque quería besarlo, porque le daba placer. Se quedó asombrada. Quizá el noviazgo no fuese una mala idea después de todo.

Él se apartó unos centímetros, ella abrió los ojos y él se los miró. ¿Estaba cambiando de idea? ¿Ese beso embriagador conduciría a pasar la noche en la cama, en su cama, con ella?

Será mejor que me marche, dijo él.

Ella nunca había sentido la desilusión como algo físico que le alcanzara al corazón. Era una soñadora. Los sueños estaban fuera de su alcance y se destruían fácilmente. Tampoco era una romántica que se hacía ilusiones vanas sobre el amor y la fidelidad. No tenía esperanzas y así no sufría desencantos. Que él se marchara solo era una contrariedad. Se tranquilizó a sí misma. Había planeado hacerse querer por él y él se lo había frustrado con el plan del noviazgo. Grace le soltó el cuello y retrocedió un paso con las piernas temblorosas. La mirada velada de él le recorrió el cabello, los labios y la base del cuello, donde ella se imaginaba que el pulso de latía desenfrenadamente. Le sonrió con recato. Haría que cambiara de idea antes de que pasara una semana.

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