¿Cómo sacia Bruno sus necesidades básicas?

Ella podría imaginarse todo sobre sus historias, todo menos una cosa.

¿Cómo se llamaba tu esposa?

Él tardó un momento en contestar.

Alma.

¿Tus hijos se parecen a ella?

Paquito es el que más se parece, Chris me recuerda a mi padre, y Betty se parece a mi hermana Ludivina.

Chris se parece a ti, añadió ella.

Sí, mucha gente dice que me parezco a mi padre.

Ella no quería hurgar en un asunto doloroso pero tenía mucha curiosidad.

¿Te duele hablar de tu exesposa?

Lamento muchas cosas, contestó él sin contestar la pregunta.

Grace no insistió.

Alma no estaba preparada para vivir lejos de todo lo que había conocido en Sinaloa, siguió él para sorpresa de ella. Le construí una casa preciosa, puse en marcha una junta de manifestación y trajimos un médico y un maestro. Pronto hubo Iglesias y colegios, Bruno se encogió de hombros. Sin embargo no es una gran ciudad y las actividades sociales son limitadas. Alma echaba de menos a su familia, concluyó mirando a Grace.

Bruno tenía un pasado respetable y un historial de buen esposo y padre ejemplar. Su ambición y visión habían alcanzado logros de los que podía estar orgulloso. Sin embargo, bajo la superficie atractiva y el hombre de negocios próspero, ella notaba una vulnerabilidad que le llegaba al corazón. En ese momento comprendió las primeras palabras que le dijo.

Cuando nos conocimos me preguntaste por qué había venido a Sonora y me avisaste de que este sitio no se parecía a todo lo que yo conocía.

Alma no se quejó, pero nunca fue feliz aquí, la separé de su familia y de su entorno.

Yo no tengo familia ni entorno, y Sonora es mucho mejor que el sitio de donde vengo, lo tranquilizó ella.

Fuera lo que fuese lo que se imaginaba de ella, no quería que creyera que estaba descontenta con su casa o con su manera de recibirla. Él se cambió de postura para poder mirarla mejor a los ojos. Ella le sonrió con calidez, él levantó la mano y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos.

Eres increíblemente guapa.

La delicada burbuja de placer estalló por la decepción. Le habían llamado "guapa' miles de veces, no significaba nada.

¿No es verdad que la belleza está en el ojo de quien mira?

Él le introdujo los dedos entre el cabello de la nuca.

Mirara quien mirase estaría de acuerdo.

Animada, se inclinó lentamente hacia él con una expresión delicada.

Bruno, me alegro mucho de estar aquí.

Como había esperado ella él también se inclinó y los labios se encontraron. Fue un beso muy delicado, como no había recibido otro, ni siquiera el primero que se dieron, porque esa vez ella había estado preparada para que fuera placentero. Grace le pasó la yema de los dedos por la mandíbula y le tomó la cara en la palma de la mano.

Bruno se acercó un poco para rodearle los hombros con un brazo y estrecharla más contra sí. A ella le gustó su sabor, el contacto de su brazo alrededor de ella y su olor. Le gustó todo lo relacionado con el beso, sobre todo que le hiciera sentirse como si fuese alguien especial, alguien que merecía su atención.

Inexplicablemente se hizo una pregunta, algo que la alteró y la privó de parte del placer. ¿Había besado a otra mujer después de que su esposa muriera? ¿Había tenido una amante o había ido a una casa de citas? Los hombres tenían que saciar sus necesidades físicas más elementales, y él era un hombre como cualquier otro. ¿Le importaría a ella si lo había hecho?

Grace deseo no haber pensado en eso. Pensar en sus actos más íntimos hacía que fuese más hipócrita todavía. ¿Cuando había empezado a importarle que la quisiera por otro motivo que no fuese afianzar su posición como esposa de él?

¿Por qué iba a importarle que se hubiese acostado con cien mujeres? ¿Desde cuándo le dolía que un hombre alabara su belleza? Había llegado hasta ahí para encontrar una vida respetable y libre y eso era lo que tenía que hacer.

Sin embargo, algo había pasado desde que conoció a Bruno y se casó con él. Algo que no había previsto. Le importaba lo que ese hombre pensara de ella, se apartó lo necesario para poder hablar.

¿Me acompañarás a mi habitación?

De acuerdo, contestó él con la voz ronca. Grace le tomó la mano y se levantó. Él también se levantó y la miró a los ojos.

Grace se dio la vuelta se dirigió hacia las escaleras y se paró al llegar a su puerta.

¿Me encenderías la luz?

Ella abrió la puerta y se apartó para que él entrara.

Buscó el interruptor y encendió una lámpara de mesa y la luz que había en el techo.

Esto es muy silencioso por la noche, comentó ella en voz baja, en la ciudad oía más barullo.

Él se quedó mirando hacia la puerta, pero no se dirigió hacia ella.

Supongo que hay que acostumbrarse.

Sí, supongo. Dijo él un poco cohibido.

Ese dio la vuelta y la miró como si la acariciara por debajo de la ropa.

Buenas noches, Grace.

Buenas noches, Bruno.

Bruno cerró la puerta fue a su despacho y reavivó el fuego. Llevaba a esa mujer en la sangre. El sonido de su voz cuando decía la cosa más inocente, su dolor embriagador, el brillo de su cabello oscuro, las curvas de su cuerpo bajo la ropa, todo se mezclaba para que ardiera por dentro.

¿Cómo iba a aguantar durante seis meses el exquisito tormento de su proximidad? ¿Qué había estado pensando?

Puso una pantalla de hierro delante de la chimenea por seguridad y se fue a su habitación. Encendió la luz. Se acercó al escritorio y abrió el cajón superior para sacar una caja plana de madera. La dejó encima de la cómoda, la abrió y tomó aliento antes de sacar la foto de boda.

Entonces pudo comprender que había estado pensando.

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