Capítulo 04. Promesa.

Esa noche, aunque el clima aseguraba la ausencia de lluvia, una tormenta azotó la ciudad con fuerza. Adrien permaneció en el suelo, observando los relámpagos a lo lejos mientras la lluvia golpeaba el vidrio del edificio, otorgando al lugar un aspecto aún más tétrico.

Después de la medianoche, Adrien se levantó y caminó hacia la oficina improvisada. Encendió la computadora de escritorio y revisó los archivos guardados en la nube. Después de encontrar lo que buscaba, se dispuso a crear un nuevo contrato, tal vez algo que utilizaría en el futuro cercano.

El reloj de pared marcaba las cinco y media de la mañana, y el sol empezaba a asomarse. Sin embargo, los ojos de Adrien aún no se habían cerrado. Después de concluir el contrato, se quedó sentado durante tres horas. Su mirada reflejaba cansancio y sus ojos parecían carentes de vida.

¿Es realmente el fin para nosotros?

Adrien se recargó en el respaldo de la silla y cubrió sus ojos con una mano. Durante cuatro años y medio, se había aferrado a Carlo. En todo ese tiempo, no había conocido a nadie que pudiera arrebatarlo de su lado. O al menos eso creía, hasta que Carlo, tan pronto como se fue, encontró consuelo en los brazos de otra mujer.

Ante los ojos de Carlo Mancini, Adrien se sintió como un ser asfixiante que le robaba la oportunidad de ser feliz. Pero, ¿cómo podía renunciar a él? ¿Cómo podría dejarlo ir después de aferrarse con tanta fuerza? Sin embargo, él fue el único que experimentó el amor.

Era como estar parado en la oscuridad, sosteniendo su corazón en las manos. La llegada de Carlo había sido como un rayo de luz en su vida. No lo temía ni lo juzgaba por los rumores; pensó que podía ser solo su amigo, pero se enamoró y quiso ir más allá.

Al final, Adrien se dio cuenta de que Carlo ni siquiera tenía la más mínima idea de su existencia. No podía odiarlo ni sentir repulsión, pero fueron cuatro años de espera y, en menos de medio año, Carlo había borrado cualquier tipo de relación con él.

Una risa burlona escapó de los labios de Adrien. Se burlaba de sí mismo, de sus sentimientos y emociones. Había parecido estúpido persiguiendo a Carlo como un perrito faldero. Pero los recuerdos de los besos en la oficina, en el elevador, en su departamento y hasta en la piscina se aferraban a su mente, sintiéndose mucho más íntimos que al principio. ¿O acaso fue su propio deseo el que tergiversó esas situaciones? La tristeza y la confusión se mezclaban en su ser mientras enfrentaba la realidad de su amor no correspondido.

En ese momento de introspección, Adrien se encontró atrapado entre la dura realidad y la renuencia a dejar ir a Carlo. El eco de la risa burlona aún resonaba en su mente mientras su corazón latía al ritmo de una melodía melancólica. Las lágrimas que se habían contenido durante tanto tiempo amenazaban con desbordarse, pero Adrien luchaba por mantener su compostura.

Las imágenes de los momentos compartidos con Carlo seguían danzando en su memoria, como escenas de un pasado que se desvanecía. Recordó los besos robados en la oficina, la complicidad en el elevador, la intimidad en su departamento y la pasión compartida en la piscina. Cada recuerdo, cada caricia, resonaba en su ser, y la ironía de la situación se volvía más dolorosa.

El dilema entre la necesidad de liberarse y la reticencia a dejar ir a Carlo se intensificaba. ¿Cómo podría abandonar lo que había sido su anhelo constante durante tantos años? Aunque la verdad doliera, aceptarla implicaba enfrentarse a una pérdida insuperable.

Adrien, aún con la fotografía de Carlo y esa mujer presente en su mente, se preguntó si realmente era posible seguir adelante. ¿Debería dejar ir a Carlo para permitirle encontrar la felicidad con otra persona? La idea le causaba un dolor agudo, como si una parte fundamental de su ser estuviera siendo arrancada.

Entre suspiros entrecortados, Adrien se preguntaba si había llegado el momento de aceptar que su amor no correspondido había llegado a su fin. Sin embargo, la sola idea de alejarse de Carlo, de cerrar ese capítulo de su vida, le causaba una angustia que le cortaba la respiración.

En un gesto de resistencia, Adrien apretó los puños, como si pudiera retener en ellos los fragmentos de un amor que se desmoronaba. El sol comenzaba a iluminar la ciudad, pero la luz del amanecer no lograba disipar la oscuridad que se cernía sobre su corazón.

A pesar de la tormenta emocional, Adrien se aferraba a la esperanza, como una llama titilante en medio de la adversidad. La decisión de dejar ir a Carlo seguía siendo un peso insoportable en su pecho, pero también comenzaba a vislumbrar la posibilidad de sanar, de encontrar una nueva luz en su vida.

Mientras el día avanzaba, Adrien se debatía entre la necesidad de liberarse y el miedo a perder lo que consideraba su todo. El dilema persistía, y su corazón, atrapado entre la resignación y la rebeldía, buscaba el equilibrio en medio del vendaval de emociones que amenazaba con consumirlo por completo.

Después de la furia de la tormenta nocturna, la naturaleza suspiró, liberando sus tensiones en gotas de lluvia que danzaban hacia la tierra. Las nubes, aún cargadas de humedad, comenzaron a disiparse lentamente, revelando una escena mágica al caer la tarde. El sol, ahora descendiendo en el horizonte, extendió sus rayos entre las rendijas de las nubes dispersas. El cielo se convirtió en un lienzo impregnado de tonalidades cálidas y suaves, mientras las nubes adquirían matices dorados y rosados.

La atmósfera, aún fresca tras la lluvia, vibraba con una serenidad que contrastaba con la intensidad de la tormenta. La luz acariciaba cada gota de agua suspendida en el aire, creando destellos efímeros que adornaban el paisaje. El horizonte se tiñó con tonos que iban desde el naranja vibrante hasta el púrpura sereno, mientras la silueta de los árboles y las colinas se recortaba contra el cielo en transformación.

Era como si la naturaleza, después de liberar su furia, se entregara a la calma, ofreciendo un espectáculo celestial que narraba la poesía de la reconciliación entre el cielo y la tierra.

Pero, entre toda esa belleza natural, Adrien no podía encontrar algo hermoso ni mucho menos romántico como en las películas o los libros. En cambio, su rostro estaba completamente apagado y sus ojos oscuros como la noche, sin brillo alguno. Sentado en la azotea de su edificio, dejaba que el viento húmedo golpeara su rostro y el cálido sol del atardecer lo envolviera, aunque su cuerpo aún estaba frío.

—Adrien —escuchó ser nombrado, pero ni siquiera hizo el esfuerzo por girar la mirada. Escuchó pasos a su espalda y, después de unos segundos, una persona se sentó a su lado.

Ambos se quedaron en silencio viendo el sol ocultándose, como si el mar se lo estuviera comiendo. Cedric era consciente de lo que estaba pasando con Adrien y con esa persona, lo cual lo irritaba, pero no iba a preguntarle ni a presionarlo para que contara algo que él no quería contar.

El silencio se volvía una presencia palpable, cargada de las emociones no dichas entre los dos amigos. Mientras la naturaleza se reconciliaba con su propia furia, Adrien se sumía en un atardecer que reflejaba más su tormento interior que la belleza circundante. La brisa susurraba secretos, y el sol, en su descenso, parecía llevar consigo parte de la esperanza de Adrien.

Cuando el sol desapareció por completo y los dos fueron abrazados por la oscuridad, el cielo se despejó, mostrando algunas estrellas brillantes. Con la luna menguante como testigo, Adrien hizo una promesa.

—Lo olvidaré. Dejaré que Carlo sea feliz por su cuenta y yo... Yo no importo.

Una sonrisa llena de dolor se formó en su rostro, y su mirada estaba apagada por completo. Dejar ir a la persona a la cual se había aferrado durante tantos años era verdaderamente doloroso. El peso de la decisión resonaba en cada palabra, como si pronunciar esa promesa fuera un acto de renuncia a su propia felicidad.

Cedric, a su lado, guardó silencio, respetando el duelo interno de Adrien. La noche, ahora testigo de esa dolorosa declaración, parecía suspirar en sintonía con el corazón roto del hombre en la azotea.

El viento nocturno acariciaba suavemente sus rostros, como intentando consolar a Adrien en su difícil decisión. La oscuridad se cernía sobre ellos, pero también ofrecía un refugio donde las lágrimas podían caer sin ser juzgadas.

—Lo siento, Adrien —murmuró Cedric finalmente, rompiendo el silencio. No había palabras mágicas que pudieran aliviar la carga que su amigo llevaba, pero Cedric deseaba transmitir su apoyo en ese momento oscuro.

Adrien asintió con pesar, como aceptando no solo las condolencias de su amigo, sino también la realidad de la promesa que acababa de hacer. Mientras las estrellas brillaban en el cielo, Adrien, con el corazón roto pero decidido, se sumió en la noche, llevando consigo la promesa de olvidar, aunque en lo más profundo de su ser, sabía que esa tarea sería mucho más difícil de lo que sus palabras dejaban entrever.

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Una disculpa por la tardanza, he tenido mucho trabajo y tomé un trabajo nocturno, así que no tengo mucho tiempo de escribir, pero estaré subiendo capítulos cada dos días si es posible. Espero que comprendan y gracias por leer.

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Comments

Estrella Guadalupe Martinez Vera

Estrella Guadalupe Martinez Vera

😭😭😭😭 me duele que se sienta así creo que nadie merece pasar por esto pero en este mundo hay más corazones rotos que sanos es difícil dejar ir al amor de tu vida pero también el poder sanar es la mejor solución 😢😢😢

2025-02-20

1

Pau Pau

Pau Pau

Me identifico tanto con Adrien, la diferencia aquí es que ellos dos van a quedar juntos, pero la persona a la que estuve aferrada por años y yo nunca pudimos arreglar nada ☹️

2024-06-01

16

Mary Domínguez

Mary Domínguez

que poesía tan cierta

2024-05-17

2

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