Dulce y amargo

Con Romeo.

Romeo estaba sumergido en un sueño y en él veía a su bella Abigaíl en su habitación, la cual lo invitaba a estar juntos como antes.

Él como fiel amante que es, no se negó en lo absoluto y desde que ambos estuvieron cerca, unieron sus labios en un beso que le quitó el aliento.

Romeo sin dejar de besar los labios de su amada, con sus manos recorrió el cuerpo de su bella dama, el cual estaba en llamas al igual que el suyo.

Sonidos lujuriosos se escuchaban de la garganta de ella, los cuales hicieron que Romeo este peor.

Él ya se había quitado toda su ropa y estaba como su madre lo trajo al mundo, pues la ropa en esa operación, no se iba a necesitar.

Él no pudo resistir más, y debido a eso rompió el beso, y llevó a Abigaíl a la cama, en donde sin perder tiempo, le rasgó la ropa que ella llevaba puesta y la dejó solo en ropa interior.

La mujer llevaba encima un fino conjunto de lencería de color blanco, el cual no dejaba mucho a la imaginación.

Él acercó su cuerpo a ella con la intención de oler un poco, pero terminó haciendo pedazos la ropa interior de Abigaíl, y cuando la tuvo desnuda, beso cada rincón de su blanca piel como la porcelana, y mientras lo hacía, dejaba marca en él, en claras señales de que un verdadero hombre pasó por allí.

La joven estaba desesperada y gemía en señal de que lo que le hacía era de su agrado.

Cuando Romeo usó su boca para darle atención a su parte íntima, los gemidos en ella se intensificaron hasta que llegó a su clímax.

Romeo aprovecha esos fluidos y se los toma sin dejar nada, y luego de tomarlos, se coloca en medio de ella y poco a poco se fue sumergiendo en su interior.

No pasó mucho para que él iniciara un baile de caderas, el cual hace que la mujer debajo de él, esté al límite.

Una pose aquí y otra allá, y en el proceso, la habitación estaba desordenada, ya que la cama no era suficiente para ellos dos.

La noche no fue suficiente para continuar amándose, y por eso lo hicieron hasta el día siguiente.

Al salir el sol, sus cuerpos estaban cansados, pero eso no fue suficiente para dejar de amarse de mil maneras. Sus lobos estaban llenos de felicidad y disfrutaban de lo que ambos estaban haciendo, y deseaban tomar el control para ambos marcarse como suyos, y ser una sola carne.

Tomaron una pausa para comer y luego continuaron por dos días más. Cuando la tercera noche llegó, ellos cayeron rendidos del sueño en el suelo.

***

El primero en despertar fue Romeo quien nada más despertar, busco con desesperación a su amor, pero ve que allí ni siquiera hay un poco de su olor, lo que significa que todo lo que pasó, fue productos de un sueño, uno muy sabroso, pero que deja un sabor amargo.

Frustrado, el se levanta del suelo, y al hacerlo ve el desastre que tiene en su parte íntima. Tal parece que lo que pasó en esa habitación fue sólo fruto de su celo y de su imaginación, o debe de estar loco por estar con su amada.

Él maldice su mala suerte, ya que nunca en su vida había sentido tanta plenitud en su corazón, se sentía lleno de vida.

Su lobo de nombre Amón estaba gimiendo de dolor, y le rogaba que fuera a buscar a su destinada.

Por eso, él corrió a darse un baño de agua fría y luego de eso, salió corriendo del baño y se colocó ropa para salir.

Cuando salió de la habitación, estaba su hombre de confianza de nombre Andrés. Quien nada más verle le informó de sus pendientes.

Al terminar, le dijo que hoy los padres de las concubinas desean una explicación de lo que pasó, y de porque qué él se divorció de ellas, sin ninguna explicación.

Él al escuchar eso salió de allí a la sala del trono, en dónde estaban los 9 padres allí reunidos, todos ellos eran personas importantes en su imperio: dos barones, dos marqueses, dos condes, dos de ellos eran comerciantes y ahí estaba el hermano del padre de Abigaíl quien eran un hombre que se dedicaba también al comercio, y era un hombre lleno de ambición, más que todos allí.

Los nobles al ver a su emperador, les hicieron una reverencia para recibirlo, pero él nada ver que les saludaron dice:

—Eviten el protocolo y díganme claro qué se le ofrece, tengo cosas importantes que hacer, y no tengo tiempo que perder con ustedes — dice con mala cara, pues el sueño del que se acaba de despertar, lo tiene lleno de estrés, por la simple razón, de que todo fue producto de su imaginación.

Como era de esperarse, el primero en hablar fue el padre de Sofía.

—¿Majestad, qué haremos ahora con nuestras hijas, luego de que usted les diera el divorcio? Todas esas jóvenes serán rechazadas por su pareja, pues nadie quiere a una mujer que ha sido usada por alguien más— dice este con un semblante serio, este tiene por nombre Arturo.

—Lo que hagan con sus hijas me tiene sin cuidado, yo ya no las deseo aquí en mi palacio, pues acabo de encontrar mi segunda oportunidad y debido a que tenía muchas mujeres, ella no quiere nada conmigo, por sus bien, será mejor que dejen el asunto así, o me veré en la obligación de quitarles sus títulos a todos. En cuanto a que nadie quiere una mujer que ha sido utilizada, les recuerdo a todos ustedes, que nunca fui el primer hombre con el que sus hijas tuvieron, solo Abigaíl Lombardi se entregó a mi virgen— dice este con ira, ya que esa gente tiene demasiado valor como para llegar al palacio para algo así.

Todos al escuchar eso estaban sin habla, pues no tomaron en cuenta ese detalle, pero parece que el emperador no se dejará engañar por ninguno de ellos.

Uno de ellos se sintió lleno de valor, pues sino resuelve la situación pronto, no sabe que pase con sus negocios, ya que estos eran más próspero con la alianza matrimonial, que tenía su hija con el emperador.

— No puede simplemente echarlas a todas nuestras hijas del palacio, nuestras hijas dedicaron su juventud a estar con usted, lo lógico sería que rechace usted a su pareja destinada, y se quede con ellas como concubinas— dice uno de los padres de las ex concubinas de Romeo, siendo este un marqués de nombre Pablo Robles. Todos aquellos hombres al igual que él obtenían beneficios con tener a sus hijas metidas en el palacio.

Romeo al escuchar eso se transforma en Amón, un lobo blanco de ojos amarillos y de dos metros de altura. Amón saltó encima de ese que hablo, y le hirió en el costado de gravedad.

No lo mató, porque no sería bueno hacer eso, ya que ese hombre de nombre Pablo tiene una familia numerosa que depende de él.

Los protestantes estaban sin habla y tenían el rostro más blanco que una sábana.

"Escuchen bien inútiles, vuelven a decir algo así, y los mataré a todos sin piedad alguna, eso va para el padre de Sofía, si se atreve a ir en mi contra y en contra de mi destinada, tenga por seguro que su muerte será más pronto de lo que se imagina, ahora largo de aquí y llévense con ustedes a este idiota" dice Amón en las mentes de ellos gruñendo con ira.

Aquellos sujetos hicieron eso y salieron corriendo y también se llevaron al compañero caído, quien estaba desmayado por el dolor.

Quien más miedo tenía era el padre de Sofía, ya que no se imaginaba que el emperador le dé semejante advertencia solo a él.

Resignado, él no le quedó más remedio que irse con los demás nobles y se llevaron a Pablo, quien iba en muy mal estado, más bien he posible que la muerte llegue por el

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