Miedo y Vergüenza

A la mañana siguiente Laura se sentía un poco mejor gracias a la pastilla que le dio Juan, así que se levantó y empezó a sentir antojos de una torta de chocolate, cada vez que le venía su periodo tenía antojos y esta vez no era la excepción, así que se puso un short y decidió quedarse con la polera de Juan puesta, le quedaba grande, pero iba bien con el short que tenía puesto, bajó al primer piso y se encontró con su mamá.

- Soledad: Hija buenos días, ya te sientes mejor?

- Laura: Buenos días mami, si estoy mucho mejor, pero tengo unos antojos terribles de una torta de chocolate, así que iré al supermercado el que esta aquí a un par de cuadras a comprar mi antojo.

- Soledad: Segura? no quieres que mande a que te la compren?

- Laura: No mamá yo iré de paso que me cuerpo de estira un poco, además recuerda que en un rato debo ir a entrenar porque mañana empieza el campeonato.

- Soledad: Cierto! Me olvidé mi amor, hoy tengo una reunión en el trabajo, haré todo lo posible para llevarte al entrenamiento, pero dime algo irás así vestida? Esa polera no es tuya, de quién es mi amor?

- Laura: No te preocupes mamá, anda a la reunión tranquila, sabes que el bus del colegio recoge a los deportistas yo iré ahí, pero eso sí el domingo si quiero escucharte alentar en las gradas. Esta polera es de alguien especial mamá ya te contaré más tarde, ya me voy mami anda con cuidado.

- Soledad: Esta bien hija, mañana sin falta estaremos gritando los goles que harás, estoy ansiosa por escuchar la historia de esa polera. Cuídate mi amor y me avisas cuando estés en el colegio entrenando.

Soledad salió de su casa ansiosa por escuchar lo que Laura tenía que contarle, ella notaba a su hija alegre y con otros ánimos así que eso la hacía feliz.

Laura también salía de su casa rogando no encontrarse con Juan porque justamente tenía puesta su polera, además era un sábado 9 de la mañana, ella pensó que Juan estaría en el gimnasio o aún estaría en su casa descansando así que salio tranquila sin preocuparse tanto.

Cuando puso un pie fuera de la residencial empezaron los silbidos y podía sentir como la observaban, los que la conocían sabían que ella apenas tenía catorce años pero ante los ojos de los desconocidos tenía un cuerpo mucho más desarrollado que parecía de dieciocho años, ella caminaba incómoda sin hacer caso, pero a toda mujer le incomoda no poder caminar tranquila simplemente por ponerse un short o por tener un bonito cuerpo, Laura ya estaba a nada de llegar al supermercado, pero se topo con que una calle estaba cerrada por reparaciones así que tuvo que tomar un atajo donde había un parque no tan concurrido, al entrar a esa zona pudo notar 3 jóvenes sentados en una banca, ella al pasar por el lado de ellos pudo fijarse que los hombres se levantaron y empezaron a seguirá, ella no era de caminar rápido, pero por la ocasión intente apurar el paso aunque fue en vano ya que los tres hombres la rodearon.

- Hombre 1: Hola bonita, qué hace una belleza como tú caminando sola por acá?

- Hombre 2: Deberías cubrir mejor esas bellas piernas y no exponerlas tanto.

El tercer hombre estaba acercándose demasiado hacia ella y Laura empezó a temblar de miedo, con voz temblorosa pedía que la dejaran en paz.

- Laura: Por favor, déjenme seguir mi camino, no se acerquen.

Cuando uno de los hombres estaba por tocar el rostro de Laura ella cerró sus ojos fuertemente y en lugar de sentir el tacto de ese indeseable hombre escucho como si alguien hubiese metido un puñete a una pared, lentamente abrió sus ojos y grande fue su sorpresa al ver como Juan se encontraba delante de ella y sonido que había escuchado no era nada más ni nada menor que el puño de este en el estómago del hombre que intentaba tocarla.

- Juan: Por el bien de ustedes dos que aún tienen aire, les recomiendo que recojan a su amigo y se larguen de acá.

Juan era mucho más alto y más musculoso que esos tres desagradables hombres, así que no lo pensaron dos veces y ayudaron a su amigo que intentaba recuperar el aire que se le había quitado con tal puñete que recibió y se fueron de ahí.

- Juan: Estás bien?

Laura aún nerviosa y con miedo no tuvo acción a responder verbalmente pero si lo hizo pegándose al pecho de él y abrazándolo, Juan al ver como temblaba el cuerpo de Laura se arrepintió de haberlos dejado ir tan fácilmente.

- Juan: Shhh tranquila ya pasó.

Juan estuvo acariciando su espalda y dándole seguridad, cuando Laura se tranquilizo pudo hablar.

- Laura: Muchas gracias, siempre estás cuando más necesito ayuda.

Ella seguía en su pecho, no lo había hecho con ninguna mala intención simplemente se sentía segura ahí y Juan al oír sus palabras no pudo evitar darle un tierno beso en su frente.

- Juan: Me alegra estar cuando necesitas ayuda.

Laura al sentir el beso en su frente se puso roja y se separó lentamente de él.

- Laura: Pero qué hacías por aquí? Pensé que estarías en el gimnasio o aún en tu casa.

- Juan: Bueno la verdad, quería asegurarme como estabas después de lo de ayer, tenía pensado llamarte, pero vives a dos casas de la mía así que mejor decidí preguntarte personalmente, cuando te vi salir de la residencial pude notar las miradas sobre ti y escuchar los silbidos así que no me quede tranquilo y fui tras de ti para asegurarme que llegues bien, cuando vi a esos tres hombres pensé que no harían nada y para mi mala suerte recibí una llamada de la empresa de mis padres me distraje y cuando corte la llamada pude ver que te tenían rodeada, por mi mente paso el dejarlos tan mal para que terminen en el hospital, pero al verte con los ojos cerrados y temblando solo deje sin aire a uno y preferí tranquilizarte, por cierto mi polera te queda mucho mejor a ti que a mí.

Laura al oír esto último se puso color tomate y agacho un poco el rostro, y moría de vergüenza esto le pareció demasiado tierno a Juan, él estaba acostumbrado a que cuando le decía algo a alguna mujer estás se tiraran a sus brazos, pero Laura era todo lo contrario, ella no era cualquier mujer.

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