Lilibeth Entre La Luz Y La Oscuridad
El 11 de Julio de 1991 nació una hermosa bebé en un pequeño pueblo de Alemania, con el cabello blanco como la nieve. Ese mismo día ocurrió un eclipse total, acompañado de un enjambre sísmico que estremeció toda Europa y fue seguido por un tsunami, anunciando la llegada del caos encarnado al mundo.
Cuando cumplió un mes, su madre comenzó a preocuparse. La bebé no había crecido mucho, y ni siquiera le habían salido los dientes. Sus hermanos también notaron la diferencia. Sin embargo, esto se debía a que era una híbrida: mitad humana, mitad demonio. Su desarrollo físico y mágico era mucho más lento que el de los demonios, quienes maduraban a un ritmo acelerado, muy distinto al de otras razas. Ella no caminó hasta los nueve meses, ni habló con fluidez hasta el primer año. Al cumplir dos años, apenas manejaba nociones básicas de magia.
Su cuerpo era débil. Solo con usar una pequeña cantidad de energía mágica, colapsaba con fiebre, lo que la hacía inútil en el combate cuerpo a cuerpo.
El dominio de las sombras era el elemento distintivo de su familia. Con él, podían realizar prodigios si se refinaba. Magias como la antigua “Plaga”, heredada por su primo Carlos, o el arte de los títeres sombríos, que su hermana Ágata dominaba con destreza para crear criaturas de sombra sólida. Pero la técnica más codiciada era la del cambio de forma, perfeccionada por su hermano mayor Erick, una habilidad compleja que incluso su madre tardó años en controlar.
Su padrastro, padre sanguíneo de la híbrida, era un antiguo mago que vivía entre los demonios para estudiar su cultura, ya casi extinta. Al tener una hija con la líder del clan, se le permitió profundizar en sus tradiciones. Como investigador, también asumió la responsabilidad de cuidar la salud de su hija, quien se sentía excluida por ser diferente. A pesar de que los demonios podían mimetizarse con los humanos gracias a su cabello negro y ojos grises, ella no compartía esa apariencia.
A los tres años, su tío le obsequió un libro de brujería básica comprado en el barrio Negro de la capital de Letonia, Riga. En él se incluían hechizos simples que le permitían canalizar magia en objetos sin sufrir colapsos ni dañar su cuerpo. Aunque a su padre no le agradó inicialmente, al ver que su hija podía usar los hechizos con cuidado, decidió instruirla más en el arte mágico. No creyó que fuera peligroso… hasta que, en su quinto cumpleaños, todo cambió.
Eran las 9:30 de la mañana cuando la pequeña Lilibeth salió a hacer las compras de la semana, ajena a que su familia estaba organizando una fiesta sorpresa por su cumpleaños.
Aunque tenía apenas cinco años, Lilibeth aparentaba doce. Su cabello blanco, trenzado con delicadeza, se ocultaba bajo la capucha de una capa negra. Llevaba un vestido de cuadros verdes, pantimedias oscuras y unas botitas de nieve que la hacían parecer una muñeca encantada paseando por las calles del pueblo de Talsi, Letonia. Su familia se había mudado allí apenas un mes antes, sin saber que en las afueras del pueblo se encontraba una instalación secreta de los Nefilianos.
—Buenos días, señorita —la saludó amablemente el panadero, un hombre de 34 años con dos hijos y una esposa que olía siempre a bizcocho recién horneado.
—Buenos días —respondió ella en su idioma, entregándole una lista escrita por su hermano.
—Veamos… —murmuró el hombre, revisando el papel. —Dame un segundo —le sonrió antes de desaparecer en la cocina, donde su esposa horneaba.
Los minutos pasaron, y la niña permanecía de pie frente al mostrador. El local se sumió en un inquietante silencio.
El sonido de un cascabel al abrirse la puerta rompió la quietud. Lilibeth giró apenas el rostro, observando de reojo al hombre que acababa de entrar. Tenía cabello castaño claro, ojos dorados y piel nívea. Estimaba que tendría entre 25 y 28 años. Vestía un pantalón azul oscuro, un abrigo negro y una camisa blanca. Sobre la bufanda gris que llevaba al cuello, lucía un pin dorado con dos alas y una espada entre ellas.
—Buenos días, jovencita —dijo el hombre, posicionándose a su lado.
—Buenos días —respondió Lilibeth sin bajar la guardia, inquieta por el aura divina que aquel hombre emanaba.
—¿Estás sola? —preguntó, sin apartar la mirada de la puerta de la cocina.
—No —respondió con firmeza, jugando con los abalorios de cristal en su pulsera.
—¿En serio? —la miró de reojo.
—Sí —dijo, tomando una piedrita entre los dedos.
El ambiente se volvió denso. Ni el panadero ni su esposa habían salido de la cocina tras oír el cascabel. Un presentimiento oscuro se instaló en el pecho de la niña.
—Tú tampoco estás solo, ¿verdad? —susurró Lilibeth, clavando sus ojos en la aureola del hombre.—No —respondió él antes de atacarla con un paralizador.
—Ya veo —murmuró ella, justo antes de romper una esfera de cristal de su pulsera.
Al hacerlo, la magia contenida se liberó de inmediato, formando un escudo resplandeciente que la rodeó por completo. Sin perder tiempo, sacó un pequeño tubo de cristal con un líquido azul brillante y lo lanzó hacia el hombre. Él lo esquivó hábilmente, dejando que el tubo se estrellara contra el suelo. Al romperse, un humo azul comenzó a extenderse, congelando lentamente el ambiente y obligándolo a retroceder.
Aprovechando el momento, Lilibeth corrió hacia la cocina. Lo que encontró allí la dejó paralizada por unos segundos: el panadero y su esposa yacían sin vida, apuñalados con sus propios cuchillos de cocina. La escena era silenciosa, horrenda. La niña se tapó la boca con ambas manos, ahogando un grito que le quemaba la garganta.
Pasó rápidamente entre los cuerpos, intentando alcanzar la puerta trasera. Pero al mirar por la rendija, notó a dos hombres extraños vigilando desde afuera.
Lilibeth buscó un escondite mientras una idea surgía en su mente. Encendió los hornos deliberadamente, dejando que el gas empezara a llenar el local. Entonces, rompió otra cuenta de cristal en su pulsera. Esta liberó una ráfaga de chispas que, al entrar en contacto con el gas, provocaron una explosión fulminante. Las llamas se expandieron violentamente, y los pobladores salieron alarmados a la calle al escuchar el estruendo.
Gracias al escudo mágico que aún la protegía, la niña salió del lugar ilesa y, al romper otra cuenta de la pulsera, se volvió invisible.
Llegó a casa sin ser detectada y corrió hacia sus padres para contarles lo ocurrido. Al describir al hombre de la panadería, sus padres reaccionaron de inmediato.
—¿Quién era esa persona? —preguntó Lilibeth, notando que sabían más de lo que decían.
—Son personas peligrosas —respondió su padre con el rostro serio, sin rodeos. Luego se giró hacia Erick—. Preparen todo. Nos marcharemos en cuanto el sol caiga… y prepárense para pelear.
—Sí —respondieron los niños al unísono, dirigiéndose a sus habitaciones para alistarse.
Su madre se acercó a Lilibeth y le colocó un collar con una gema roja que irradiaba calor.
—Quédate cerca de Erick. Por ningún motivo te alejes de él.
—Sí —dijo la niña con dulzura, intentando ocultar el miedo que empezaba a apoderarse de su corazón.
Mientras los niños se preparaban para partir, Víctor y el hermano mayor de su esposa permanecían atentos, observando los alrededores desde la entrada de la casa.
—Cuñado… ¿puedes hacerme un favor, si no logro salir de esta? —preguntó en voz baja.
—Claro —respondió Víctor, con tono relajado pero curioso.
—Cuida de mi hijo.
Al oír eso, Víctor se detuvo, girando para mirarlo con seriedad.
—¿Estás seguro? No me malinterpretes, pero dudo que a tu hijo le agrade esa idea.
—Carlos puede ser frío, distante… —suspiró— pero te respeta. Mi hermana ha sido una madre pésima, así que tú eres la mejor opción. Eres más responsable que ella.
—No te puedo negar eso —dijo con una breve risa—. Lo ayudaré, lo suficiente para que pueda valerse por sí mismo.
—Gracias —murmuró, desviando la mirada—. Ya vienen…
—Nueve… trece… quince —contó, observando a los cazadores que comenzaban a rodear la propiedad.
—Yo los distraeré. Tú crea una salida segura para los niños.
—Entendido.
Dentro de la casa, Erick se acercó a su hermana menor y le entregó un cuchillo de combate envainado.
—Toma —dijo, colocándoselo cuidadosamente en las manos—. No te alejes de mí, pero si nos llegan a rodear… usa esto para protegerte.
Lilibeth recibió el arma. Sintió el peso metálico entre sus pequeñas manos, y su pecho se apretó con sólo imaginar la posibilidad de tener que hundirla en el cuerpo de alguien.
—No tengas miedo —intentó consolarla Erick, aunque su propia voz traicionaba la inquietud que lo embargaba—. La primera vez… puede ser difícil.
O al menos, eso intentaba cree.
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Comments
Leidy
feliz años nuevo también. /Smile/
2024-01-06
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Vanessa Ibáñez Fernández
kyaaaaaaaa!!!!! xfiinn empieza la 3ra temporada... autoraaa feliz añooo!!!!! y gracias x la actualización
2024-01-05
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Vanessa Ibáñez Fernández
primo? entonces Carlos no es su hermano? ok ahora ya me queda más claro que los demas no son hijos de viktor aolo de la mama de ella
2024-01-05
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