Mi Pequeño Principe

Mi Pequeño Principe

Capitulo Uno.

—De hoy en adelante, ya no eres un niño, eres un soldado. No me importa la edad que tengas, serás tratado como todo los demás novatos y debes comportarte de la manera correcta en que un soldado debe comportarse. Nada de juegos, ni distracciones, serás entrenado para defender el reino, no puedes permitirte pensar en otra cosa.

Sosteniendo la pesada espada entre sus pequeñas manos, Nikos asintió solemnemente a las palabras del General frente a él. Su pequeña espalda estaba recta en una posición de respeto, aun cuando por dentro estaba temblando de miedo ante el nuevo entorno, superficialmente era el prototipo perfecto de lo que un soldado debía ser. Luego de un largo vistazo, el General finalmente dio el visto bueno a su actitud, permitiéndole soltar un pequeño suspiro de alivio por lo bajo.

Con un gesto de la mano del general, dos jóvenes soldados aparecieron de algún lugar y mostrar una señal de respeto—. Llévenlo a las barracas con los otros —el mayor ordenó—. Asegúrense de que se instala, mañana comenzara a entrenar junto con ustedes.

—Si, señor —respondieron al unisonido.

Devolviendo la espada, Nikos inclinó levemente su cabeza en señal de respeto antes de seguir a los dos jóvenes a través de los interminables pasillos exteriores del castillo. Caminó lentamente, siguiendo las pisadas de sus superiores con una actitud calmada y respetuosa, pero interiormente sus ojos estaban paseándose en todas direcciones, anotando en su memoria cualquier desliz en la seguridad que pudiese ser utilizado para su beneficio más tarde.

Había sido entrenado sin descanso por los últimos años, enviado de un lugar a otro para poder moldear en él otro perfecto y fiel perro para el palacio. Podía tener once, pero comprendía completamente de que se trataba todo esto. Entrenarlo desde niño era una ventaja, sin ninguna otra opción, solo podía asentir y aceptar lo que se le imponía. Pero al contrario de otros niños que habían sido enviados a entrenar, su madre había sido una mujer de mente clara que no había intentado jamás ocultarle la realidad: sin un padre a la vista, pobre y sin opciones, solo sería cuestión de tiempo antes de que encontraran en él una oportunidad perfecta.

Tenía ocho años cuando su madre falleció, no estuvo para nada sorprendido cuando varios oficiales aparecieron en su casa luego de que la noticia se hizo pública. No le dieron opciones, era unirse al ejercito o morir de hambre en las calles. Su madre había sido de pensamiento critico toda su vida, así como también malditamente inteligente, y como ella lo era, también crío un hijo inteligente. Bajar la cabeza por un tiempo y aceptar fue lo más obvio a hacer para conservar su vida.

Pero eso no quería decir que estuviese aceptando ser un perro fiel toda su vida, había estado planeando su escape por un largo tiempo. Comenzaba a pensar que la ocasión perfecta estaba a punto de presentarse.

(...)

Dos semanas, habían pasado dos malditas semanas desde que había llegado al campo de entrenamiento del palacio.

Sentado en su pequeña litera, tomó la pálida venda y la envolvió alrededor de su delgado pecho. Con cada vuelta, la fina tela cubría un trozo de piel coloreada y con cada jalón para ajustarla, una mueca de dolor aparecía en su joven rostro. Sus ojos castaños estaban inundados de odio, sus dientes apretados aguantando la ira.

Desde que había comenzado a entrenar, nadie había sido realmente amable con él solo por ser más joven que los demás, pero en el palacio no habían mostrado siquiera el más mínimo ápice de compasión. Su comandante lo había enfrentado con un joven cinco años mayor que él, el cual tenía una muy mala tendencia a patear la mierda fuera de él cada vez que pisaban la arena. Luego de una semana de continuos maltratos, Nikos finalmente estaba comenzando a plantarse en el campo, pero aun no lograba salir intacto de cada enfrentamiento.

Terminando su vendaje improvisado, tomó un respiro profundo para asegurarse de que nada estaba roto antes de atar un nudo y jalar la camisa sobre su cabeza. Era hora de salir de allí antes de que su compañero de entrenamiento terminase con la poca dignidad que aun le quedaba. Había estado planeando su escape por días, la mochila con trozos de comida, jarrones de agua y algunas monedas que había recolectado durante años, que estaba oculta bajo su cama en ese instante era la prueba total. Lo único que debía hacer era delinear su camino de escape más seguro y rezar para no ser descubierto antes de que hubiese llegado lo más lejos posible. Y luego solo correr, correr y no dejar de correr.

—Nikos —la voz de uno de los otros soldados llamó su nombre. Su madre nunca se había molestado en darle un apellido, solo tenía su nombre y por lo que le había sido dicho, allí era todo lo que necesitaba—. El comandante esta solicitando tu presencia en el jardín frontal.

—Entendido —murmuró en respuesta, aguantándose un quejido de dolor al ponerse de pie. Debía aguantar un poco más, solo un poco más.

Haciendo su camino hasta el jardín frontal, presentó sus respetos a su comandante e intentó no soltar un improperio cuando este le asignó una tarea sin siquiera tomar en cuenta por un instante su estado actual. Era obvio que estaban intentando doblegarlo, al parecer asfixiarlo con trabajo y dolor y no darle siquiera la ilusión de libertad era una forma de asegurarse de que no tendría tiempo de pensar en otra cosa que no fuese el propósito que estaban intentando darle.

Mirando la pila de cajas de alimentos apiladas frente a él, giró a darle un vistazo al camino que debía tomar para llegar a la barraca donde se guardaban los mismos y gruñó bajo. No le habían prohibido usar ninguna herramienta para ayudarle, pero tampoco le habían proporcionado ninguna, lo que lo dejaba solo con sus manos y su fuerza para hacer todo el trabajo.

Las primeras cajas fueron relativamente fáciles a pesar del dolor que se esparcía por todo su cuerpo, pero a medida que el cansancio iba tomando lugar en él, se hacía cada vez más y más difícil llegar a su destino. El sol comenzó a ocultarse por el horizonte, la oscuridad parecía comerse completamente los edificios mientras que el joven soldado que había sido puesto a vigilarlo, comenzaba a dormitar tranquilamente desde el lugar donde había decidido sentarse.

Nikos cargó un par de cajas más mientras observaba al soldado en busca de movimiento, solo cuando estuvo completamente seguro de que estaba inconsciente, fue que se atrevió a abandonar su tarea y salir corriendo. Escondiéndose en los rincones y las sombras, avanzó rápidamente a través de los terrenos, recordando el camino más rápido que había guardado en su memoria. Entrar a las barracas donde dormían los soldados y recuperar su mochila no fue tan difícil como había pensado en un principio, encontrar el camino más rápido para escapar era el problema.

Luego de dos semanas, podía decir que conocía bastante bien el predio. Por supuesto, como un soldado en entrenamiento no se le permitía pisar el palacio en si, pero había rondado por los jardines exteriores y ya conocía varias rutas para poder llegar más rápido al muro que lo rodeaba. Pasar por dicho muro era un problema diferente al que se enfrentaría cuando el momento llegase.

Mochila en mano, se apresuró por los terrenos, aprovechando la oscuridad de la noche para mantener su presencia en secreto de los diferentes guardias. La suerte estuvo de su lado cuando se percató de que parecía que ninguno de los soldados estaba en su lugar de vigilancia, sino que estaban paseándose de un lado a otro buscando algo entre el pasto y sin prestar ninguna atención a sus rápidas escapadas cuando le daban la espalda.

Corriendo a través de la pequeña plazoleta, se detuvo detrás de un grupo de frondosas macetas y se inclinó para recuperar el aliento. El dolor de su pecho solo empeoraba, cada respiración le causaba dolor, pero si comenzaba a aflojar ahora, seguramente no lo lograría. Cuando comenzó a correr de nuevo, ni siquiera se percató de la pequeña figura que surgió de entre las plantas y comenzó a seguirlo a través del bosque que ocupaba la parte trasera del palacio.

Estuvo trotando por algunos minutos más hasta que el dolor lo obligó a detenerse, y fue cuando lo escuchó. El suave susurro de pasos apresurados acompañado de los jadeos de alguien que obviamente ya estaba exhausto. Escondiéndose detrás del árbol más cercano, preparó su cuerpo para luchar por su vida si se trataba de un soldado intentando atraparlo. En el instante en que echó un vistazo, se congeló.

No se trataba de ningún soldado, sino que era un niño. Un niño pequeño que no podía tener más de cinco años. Llevaba una bonita camisa blanca bordada y pantalones a juego, su cabello era negro y se pegaba caprichosamente alrededor de un rostro de mejillas regordetas. Al llegar cerca de donde Nikos se encontraba, el pequeño se detuvo y jadeó, sus oscuros ojos buscando las huellas de a quién perseguía.

Al ver que obviamente se encontraba solo, frunció un poco el ceño y miró hacia atrás confundido—. ¿Hola? —caminó algunos pasos, aun mirando alrededor—. ¿¡Hola!? ¡Mamá! ¡Papá!

Era obvio que al perder a Nikos de vista, se había desorientado. Mirándolo desde su escondite, el mayor lo observó tropezar por unos instantes antes de girarse y buscar nuevamente su vía de escape. Tenía que correr, ese pequeño no era su responsabilidad después de todo. ¿Y que si se perdía? Era culpa de sus padres por no cuidar de él, no de Nikos.

—¿¡Hola!? —el pequeño volvió a llamar, esta vez podía escucharse el llanto entrelazado en su tono—. ¿Hay alguien ahí? Estoy perdido, ¡ayuda! ¡ayuda!

¡Esto tampoco era bueno! Saliendo de su escondite, Nikos se apresuró y cubrió la boca del sorprendido pequeño antes de que pudiese llamar la atención de algún soldado. Grandes y dulces ojos húmedos lo observaron enormes desde el rostro aniñado antes de que su dueño se sacudiese de su agarre.

—¡Te estabas escondiendo de mi! —acusó.

Nikos frunció el ceño—. Por supuesto que no, ¿por qué haría eso? Ni siquiera te conozco.

—¿Cómo puedes no conocerme? ¿Acaso no sabes lo importante que soy? —miró alrededor y pareció distraerse—. ¿Por qué corrías?

Dudando por un momento, Nikos midió la edad del niño nuevamente y encontró que no había nada de malo en decirle—. Es porque estoy huyendo —lo giró de los hombros y lo empujó en la dirección correcta—. Solo corre en esa dirección lo más rápido que puedas y regresarás al jardín, suerte y no te pierdas.

Volviéndose, estaba a punto de irse cuando el pequeño lo alcanzó y se aferró al borde de su mochila—. ¿Estas huyendo de palacio? ¿Por qué te vas? Aquí no es tan malo, ¿no puedes quedarte?

—¿Por qué querría quedarme? Esta no es mi casa.

El niño avanzó con el a través de los árboles—. ¿En donde es tu casa?

Eso logró que Nikos se detuviese y pensase en ello. No era como si realmente tuviese un lugar al que regresar, había estado tres años fuera, seguramente su casa había sido tomada por alguna otra familia hacia tiempo. Y de todas maneras, no podía volver a ella, sería el primer lugar en el que buscaran, y además no era como si tuviese una verdadera razón para volver allí. No había nadie que lo esperara en ese lugar.

—No tengo casa. —respondió, volviendo a moverse con pasos algo más lentos ahora.

—El palacio puede ser tu casa —el menor insistió, jalando esta vez su camisa—. Si te quedas, puede ser tu casa.

Dándole una mirada sobre su hombro, elevó una ceja—. ¿Me conoces?

—Nunca te había visto antes —aceptó con total inocencia.

—Entonces, ¿por qué quieres que me quede?

Esos ojitos se volvieron dudosos—. Mis hermanos siempre están ocupados —murmuró—. Y no tengo amigos aquí, pensé que podíamos ser amigos si te quedas.

—Soy un soldado —señaló—. Aun si me quedo, no tendría tiempo para ser tu amigo.

Le echó una mirada de pies a cabeza—. Pero eres un niño, ¿Cómo puedes ser un soldado?

—Lo soy.

—Tus padres-

—No tengo padres —lo cortó. Una idea se le ocurrió, logrando que girara a mirarlo—. ¿Tienes padres?

El niño asintió con confianza, la pequeña sonrisa en su rostro reventó la ilusión recién encontrada de Nikos. Bien, tendría que hacer su camino en solitario, de todas maneras ese había sido el plan desde el inicio.

Nikos siguió caminando y el niño corrió detrás de él—. ¿Puedo ir contigo?

—No.

—¿Por qué?

—Porque tienes padres, por eso. —respondió rotundamente.

El niño tropezó detrás de sus pasos—. No entiendo.

—Esa es otra de las razones por las que no puedes venir —señaló—. Eres demasiado pequeño, y no tengo tiempo para cuidar de ti.

—¡Puedo cuidarme solo! —dicho eso, enredó sus pies en una raíz que sobresalía del suelo y cayó sin siquiera un poco de gracia.

Deteniéndose, Nikos lo miró desparramado en el suelo y suspiró—. Definitivamente no irás conmigo, morirías al segundo día en la calle, eres demasiado débil.

—¡No soy débil! —volvió a replicar en el mismo tono quejoso.

Nikos lo ignoró y siguió avanzando. Algunos metros después, se sorprendió al escuchar al niño moviéndose detrás de él, más cuando era obvio que estaba cojeando. Caminaron en silencio por un tiempo, solo los suaves sonido de dolor que el más pequeño estaba produciendo hacían eco entre los árboles. Nikos hizo un gran esfuerzo ignorándolo, pero ni siquiera él podía ignorar a un niño sufriendo.

Se detuvo y giró a mirarlo—. ¿Por qué aun me estas siguiendo? Te dije que no podías ir conmigo, y hasta te indique el camino que debes tomar —dijo—. Vuelve con tus padres.

El más joven miró hacia atrás por un instante, pensativo antes de volver a Nikos—. Pero, si me voy, te quedarás solo.

—¿Y? —apretó los labios juntos—. Si tu me sigues, tus padres serán los que estarán solos.

—Mis padres tienen a mis hermanos —respondió—. Pero tu no tienes padres y tampoco casa, estas solo. No quiero que te quedes solo.

Eso logró congelar completamente a Nikos, se quedó mirando el rostro limpio e inocente frente a él, completamente aturdido—. Entonces, ¿te irías conmigo ahora mismo solo para hacerme compañía?

El pequeño asintió con confianza y sin una pizca de duda.

—Ni siquiera me conoces —señaló.

El niño se encogió de hombros—. Mi madre dice que cuando alguien necesita una mano, debemos extender la nuestra sin importar de quién se trate. Eso es ser una buena persona, y yo quiero ser una.

Con un suave ardor en sus ojos, Nikos sonrió—. Parece una buena madre, muy inteligente.

—Ella es la mejor —asintió—. Y todo el mundo dice que es la mejor reina que este reino ha tenido.

—¿R-reina? —repitió suavemente. Inclinándose, tomó la delicada camisa del niño y la miró más de cerca, ni siquiera tuvo que buscar demasiado antes de encontrar el parche bordado de la realeza en el cuello de la misma—. ¿Eres un príncipe?

La sonrisa del niño se amplió mientras asentía—. Mi nombre es Xandé, ¿Cuál es el tuyo?

Xandé. Oh, mierda, Nikos había escuchado ese nombre un montón de veces antes, después de todo no había nadie del reino que no adorase al más joven de los príncipes. El niño tenía fama de ser extremadamente dulce, y de enamorar a todos quienes lo conocían. Y también era de conocimiento público lo mucho que todos lo protegían, después de todo era el bebé real.

Nikos miró en todas direcciones y soltó un sonido de dolor—. ¿Por qué estas aquí? ¿Cómo es que nadie esta protegiéndote?

Xandé encogió sus pequeños hombros—. Estaba ocultándome de las niñeras cuando te vi pasar, así que solo te seguí.

Como una ocurrencia tardía, Nikos recordó la forma en que todo el palacio parecía movilizado buscando algo con desesperación mientras él huía. Obviamente, todos estaban buscando al pequeño príncipe escurridizo, ¿y donde fue este a parar? Justo al centro del plan de escape de Nikos. Genial.

—Definitivamente no puedes venir conmigo. —Nikos declaró—. Debes volver.

—Pero...

—No importa lo que digas, no te llevaré conmigo —cortó—. Y si intentas seguirme, te abandonaré en la primer oportunidad que tenga, así que no lo intentes.

Xandé parecía completamente decepcionado con su actitud, pero de todas maneras asintió—. Esta bien. —miró hacia atrás, señalando con su pequeño dedo hacia el oscuro camino—. ¿Debo ir en esa dirección?

Cuando Nikos asintió, el niño hizo un pequeño saludo con su mano y escondió un puchero mientras cojeaba alejándose. Se podía ver la derrota y la decepción en toda su postura, como un cachorrito que había sido pateado lejos luego de rogar por comida.

Nikos lo observó por un largo momento, la duda tuvo sus pies avanzando y retrocediendo antes de finalmente mascullar una maldición y apresurarse para alcanzarlo.

Quitándose la mochila, se agachó frente al niño y le hizo una seña a su espalda—. Sube.

—¿Uh?

—Sube a mi espalda, te llevaré. —indicó.

Xandé estuvo dudoso por un momento, pero como todo niño pequeño fue rápido en encontrar la diversión en el paseo. Nikos escuchó la pequeña risa cantarina y bufó. Todo su cuerpo aun dolía debido a las lesiones anteriores y el peso del niño no estaba ayudando a sus dolores, pero si era sincero consigo mismo, era agradable escuchar un sonido tan alegre luego de semanas donde todo lo que había oído fueron gritos y ordenes gruñidas.

—No me dijiste tu nombre —Xandé masculló luego de un rato.

Vaciló, pero después de todo no había razón por la cual no decirlo—. Nikos.

—Nikos —Xandé repitió—. Me gusta, enserio, tienes un nombre muy lindo.

—Gracias.

—¿Aun vas a escapar, Nikos?

Sacudió la cabeza—. Luego de que mis superiores sepan de mi intento de hoy, jamás volveré a tener la oportunidad de irme de aquí.

—¿No te gusta ser soldado?

—Nunca he querido ser uno —admitió—. Además, estoy siendo entrenado para defender a personas que no conozco, ¿Cómo podría gustarme?

—Me conoces a mi ahora —dijo con alegría—. Podemos ser amigos.

Eso hizo que Nikos riera—. Solo eres un pequeño príncipe, seguramente te cases fuera del reino y te vayas lejos, ¿de que me sirve ser tu amigo?

—Mis hermanos me quieren mucho, puedo hacer que te den un buen titulo y muchas riquezas. —el niño dijo—. Y si me caso y me voy, entonces te llevaré conmigo.

Escondió una sonrisa—. No me interesan las riquezas ni los títulos, y lo último que quiero es ser llevado para ser soldado en otro lugar.

—Entonces, ¿Qué quieres, Nikos?

Esa era pregunta que necesitaba que pensara bien en la respuesta, le dio algunas vueltas en su cabeza pero la respuesta más obvia era que no quería ser soldado. Pero, ¿Qué era exactamente lo que quería para su vida? Y la respuesta no tardó en llegar al frente de su mente.

—Quiero una familia. —dijo—. Me gustaría volver a tener una familia. Si puedes darme eso, entonces me quedaré aquí en el palacio y seré tu amigo por el resto de nuestras vidas.

El silencio respondió a su pedido. Avanzaron a través del bosque, volviendo sobre sus pasos hasta el jardín trasero del palacio. Debido al silencio, llegó a pensar que Xandé había logrado dormirse en el viaje, así que estuvo bastante sorprendido al escuchar su voz murmurando algo.

—¿Que? —preguntó al no comprender al otro.

—Dijiste que quieres una familia —Xandé señaló—. Esta bien, entonces, me casaré contigo cuando sea grande y seré tu familia.

La sorpresa casi logra que dejase caer al pequeño de su espalda. Había sido tomado completamente desprevenido por el más joven, nunca hubiese pensado que podía decir algo como eso. Sacudiendo la cabeza, no pudo más que reír.

—¿Enserio crees que tus padres te permitan casarte con un simple soldado?

—Mis padres dicen que puedo escoger a la persona que quiera para casarme —dijo—. Así que me casaré contigo, Nikos, y entonces seremos una familia y nunca más estarás solo.

Nikos no respondió nada a eso, porque no había mucho que pudiese decirse cuando la garganta se le hizo un nudo y los ojos le ardieron. Comenzaba a comprender porque el pequeño príncipe le gustaba a todo el mundo, el niño tenía un don innato para decir lo correcto y llegar directamente al corazón de las personas.

Apenas pisaron el patio exterior del palacio, un grupo de sirvientas llegaron a ellos en segundos. La forma exaltada en la que actuaban trajo a la mente de Nikos la imagen de varias mamás gallinas emocionadas al ver nuevamente a su polluelo extraviado. El peso de su espalda fue retirado con cuidado y directo a las cuidadosas manos de quién era obviamente su nana oficial. Si Nikos no estuviese seguro de que la reina había dado a luz al pequeño príncipe, por la reacción de la mujer, habría apostado todo lo que poseía a que se trataba de su verdadera madre.

En el instante en que se percataron de que el pequeño príncipe tenía un tobillo herido, los cacareos del grupo de mamás gallinas se elevó a niveles insospechados. Una de ellas comenzó a gritar por un medico mientras otra lo cargaba como si fuese un bebé, siendo rodeada de las demás que ladraban ordenes a diestra y siniestra como si más que un tobillo torcido, se tratase de una fractura donde el hueso sobresalía directo de la piel.

Nikos, quién había sido ignorado de principio a fin, agitó su cabeza con decepción ante la obvia exageración mientras observaba como se marchaban en una nube de preocupación. Sobre el hombro de su nana, Xandé agitó su pequeña mano en saludo en su dirección, haciéndolo sonreír ante la desfachatez brillando en la pequeña carita.

Una vez que hubieron desaparecido, Nikos aferró mejor su mochila y dirigió sus pasos a las barracas. Volver al jardín era innecesario, para ese momento estaba seguro de que el soldado a cargo de vigilarlo ya se había percatado de su ausencia, no tenía caso regresar y simular que no se había ido. En vez de eso, decidió regresar y echarse una siesta, iba a necesitar todas las fuerzas que pudiese reunir si quería sobrevivir al castigo que estaba seguro caería sobre él.

Una vez allí, pateó su mochila nuevamente bajo su cama y se recostó en la misma, ignorando a consciencia el dolor en sus costillas mientras cerraba los ojos. Lamentablemente para él, no era la primera vez que se dormía con tal grado de dolor, así que no le fue difícil conciliar el suelo.

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Comments

Mirey_Siriel

Mirey_Siriel

me gusta bastante la narración ❤️

2023-09-16

11

Mirey_Siriel

Mirey_Siriel

Wau, me gustó el primer párrafo

2023-09-16

3

Legato Bluesummers

Legato Bluesummers

Tus descripciones son tan vívidas que puedo imaginarme todo lo que sucede, ¡continúa así! 🎨🌟

2023-09-13

2

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