Mirando a través de las pocas prendas de ropa que le pertenecían, Nikos soltó un gruñido enojado antes de echarlas a un lado y dejarse caer sobre su cama. Por las dos últimas semanas, además de las extenuantes horas de entrenamiento, había tenido que soportar a su ahora fiel compañero de juegos, recordándole no faltar a su fiesta de cumpleaños.
Él nunca debió haberle dado esperanzas a Xandé.
¿En que había estado pensando? ¿Acaso había olvidado su lugar? Solo era un pequeño soldado, cómo siquiera podía pensar en mezclarse con la realeza. Recordando la fina ropa que Xandé solía usar, se revolcó en su miseria. Sus mejores prendas era una camisa raída y unos pantalones remendados, no podía presentarse en la fiesta del pequeño príncipe vistiendo de esa forma, sería el hazmerreir del palacio.
Debería simplemente haberse negado, ¿por qué tenía que ir y dejarse manipular por un niño que medía la mitad que él?
Golpeándose mentalmente, se preguntó por vigésima vez si era demasiado tarde para fingir estar enfermo. Pero, conociendo a Xandé, seguramente vendría a visitarlo personalmente solo para asegurarse de que no estaba mintiendo. Y si estaba haciéndolo, entonces el enano no tardaría en chasquear los dedos y hacer que algunos soldados lo cargaran hasta su fiesta de cumpleaños.
En el tiempo que llevaban siendo amigos, Nikos había logrado conocer muy bien al menor. Xandé podía ser pequeño, pero como miembro de la realeza parecía tener una inteligencia más tenaz que la que su edad ostentaba. Era inteligente, astuto, y por tanto correr alrededor de los soldados, era igual o más grosero que ellos al hablar. Y descarado, era demasiado descarado para su edad.
Pero tenía algo...
Nikos podía prever un gran futuro para él. Sería un gran príncipe al crecer, aunque jamás heredaría el trono, podía verlo involucrado en la política y ayudando a sus hermanos bajo un cargo importante.
Si solo no fuese tan travieso.
Aun con todas sus niñeras y soldados que lo vigilaban, Xandé siempre lograba cometer sus travesuras sin ser atrapado. Y al menos una vez a la semana, todo el palacio se movilizaba para encontrar su nuevo escondite cuando decidía simplemente desaparecer.
Nikos tendría trabajo extra al cuidarlo hasta la adultez, si solo...
Se sentó de golpe en la cama y se detuvo, ¿acaso estaba pensando en quedarse allí hasta que Xandé creciera? ¿Qué había pasado con su idea de huir? Ni siquiera le había dado una respuesta a la reina aun debido a sus dudas, ¿acaso ya lo había decidido inconscientemente?
Dos golpes en las puertas de las barracas detuvieron sus pensamientos caóticos. Apartando algunos mechones de cabello que habían caído sobre sus ojos, se apresuró a la puerta y la abrió. No podía decir que estaba sorprendido de ver al delgado joven al otro lado, Xandé lo había estado usando de mensajero desde que este había cometido el error de cruzarse en su camino.
—Soldado Nikos —el chico saludó con una elegancia improvisada—. El joven príncipe me envió para preguntarle si aun irá a su fiesta de cumpleaños.
Nikos rodó los ojos—. Viniste ayer a preguntar lo mismo, y el día anterior, y el anterior a ese, y todas las veces te dije que iría, ¿acaso no le dijiste?
—Lo hice —aseguró—. Di el mensaje cada vez, pero el pequeño príncipe piensa que si deja de preguntar, le dará la oportunidad de arrepentirse y eso no puede suceder.
Si, eso sonaba a Xandé—. Dile al joven príncipe que estaré allí.
El chico se inclinó suavemente en saludo antes de alejarse a paso rápido para darle la respuesta al pequeño mocoso. Xandé tenía a todo el bendito palacio girando alrededor de su dedo menique, y era completamente consciente de ello.
Volviendo a su cama, rebuscó entre sus cosas hasta que encontró lo que buscaba. La pequeña piedra turquesa brilló bajo la luz solar que se coló por las ventanas cuando levantó el collar para verlo mejor. Era una pieza bastante rustica, la piedra había pertenecido a la familia de su padre y este la había adaptado en un collar improvisado antes de obsequiársela a su madre. Esta última, se la había dado a su vez a Nikos, diciéndole que podía intentar empeñarla si algún día necesitase dinero o no tuviese otra opción.
Mirando alrededor, Nikos supuso que podía encontrar la forma de sobrevivir si alguna vez lo necesitaba, aun sin el collar. Había pensado mucho en que podía obsequiarle a Xandé por su cumpleaños, y lo más valioso que tenía era ese collar. Así que eso era exactamente lo que le daría.
Rebuscando en el montón de ropa descartada, tomó lo más presentable que encontró y se lo puso. Empujando el collar en su bolsillo, arregló su cabello en la superficie reflectaría más cercana y suspiró. No podía cambiar lo que era ni de donde venía, así como tampoco podía decepcionar a Xandé. Le había dicho que iría, y eso era exactamente lo que haría.
Para cuando llegó al jardín donde el festejo estaba teniendo lugar, sus pasos vacilaron. Varios invitados ya estaban rondando por allí, su ropa de gala hizo que Nikos se sintiera aun más pequeño e insignificante que antes. Como un pato en un gallinero, resaltaba más que nadie.
Retrocediendo, se escondió detrás de una columna cercana y tomó un respiro, su mente funcionando el doble de rápido para encontrar una excusa viable que lo liberase de todo y no pusiese triste a Xandé. Tenía que haber una forma de evitarse todo esto, no podía ir allí y actuar como si perteneciera, no lo hacia ni nunca lo haría.
¿Por qué había dicho que si?
—¿Eres el amigo de Xandé?
Una amable y cálida voz preguntó. Girando a mirar a quién pertenecía la misma, Nikos se sorprendió. De pie a poca distancia de donde se encontraba, un hermoso adolescente lo observaba con una sonrisa amable en los labios. Estaba vestido de punta en blanco, y de no haber reconocido la ropa perteneciente a la realeza, los ojos azules idénticos a los de la reina que lo observaban desde un rostro anguloso y de rasgos amables, hubiesen delatado la identidad de esa persona. Y eso y la brillante corona acomodada en su oscuro cabello.
Como una idea tardía, Nikos dejó de mirar y se inclinó rápidamente en saludo—. Principe Heredero.
Su voz sonó alegre cuando respondió—. Dime Dean, o Principe Dean. El Heredero en el titulo suena demasiado pomposo —rio suavemente—. Eres Nikos, ¿no es así? ¿el amigo soldado de Xandé?
Nikos asintió quedadamente.
—Lo sabía —el príncipe Dean chasqueó sus dedos al haber dado con la respuesta correcta—. ¿Por qué estas escondido aquí? Mi hermanito estaba haciendo todo un berrinche porque aun no habías llegado, no lo hagas esperar más.
—Yo... —dudó, dando otro vistazo a las personas al otro lado de la columna donde se ocultaba antes de volver al príncipe—. Creo que no voy a poder asistir a la fiesta, su alteza real, ¿podría disculparme con el pequeño príncipe?
—Uh, ¿por qué no irás? ¿hay algo mal?
—No, yo... —jaló el borde de su camiseta raída, las mejillas manchadas de vergüenza—. Creo que no estoy sintiéndome muy bien, discúlpeme con el joven príncipe.
El príncipe Dean, al igual que su hermano menor, era lo suficientemente inteligente para comprender lo que sucedía de un solo vistazo—. ¿Se trata de tu ropa? ¿Te sientes incomodo?
Nikos dudó—. No... no encajo.
Los ojos azules del mayor miraron alrededor de las personas paseándose por allí y suspiró—. Eres un soldado, Nikos, eso no es algo de lo que puedas avergonzarte. Defenderás este reino en un futuro, mientras todas estas personas solo se sentarán sobre sus traseros y harán de cuenta que son más importantes que tu —volvió a mirarlo—. Pero no lo son, nunca lo serán. Aun vistiendo un costal, eres mucho más importante de lo que ellas nunca serán.
—No me avergüenzo de lo que soy —admitió, volviendo a ver alrededor—. Pero no quiero que Xandé tenga que sentir vergüenza por mi.
—Mi hermanito no es así, jamás se avergonzaría de quién considera su mejor amigo.
—Aun así —sacudió la cabeza—. Creo que voy a volver a las barracas. Disculpe las molestias, su alteza real.
Dio una rápida reverencia y estaba a punto de pasar a un lado del príncipe pero este lo detuvo. Dándole un vistazo rápido de pies a cabeza, suspiró—. Creo que puedo tener algo que te quede bien —murmuró—. Estoy seguro de que guardé algo de mi ropa antigua por ahí.
—¿Perdón?
—Sígueme —el príncipe pasó a su lado, dándole un vistazo a Nikos para que lo siguiera antes de tomar el camino exterior del jardín. Los guardias se inclinaron en saludo cuando pasó, ni siquiera haciendo una pausa al ver a Nikos siguiéndolo de cerca—. No te veas tan sorprendido, gracias a Xandé eres un invitado frecuente aquí, prácticamente todos los guardias están al tanto de tu existencia.
—Nunca había visto a esos guardias antes, su alteza real, por eso mi sorpresa.
—Puede que tu no los hayas visto, pero seguro que ellos a ti si. Mi hermano es el tesoro de este reino, no hay forma de que vaya por ahí sin protección, alguien siempre esta vigilándolo aunque él no sea consciente de ello —llegando a un adornado salón, hizo una seña a un sirviente para que se acercara—. Ve a mi habitación y busca entre la ropa que he guardado del año pasado algo que pueda servirle a Nikos para asistir a la fiesta del pequeño príncipe.
—Enseguida, su alteza real —el sirviente desapareció rápidamente por una puerta diferente.
Sentándose en un sofá individual de los que decoraban la sala, el príncipe le hizo una seña a Nikos hacia un asiento cercano—. Siéntate, por favor.
Nikos había obtenido vistazos del palacio en algunas otras ocasiones, aun así, no podía evitar sentirse algo deslumbrado cada vez que veía los lujosos muebles y adornos que acaparaban cada pequeña porción de las habitaciones. Con sus pisos de mármol blanco, alfombras suaves y muebles de madera clara, todo parecía extremadamente caro sin importar hacia donde mirara.
Sentándose donde le era indicado, Nikos arrojó una última mirada a su entorno antes de regresar al príncipe y estrechar sus ojos—. ¿Por qué esta haciendo esto, príncipe?
—¿Hacer qué? —preguntó distraídamente antes de pedirle a alguien que sirviera té y bocadillos para ellos.
Nikos inclinó la cabeza al mirarlo, analizándolo, cada vez más desconfiado de esta persona que parecía extremadamente amable—. Ayudarme —dijo—. ¿Por qué esta ayudándome?
Dean pareció sorprendido por la pregunta—. ¿No quieres que te ayude?
—Depende —evadió—. ¿Cuál es exactamente la razón por la que quiere hacerlo?
—No hay ninguna razón, eres el amigo de mi hermano pequeño, solo quise ser amable al tenderte una mano.
Cualquiera que lo mirase, sentado allí, con su fina ropa de un tono tan pálido como las nubes pareciendo tan jodidamente noble, podría haberlo creído. Pero Nikos no era cualquier persona, su madre le había enseñado a ser cínico y la vida en el ejercito a no confiar en nadie, no se fiaba de la imagen amable que el otro estaba intentando mostrar.
—Puedo ser joven, pero no soy tonto —dijo—. No nos conocemos, y aunque soy amigo del Joven príncipe, sigo siendo solo un simple soldado en entrenamiento, ¿Qué ganaría usted ayudándome?
—Quizás solo estoy siendo amable, ¿no es esa la forma en que un príncipe debe ser?
—Si, en los cuentos infantiles —bufó—. En la vida real, todos tienen razones para hacer las cosas.
El príncipe lo observó por un largo momento antes de que una sonrisa diferente se deslizara en su rostro, un poco más astuta y menos amable—. Eres inteligente, me gusta eso —halagó—. ¿Quieres escuchar la respuesta genial que me inventé o la cruda verdad?
Curioso, Nikos cedió—. ¿Cuál es la respuesta genial?
—Eres la única persona que Xandé a considerado su amigo durante toda su corta vida, tenía curiosidad, por eso me acerque a ti. Y por supuesto, ayudarte es solo una parte de tener el titulo que tengo, debo ser amable, Nikos, soy el príncipe heredero, ¿verdad?
Nikos bufó—. ¿Cuál es la verdad?
La sonrisa desapareció del rostro del príncipe mientras se erguía en su asiento y lo miraba con interés—. Te he visto en el campo de batalla, Nikos —dijo—. Eres fuerte, inteligente y decidido, todos tus maestros están hablando maravillas de ti, dicen que serás alguien grande dentro del ejercito en el futuro.
—¿Cómo mi futuro tiene que ver con el que me ayudase hoy?
El mayor suspiró—. La paz no durará para siempre, y siempre es bueno estar preparado —soltó—. Este reino esta en paz ahora, pero no quiere decir que de aquí a diez años lo este. Como príncipe heredero, es mi deber preocuparme por mantener a nuestro pueblo a salvo, y aunque aun no he ascendido, he decidido comenzar a hacerlo desde ahora.
Hizo una pequeña pausa, parecía estar pensando sus palabras y Nikos no se atrevió a interrumpirlo.
—Estoy intentando crear mi propio circulo interno, mis personas de confianza y las que estarán a mi lado, protegiendo este reino, cuando sea el momento de que tome el control —lo miró directamente—. Serás un gran general en el futuro, Nikos, uno fuerte y poderoso, y quiero que pertenezcas a mi ejercito cuando eso suceda.
—Entonces, me estas ayudando, ¿para poder llevarme a tu lado cuando el momento se presente?
—Nunca es demasiado temprano para comenzar a crear buena voluntad —dijo. El sirviente que había enviado por la ropa regresó en ese momento y el príncipe recobró su sonrisa amable—. Lleven al soldado Nikos a una habitación para que pueda probarse la ropa, dejen que elija lo que más le guste.
—Si, su alteza real.
Se volvió a mirar a Nikos—. Mi hermano esta esperándote ahora mismo, no es la ocasión indicada para hablar sobre esto —dijo—. Tenemos mucho tiempo para llegar a un acuerdo. Fue un placer conocerte, Nikos.
Manteniendo su actitud cordial, Nikos se puso de pie antes de hacer una pequeña reverencia hacia él—. El placer ha sido mío, su alteza real.
Siguiendo al sirviente fuera, Nikos sacudió la cabeza para si mismo. Obviamente, la familia real era mucho más complicada de lo que había previsto.
(...)
—¡NIKOS!
Apartando al grupo de personas que intentaba ineficientemente llamar su atención, Xandé se deslizó fuera de su silla y se apresuró hacia Nikos en el momento en que lo vio, lanzándose a abrazar su cintura. Toda la incomodidad que Nikos había sentido debido a la ropa prestada y la situación anterior con el príncipe mayor, desaparecieron con ese gesto. Era lindo tener a alguien que realmente se alegrase de verte cada vez.
Devolviendo el abrazo, se detuvo antes de revolver el cabello del más joven, como se le había hecho costumbre, cuando se percató de la fina corona acomodada entre los hilos oscuros. Al parecer, debido a que se trataba de un evento especial, Xandé no pudo evitar que su cabello fuese acomodado y la fina corona de hilos dorados que se enredaba artísticamente fuese colocada en su cabeza. Una piedra, tan azul como el momento más brillante del día, caía hasta rozar el comienzo de su frente.
—Estoy tan feliz de que estés aquí —Xandé se apartó, dedicándole una sonrisa enorme—. Pensé que no vendrías.
—Enviaste personas dos veces al día, durante los últimos siete días a preguntarme si vendría y todas las veces dije que si —Nikos señaló—. Tengo la sensación de que si no hubiese venido, tu hubieses ido a buscarme.
—Iba a hacerlo, pero mamá dijo que debía dejarte en paz o huirías lejos de mi por ser tan insistente.
En el momento en que sintió varias miradas sobre ellos, fue cuando Nikos se recordó a si mismo que esa no era la forma en que debían actuar. Después de todo, además de su familia y de las niñeras que lo habían cuidado desde su nacimiento, nadie tenía el derecho de tocar al príncipe. Y aquí estaba él, abrazándolo como si se tratase de un niño común de la calle.
Nikos estaba buscándose la muerte, era la única explicación viable.
Xandé, sin percatarse de la situación, no tardó en tomar su mano y comenzar a arrastrarlo hacia la mesa cercana, parloteando a mil por hora sobre todos los dulces que sus padres habían pedido para él. Nikos intentó zafarse de su agarre un par de veces, temeroso de ser reprendido por el contacto, pero Xandé parecía un grillete humano, negándose a dejarle ir.
—¿Que sucede contigo? —el menor interrogó al llegar a la mesa, mirándolo como si hubiese perdido la cabeza—. ¿Por qué no quieres que tome tu mano?
—Eres un príncipe —le recordó—. Se supone que no puedo tocarte, ¿recuerdas? ¿son las reglas?
—Eso es estúpido —Xandé rodó los ojos, exasperado—. Vamos a casarnos de grandes, ¿qué tiene de malo que tome tu mano ahora?
Alarmado ante las palabras descuidadas del pequeño, Nikos miró alrededor aterrorizado de que alguien lo hubiese escuchado, encontrándose directamente con los claros y burlones ojos de la reina a poca distancia, el joven príncipe heredero estaba justo a su lado.
... comenzaba a tener una especie de epifanía por aquí.
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Comments
MarlingJCF
Ya Xande lo proclamo suyo
/Facepalm//Facepalm//Facepalm/
2024-11-23
1
Nil Olier
ay Dios ahora me da un soponcio a mi
2024-02-16
5
Lety Díaz
que príncipe tan pingo
y de un alma bella e inocente
2024-02-11
5