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Mi Pequeño Principe

Capitulo Uno.

—De hoy en adelante, ya no eres un niño, eres un soldado. No me importa la edad que tengas, serás tratado como todo los demás novatos y debes comportarte de la manera correcta en que un soldado debe comportarse. Nada de juegos, ni distracciones, serás entrenado para defender el reino, no puedes permitirte pensar en otra cosa.

Sosteniendo la pesada espada entre sus pequeñas manos, Nikos asintió solemnemente a las palabras del General frente a él. Su pequeña espalda estaba recta en una posición de respeto, aun cuando por dentro estaba temblando de miedo ante el nuevo entorno, superficialmente era el prototipo perfecto de lo que un soldado debía ser. Luego de un largo vistazo, el General finalmente dio el visto bueno a su actitud, permitiéndole soltar un pequeño suspiro de alivio por lo bajo.

Con un gesto de la mano del general, dos jóvenes soldados aparecieron de algún lugar y mostrar una señal de respeto—. Llévenlo a las barracas con los otros —el mayor ordenó—. Asegúrense de que se instala, mañana comenzara a entrenar junto con ustedes.

—Si, señor —respondieron al unisonido.

Devolviendo la espada, Nikos inclinó levemente su cabeza en señal de respeto antes de seguir a los dos jóvenes a través de los interminables pasillos exteriores del castillo. Caminó lentamente, siguiendo las pisadas de sus superiores con una actitud calmada y respetuosa, pero interiormente sus ojos estaban paseándose en todas direcciones, anotando en su memoria cualquier desliz en la seguridad que pudiese ser utilizado para su beneficio más tarde.

Había sido entrenado sin descanso por los últimos años, enviado de un lugar a otro para poder moldear en él otro perfecto y fiel perro para el palacio. Podía tener once, pero comprendía completamente de que se trataba todo esto. Entrenarlo desde niño era una ventaja, sin ninguna otra opción, solo podía asentir y aceptar lo que se le imponía. Pero al contrario de otros niños que habían sido enviados a entrenar, su madre había sido una mujer de mente clara que no había intentado jamás ocultarle la realidad: sin un padre a la vista, pobre y sin opciones, solo sería cuestión de tiempo antes de que encontraran en él una oportunidad perfecta.

Tenía ocho años cuando su madre falleció, no estuvo para nada sorprendido cuando varios oficiales aparecieron en su casa luego de que la noticia se hizo pública. No le dieron opciones, era unirse al ejercito o morir de hambre en las calles. Su madre había sido de pensamiento critico toda su vida, así como también malditamente inteligente, y como ella lo era, también crío un hijo inteligente. Bajar la cabeza por un tiempo y aceptar fue lo más obvio a hacer para conservar su vida.

Pero eso no quería decir que estuviese aceptando ser un perro fiel toda su vida, había estado planeando su escape por un largo tiempo. Comenzaba a pensar que la ocasión perfecta estaba a punto de presentarse.

(...)

Dos semanas, habían pasado dos malditas semanas desde que había llegado al campo de entrenamiento del palacio.

Sentado en su pequeña litera, tomó la pálida venda y la envolvió alrededor de su delgado pecho. Con cada vuelta, la fina tela cubría un trozo de piel coloreada y con cada jalón para ajustarla, una mueca de dolor aparecía en su joven rostro. Sus ojos castaños estaban inundados de odio, sus dientes apretados aguantando la ira.

Desde que había comenzado a entrenar, nadie había sido realmente amable con él solo por ser más joven que los demás, pero en el palacio no habían mostrado siquiera el más mínimo ápice de compasión. Su comandante lo había enfrentado con un joven cinco años mayor que él, el cual tenía una muy mala tendencia a patear la mierda fuera de él cada vez que pisaban la arena. Luego de una semana de continuos maltratos, Nikos finalmente estaba comenzando a plantarse en el campo, pero aun no lograba salir intacto de cada enfrentamiento.

Terminando su vendaje improvisado, tomó un respiro profundo para asegurarse de que nada estaba roto antes de atar un nudo y jalar la camisa sobre su cabeza. Era hora de salir de allí antes de que su compañero de entrenamiento terminase con la poca dignidad que aun le quedaba. Había estado planeando su escape por días, la mochila con trozos de comida, jarrones de agua y algunas monedas que había recolectado durante años, que estaba oculta bajo su cama en ese instante era la prueba total. Lo único que debía hacer era delinear su camino de escape más seguro y rezar para no ser descubierto antes de que hubiese llegado lo más lejos posible. Y luego solo correr, correr y no dejar de correr.

—Nikos —la voz de uno de los otros soldados llamó su nombre. Su madre nunca se había molestado en darle un apellido, solo tenía su nombre y por lo que le había sido dicho, allí era todo lo que necesitaba—. El comandante esta solicitando tu presencia en el jardín frontal.

—Entendido —murmuró en respuesta, aguantándose un quejido de dolor al ponerse de pie. Debía aguantar un poco más, solo un poco más.

Haciendo su camino hasta el jardín frontal, presentó sus respetos a su comandante e intentó no soltar un improperio cuando este le asignó una tarea sin siquiera tomar en cuenta por un instante su estado actual. Era obvio que estaban intentando doblegarlo, al parecer asfixiarlo con trabajo y dolor y no darle siquiera la ilusión de libertad era una forma de asegurarse de que no tendría tiempo de pensar en otra cosa que no fuese el propósito que estaban intentando darle.

Mirando la pila de cajas de alimentos apiladas frente a él, giró a darle un vistazo al camino que debía tomar para llegar a la barraca donde se guardaban los mismos y gruñó bajo. No le habían prohibido usar ninguna herramienta para ayudarle, pero tampoco le habían proporcionado ninguna, lo que lo dejaba solo con sus manos y su fuerza para hacer todo el trabajo.

Las primeras cajas fueron relativamente fáciles a pesar del dolor que se esparcía por todo su cuerpo, pero a medida que el cansancio iba tomando lugar en él, se hacía cada vez más y más difícil llegar a su destino. El sol comenzó a ocultarse por el horizonte, la oscuridad parecía comerse completamente los edificios mientras que el joven soldado que había sido puesto a vigilarlo, comenzaba a dormitar tranquilamente desde el lugar donde había decidido sentarse.

Nikos cargó un par de cajas más mientras observaba al soldado en busca de movimiento, solo cuando estuvo completamente seguro de que estaba inconsciente, fue que se atrevió a abandonar su tarea y salir corriendo. Escondiéndose en los rincones y las sombras, avanzó rápidamente a través de los terrenos, recordando el camino más rápido que había guardado en su memoria. Entrar a las barracas donde dormían los soldados y recuperar su mochila no fue tan difícil como había pensado en un principio, encontrar el camino más rápido para escapar era el problema.

Luego de dos semanas, podía decir que conocía bastante bien el predio. Por supuesto, como un soldado en entrenamiento no se le permitía pisar el palacio en si, pero había rondado por los jardines exteriores y ya conocía varias rutas para poder llegar más rápido al muro que lo rodeaba. Pasar por dicho muro era un problema diferente al que se enfrentaría cuando el momento llegase.

Mochila en mano, se apresuró por los terrenos, aprovechando la oscuridad de la noche para mantener su presencia en secreto de los diferentes guardias. La suerte estuvo de su lado cuando se percató de que parecía que ninguno de los soldados estaba en su lugar de vigilancia, sino que estaban paseándose de un lado a otro buscando algo entre el pasto y sin prestar ninguna atención a sus rápidas escapadas cuando le daban la espalda.

Corriendo a través de la pequeña plazoleta, se detuvo detrás de un grupo de frondosas macetas y se inclinó para recuperar el aliento. El dolor de su pecho solo empeoraba, cada respiración le causaba dolor, pero si comenzaba a aflojar ahora, seguramente no lo lograría. Cuando comenzó a correr de nuevo, ni siquiera se percató de la pequeña figura que surgió de entre las plantas y comenzó a seguirlo a través del bosque que ocupaba la parte trasera del palacio.

Estuvo trotando por algunos minutos más hasta que el dolor lo obligó a detenerse, y fue cuando lo escuchó. El suave susurro de pasos apresurados acompañado de los jadeos de alguien que obviamente ya estaba exhausto. Escondiéndose detrás del árbol más cercano, preparó su cuerpo para luchar por su vida si se trataba de un soldado intentando atraparlo. En el instante en que echó un vistazo, se congeló.

No se trataba de ningún soldado, sino que era un niño. Un niño pequeño que no podía tener más de cinco años. Llevaba una bonita camisa blanca bordada y pantalones a juego, su cabello era negro y se pegaba caprichosamente alrededor de un rostro de mejillas regordetas. Al llegar cerca de donde Nikos se encontraba, el pequeño se detuvo y jadeó, sus oscuros ojos buscando las huellas de a quién perseguía.

Al ver que obviamente se encontraba solo, frunció un poco el ceño y miró hacia atrás confundido—. ¿Hola? —caminó algunos pasos, aun mirando alrededor—. ¿¡Hola!? ¡Mamá! ¡Papá!

Era obvio que al perder a Nikos de vista, se había desorientado. Mirándolo desde su escondite, el mayor lo observó tropezar por unos instantes antes de girarse y buscar nuevamente su vía de escape. Tenía que correr, ese pequeño no era su responsabilidad después de todo. ¿Y que si se perdía? Era culpa de sus padres por no cuidar de él, no de Nikos.

—¿¡Hola!? —el pequeño volvió a llamar, esta vez podía escucharse el llanto entrelazado en su tono—. ¿Hay alguien ahí? Estoy perdido, ¡ayuda! ¡ayuda!

¡Esto tampoco era bueno! Saliendo de su escondite, Nikos se apresuró y cubrió la boca del sorprendido pequeño antes de que pudiese llamar la atención de algún soldado. Grandes y dulces ojos húmedos lo observaron enormes desde el rostro aniñado antes de que su dueño se sacudiese de su agarre.

—¡Te estabas escondiendo de mi! —acusó.

Nikos frunció el ceño—. Por supuesto que no, ¿por qué haría eso? Ni siquiera te conozco.

—¿Cómo puedes no conocerme? ¿Acaso no sabes lo importante que soy? —miró alrededor y pareció distraerse—. ¿Por qué corrías?

Dudando por un momento, Nikos midió la edad del niño nuevamente y encontró que no había nada de malo en decirle—. Es porque estoy huyendo —lo giró de los hombros y lo empujó en la dirección correcta—. Solo corre en esa dirección lo más rápido que puedas y regresarás al jardín, suerte y no te pierdas.

Volviéndose, estaba a punto de irse cuando el pequeño lo alcanzó y se aferró al borde de su mochila—. ¿Estas huyendo de palacio? ¿Por qué te vas? Aquí no es tan malo, ¿no puedes quedarte?

—¿Por qué querría quedarme? Esta no es mi casa.

El niño avanzó con el a través de los árboles—. ¿En donde es tu casa?

Eso logró que Nikos se detuviese y pensase en ello. No era como si realmente tuviese un lugar al que regresar, había estado tres años fuera, seguramente su casa había sido tomada por alguna otra familia hacia tiempo. Y de todas maneras, no podía volver a ella, sería el primer lugar en el que buscaran, y además no era como si tuviese una verdadera razón para volver allí. No había nadie que lo esperara en ese lugar.

—No tengo casa. —respondió, volviendo a moverse con pasos algo más lentos ahora.

—El palacio puede ser tu casa —el menor insistió, jalando esta vez su camisa—. Si te quedas, puede ser tu casa.

Dándole una mirada sobre su hombro, elevó una ceja—. ¿Me conoces?

—Nunca te había visto antes —aceptó con total inocencia.

—Entonces, ¿por qué quieres que me quede?

Esos ojitos se volvieron dudosos—. Mis hermanos siempre están ocupados —murmuró—. Y no tengo amigos aquí, pensé que podíamos ser amigos si te quedas.

—Soy un soldado —señaló—. Aun si me quedo, no tendría tiempo para ser tu amigo.

Le echó una mirada de pies a cabeza—. Pero eres un niño, ¿Cómo puedes ser un soldado?

—Lo soy.

—Tus padres-

—No tengo padres —lo cortó. Una idea se le ocurrió, logrando que girara a mirarlo—. ¿Tienes padres?

El niño asintió con confianza, la pequeña sonrisa en su rostro reventó la ilusión recién encontrada de Nikos. Bien, tendría que hacer su camino en solitario, de todas maneras ese había sido el plan desde el inicio.

Nikos siguió caminando y el niño corrió detrás de él—. ¿Puedo ir contigo?

—No.

—¿Por qué?

—Porque tienes padres, por eso. —respondió rotundamente.

El niño tropezó detrás de sus pasos—. No entiendo.

—Esa es otra de las razones por las que no puedes venir —señaló—. Eres demasiado pequeño, y no tengo tiempo para cuidar de ti.

—¡Puedo cuidarme solo! —dicho eso, enredó sus pies en una raíz que sobresalía del suelo y cayó sin siquiera un poco de gracia.

Deteniéndose, Nikos lo miró desparramado en el suelo y suspiró—. Definitivamente no irás conmigo, morirías al segundo día en la calle, eres demasiado débil.

—¡No soy débil! —volvió a replicar en el mismo tono quejoso.

Nikos lo ignoró y siguió avanzando. Algunos metros después, se sorprendió al escuchar al niño moviéndose detrás de él, más cuando era obvio que estaba cojeando. Caminaron en silencio por un tiempo, solo los suaves sonido de dolor que el más pequeño estaba produciendo hacían eco entre los árboles. Nikos hizo un gran esfuerzo ignorándolo, pero ni siquiera él podía ignorar a un niño sufriendo.

Se detuvo y giró a mirarlo—. ¿Por qué aun me estas siguiendo? Te dije que no podías ir conmigo, y hasta te indique el camino que debes tomar —dijo—. Vuelve con tus padres.

El más joven miró hacia atrás por un instante, pensativo antes de volver a Nikos—. Pero, si me voy, te quedarás solo.

—¿Y? —apretó los labios juntos—. Si tu me sigues, tus padres serán los que estarán solos.

—Mis padres tienen a mis hermanos —respondió—. Pero tu no tienes padres y tampoco casa, estas solo. No quiero que te quedes solo.

Eso logró congelar completamente a Nikos, se quedó mirando el rostro limpio e inocente frente a él, completamente aturdido—. Entonces, ¿te irías conmigo ahora mismo solo para hacerme compañía?

El pequeño asintió con confianza y sin una pizca de duda.

—Ni siquiera me conoces —señaló.

El niño se encogió de hombros—. Mi madre dice que cuando alguien necesita una mano, debemos extender la nuestra sin importar de quién se trate. Eso es ser una buena persona, y yo quiero ser una.

Con un suave ardor en sus ojos, Nikos sonrió—. Parece una buena madre, muy inteligente.

—Ella es la mejor —asintió—. Y todo el mundo dice que es la mejor reina que este reino ha tenido.

—¿R-reina? —repitió suavemente. Inclinándose, tomó la delicada camisa del niño y la miró más de cerca, ni siquiera tuvo que buscar demasiado antes de encontrar el parche bordado de la realeza en el cuello de la misma—. ¿Eres un príncipe?

La sonrisa del niño se amplió mientras asentía—. Mi nombre es Xandé, ¿Cuál es el tuyo?

Xandé. Oh, mierda, Nikos había escuchado ese nombre un montón de veces antes, después de todo no había nadie del reino que no adorase al más joven de los príncipes. El niño tenía fama de ser extremadamente dulce, y de enamorar a todos quienes lo conocían. Y también era de conocimiento público lo mucho que todos lo protegían, después de todo era el bebé real.

Nikos miró en todas direcciones y soltó un sonido de dolor—. ¿Por qué estas aquí? ¿Cómo es que nadie esta protegiéndote?

Xandé encogió sus pequeños hombros—. Estaba ocultándome de las niñeras cuando te vi pasar, así que solo te seguí.

Como una ocurrencia tardía, Nikos recordó la forma en que todo el palacio parecía movilizado buscando algo con desesperación mientras él huía. Obviamente, todos estaban buscando al pequeño príncipe escurridizo, ¿y donde fue este a parar? Justo al centro del plan de escape de Nikos. Genial.

—Definitivamente no puedes venir conmigo. —Nikos declaró—. Debes volver.

—Pero...

—No importa lo que digas, no te llevaré conmigo —cortó—. Y si intentas seguirme, te abandonaré en la primer oportunidad que tenga, así que no lo intentes.

Xandé parecía completamente decepcionado con su actitud, pero de todas maneras asintió—. Esta bien. —miró hacia atrás, señalando con su pequeño dedo hacia el oscuro camino—. ¿Debo ir en esa dirección?

Cuando Nikos asintió, el niño hizo un pequeño saludo con su mano y escondió un puchero mientras cojeaba alejándose. Se podía ver la derrota y la decepción en toda su postura, como un cachorrito que había sido pateado lejos luego de rogar por comida.

Nikos lo observó por un largo momento, la duda tuvo sus pies avanzando y retrocediendo antes de finalmente mascullar una maldición y apresurarse para alcanzarlo.

Quitándose la mochila, se agachó frente al niño y le hizo una seña a su espalda—. Sube.

—¿Uh?

—Sube a mi espalda, te llevaré. —indicó.

Xandé estuvo dudoso por un momento, pero como todo niño pequeño fue rápido en encontrar la diversión en el paseo. Nikos escuchó la pequeña risa cantarina y bufó. Todo su cuerpo aun dolía debido a las lesiones anteriores y el peso del niño no estaba ayudando a sus dolores, pero si era sincero consigo mismo, era agradable escuchar un sonido tan alegre luego de semanas donde todo lo que había oído fueron gritos y ordenes gruñidas.

—No me dijiste tu nombre —Xandé masculló luego de un rato.

Vaciló, pero después de todo no había razón por la cual no decirlo—. Nikos.

—Nikos —Xandé repitió—. Me gusta, enserio, tienes un nombre muy lindo.

—Gracias.

—¿Aun vas a escapar, Nikos?

Sacudió la cabeza—. Luego de que mis superiores sepan de mi intento de hoy, jamás volveré a tener la oportunidad de irme de aquí.

—¿No te gusta ser soldado?

—Nunca he querido ser uno —admitió—. Además, estoy siendo entrenado para defender a personas que no conozco, ¿Cómo podría gustarme?

—Me conoces a mi ahora —dijo con alegría—. Podemos ser amigos.

Eso hizo que Nikos riera—. Solo eres un pequeño príncipe, seguramente te cases fuera del reino y te vayas lejos, ¿de que me sirve ser tu amigo?

—Mis hermanos me quieren mucho, puedo hacer que te den un buen titulo y muchas riquezas. —el niño dijo—. Y si me caso y me voy, entonces te llevaré conmigo.

Escondió una sonrisa—. No me interesan las riquezas ni los títulos, y lo último que quiero es ser llevado para ser soldado en otro lugar.

—Entonces, ¿Qué quieres, Nikos?

Esa era pregunta que necesitaba que pensara bien en la respuesta, le dio algunas vueltas en su cabeza pero la respuesta más obvia era que no quería ser soldado. Pero, ¿Qué era exactamente lo que quería para su vida? Y la respuesta no tardó en llegar al frente de su mente.

—Quiero una familia. —dijo—. Me gustaría volver a tener una familia. Si puedes darme eso, entonces me quedaré aquí en el palacio y seré tu amigo por el resto de nuestras vidas.

El silencio respondió a su pedido. Avanzaron a través del bosque, volviendo sobre sus pasos hasta el jardín trasero del palacio. Debido al silencio, llegó a pensar que Xandé había logrado dormirse en el viaje, así que estuvo bastante sorprendido al escuchar su voz murmurando algo.

—¿Que? —preguntó al no comprender al otro.

—Dijiste que quieres una familia —Xandé señaló—. Esta bien, entonces, me casaré contigo cuando sea grande y seré tu familia.

La sorpresa casi logra que dejase caer al pequeño de su espalda. Había sido tomado completamente desprevenido por el más joven, nunca hubiese pensado que podía decir algo como eso. Sacudiendo la cabeza, no pudo más que reír.

—¿Enserio crees que tus padres te permitan casarte con un simple soldado?

—Mis padres dicen que puedo escoger a la persona que quiera para casarme —dijo—. Así que me casaré contigo, Nikos, y entonces seremos una familia y nunca más estarás solo.

Nikos no respondió nada a eso, porque no había mucho que pudiese decirse cuando la garganta se le hizo un nudo y los ojos le ardieron. Comenzaba a comprender porque el pequeño príncipe le gustaba a todo el mundo, el niño tenía un don innato para decir lo correcto y llegar directamente al corazón de las personas.

Apenas pisaron el patio exterior del palacio, un grupo de sirvientas llegaron a ellos en segundos. La forma exaltada en la que actuaban trajo a la mente de Nikos la imagen de varias mamás gallinas emocionadas al ver nuevamente a su polluelo extraviado. El peso de su espalda fue retirado con cuidado y directo a las cuidadosas manos de quién era obviamente su nana oficial. Si Nikos no estuviese seguro de que la reina había dado a luz al pequeño príncipe, por la reacción de la mujer, habría apostado todo lo que poseía a que se trataba de su verdadera madre.

En el instante en que se percataron de que el pequeño príncipe tenía un tobillo herido, los cacareos del grupo de mamás gallinas se elevó a niveles insospechados. Una de ellas comenzó a gritar por un medico mientras otra lo cargaba como si fuese un bebé, siendo rodeada de las demás que ladraban ordenes a diestra y siniestra como si más que un tobillo torcido, se tratase de una fractura donde el hueso sobresalía directo de la piel.

Nikos, quién había sido ignorado de principio a fin, agitó su cabeza con decepción ante la obvia exageración mientras observaba como se marchaban en una nube de preocupación. Sobre el hombro de su nana, Xandé agitó su pequeña mano en saludo en su dirección, haciéndolo sonreír ante la desfachatez brillando en la pequeña carita.

Una vez que hubieron desaparecido, Nikos aferró mejor su mochila y dirigió sus pasos a las barracas. Volver al jardín era innecesario, para ese momento estaba seguro de que el soldado a cargo de vigilarlo ya se había percatado de su ausencia, no tenía caso regresar y simular que no se había ido. En vez de eso, decidió regresar y echarse una siesta, iba a necesitar todas las fuerzas que pudiese reunir si quería sobrevivir al castigo que estaba seguro caería sobre él.

Una vez allí, pateó su mochila nuevamente bajo su cama y se recostó en la misma, ignorando a consciencia el dolor en sus costillas mientras cerraba los ojos. Lamentablemente para él, no era la primera vez que se dormía con tal grado de dolor, así que no le fue difícil conciliar el suelo.

Capitulo Dos.

Despertó de golpe debido al sonido de la puerta al golpear contra la pared, todo su cuerpo gritó de dolor cuando se sentó pero hizo un esfuerzo sobrehumano para no demostrar su sufrimiento mientras un joven y desgarbado soldado se apresuraba hacia él. Con un rostro pálido y ojos saltones debido a la ansiedad, el soldado resbaló con sus botas deteniéndose junto a la cama de Nikos.

—¡Te hemos estado buscando por todas partes! —su voz chillona delataba su falta de madurez—. Estas siendo llamado a una audiencia.

Si, había esperado eso. Sentándose en la cama, ignoró la ansiedad del joven mensajero y tomó un respiro. El descanso había logrado que todo su cuerpo doliese aun más, se sentía como si alguien hubiese entrado mientras dormía y le hubiese propinado una nueva paliza solo por el placer de hacerlo.

Miró al soldado—. ¿Debo ir al campo de entrenamiento o directamente al de castigos?

El chico pareció confundido antes de agitar la cabeza—. Te están esperando en el salón del trono.

—¿El salón del trono?

—Si —su cabeza rebotó de arriba abajo como si tuviese un resorte—. La reina en persona esta solicitando tu presencia.

—... —ni siquiera sabía que decir a eso.

¿Por qué demonios la reina quería verlo? Apenas y podía catalogarse como un prospecto a soldado, no tenía ningún rango y ni siquiera podía mantenerse en una pelea en la arena, no era nadie. ¿Por qué la reina se molestaría en castigarlo personalmente cuando ni siquiera figuraba dentro del ejercito real aun?

Extraño.

Cuando se puso de pie, dispuesto a seguirlo, el soldado frente a él chasqueó sus labios con desaprobación—. No puedes presentarte frente a la reina luciendo así —señaló—. Al menos cámbiate la camisa, esta manchada de lodo.

Bajando la mirada a donde era señalado, Nikos rodó los ojos al ver la marca de pequeños dedos de lodo al frente de su camisa, justo donde Xandé había estado aferrándose en el camino al palacio. Rebuscando entre sus pocas pertenencias, encontró una camisa negra que estaba limpia y se cambió, recordando pasar sus manos a través de su cabello para aparentar una pizca de modales.

Girándose, miró al soldado—. ¿Contento?

—Mm —hizo una mueca—. Puedes lavar tu rostro en la fuente de camino allí, ahora vámonos antes de que la reina se enfurezca porque la has hecho esperar tanto.

Gruñó ante eso, pero no pudo hacer más que obedecer cuando el joven cumplió su palabra y se detuvo frente a la fuente, esperando que Nikos lavase su rostro. No tenía idea de cuanto tiempo había dormido, pero el sol comenzaba a salir por el horizonte en el momento en que se detuvieron frente a las puertas del salón del trono.

Nikos miró con duda a los guardias apostados a los lados de las enormes y ornamentadas puertas, después de todo, este era uno de los pocos lugares donde nunca había estado antes. Un pequeño soldado en entrenamiento como él, solo podía imaginarse como sería la parte interior del palacio, más nunca daría un paso dentro.

El joven soldado se adelantó y entregó un papel a uno de los guardias, luego de una breve lectura, las puertas fueron abiertas y Nikos siguió obedientemente detrás de su guía. El suelo cambió de color del pasillo a la sala, tuvieron que pasar por otro grupo de guardias antes de poder entrar formalmente. Suelos de mármol grises con alfombras turquesas, detalles en oro en cada columna así como varias diferentes estatuas pálidas en hermosas poses. Sobre un grupo de escaleras, dos hermosos tronos dorados brillaban bajo la iluminación proveniente de las enormes ventanas del piso al techo ubicadas detrás.

Sentada en uno de esos asientos, una hermosa mujer soplaba el contenido de una taza de porcelana con delicadeza. Sus ojos azules miraban aburridos el alrededor, y aunque su cabello y maquillaje eran perfectos, la parte inferior de su falda arrugada delataba que su día no había sido tan tranquilo como aparentaba.

Cuando el joven soldado frente a él se inclinó en una reverencia, Nikos rápidamente copió sus movimientos con temor a ofender a alguien sin percatarse.

Una resonante voz no tardó en anunciar:— El soldado Nikos presentándose a petición de su alteza.

Bajando la taza, la reina dirigió sus inteligentes ojos hacia Nikos y los examinó con cuidado, logrando que este último se retorciera en su lugar hincado sobre una de sus rodillas. Podía no tener mucho respeto por todo lo que conllevaba a la realeza, pero no era tan estúpido como para estar tranquilo sabiendo que uno de ellos estaba enojado con él.

Solo esperaba que todos esos rumores de la reina siendo amable fueran ciertos o su vida terminaría antes de comenzar.

El suave tintineo de la porcelana se escuchó solo un momento antes de que el dobladillo bordado de un hermoso vestido rojo apareciese justo frente a los ojos de Nikos—. Levántate, Nikos, déjame verte.

Con un segundo de vacilación, Nikos obedeció, aun manteniendo su mirada baja. Dedos suaves bajo su barbilla pusieron fin a eso cuando la reina lo hizo subir la mirada y encontrarse directamente con sus curiosos ojos.

—Tan joven —murmuró al observarlo por un tiempo—. ¿Qué edad tienes, Nikos?

Apenas resistió el impulso de sacudirse de su toque mientras respondía—. Tengo once, su majestad.

—Once años —lo liberó, su mirada se tornó cariñosa—. Tienes la misma edad que mi tercer hija, la princesa Rose.

Nikos asintió quedadamente, sabía eso, después de todo el festejo de cumpleaños de la princesa era solo un mes antes que el suyo. Aunque obviamente, dichos festejos distaban mucho el uno del otro en cuanto a grandeza.

—El pequeño príncipe habló mucho sobre ti al llegar aquí.

Eso logró que Nikos la observara sorprendido antes de recordar sus propios modales y apartar la mirada.

Ella rio suavemente—. Parece que le agradas. —dijo—. Y te aseguro, no muchas personas realmente le agradan. Ocupa gran parte de su tiempo ocultándose de sus niñeras y cuidadores, estoy segura de que si hubiese tenido la oportunidad, ya hubiese huido lejos.

Nikos no respondió, prefiriendo apretar sus labios juntos al recordar la forma en que el pequeño había aceptado huir con él con total facilidad. Obviamente, el pequeño príncipe hacia lo que quería sin ningún tipo de freno y por lo que veía nadie estaba dispuesto a ponerle un alto a ese comportamiento.

—Pero tu... —agitó su mano hacia él distraídamente—. Tu realmente le gustas.

—Creo que el pequeño príncipe, solo quiere tener un amigo, su majestad —respondió en un tono bajo y respetuoso.

Al contrario del comportamiento correcto de una reina, ella simplemente bufó—. Obviamente, no conoces a mi pequeño hijo —dijo—. ¿Crees que no he intentado conseguir un amigo para él? Duques, barones, vizcondes y marqueses, todos han intentado enviara sus hijos aquí con la esperanza de que entablen amistad con el príncipe más joven. Y ninguno ha sido de su agrado.

Se detuvo y lo miró.

—Hasta ti.

Nikos la miró, intentando averiguar hacia donde estaba dirigiéndose el tema, pero su rostro no revelaba nada mientras lo miraba. Para su sorpresa, ella agitó su mano y envió fuera a todos los presentes que aun quedaban antes de tomar asiento a mitad de las escaleras hacia el trono y simplemente mirarlo.

—Xandé me dijo todo lo que sucedió esta noche —dijo después de un buen rato—. Incluyendo la razón por la que estabas en el bosque a esa hora de la noche.

Por un instante, pensó que se había salvado de eso.

Dejándose caer nuevamente en una rodilla, inclinó su cabeza—. Este inferior lamenta sus errores. Aceptaré cualquier castigo que su majestad deseé otorgarme.

—Levántate, Nikos, no pretendo castigarte por eso —ella dijo.

La miró confundido—. Pero...

—Cuando dije que Xandé me contó toda la historia, me refiero a absolutamente toda. Mi pequeño no tiene mucho filtro aun, así que no se salteó nada al hablar conmigo —dijo—. Sé que querías huir, Nikos, como también sé que eres huérfano y que no tienes un hogar al que volver. Eso logró que Nikos inclinara su cabeza, ocultando su mueca de dolor.

—Teniendo en cuenta tu joven edad, voy a deducir que fuiste tomado por el ejercito cuando te quedaste solo —ella siguió—. Es normal que no te guste estar aquí, no querías estarlo desde el principio.

No tenía nada que agregar a eso, después de todo, no podía simplemente negar la verdad.

—Y es por eso que quiero proponerte un trato, Nikos.

—¿Un trato? —repitió sorprendido.

—No te preocupes, es algo fácil —dijo con una sonrisa—. Quiero que te conviertas en el mejor amigo de Xandé, solo debes pasar algo de tiempo con él, y a cambio rebajaré tus tiempos de entrenamiento y te permitiré descansar más. Si haces un buen trabajo, en el momento indicado, te daré un titulo adecuado y podrás salir de aquí como un hombre libre y sin ataduras, ¿Qué te parece?

Nikos la miró con duda, intentando discernir cual era la falla en un trato tan perfecto—. ¿Por qué haría algo así?

—Porque Xandé necesita amigos y creo que tu puedes ser uno genial.

—Puede que sea un amigo horrible y una muy mala persona, ¿realmente me quiere cerca del pequeño príncipe, su majestad?

Ella rio—. Si fueses una mala persona, jamás habrías cargado a Xandé nuevamente al palacio cuando viste que estaba herido. Podrías haberlo dejado allí, Nikos, y seguramente habrías salido de aquí sin que nadie te detuviese. Hubieses obtenido la libertad que tanto anhelas —señaló—. Pero no lo hiciste, dejaste esa libertad de lado para ayudar a Xandé, y esa simple acción te hace una increíble persona.

—Entonces, solo por una buena acción, ¿soy una buena persona y merezco la oportunidad que me esta dando?

—Algo así. —ella dijo. Agregando cuando Nikos solo la miró con desconfianza—. Y porque no quiero que intentes huir nuevamente. Este no es un buen lugar para estar en tu posición, Nikos, pero fuera de las paredes de palacio no tendrás un buen final. No quiero que termines muerto por obtener un plato de comida, si te quedas aquí puedo hacer tu vida más fácil y no correrás ningún riesgo. Todos ganamos.

Nikos la observó por un largo tiempo, intentando encontrar el engaño en su mirada. Pero al igual que su hijo pequeño, solo había total confianza y sinceridad, sin engaños. Las palabras de su madre rebotaron en su mente, ella no estaría de acuerdo con tal trato... pero ella ya no estaba. Y Nikos si, y aunque le doliese admitirlo, la reina tenía razón, su destino allá afuera no sería mucho mejor. Pero si ella le hacia las cosas más fáciles dentro del palacio podría soportar algunos años antes de volver a intentar escapar.

Eso podría funcionar. Si aceptaba y la reina no cumplía con sus palabras, huir siempre era un plan B.

Genial, podía con eso.

Antes de que pudiese responder, ella agregó—. Te daré unos días para pensarlo, Nikos —dijo—. Por ahora, puedes regresar a descansar. Te estoy otorgando algunos días libres de entrenamientos como recompensa. Después de todo, Xandé le contó a todo el mundo acerca del increíble héroe que eres al haberlo salvado y traído de nuevo, si no te doy al menos una mínima recompensa por eso, seré tildada de ser una horrible reina.

Nikos se inclinó suavemente—. Muchas gracias, su majestad.

—Retírate ahora, regresa a descansar —lo despidió con simplicidad—. Y recuerda pensar en mi propuesta.

Nikos se detuvo, dispuesto a darle una respuesta en ese instante, pero al último momento se arrepintió y decidió usar ese tiempo para pensar con detenimiento. Murmurando un nuevo agradecimiento, se volteó y alejó, traspasando las puertas para salir del salón y dirigirse nuevamente a las barracas.

En el salón del trono, un atractivo hombre surgió desde las sombras de las columnas cercanas y miró a la joven reina con curiosidad—. ¿Vas a decirme a mi la razón real por la que quieres facilitar la vida de ese jovencito?

Ella le sonrió—. ¿Quién dijo que esas no son las verdaderas razones?

—Hemos estado casados por los últimos diecisiete años —le recordó, sentándose a su lado y dedicándole una dulce sonrisa—. Te conozco mejor de lo que me conozco a mi mismo, sé cuando no dices toda la verdad.

—Mm, quizás si, quizás no.

Acercándose, besó su mejilla—. Mi amada reina, dime el secreto que guardas y juro decirte todos los míos.

—Tu no tienes ningún secreto conmigo, cariño —sonrió, observándolo con amor desbordando de sus ojos claros—. Intento facilitar su vida porque no quiero que odie el reino, tampoco quiero que quiera huir de aquí nuevamente.

—¿Por qué?

—¿Por qué? —ella repitió burlonamente, alejándose de él cuando quiso robar un beso y bajando las escaleras—. Porque ese niño, será nuestro futuro yerno.

—¿Uh? —el rey parpadeó tontamente, mirando de las puertas que Nikos había traspasado a su amada esposa—. ¿Vas a comprometer a alguna de nuestras hijas con él?

—¿Hijas? No —rio—. Hijo.

—Sé más clara, querida, no estoy entendiendo nada.

Sus ojos estaban llenos de risa cuando lo miraron—. Xandé me ha dicho que se casará con él al crecer. —dijo—. Así que estoy tomando cuidado de nuestro yerno desde ahora para asegurar dicha boda.

El rey abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua antes de decir:— ¡Solo tiene cinco años!

Encogiéndose de hombros, la reina arregló su ropa y se dirigió a la puerta que daba al pasillo interior del palacio—. Tenía solo un par de años más cuando prometí casarme contigo.

—¡No es lo mismo!

El rey corrió detrás de ella, dispuesto a discutir las razones por las cuales era una mala idea, pero sin importar lo que dijo, la reina no escuchó nada. Si su pequeño bebé lo quería, entonces sería de esa manera. Solo tenía que encontrar la forma de lograr que Nikos estuviese de acuerdo con ellos.

Capitulo Tres.

𝙰𝚕𝚐𝚞𝚗𝚘𝚜 𝚍í𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜...

—¡NIKOS!

Acomodando el costal de maíz mejor sobre su hombro, Nikos giró para ver quién llamaba su nombre y soltó un sonido de queja cuando un pequeño peso se pegó alrededor de su cintura y por poco lo hace caer sobre su trasero.

—¡Pequeño príncipe! ¡Pequeño príncipe! —las niñeras corrieron desesperadas detrás del inquieto niño—. No debe correr así, su pie apenas ha sanado, podría volver a lastimarse si no tiene cuidado.

Xandé les dedicó una rápida mirada disgustada antes de recobrar su sonrisa y mirar a Nikos—. Mamá dijo que podía venir y jugar contigo hoy —se alejó, levantando su pie al tiempo que lo señalaba con ambas manos—. Mira, mi pie ya esta mejor, ahora puedo correr de nuevo.

La alegría del pequeño era difícil de ignorar, por lo que antes de que se percatara, Nikos estaba devolviéndole la sonrisa—. Me alegro de que estés mejor —movió la bolsa—. Pero en este momento tengo trabajo que hacer, lo siento.

Se alejó, pero Xandé, lejos de estar ofendido por el rechazo, saltó detrás de él—. ¿Puedo ayudarte?

Dándole un vistazo, Nikos midió el peso de la bolsa sobre su hombro y calculó que debía pesar más o menos lo mismo que el propio Xandé—. Lo siento, no creo que puedas cargar costales, así que no.

—¡Soy fuerte! ¡Soy fuerte! ¡Yo puedo, enserio!

—¿Puedes cargar uno de estos costales? ¿Estas seguro?

Arrugando su nariz, Xandé flexionó sus delgados brazos intentando probar su punto—. Mira, soy muy fuerte, puedo cargar tantos costales como tu.

—Pequeño príncipe... —una de las niñeras avanzó preocupada, pero fue ignorada completamente.

—Bien —Nikos murmuró, con media sonrisa luego de medir con seguridad a Xandé. Bajando el costal, lo puso sobre el hombro del pequeño—. Ahí, sostenlo con cuidado... ten cuidado, sostenlo... voy a soltarlo ahora, ¿si? Prepárate.

—¡Estoy preparado!

Soltando algo del peso que aun cargaba, Nikos observó con una carcajada contenida en su pecho la forma en que el pequeño y delgado cuerpo cedía bajo el peso del costal. Y ni siquiera le había permitido sostener todo el peso del mismo.

—¡Pequeño príncipe! —las niñeras chillaron aterrorizadas al ver al pequeño niño en el suelo, apresurándose para levantarlo.

—Estoy bien, estoy bien —Xandé palmeó las preocupadas manos lejos mientras observaba a Nikos volver a poner el costal sobre su hombro con facilidad. Sus ojitos brillaban—. Wow, eres muy fuerte.

—No soy fuerte, tu eres un enano —Nikos se burló.

Eso logró que Xandé pusiese mala cara y se apresurase a seguirlo cuando Nikos comenzó a alejarse—. No soy un enano, solo soy pequeño —dijo—. Pero creceré y seré mucho más fuerte que tu y que cualquier otro soldado, espera y verás.

—¿Enserio?

La cabeza de Xandé rebotó de arriba abajo mientras asentía, su oscuro cabello revoloteando alrededor de su decidida expresión—. Creceré tan grande como mi padre e iré a pelear al campo de batalla y tendré muchos logros.

—No me digas —Nikos dejó la bolsa en su hombro en la pila y le echó un vistazo al renacuajo—. ¿Siquiera puedes levantar una espada?

Xandé se desinfló un poco ante la pregunta—. Solo la de madera.

—¿Tienes una espada de madera?

—Mi hermana me la dio, ella tiene una de verdad ahora. —murmuró—. Pero cuando sea mayor podré tener una de verdad también, solo debo esperar un poco más.

Nikos asintió en respuesta, pero no agregó nada. Él había tenido una espada de madera cuando tenía la edad de Xandé, pero en el instante en que fue reclutado, esta cambió por una de verdad y fue lanzado al campo de entrenamiento y dejado a su suerte al enfrentarse a otros novatos. En algún punto, alguien se percató de su facilidad al manejar la misma y fue puesto al cuidado de diferentes maestros, para su corta edad tenía un manejo casi perfecto de su espada.

Como un cachorrito buscando jugar, Xandé rebotó detrás de sus pasos cuando regresó por otro costal—. ¿Sabes usar una espada?

—Si.

—¿Tienes una propia?

Negó—. Algo como eso —evadió antes de simplemente admitir:— Uno de mis maestros me dio una suya, pero no esta alineada correctamente y es algo difícil de manejar.

—¿Por qué no compras una para ti?

Deteniéndose, Nikos miró las prendas manchadas de lodo y con parches mal cosidos que llevaba y suspiró—. ¿Me veo como si tuviese dinero para eso?

Xandé siguió su mirada y rio—. No sé, he visto a otras personas que se ven igual de tontas que tú y si tienen dinero.

Dejando caer el costal en la pila, le arrojó una mirada ceñuda—. ¿Acabas de tratarme de tonto?

—Quizás —evadió, mirando alrededor antes de sonreír inocentemente—. Juega conmigo ahora.

—Te dije que tengo trabajo que hacer, no puedo jugar ahora.

Poniendo mala cara, Xandé caminó hasta un par de soldados que hacían guardia cerca y agitó sus manos—. Ustedes dos, vayan y terminen de mover esos costales, este príncipe se los esta ordenando.

Los hombres parecieron confundidos por un instante, pero un vistazo a la fina ropa del pequeño y al grupo de niñeras que lo seguían de cerca, fue suficiente para inclinar sus cabezas en respeto e ponerse en marcha para obedecer la orden.

Volviendo hacia Nikos, le dedicó una sonrisa orgullosa—. Ellos harán el trabajo —su pequeña mano se aferró a la del mayor—. Ahora juguemos.

—Xandé...

—Es una orden, no puedes desacatar las ordenes de un príncipe —dijo, jalando su mano—. Vamos, vamos.

Nikos lo siguió algo renuente. La reina le había otorgado varios días de descanso como recompensa, los cuales había aprovechado para recuperarse completamente del dolor en su cuerpo. La historia de él "salvando" al pequeño príncipe luego de que se perdiera se había esparcido como pólvora entre los soldados, esto había logrado que el trato hacia él fuese mucho mejor y más suave. Desde sus superiores, hasta sus propios compañeros, todos habían cambiado la forma de verlo y el respeto hacia su persona se había elevado. Eso y la recompensa de la reina había logrado que su vida fuese mucho más fácil.

Si todo fuese de ese modo, quedarse no sería tan malo, pero las palabras y enseñanzas de su propia madre eran difíciles de olvidar. La idea de huir aun seguía flotando al frente de sus pensamientos, pero ahora esa idea chocaba con la de aceptar la propuesta de la reina y quedarse por un tiempo más por allí. Era demasiado joven como para tomar una decisión tan difícil.

Xandé por su parte, a pesar de su corta edad, parecía bastante seguro de las decisiones que tomaba. No dudó ni siquiera un segundo, lanzando duras miradas ceñudas a cualquier soldado que quisiese detener su avance mientras arrastraba a Nikos a través del palacio hasta uno de los jardines laterales. Una vez allí, lo liberó giró a mirarlo.

—¿A que juegos sabes jugar? —preguntó, dedicándole una mirada a las niñeras que venían detrás de ellos—. Tiene que ser algo más divertido que tomar el té.

Agrupándose cerca, las sirvientas ignoraron el obvio desagrado del menor por su juego favorito y se instalaron para cuidarlo desde la distancia mientras jugaba.

Nikos pensó en ello, pero además de peleas con espadas de madera, había tenido poco tiempo para jugar cuando era pequeño—. ¿A que sabes jugar tú?

—¡Escondidas!

Las niñeras se estremecieron en grupo ante la palabra, mirándolos con alarma.

—Mm —Nikos fingió pensarlo—. Esta bien, jugaremos a las escondidas, pero no puedes salir de este jardín, ¿si? Si te pierdes de nuevo, no iré a buscarte.

Xandé asintió con confianza—. Está bien —dijo—. Yo me escondo primero, tu cuenta.

Asintiendo, Nikos se acercó a una columna y cubrió sus ojos, comenzando a contar en voz alta al tiempo que escuchaba las risitas nerviosas del menos mientras buscaba un buen escondite. En el momento en que llegó al final, gritó su advertencia y salió en la caza del pequeño príncipe. El juego se extendió por un largo tiempo, cambiando de roles entre ellos y buscándose a través del jardín. Al más pequeño parecía realmente gustarle esconderse, mientras que Nikos solo se alimentaba de la natural alegría del otro, la cual revivía ese trozo de si mismo que toda la situación había ido apagando lentamente.

Jugaron alrededor hasta que el sol comenzó a ocultarse, sin percatarse en ningún momento de la presencia de unos amorosos ojos azules que los miraban desde una ventana cercana. Ni tampoco de los juzgadores ojos oscuros que se asomaban por la esquina del mismo vitral.

—¿Qué tiene de bueno ese niño? —el rey interrogó, mirando a Nikos correr por el patio como si fuese una pequeña hormiga molesta.

La reina sonrió—. Hace feliz a Xandé, ¿eso no es suficiente para ti?

—No —dijo llanamente—. Nada es suficiente para mi, nadie es suficiente para mi querido bebé, ¡Nadie!

—Afortunadamente, nadie esta pidiendo por tu permiso, así que guárdate tu opinión para quién quiera escucharla. —bufó.

—¡Yo soy el rey!

Ella lo miró con una ceja alzada—. ¿Y?

—Y nada —murmuró, algo acobardado ante su mirada—. Es solo que me gusta decirlo de vez en cuando.

Poniendo los ojos en blanco, ella se alejó de la ventana al ver a Nikos despedirse de su hijo y tomar su camino. Llamando a su sirviente de confianza, ignoró a el puchero que decoraba el rostro de su esposo y dio una orden.

—Comunica al comandante que de ahora en adelante, Nikos tendrá la tarde libre siempre que así lo deseé para venir a jugar con Xandé —dijo—. Y no olvides decirle que ya no se permite hacerle un daño grave a Nikos durante los entrenamientos, nada permanente ni que deje cicatrices.

Asintiendo, el sirviente desapareció para dar el mensaje.

Una vez que se fue, el rey chasqueó su lengua en desagrado—. Tanto cuidado para un simple mocoso.

—Ese mocoso pertenecerá a la familia real en un futuro.

—Pff, sobre mi cadáver.

Ella le dedicó una mirada burlona—. No me tientes, ¿quieres?

El rey volvió a poner mala cara mientras la reina reía suavemente, antes de que pudiese decir nada más, Xandé entró rebotando alegremente y directo a los brazos de su madre.

—¡Mamá!

Atrapándolo en sus brazos cuando saltó hacia ella—. ¿Te divertiste con tu nuevo amigo hoy?

—¡Sii! Nikos es el mejor jugando a las escondidas —asintió con entusiasmo antes de girarse a mirar a su padre—. Papi, quiero comprar una espada de verdad.

—¿Uh? ¿Para que quieres una espada ahora? —el rey preguntó—. Primero debes practicar con tu espada de madera, prometo comprarte una de verdad cuando crezcas.

—No la quiero para mi, quiero regalarle una espada de verdad a Nikos —dijo—. Él no tiene una aun, quiero que sea ¡increíble!

El rey se ahogó con su propia lengua al escucharlo, casi muriendo en el instante.

La reina miró a su esposo revolcándose en el suelo y procedió a ignorarlo completamente, volviéndose hacia su pequeño hijo—. Entonces, iremos a hablar con el herrero ahora mismo, podrás elegir el diseño tu mismo —dijo—. ¿Cuándo es el cumpleaños de Nikos? Quizás puedas dársela como su obsequio.

—No lo sé —se encogió de hombros—. Le preguntaré la próxima vez que juguemos juntos.

Asintiendo en aceptación, la reina salió de la sala con su hijo en brazos, dejando al rey revolcándose en su miseria en el suelo. Y es que, como alguien que había sido entrenado como un soldado y que había estado en los campos de batalla, el rey era completamente consciente de lo que regalar una espada significaba. No era tan simple como solo obsequiar algo, seguramente esa espada seria la que usarías por el resto de tu vida, un recuerdo constante de la persona que te la obsequió.

No, él no lo aceptaba, no con su pequeño bebé.

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