Capítulo 5

MATEO...

Me encuentro en mi oficina revisando unos contratos, cuando la gerente de la tienda, Joana, toca a mi puerta.

— Adelante, Jo.

— Disculpe, señor Mateo — le indico que entre — tiene una visita... — alzo una ceja interrogante.

— ¿Quién es?

— La señorita Rafaela.

Al oír su nombre, siento cómo mi corazón se acelera, y sin pensar en nada más, le pido a Jo que la traiga a mi oficina. Natan me había comentado sobre los resultados del examen que ella hizo, y para ser honesto... Había estado rezando para que apareciera en mi puerta en cualquier momento.

Me acomodo en mi silla y ordeno unos papeles en el escritorio, que estaban algo desordenados, pues conozco el gusto de Rafa por el orden. Reviso mi cabello y arreglo algunos mechones que se habían salido de lugar, me enderezo en la silla y cuando ella toca la puerta, le digo que pase.

Ella está todavía más hermosa de lo que recuerdo... Sus cabellos están más definidos, su rostro... Sigue siendo la misma obra de arte que pasaba horas contemplando, pero ahora, se le notan algunas ojeras bajo sus ojos. Su cuerpo, que antes era de niña... Ahora tiene muchas más curvas...

Ah, Rafa... Eres deslumbrante... Me saca de mis pensamientos enamorados su mirada triste posándose en mí.

— Buenos días, Rafaela...

— Hola, Mateo... — le indico que se siente y solo cuando se ha ubicado frente a mí continúa hablando — sé que soy la última persona en el mundo con la que querrías hablar a esta hora de la mañana... Y aún recuerdo todas las palabras que me dijiste hace seis años, que no querías saber nada de mis hijos... Pero...

Duda un momento y veo que está llorando; no soporto verla llorar así, así que me levanto de mi lugar y tomo un pañuelo que siempre guardo en mi chaqueta. Me arrodillo ante ella y levanto su rostro, secando cada lágrima mientras ella aún mantiene los ojos cerrados.

Siento una descarga eléctrica recorrer todo mi cuerpo al tocar su barbilla, reviviendo todos los sentimientos de años atrás, acelerando mi pulso.

— ¿Qué les ha pasado, pequeña? — sus ojos se encuentran con los míos, llenos de lágrimas, pero veo también sorpresa en ellos al oírme llamarla con el mismo apodo con el que la llamaba cuando estábamos juntos.

— Pedro... Él... Él necesita un trasplante de médula. No soy lo suficientemente compatible para realizar la operación. Quería pedirte que te hicieras la prueba... Solo eso te pido... El médico dijo que probablemente seas el único en la familia que tenga la compatibilidad necesaria por ser el... Padre...

Antes de que pueda decir que haría cualquier cosa para salvar a nuestro hijo, ella vuelve a hablar.

— No estoy pidiendo que formes parte de su vida. Solo quiero que... Si aún queda algo de bondad en tu corazón... Por favor... Ayúdame a salvar a mi niño...

Está destrozada, Dios mío... Yo la hice esto... Si no hubiera dudado de ella cuando me dijo que estaba embarazada... Me he odiado desde entonces.

Acaricio su rostro y sigo secando sus lágrimas. Pero siento que necesita más que solo las seque, entonces me levanto y la atraigo hacia mis brazos. Sentir su cuerpo pegado al mío otra vez... Dios mío...

Ella no rechaza mi abrazo, al contrario, se acurruca aún más, llorando copiosamente. Siento sus lágrimas empapar mi camisa, pero no me importa que la mujer que amo esté mojando mi camisa con sus lágrimas.

Permanecemos abrazados hasta que deja de llorar, continuo acariciando su espalda hasta que se tranquiliza por completo. Cuando ya está calmada, levanto su rostro y la miro directamente a los ojos, acaricio su mejilla y ella cierra los ojos con mi contacto.

— Cuenta conmigo para lo que necesites con nuestros hijos, pequeña... Si necesitas mi médula para salvarlo, tómala toda si la quieres. Si necesitas que esté presente en su vida para compartir la carga contigo, aquí estaré también. Fui un tonto al no creerte en aquel entonces, pero no ha habido un solo día en que no me haya arrepentido.

Ella baja la vista y suelta una risa sarcástica.

— No he venido aquí por tu arrepentimiento, Mateo, al contrario, solo he venido a pedirte que salves a mi hijo.

Ella se suelta de mis brazos como si recién se diera cuenta de lo que hizo, y yo me siento... Vacío sin tenerla en mis brazos. Me aclaro la garganta y regreso a mi escritorio, me siento otra vez en mi silla e intento salir del trance en el que estaba.

— Yo... Eh... ¿Cuándo necesitas que vaya al hospital para la prueba?

— Lo antes posible... Cada segundo que pasa es un grano de arena que cae del reloj de arena.

— Podemos ir ahora si quieres — ella me mira y luego a mi escritorio — yo soy el jefe, puedo terminar el trabajo más tarde.

— Ah, claro... Vamos entonces.

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Comments

Dolores Hernandez

Dolores Hernandez

y ahora que Mathew que querías que Rafa aún te dijera está bien no te preocupes todo sigue igual no seas imbécil Mathew la humillante y negaste a tus hijos la trataste como una cualquiera solo as lo tuyo y deja que Rafa siga adelante que sin ti lo a hecho magnífico

2024-04-15

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