GOLPES

Hernán llegó a California, Estados Unidos. Lo fui a recoger.

—Bienvenido a mi país. Tienes dos opciones, vivir en la residencia universitaria o quedarte conmigo en mi casa.

— Si no es mucho pedir, me gustaría vivir en tu casa. Creo que todo sería más pacífico y tendría mi privacidad. Sabes amigo, no pensé que viajar a Estados Unidos fuese tan cansado.

Conduje hasta mi casa.

— Pensé que cuando dijiste casa, era una casa normal. No una mansión.

— Esto no es una mansión. No has visto nada.

— Bueno. Qué bien que dije tu casa.

Ubiqué a Hernán en un cuarto.

— Mañana viene una señora para que se encargue de la casa. Así que de cena no te ofrezco mucho.

— Si vamos a cenar a algún lado, me conformo.

— Seguro. Cómo dijiste que venías cansado pensé que no ibas a querer salir.

— Mi hambre me gana.

Salimos a buscar que comer.

— Me doy por vencido. Te voy a llevar a un buen restaurante. Todo médico debe comer bien— le dije.

Lo llevé a un buen restaurante. Hicimos el pedido.

— Entonces cuéntame de tu amada.

— Solo disfrutemos de la cena. Hablaremos de ella otro día. Es que me siento indispuesto sobre el tema de Sofía.

— Okey. No hay problema. Yo sé que no quieres hablar de ella pero esa mujer que está entrando es Sofía o me equivoco? — Hernán me señaló con la vista.

Miré a donde señaló Hernán. Era Sofía con el mentado César.

— Ya se me quitó el apetito.

— Ve a saludarla y arruinale la noche.

— No tengo ganas de hacer nada. Voy al baño.

Me levanté y me dirigí al baño. Estuve ahí alrededor de diez minutos. Me eché agua en la cara. César entró.

— Diría que nos sigue.

— No estoy de humor. Así que no te metas conmigo César.

— Mantente alejado de Sofía, ella es mi mujer, Caleb.

— ¿Estás seguro de eso? No creo que ella sea ese tipo de mujer.

— Es dócil en la cama. Sedienta de amor.

No aguanté más y le di un golpe en la cara. Cayó sentado en el piso. Salí del baño. Tomé la mano a Sofía y la saqué de ahí.

— ¿Qué te pasa? Suéltame.

— Respondeme, ¿te acostaste con ese estúpido hablador?

— Eso a ti no te importa. Es mi vida y hago que quiero.

— Eso es un si. ¿Te gusta que un hombre ande pregonando que se ha acostado con su novia? Es un patán que no ves.

— Si es o no un patán, eso no te incumbe.

Salió César del restaurante y se fue encima a darme de golpes en la cara.

— César, déjalo. ¿Qué haces?

— Que lo dejé, él me golpeó primero. Ojo por ojo y diente por diente.

César la tomó con fuerza de su mano y la metió al carro. Iba detrás de ellos.

— No la toques desgraciado— Abrí la puerta de su auto.

— No se te olvide que ella es mi novia, mi mujer, no la tuya. Eres un hombre ridículo que pelea por lo que no es suyo, tú ya fuiste.

— Déjame Caleb. Me voy con César— ella cerró la puerta del auto.

Ellos se fueron del lugar. Hernán salió.

— Dios mío. Te dejó hecho un desastre. Vamos a casa.

— Debo pagar la cuenta.

— No te preocupes. Yo ya pagué. Vámonos.

Llegamos a casa y Hernán me curó los golpes.

— Me siento culpable. No debí decirte que habían llegado.

— Yo evité a toda costa no molestar pero él dijo que ella era su mujer y que era dócil en la cama. Eso me hizo enfurecer. Cómo se atrevió a hablar así de ella como si fuera un trofeo. Y después la jaló con fuerza y la metió al auto, no le importó si se golpeó o no.

— Te están matando los celos. Y debes aprender a controlarte. Lo único que ve Sofía con tus celos es un hombre inmaduro. La intención es que te acerques a ella, no que la alejes.

— Creo que la dejaré en paz.

— Si es así. Entonces proponte a olvidarla pero deja esa cara de perro arrepentido.

— Me voy a mi cuarto. Mañana tenemos que estar temprano en el hospital. Por cierto, ¿Qué especialidad es la tuya?

— Nefrología.

— Okey. Entonces a las 6: 30 nos vamos. Buenas noches Hernán.

Fui a mi cuarto y me senté en el piso, puse mi cara en mis rodillas y lloré. Me sentía abatido. Ese sentimiento de culpabilidad de haber perdido a Sofía. No soy tan fuerte como parezco ser. Con Laura escogí el camino más fácil y la dejé para otro y ahora con Sofía me he dedicado a perderla.

Quién me viera diría que un hombre no llora. Qué un hombre es mujeriego. Qué un hombre no se enamora pero que tan equivocados están todos. Los hombres sentimos tristeza y dolor, tenemos sentimientos, nos enamoramos y cometes errores como todo ser humano.

Sentía esa ganas de tomar licor para olvidar este dolor pero si lo hacía caería en un abismo que tal vez no pueda salir y termine como mi padre.

Me levanté del piso y me metí a la tina. ahí estuve varias horas.

SOFIA

— Te dije Sofía que no quería estos melodramas. Te doy la oportunidad de estar conmigo pero esto no me gusta.

— Perdón. ¿Qué acabas de decir? Tú me das la oportunidad, ¿de qué? Pará el auto ya.

— No voy a parar nada. Tú no me das órdenes.

— Que detengas el auto— César detuvo el auto— Terminamos maldito machista, egocéntrico. Si no mal recuerdo fuiste tú quien me llamó para arreglarnos. No te atrevas a buscarme— Bajé tirando la puerta.

Detuve un taxi y llegué a casa. Me dolían las muñecas. Estaban rojas. César me apretó sin medir su fuerza cuando me metió al auto. ¿cómo estará Caleb? Recibió varios golpes, su cara estaba llena de sangre.

Es un tonto. Caleb.

Tomé mi celular y marcaba su número pero no realizaba la llamada.

TOC TOC

— Sofía, ¿puedo pasar?

— Si— mi madre entró.

— No creas que no te vi entrar. Venías de un taxi y entraste llorando. ¿Por qué tienes tus manos así? César te pegó.

— No pasó nada madre. Solo discutí con él. Terminamos.

— ¿Qué te hizo?

— Nada mamá. No te preocupes.

— ¿Por qué lloras, entonces? Dime. Soy tu madre y me duele mi corazón verte así.

— Nos encontramos con Caleb en el restaurante mientras César fue al baño, Caleb me sacó del restaurante diciéndome que si había tenido sexo con César, que era un hablador, y en eso César golpeó sin reparo a Caleb, le dejó su cara llena de golpes.

— ¿Qué tipo es este César? ¿Cual es su apellido?

— Apellido Lee. No sólo eso. Mis manos están así por él. Mama— me puse a llorar— Caleb tenía la cara llena de sangre, quiero llamarlo pero siento que no puedo.

— Si amas tanto a Caleb, ¿por qué no se lo dices? Deja este juego que te tienes. Eres una mujer de 24 años, CEO de una empresa y estás comportándote como una adolescente. Sofía nunca te he dicho nada pero esta vez no me quedaré callada. Me preocupas.

— Lo siento madre por hacerte preocupar.

Mi madre me abrazó y salió del cuarto.

Llamé a Caleb sin pensarlo más.

— Caleb.

— Sofía.

— ¿Cómo estás?

— Estoy bien. No te preocupes. No debiste haber llamado, tu novio se enojara contigo y no quiero que he lastime.

— ¿Tu cara duele? tenías mucha sangre.

— Si duele, pero me duele más otro lado — escuché a Caleb llorar.

— Debo colgar. Espero te recuperes pronto.

— Sofía no cuelgues. Quiero decirte algo, He tomado la decisión de no molestarte más. Me doy por vencido contigo. Yo te amo tanto pero no puedo con estos celos.

— Está bien. Buenas noches Caleb.

Colgué la llamada. Me quebré en llanto. Sentía tanto dolor en mi corazón. Esas palabras me dolían, amo a Caleb con toda mi alma, pensé que no sentía nada pero lo amo. Este maldito orgullo mio me gana.

Al día siguiente me levanté con unas ojeras y mis ojos muy inflamados.

Si no fuera la CEO juro que no voy. Así que me puse mucho maquillaje y unas gafas para tratar de disimular la cara inflamada.

Me subí a mi auto y traté de trabajar con normalidad, pensé en Caleb todo el santo día.

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Comments

Mary Montilla

Mary Montilla

Los dos son unos niñatos que no han madurado aun

2024-05-14

3

Elizza Diaz

Elizza Diaz

partele la cara al idiota fanfarrón😡

2023-12-31

3

C Matacruz

C Matacruz

hay idiota de César sabía que iba a hacer de las suyas 😡😆😞🤔😉😀🙂😃😊😜😝🤪

2023-11-26

1

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