04

La luz de la luna era lo único que iluminaba el lugar, en donde dos personas se miraban fijamente en lo alto de aquel edificio. El viento soplaba con cada vez más fuerza.

—Todo esto es tu culpa —susurro aquella chica, con una sonrisa melancólica y las lágrimas cayendo por sus pálidas mejillas.

Amber negó varias veces con desesperación, deseando poder cerrar los ojos para no ver la escena que se estaba desarrollando en frente suyo, pero no podía, era como si algo la obligara a ver todo lo que estaba pasando. No podía hablar por más que quisiera. Sin importar cuantas veces gritará su voz no se podía oír, tampoco podía moverse. No podía hacer nada más que mirar.

—Ojalá sufras el resto de tu vida.

Y con esas últimas palabras, ella se acercó al borde del edificio y se dejó caer.

—¡Elena!

Amber abrió los ojos; su respiración estaba acelerada y su corazón latía tan rápido que creyó se saldría de su pecho.

—Solo es un sueño, solo es un sueño —susurro varias veces para sí misma en un intento de calmarse.

Se levantó con las piernas temblorosas para ver a través de la ventana, todavía era de noche. No era la primera vez que tenía una pesadilla como esa, así que ya sabía que no podría volver a dormir después de eso.

Agarro su celular, viendo que tan solo eran las 3 de la mañana. «Genial, simplemente genial» pensó, frunciendo el ceño al notar que de nuevo no podría dormir correctamente. Le iban a quedar unas ojeras horribles, eso era seguro.

Se dejó caer en la cama, usando su celular para ver unos vídeos hasta que le dé sueño o hasta las 5 de la mañana, que era la hora en la que planeaba levantarse.

Fue a las 4:30 que le llego un mensaje de Dayana, algo que la emocionó mucho. Su amiga no se contactaba con ella desde aquel día en el que la atacaron, después de que salieron del hospital no volvió a llamarla. «Sal afuera» era lo único que decía. Al principio le pareció un poco extraño; en primer lugar su amiga nunca le había escrito un mensaje tan seco, y además, eran las 4:30 am, incluso si Dayana era una persona que siempre se levantaba temprano, nunca lo había hecho antes de las 5 de la mañana. «Tal vez ella tampoco pudo dormir» fue lo primero que pensó. Dejándose llevar por la emoción de volver a hablar con su única amiga, se puso sus zapatillas y salió de la casa, ignorando lo extraño del asunto.

—¿Day?

Miro alrededor, pero no había nadie, por más que la llamo una y otra vez Dayana no aparecía. Agarro su celular para mandarle un mensaje, pero antes de incluso poder encenderlo, vio una carta tirada en el suelo que tenía escrito su nombre y nada más.

De nuevo miro alrededor, para saber si había alguien cerca, pero parecía que estaba ella sola. Algo insegura agarro la carta, abriéndola para ver que decía y lo que vio la asusto tanto que dejo caer el sobre. Entro corriendo a su casa, cerrando la puerta con llave y asegurándose que todas las ventanas estuvieran cerradas también.

Era imposible que Dayana estuviera detrás de todo ¿verdad? Ella era su mejor amiga, la que siempre la apoyaba y le daba consejos cuando se sentía mal, la que siempre la protegía. Podría ser que ella esté en peligro por su culpa, entonces sacaron su celular para mandar aquel mensaje. Era una opción que no debía ser descartada.

Con las manos temblorosas marco el número de la policía, pero un mensaje llego antes de que pudiera hacer la llamada "No hagas nada si quieres volver a ver a tu amiga"

—No puede ser, no puede ser —susurro al borde de la desesperación.

Camino de un lado a otro en la habitación, sin saber qué hacer. Eso ya estaba yendo demasiado lejos.

Otro mensaje llegó, con una dirección. «¿Debo ir o no?» pensó. Era su amiga, y Amber creía que todo había pasado por su culpa, no podía dejarla sola.

Paso una mano por su cabello con frustración, pensando una y mil veces en todos los posibles finales. Todos eran catastróficos ¿Qué podría hacer? ¿Dejar que esas personas le hicieran daño a la única amiga que tenía? No era una opción, pero también tenía mucho miedo de arriesgarse. Miró de nuevo el mensaje y asintió para sí misma. No podía seguir siendo una cobarde.

Decidida, agarro una campera y salió de su casa, mirando alrededor por si aparecía alguien a atacarla. No había nadie más a esa hora, así que el ambiente era aún más aterrador.

Camino un par de cuadras, mirando el celular por momentos para ver que tan lejos estaba, cuando al doblar en la esquina choco con alguien.

—Lo siento, no te ví —se disculpó con rapidez, cuando levanto la cabeza y vio a la persona con la que había chocado.

Un chico alto y de cabello castaño claro la miraba con el ceño fruncido, como si solo verla lo hubiera molestado. Esos ojos color marrón que la miraban con desagrado le trajeron tantos recuerdos de su pasado que sintió una punzada en el pecho. Nunca pensó que volvería a ver a Darío, no después de todo lo que paso.

—¿Darío?

—Amber, que sorpresa... volver a verte.

—Yo...

—No voy a fingir que estoy alegre de volver a verte, porque siento muchas cosas menos felicidad en estos momentos —la interrumpió —así que solo sigue tu camino y finge que no me viste, yo voy a hacer lo mismo.

—Está bien, mi intención no era molestarte.

Darío rodó los ojos, molesto por la reacción de Amber «¿Se volvió loca después de que dejamos de hablarnos?» de igual forma, no le importaba mucho, volver a verla le dejaba muchos recuerdos que quería dejar enterrados en el pasado.

Amber iba a seguir su camino, cuando vio a una persona parada al lado de Darío que la miraba con sorpresa. No podía ser posible, creyó que estaba en peligro y por eso iría a buscarla, pero no era así. Dayana la miraba a ella y luego a Darío sin entender que estaba pasando. Al parecer, nunca estuvo en peligro. No solo estaba a salvo, sino que también estaba acompañada de su antiguo compañero.

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