02

—¿De verdad vas a estar bien? —insistió Dayana, sin poder ocultar su preocupación.

Amber asintió, asegurando que las palabras de esas chicas ya no le dolían tanto, pero era mentira y las dos eran consientes de ello. Las pesadillas todavía la atormentaban de noche. La culpa, el dolor, sumado al constante recordatorio de los demás, la hundían en un profundo pozo sin oportunidad de escapar.

—Vamos a salir mañana —aseguro Dayana, no era una pregunta.

—Está bien, mañana no tengo nada que hacer.

—Mucho mejor, nos vemos mañana.

Dayana dio unos pasos, mirando a su amiga de reojo, como si no quisiera irse, antes de mover la mano en modo de saludo y subirse a su auto para irse.

Sola por fin, Amber dejo escapar un suspiro tembloroso mientras sacaba aquel papel de su bolsillo. Lograba entender que el nombre de Elena era otro recordatorio de su pasado, de lo que había hecho, pero ¿qué pasaba con esa fecha? Miro su celular, dándose cuenta de que faltaba exactamente un mes para que llegue el 23 de mayo.

«Tal vez solo estoy imaginando cosas» pensó, intentando animarse a sí misma. Con eso en mente dejo el papel tirado y se fue a dormir.

Al día siguiente despertó por unos golpes en la puerta. Creyó que se trataba de su mejor amiga, así que fue a abrir con una expresión somnolienta, acomodando solo un poco su cabello, sin embargo, no había nadie. Pensó que tal vez se lo había imaginado debido al sueño, así que cerro la puerta, sin notar al chico que la miraba con odio.

Una hora después se oyeron de nuevo unos golpes en la puerta, solo que esa vez sí había alguien detrás.

—Pensé que seguirías dormida —comento Dayana pasando al lado suyo, mirando la hora en su celular: eran las 9:00 de la mañana.

—Me pareció escuchar unos golpes en la puerta y me levanté, creí que eras tú.

—¿Yo? Pero si yo nunca llego antes de las 8:30 ¿Quién era?

—No era nadie.

—¿Cómo?

—Abrí la puerta y no había nadie.

—Solo espero que no sean esas pesadas —murmuró con molestia —¿te fijaste si no dejaron un paquete o algo? En las películas siempre hacen eso: dejan algo, tocan el timbre y huyen.

—Pero no estamos en una película, y no, no dejaron nada.

Dayana frunció el ceño sin estar del todo satisfecha con su respuesta, tenía el presentimiento de que alguien estaba molestando a su amiga, pero Amber se veía demasiado tranquila al respecto, después de todo, incluso si esas chicas la molestaban siempre que podían, nunca llegaron a su casa. Al parecer ese era su límite. Estaba a salvo en su hogar.

—Bueno, si estás tan segura entonces te voy a creer.

—Mejor así, ¿Ya desayunaste?

—Claro, hace rato ¿y tú?

—También, ya lo hice.

—¡Genial! Vamos entonces, no quiero llegar tarde.

—No me dijiste a donde vamos —le recordó, cruzando los brazos y mirándola con una ceja levantada.

—Te quiero presentar a una amiga, estoy segura de que se van a llevar bien.

—¿Una amiga?

—Sí, la conozco desde que era pequeña, pero ella tuvo que irse hace un tiempo.

—Y ahora esta de regreso...

Dayana asintió emocionada. Amber fingió una sonrisa.

No era que le molestará que su amiga se juntara con más gente, ni que fuera una persona gruñona, pero tenía miedo de que ellas le hicieran saber de su pasado tan pronto como la conozcan. No sería la primera vez que lo hagan.

Sentía sus manos sudar en el momento que el auto se detuvo en frente de una plaza, había muchas personas, no podía adivinar quien era la chica a la que buscaban.

—Hoy es el clima perfecto para estar afuera —comento Dayana con entusiasmo.

—Lo esta, sí.

—¡Oh, mirá! Allá esta Celeste. Vamos, estoy segura de que van a ser mejores amigas.

Amber asintió, forzando una sonrisa una vez más antes de bajar del auto y seguir a su amiga. Una chica de estatura baja y deslumbrante sonrisa se acercó a ellas, saludando a Dayana con un fuerte abrazo, seguido de un beso en la mejilla.

—¡Cele! Que bueno volver a verte, te extrañé muchísimo.

—Yo también, allá ninguna se reía de mis chistes.

—Tus chistes son malísimos —se burló, pero se detuvo al ver la expresión incómoda de Amber —por cierto, ella es Amber, mi amiga, la conocí hace dos años.

—Mucho gusto, mi nombre es Celeste. Day me hablo mucho de vos.

—Espero que solo cosas buenas... —murmuró, lanzando una pequeña broma para no sentirse tan nerviosa.

Celeste agrandó su sonrisa, si es que era posible, lo que le hizo pensar a Amber que era el tipo de persona que sonreía muy seguido y que era el alma del grupo. Había conocido a una chica así en el pasado, que siempre estaba sonriente, pero cuando se enojaba daba muchísimo miedo, incluso en aquellos tiempos en los que disfrutaba haciendo sentir mal a los demás nunca se atrevió a meterse con ella. Era una mala persona, pero lo suficientemente inteligente como para darse cuenta con quién debía evitar buscar problemas.

—No te preocupes, solo cosas buenas —aseguro Celeste con una sonrisa.

—¿Vamos a sentarnos? No me gusta estar parada por mucho tiempo —se quejó Dayana.

Las otras dos chicas la miraron con confusión, después de todo recién llegaban y Dayana ya quería sentarse. De verdad era una chica muy floja.

—Allá hay un banco desocupado —señalo Amber.

—Vamos entonces, ya me están doliendo los pies.

Amber rodó los ojos con diversión ante el comentario de su mejor amiga y las tres fueron a sentarse. Estaba feliz, todavía un poco nerviosa, pero feliz, después de todo las cosas no habían iniciado tan mal como creyó «Tal vez hasta podríamos ser amigas» pensó con una sonrisa, sin embargo, la sonrisa que tenía hasta el momento se borró cuando vio llegar a dos chicas que conocía más que bien. Se había emocionado demasiado rápido, nunca podría escapar de ellas ni del destino.

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