03

Sus piernas dolían de tanto correr, pero no quería ni podía detenerse. Al final, las cosas si resultaron siendo un desastre. Apenas vio a Camila y Sofía acercarse a ellas el miedo la inundo por completo y su primer instinto fue huir, así que eso hizo. No se detuvo ni siquiera ante los llamados de su mejor amiga ¿Qué sentido tenía? Había arruinado todo solo con su presencia, otra vez.

Dejo de correr recién cuando llego a su casa, entrando y cerrando con fuerza la puerta. Estaba cansada de todos, incluso de ella misma ¿Se merecía todo eso como un castigo? Tal vez sí, pero no quería seguir pasando por todo eso. Deseaba que todo se detuviera de una vez.

Estaba por dejarse caer en el sillón cuando alguien golpeo su puerta. No podía ser Dayana, ella había quedado en la plaza con Celeste ¿o tal vez llegaron tan rápido porque fueron en auto?

Con algo de dudas abrió la puerta, viendo que de nuevo no había nadie, pero tampoco dejaron algo. Tal vez eran las mismas personas que siempre la molestaban, de ser así significaba que sus bromas se estaban volviendo cada vez más tontas e infantiles.

—¡Inmaduros! —grito, mirando alrededor para ver si encontraba al responsable.

No vio a nadie sospechoso, por el contrario, solo se ganó una mirada de desagrado de su vecina, que en ese momento se encontraba regando las plantas.

Con las mejillas rojas por la vergüenza al haberse dejado llevar, cerro nuevamente la puerta. No tenía sentido gritarle a la nada, la o las personas que la molestaban ya se habían ido. Era molesto sentir que ya no podría estar tranquila ni siquiera en su propia casa, pero mientras no pasaran de golpear la puerta e irse corriendo estaba todo bien ¿verdad? Solo debía ignorarlos, tal vez así se cansarían y la dejarían en paz. Sí, eso era lo mejor.

Los golpes volvieron a escucharse unos segundos después, asustando a Amber lo suficiente como para hacer que se quede quieta en el lugar sin saber que hacer ¿Acaso eran ellos? ¿Habían vuelto para seguir molestando? Los golpes siguieron, hasta que escucho una voz familiar llamándola por su nombre.

—¿Dayana? —pregunto con precaución.

Quería estar segura de que se trataba de su mejor amiga.

—Sí, soy yo.

Su cuerpo se relajó en el momento que confirmo que sí, había sido Dayana la que hablo y no su mente imaginando cosas. Abrió la puerta, pero había un problema, Dayana no estaba sola.

—¿Qué ocurre?

—¿Qué hacen aquí?

Preguntaron las dos al mismo tiempo.

Celeste solo las miró en silencio, sin saber qué decir, limitándose a mirar a Amber con un poco de desagrado pero también con lástima. No le agradaban las personas que molestaban a los demás para sentirse superiores, pero tampoco podía juzgarla sin conocerla.

—¿De verdad hiciste eso? —pregunto, interrumpiendo la conversación que ambas mantenían.

Amber se quedó quieta unos segundos, incapaz de formular una frase entendible en esos momentos. Miro a su mejor amiga, luego a Celeste, antes de asentir y bajar la cabeza.

—¿Vas... a molestarme también? —se atrevió a preguntar.

—Claro que no. Lo que hiciste estuvo mal, pero yo no sería mejor persona si hago lo mismo.

Amber asintió, sintiéndose aliviada de que al menos Celeste no parecía querer molestarla igual que los demás, así que levanto la cabeza, sintiéndose más tranquila, sin embargo, la tranquilidad duro poco tiempo, ya que algo duro impacto contra su frente. Llevo una mano hasta el lugar del impacto, viendo sus dedos con sangre.

—¡Amber! — grito Dayana con pánico al ver la sangre cayendo por el rostro de su amiga.

Ninguna de las tres miro alrededor para averiguar quién había sido, demasiado asustadas como para pensar en algo más que llegar al hospital tan pronto como sea posible.

Celeste estaba pálida del miedo. Debido a la cercanía esa piedra podría incluso haberle dado a ella o a Dayana. «Estar cerca de ella es peligroso» pensó, mirando de reojo a Amber que se encontraba sentada al lado suyo en los asientos de atrás ¿Sería capaz de quedarse al lado de alguien que tenía tanta gente odiándola? Podría ser peligroso.

—¿Te duele mucho? —pregunto Dayana, sin embargo no le dejo tiempo de responder porque siguió hablando —ya vamos a llegar, el hospital está cerca, no te preocupes y mantén la calma.

Cerca de ellas, en un Fiat Cronos, un chico de cabello castaño claro las seguía de cerca, sonriendo con burla al recordar la mirada desesperada que habían tenido las tres antes de correr al auto. Ninguna volteo en su dirección, y él estaba tan cerca, le parecía hasta patético que no lo hubieran notado.

Deseaba acabar con Amber de una vez por todas, pero debía ser paciente, primero la haría sufrir como ella lo había hecho con Elena, sufriría el doble, iba a encargarse de eso personalmente.

—Supongo que por hoy es suficiente —murmuró para sí mismo.

Dejo de seguir a las chicas, parando en frente de una casa y sacando su celular para hacer una llamada.

—¿Hola?

—Sofía —saludo con voz alegré —¿va todo bien?

—Todo perfecto, la inútil esa siempre huye de forma patética cada vez que nos ve.

—Y me parece bien, pero no es suficiente.

Sofía frunció el ceño sin saber que decir, ya había hecho muchas cosas que vio en películas para adolescentes ¿qué más podía hacer?

—¿Qué quieres que hagamos? —pregunto al final.

—Usa la imaginación: tienes que hacer que la culpa sea cada vez más fuerte, quiero que la humilles y la lleves al límite. Recuérdale todo el tiempo el tipo de persona que es. No dejes que lo olvide.

—Ya la molesté bastante.

—Tus bromas son de niñas, quiero algo más fuerte.

Sofía suspiró con frustración. Bien, tal vez sus "bromas" no estaban a la altura de lo que esperaban de ella. Tenía que esforzarse más y no hacerlo parecer algo de adolescentes.

—Está bien, yo me encargo de que ella se sienta tan mal como sea posible.

—En cuanto a Dayana, deshazte de ella, no es alguien importante. Solo alejala de Amber.

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