Equinoccio

Equinoccio

Maldición

Los reyes de Inver por mucho tiempo habían deseado tener un niño, un heredero. A través de su consejero Ralf, le pedían a los dioses que los ayudarán a cumplir su anhelo.

Finalmente, sus plegarias fueron escuchadas y la reina dió a luz a un hermoso hijo varón, al que nombraron Lars.

Lars era realmente llamativo, había heredado el cabello rojo fuego de su padre, la tez de tonalidad dorada de sus antepasados paternos y los ojos verde esmeralda de su madre. Cuando el pequeño yacía en su cuna, parecía que ésta resplandecía con su presencia.

Los padres del niño afirmaban que su pequeño era un rayo del mismo sol que había llegado para bendecir esa tierra.

Orgullosos de su heredero, los reyes decidieron brindar un inmenso banquete, invitando a todo el mundo a su celebración. Invitaron tanto a monarcas vecinos como lejanos y a todos los plebeyos de su reino. Todo el mundo podía asistir a la presentación del pequeño Rayo de Sol.

Fue un día espectacular, los dioses mismos habían despejado el cielo y calmado el clima para asegurar una jornada tranquila y agradable. Todo estaba dispuesto para la presentación del Príncipe Heredero de Inver.

Nublados de felicidad y orgullo, el padre del niño cometió un error trágico que cambiaría la vida de la familia real y del reino entero. Subido al escenario que prepararon especialmente para el evento, con su hijo en brazos, a un lado la reina y al otro su fiel consejo, Ralf, el rey alzó a Lars y lo mostró a la multitud.

"Lars Rayo de Sol, heredero del reino Inver"

Todos los presentes estallaron en aplausos. El niño parecía brillar allí en lo alto, con su cabello rojo, su piel dorada y sus inmensos ojos verdes. Nadie dudaba que su sobrenombre "Rayo de Sol" le quedaba a la perfección.

"Lars será el próximo gobernante en esta tierra. Será un rey justo y bondadoso que llenará de luz y calor a todos" El rey bajó al niño y lo miró con ojos llenos de amor "La reina y yo nos encargaremos que así sea. Serás el sol de esta tierra"

"Señor" Le dijo Ralf acercándose con cautela y hablando en voz muy baja - Sea prudente con las palabras, su majestad.

"¿A qué te refieres?"

"Esta tierra tiene un Dios Sol que nos protege. No queremos ofenderlo."

"No digas tonterías, Ralf. Hasta los mismos dioses están de acuerdo con nosotros." El rey miro hacia el cielo despejado, su rostro iluminado de alegría. "Ellos mismos nos regalaron este milagro, por el que les estoy inmensamente agradecido."

"Si, señor, pero no olvide que ellos son los supremos. Los mortales no debemos compararnos con los dioses... jamás."

El rey ignoró a su consejero, volvió a alzar al niño y a mostrarlo frente a todos.

"Lars Rayo de Sol, enviado por los propios dioses..."

"No diga eso, su majestad... los hará enfadar."

Las nubes del cielo comenzaron a moverse en círculos alrededor de la celebración, solo algunos prestaron atención al extraño comportamiento en el firmamento...

"Protector de nuestra tierra, con su fuerza, luz y belleza guiará a Inver a ser un reino próspero dónde todo el mundo querrá vivir."

"Señor, no intérprete la voluntad de los dioses tan livianamente..."

"La voluntad de los Dioses es clara. Lars es un Dios entre mortales, lo enviaron para gobernar y guiar."

Las nubes se arremolinaron tornandose oscuras. Un viento helado azotó la fiesta, volando mesas, comida y utensilios por todos lados. Los invitados se aterrorizaron por el extraño suceso, todos convencidos que las palabras del rey habían ofendido a los supremos.

De pronto, paredes de hielo comenzaron a brotar de la tierra, apresando a todos los presentes en un corral helado.

"Vaya, vaya... cómo que se ha pasado un poco de la raya, Rey de Inver... " Se escuchó que decía una voz de mujer, imponente y burlona.

"Lo sentimos" Se adelantó a decir Ralf  "El rey solo está muy feliz y agradecido por su divina generosidad"

"Es...es cierto" Tartamudeo el rey "No.. fu..fue mi.. inten... intención"

"Pues a mí me pareció que estaba alardeando" Comentó otra voz, está vez de varón "Dejé que llamarán al niño Rayo de Sol, pero compararlo conmigo... eso es demasiado."

"¿Dios Sol?" Preguntó con temor el consejero.

"El mismo."

"¿No vas a decir quién soy yo? ¿Que clase de sacerdote eres?"

"Lo siento, sagrada presencia. No reconozco su voz."

"Obvio que no." Rio la mujer. Una silueta femenina se vio reflejada en el hielo junto a otro masculino, pero no se podía ver sus rostros "Nunca me has invocado, ni rezado."

Ralf lo pensó con cuidado. Él era muy respetuoso de los Dioses, los veneraba a todos ellos, cada uno en su especialidad...

"No... no puede ser..."

"Estúpido mortal. No sirves como sacerdote, por eso la reina no quedaba embarazada."

"Tú... ¿No lo permitias?"

"No, duh"

La Reina dió un paso al frente, sus ojos llenos de lágrimas.

"Lars... él está aquí... porque yo te recé... yo te lo pedí."

"Eras la única con cerebro en éste reino. Lastima que no hayas cayado a tu marido."

"Mi reina..." Ralf la miró con temor e inseguridad "¿Quien es? ¿A quien le ha rezado?"

"A la belleza" Respondió la reina "Le pedí por la belleza de un niño, la belleza del amor de madre que no había podido sentir nunca y que tanto anhelaba sentir."

"¿Belleza?" Se preguntó Ralf desconcertado

"Y vaya que me esmeré con ese pequeño" Se felicitó la Diosa "Lo he hecho casi perfecto"

"¿Porque "casi"?"  Preguntó el rey. Ralf se tomó la frente frustrado, no debía cuestionar a los dioses.

"Por que es mortal" Respondió el Dios Sol "Nunca será como nosotros, nunca será un Dios."

"Lo sabemos" Se apresuró Ralf "No quisimos inferir tal cosa. Un humano nunca será como un Dios."

"¿Y crees que con decir eso nos basta?" Pregunto la Diosa "No solo se han atrevido a comparar a ese mortal con uno de nosotros, sino que además, se atrevieron a ignorar mi generosidad."

"Lo siento mucho, Diosa"  Le dijo Ralf "Jamás me había fijado..."

"Jamás te habías fijado en la belleza, jamás le has dado importancia. ¿Acaso no hay belleza en los prados de éste reino? ¿En las altas montañas con sus picos nevados? ¿En las orillas del mar que baña las arenas doradas?"

"Si, claro que la apreciamos"

"¿No hay belleza en los días cálidos cómo el que hoy fuera? ¿O en la lluvia cuando riega sus sembradíos?"

"Si, mi Diosa. Hay belleza en todos lados."

"Pues ya no la habrá."

El frío se intensificó. Los mortales, golpeados por la baja temperatura se arrodillaron en el suelo. El césped que antes pisaban se tornó hielo, el hermoso palacio rodeado de hermosas rosas rojas se enfrió tanto que las mismas perdieron su color y sus hojas.

Todos se abrazaron a si mismos buscando calor.

"No tienen derecho a la belleza que da el calor ni el sol" Dijo el Dios Sol con voz furiosa.

"Y no tendrán derecho a la belleza que le he otorgado al niño."

"¡No!" Gritó la reina y corrió hasta su marido, quien trataba de proteger con su túnica a su hijo "Lars es solo un bebé. Él no los ha ofendido y nunca lo hará."

Un remolino de viento y nieve emergió de las paredes heladas, rodeando al rey. El monarca aferró a su niño contra su pecho, esforzándose por defenderlo del ataque helado.

La reina se apresuró a querer ayudarlos, pero el remolino la empujó hacia atrás. Al verse el pecho, dónde la ventisca la había golpeado, vió como se le congelaba el vestido y hasta la piel.

"Reina" Chilló Ralf acercándose a ella.

"¿Qué podemos hacer, Ralf?"  Preguntó la reina llorando "Los están matando."

"No podemos hacer nada..." Se lamentó el sacerdote "Es el castigo de los dioses."

"Diosa Belleza, te he rezado y adorado todo este tiempo" Imploró la reina fijando su mirada en la silueta detrás de la pared de hielo "Valoro tu presencia y tu generosidad. Tengo que pedirte clemencia, por favor... no castigues a mi hijo por nuestros errores. Él será un fiel devoto de tu figura, él te adorará cómo ningún otro mortal lo ha hecho. Te lo ruego, déjalo vivir."

"Te concederé tu petición." Respondió la Diosa "En reconocimiento a tus tributos y oraciones. Pero debes prometer, que Lars de Inver será un ferviente adorador de la belleza, de mi figura y mi generosa divinidad."

"Lo prometo."

"En consecuencia a esto... No podrá adorar ni amar a ningún otro ser. Tendrá prohibido admirar belleza si no es a mi propio templo." Se detuvo "Que por cierto, deben construir"

"Lo prometo, Diosa. Lars solo tendrá ojos para su belleza."

"Trato hecho."

La ventisca se disipó, desplomandose la nieve alrededor de la figura del rey. Ralf y la reina se acercaron con cautela, sus corazones inundados de angustia mientras observaban a quien fuera el monarca de aquel lugar, convertido en una fría estatua de hielo.

Todos los presentes observaban atónitos la estatua del rey y se preguntaban por la salud del niño, hasta que se escuchó el llanto del pequeño emerger de entre los helados brazos de su padre.

"¡Lars!" Gritó la reina y se acercó corriendo. Miró el rostro congelado de su marido, se veía la angustia en el rostro de aquel poderoso hombre que buscó proteger a su niño.

"Mi amor... " Murmuró ella, dejando que las lágrimas bañaran su rostro. El niño volvió a llorar y la reina lo rescató de entre el hielo.

El pequeño estaba envuelto en la túnica roja de su padre. La única prenda del rey que no se había congelado. La madre abrió las telas para contemplar una imagen que casi le desgarra el corazón...

El rojo fuego de los cabellos de su niño fueron reemplazados por un blanco puro como la nieve, la piel dorada de sus ancestros ahora era pálida y sus ojos verdes esmeralda, se había vuelto en un azul frío como el hielo. Su pequeño Rayo de Sol se había apagado.

"Mi pequeño ángel..." Murmuró la Reina y quiso tomar sus delicados dedos con los suyos, pero al tocarlos una escarcha helada ascendió por sus yemas, congelándo los dedos que lo habían tocado.

"Es una maldición." Dijo Ralf al ver lo que había pasado con la mano de la reina "A la Diosa no le bastó con su promesa.

"Debo estar agradecida" Respondió ella mirando a su pequeño descolorido "Ha cumplido su palabra. Mi niño aún está vivo. Es todo lo que importa."

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Comments

Dora Molina

Dora Molina

está muy interesante 😊 aquí vamos ☺️

2023-05-19

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