El Imperio Farah dominaba las grandes extensiones de tierra del Oeste, incluyendo uno de los oasis más maravillosos de esa parte del mundo.
Aunque estaba rodeado de un cruel desierto, la particular tierra era bendecida con un río gentil que ofrecía agua, frescura y recursos a sus habitantes.
Alrededor del Imperio se habían construido inmensas murallas que protegían a todos de las invasiones o ataques de otros reinos deseosos de obtener las riquezas de las que ellos disfrutaban, pues en el desierto el dueño del agua era el que tenia el mejor tesoro de todos. ¿De qué podría servir el oro y las joyas si ibas a morir de sed en el desierto?
La familia real era adorada por los habitantes del Imperio. El linaje de monarcas se caracterizaba por ser especialmente justos y generosos con el pueblo. Aunque había lujos y privilegios, los emperadores se preocupaban por el bienestar de su pueblo y buscaban ofrecer una buena calidad de vida para todos.
El Emperador y su Emperatriz eran figuras respetadas y admiradas, así también lo era su hijo mayor Farid, quien estaba destinado a sucesor del trono. Las princesas Nabila y Dalia no gozaban de la misma admiración que despertaban los mayores, pero sus rangos les ofrecían respeto.
Lamentablemente Farid nunca llegaría a gozar del poder que ejercía un Emperador. Jamás podría realizar los proyectos que inundaban su mente para potenciar el Imperio y modernizarlo. Sus ideas revolucionarias, que buscaban incorporar tecnología y conocimientos extranjeros a las actividades de la ciudad, solo traerían desgracia.
Era una celebración especial, la más convocante del año, pues esa noche se ofrecía un tributo a los Dioses del Desierto para que les ayuden a tener un año próspero, y al Dios Rio que sus aguas alimentaran los sembradíos para el Imperio y el comercio. Era una fiesta larga, que duraba varios días y noches, cada jornada dedicada a un Dios especial.
La noche 5ta era la favorita de Dalia, pues se homenajeaba a su deidad favorita, la Diosa Hoguera.
La hoguera era más que el fuego, según Dalia, porque no tenía la violencia de lo salvaje que tenía aquel. La hoguera era fuego controlado, que daba calor a los hogares en las noches frías del desierto y ayudaba a cocinar los alimentos. La hoguera representaba la familia, pues alrededor de ella se reunían para contar historias y conversar de sus actividades. La hoguera era pasión, porque despertaba el fuego dentro de los amantes.
Dalia veneraba especialmente a su Diosa y cada noche pedía su protección, por su hogar, por su familia y por un futuro amado (que todavía no conocía, pero sabía que vendría) Por lo que, esa noche, sería la encargada de rendirle homenaje, con un baile especial que llevaba varios meses ensayando. Le mostraría a su Diosa toda su devoción al danzar alrededor de la hoguera principal, ubicada en el centro del patio de palacio.
Estaban detrás de una pesada cortina esperando su turno. Nabila estaba nerviosa, aunque era una excelente bailarina siempre se tensionaba antes de salir en escena...
"Tranquila. Todo saldrá bien" Le decía Dalia tomándole las manos "Hemos ensayado hasta el cansancio, es imposible que salga mal."
"No lo sé, Dalí... " Respondió su hermana con un hilo de voz "Tengo un mal presentimiento."
"¿Que tipo de presentimiento?"
"No sé explicarlo" Nabila llevó sus manos a su pecho "Siento que algo saldrá muy mal."
Dalia la miró con preocupación. Nabila era especialmente perceptiva, muchas veces sus corazonadas eran bastante certeras. Movió la cabeza hacia los lados, tratando de no pensar en ello. Quizás Nabila solo tiene miedo de olvidarse algún paso de baile.
"Yo estaré contigo, hermana." Le sonrió, tratando de transmitir confianza "Si estamos juntas, nada puede salir mal."
El retumbar de los tambores dió la señal. Era hora de salir al escenario y ofrecerle a la Diosa Hoguera el baile especialmente diseñado para ella.
Dalia sonreía con entusiasmo al salir de la cortina y comenzar su ensayado baile.
El vestuario para la ocasión destacaba con los movimientos elegantes de su danza, la larga falda de fina tela que se movía con gracia alrededor de sus piernas, el cinto de monedas doradas que brillaban con el reflejo de la hoguera y la blusa corta de tela semitransparente que dejaba libre su abdomen para que su baile se apareciera con mayor esplendor. El cabello negro y ondulado de la princesa se movía libre y sus ojos oscuros brillaban con alegría y devoción a su Diosa, su piel morena se iluminaba con ayuda del fuego que tanto amaba.
Dalia dejaba su aliento en aquella danza, regalandole su esfuerzo y pasión al elemento que adoraba.
Nabila bailaba junto a ella en perfecta sincronía, pero en su rostro se veía la preocupación que le carcomía por dentro. Dalia reconocía la expresión de su hermana y no podía evitar preocuparse, hasta que los tambores comenzaban la estrofa final de su canción, dándole alivio a la joven. No estaba pasando nada, era solo una corazonada.
Pero entonces, un estruendo detuvo la música. Las hermanas pausaron la danza y un griterío se contagió desde el fondo de la multitud hasta donde estaban ellas.
Una horda de caballeros vestidos con armaduras negras, con sus rostros cubiertos y blandiendo espadas curvadas se hicieron paso cortando cabezas y asesinando a todos los que tenían a su paso. Dalia los observó horrorizada y se volteo a ver a su hermana, quien tenía las mejillas bañadas de lágrimas...
"Nabila..."
"Huye, Dalia. Vete de aquí."Le dijo en tono desesperado. Dalia la tomó de la mano para llevársela consigo
"Nos vamos juntas" Nabila se soltó
"No." Dalia quiso agarrarla de nuevo "Eres la única que va a salvarse. Está destinado."
"¿Pero que ridiculez dices? Vamos, si yo me salvó, tú también."
En ese momento, uno de los violentos caballeros, se abalanzó contra ellas y su espada impactó directamente en el pecho de Nabila.
"¡Noooo, Nabila!" Dalia se quedó paralizada frente a la imagen desgarradora de su hermana cayendo al suelo sin vida. El caballero levantó otra vez su espada y la princesa lo miró con rabia "Maldito, ¿Porque están haciendo esto?"
El guerrero bajó la espada con violencia, Dalia no pudo atinar a moverse, pero antes que impactará sobre ella, su hermano Farid interpuso su espada antes que él atacante lograra tocar a la princesa.
"Vete de aquí, Dalia"
"Pero, hermano"
"¡Vete ya! Yo me encargaré de estos traidores"
Obedeció a su hermano, sabiendo que no había nada que ella pudiera hacer para ayudar.
Su imperio ardía, los invasores habían usado el fuego de la hoguera para encender antorchas ycon ellas quemar todo a su paso.
Su hogar, su familia y su futuro ardían al calor del fuego salvaje.
Vió tres caballeros negros acercarse con violencia. Siguiendo las órdenes de sus hermanos, se echó a correr. Ignoró las imágenes abrumadoras que se le cruzaban en su carrera y continúo su desenfrenado camino al costado del río, buscando la salida de la Ciudad Imperial hasta su desembocadura en el mar.
Los caballeros que la seguían, por sus monturas, se veían impedidos de sortear obstáculos con la misma agilidad que ella. Eso compensaba la velocidad de los caballos y le permitía avanzar en su búsqueda de supervivencia.
Llegó a las orillas del océano. Antes de dejarse guiar por el Dios Rio, decidió mirar hacia atrás. Las lenguas de fuego danzaban cruelmente mientras devoraban su Imperio. Dalia se preguntó si el resto de su familia había sobrevivido al ataque... No tenía tiempo de averiguarlo, sus perseguidores estaban muy cerca.
La princesa se zambullo en el mar. Comenzó a nadar hacia las tierras que se veían del otro lado del ancho camino de agua. Aunque se veían lejanas, confiaba en que podría llegar hasta allá.
Los caballeros tenían difícil el avance por el mar. Mientras que Dalia sentía que las aguas estaban calmas, a ellos parecía que los detenía impidiendo avanzar. La joven agradeció al Dios Rio, convencida que era su fuerza la que detenía a los perseguidores.
Lo que el río, ni el mar podían ayudar, era en la fuerza que necesitaba para llegar. Dalia sentía que el peso de aquella ardua carrera comenzaba a debilitar sus piernas y brazos. El agua de mar se sentía pesada, se le metía por la nariz y por la boca cuando sus brazadas no lograban ser lo suficientemente certeras.
Estaba cansada, asustada y devastada por lo que había sucedido en su ciudad. La adrenalina le bajaba y el instinto de supervivencia la abandonaba. Dejó de nadar, cerró los ojos y se rindió.
Llegó a la orilla opuesta empujada por las olas. Estaba inconsciente cuando su cuerpo tocó la superficie, pero el frío intenso de aquel suelo la obligó a despertar.
La arena le resultó extraña, nunca había sentido una tan fría ni había visto tan blanca. Quizás no se trataba de arena. La tocó con curiosidad, era muy fría y su textura no se sentía como nada que ella hubiera conocido.
Levantó la mirada y se encontró con un inmenso paisaje blanco. Avanzando por ese suelo desconocido, se encontró con la entrada a una especie de bosque. Los árboles tenían los troncos grises, bañados por esa sustancia blanca que encontró en el suelo, las hojas y vegetación también eran blancas.
Dalia sintió la fuerza del frío. Ni siquiera en las noches más frías del desierto había sentido nada igual a ese clima. Era extraño y dañino, su cuerpo temblaba y los dedos desnudos de sus pies se entumecian por el contacto con ese suelo.
El sonido del relinchido de un caballo la hizo ignorar el paisaje. Miro hacia atrás para comprobar que los insistentes caballeros seguían detrás de ella.
Volvió a correr, sus pies hundiéndose en esa superficie blanca, le dolían los dedos y su vientre desnudo se lastima a con las ramas secas que rasguñaban su piel.
Fuera del agua, los caballos eran más eficientes. La alcanzaron rápidamente, saltaron por encima de su cabeza y se colocaron frente a ella, destrozando un arbusto gris y blanco que había en el camino.
"Hasta aquí llega tu aventura, princesa." Dijo uno de los caballeros, alzó la espada y su filo descendió sobre ella. Dalia lo esquivo, pero logró darle al costado de su vientre.
El suelo blanco se tiñó de rojo. Dalia se arrodilló en el suelo por el dolor. Los caballeros chocaron sus puños en señal de felicitación.
"Te concedo el golpe final" Dijo el que ya la había herido. El otro levantó su espada "Te reuniremos con tu familia, princesa"
Pero antes que él filo cayera sobre ella, una ventizca poderosa los atacó de entre los árboles. Los caballeros intentaron luchar contra el viento y la marea de fragmentos blancos que los atacaban, pero está se volvió más intensa, cubriéndolos por completo.
Dalia sintió el dolor de su herida, miró su mano ensangrentada mientras la conciencia volvía a abandonarla.
Cayó rendida sobre el suelo blanco, su sangre brotaba manchando aquella arena desconocida.
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