Mi Eterno Guardián

Mi Eterno Guardián

SACRIFICIO

...PRÓLOGO ...

Noche, penumbra eterna, manto de oscuridad roto solo por las columnas de fuego y humo que se alzaban sobre el convento. Los gritos sofocados de aquellas que no lograron salir ya no se oyeron más. Ella abrió los ojos con pesar, el dolor apremiante en las sienes no la dejaba pensar claro… no podía ni recordar cómo llegó ahí, solo sintió un golpe en la cabeza y luego todo se volvió oscuridad.

Cuando se incorporó encontró las camas a los lados del cuarto, deshechas y manchadas de rojo, vidrios rotos por todos lados, el pentagrama en el suelo y cinco velas negras ya consumidas una en cada punta. Y ella en el centro con un hermoso vestido blanco, y sus manos atadas con una cuerda de seda roja Ella. La Novia…

-oh…-de pronto como si un trueno partiera la tierra un terrible retumbar se sintió en todo el lugar un temblor, y la puerta del dormitorio se hizo pedazos para dejar entrar a una criatura salida de las peores pesadillas de algún demente…

-No… no… -la pobre Chica sintió sus ojos azules empañarse con gruesas lágrimas mientras aquel monstruo se acercaba lentamente, sus garras largas goteando sangre fresca, su piel oscura y marchita pegada a un esqueleto desproporcionado, grandes ojos rojos como canicas carmesí y una boca dentada llena de filosos colmillos

-¡aléjate! ¡Vete!… -gritó la chica retrocediendo y tropezó con una de las velas cayendo al piso, mientras el monstruo emitía un alarido espantoso y se alzaba sobre ella vociferando palabras penas entendibles…

-sa…cri…fi…cio…-gruñía aquella bestia arrastrando las garras hasta ella, la pobre se levantó como pudo y se hizo a un lado cayendo sobre los cristales rotos y cortándose la mano izquierda.

-¡¡¡Sacrificio!!!

-¡ayúdenme!- gritó desesperada la joven.

el monstruo arremetió contra ella al mismo tiempo que la chica apoyó la mano sobre el pentagrama para poder levantarse, entonces la gotas de sangre cayeron sobre la inscripción y las velas se encendieron mientras un brillo púrpura y negro se desprendía de este haciendo retroceder a la bestia. Delante de ella se materializó un joven hermoso de piel blanca pálida, cabellos largos y negros, alas negras y ropa antigua. El chico abrió los ojos, de un color amarillo claro y brillante… y aquella bestia se estremecía y chillaba en un rincón cual si fuera un perro asustado.

El muchacho miró ligeramente por encima de su hombro, sus ojos se encontraron con los de la hermosa chica en el suelo… y fue como si algo lo sacudiera por dentro. Suspiró, de todos modos había pasado mucho tiempo… y estaba muy aburrido. ¿Que más podía pasar?

-bien, acepto. -dijo con una voz suave, apenas audible.

El muchacho estiró la mano y materializó una lanza oscura con una hoja afilada y curva como colmillo en la punta. Todo fue tan rápido que la chica apenas y pudo verlo, en solo unos segundos la lanza acabó con el monstruo delante de la chica haciéndolo explotar en polvo negro por todo el lugar…

Ella se levantó del suelo asombrada, el joven se volvió y le miró con esos ojos amarillos e inexpresivos, el fuego rodeando a ambos mientras el edificio entero empezaba a caerse a pedazos. La pared lateral se desmoronó como migajas y el viento entró soplando con violencia haciendo volar los cabellos de ambos.

-tú me despertaste…-murmuró sin quitar la vista de la bella joven- mi nombre es Deimos… y de hoy en adelante, soy tu familiar…

El le tendió la mano y la muchacha se quedó mirándolo incrédula. Sin saber por qué tomó esa mano que le tendían y así bajo el fuego y el humo se forjó ese contrato eterno…

...****************...

...MI ETERNO GUARDIÁN ...

Abrió los ojos con el canto de las aves por la mañana. Se removió en las sábanas un rato, no tenía deseos de levantarse aún, de pronto el sentimiento de que no tenía la libertad para moverse como siempre la puso en alerta, la muchacha levantó las sábanas para encontrar su cintura presa entre los fuertes brazos de un apuesto joven de largo cabello negro que dormía plácidamente a su lado.

-Deimos… -suspiró- ¿otra vez? Vamos, abre los ojos… Deimos… -ella se mordió el labio. Ya se le había vuelto costumbre meterse en su cama mientras dormía. La primera vez casi la mataba de un susto pero ahora ya no le tomaba importancia, aunque si le causaba mucha curiosidad de vez en cuando.

Tocaron a la puerta haciendo que la chica saltara sobre la cama con su corazón latiendo velozmente cual tambor y sus mejillas rojas como manzanas, la muchacha entró en pánico sacudiendo fuertemente al pelinegro y este al fin se despertó somnoliento.

-hn…-se quejó todavía enfurruñado en su regazo

-na-nada de “hn” ¡despierta! Tocan La puerta!!

-¿Liz? ¿Estas despierta? -la voz de otra muchacha tras la puerta la alteró más si es que era posible, seguida de otro par de golpes en la puerta ahora con más fuerza -Elizabeth, date prisa o te reñirán de nuevo…

-ya, ¡ya voy jezz!

La puerta se abrió de súbito haciendo que Liz quedara más pálida que de costumbre del susto, mientras el chico en su regazo sonrió de lado muy entretenido con la escena, y claro, mirando como su “ama” pasaba de un hermoso color “blanco cadaver” en su cara a un rojo intenso, sobre todo en las mejillas.

-ay, por Dios, niña, ¡todavía no te alistas! El desayuno se sirve en quince, ¿ok? Baja o el padre Pedro se pondrá como energúmeno

-si, no tardo. Gracias Jezz…-contestó. La muchacha así como entró se fue. Sin hacer comentario alguno del guapísimo muchacho sin camisa, acomodado en el regazo de la linda castaña, como si no lo hubiera visto para nada. Cuando hubo salido ella suspiró aliviada.

-uff… que susto…

-te lo dije, no me verán si yo no quiero…

-todavia no me acostumbro. -dijo sincera

-ustedes los mortales son muy problemáticos…

El muchacho bostezó y se estiró cuan largo era, cosa que Liz aprovechó para levantarse de la cama y sacar su uniforme de la pequeña cajonera. El apuesto chico se volvió a acostar en la cama mirando con curiosidad cada movimiento de su ama. Era una mortal muy linda, por cierto. Piel blanca y cremosa, suave y cálida al tacto…tan distinta de la suya, fría y casi muerta… ojos grandes y azules, con largas pestañas, boca y nariz pequeñas, como si fuera una muñeca. Su cabello largo hasta media espalda, de un color cafe, como el chocolate, un cuerpo delgado y bien modelado, busto pequeño, pero compensando con sus largas y hermosas piernas, y por supuesto la parte de atrás, que muchos humanos del sexo opuesto siempre le miraban sin un poco de recato. Se encontró mirándola más de lo habitual, y Liz sintió arder sus mejillas ante el escrutinio de su guardián destinado.

-¿pasa algo, Deimos?

-no. -dijo a secas, desviando la mirada hacia la ventana. Liz se cambió ahí mismo. No le importó que estuvieran solos en la misma habitación, había algo en ella que le decía que estaba a salvo con él. Se puso la falda y la blusa escolar del uniforme, ajustó el moño rojo al cuello y se recogió el cabello en una coleta alta dejando unos flequillos castaños enmarcando su lindo rostro.

-listo. Hora de ir a clases…-ella le miró de reojo. El joven siguió en la cama mirando el techo sin interés- eh…

-¿si? -dijo sin mirarla

-no, umm… nada.

-¿quieres que vaya? -dijo ladeando la cabeza.

-¿quieres venir? -Liz empezó a jugar con un mechón de su cabello nerviosa

-yo haré lo que tú quieras, Elizabeth. -Deimos se sentó mirándola fijamente, ella por un momento olvidó que debía respirar. Los ojos ambarinos de su guardián capturaron su atención robándole el aliento…- Elizabeth…

-eh, no, ¿sa-sabes qué? Mejor descansa, solo… iré a clases. ¿Quieres que te traiga algo de comer?

-lo demonios no nos alimentamos así. -dijo serio. Ella suspiró.

-oh, cierto… lo, lo olvidaba… vuelvo en un rato…

La muchacha se despidió de él y cerró la puerta encaminándose al comedor. En la habitación Deimos se levantó de la cama y asomó por la ventana del edificio, mirando hacia abajo el gran jardín y la fuente, donde muchos chicos y chicas caminaban y seguían su vida vacía y sin sentido, solo esperando por el día siguiente, y el siguiente…

-que vidas tan vacías…-murmuró. Y aún así… ¿entonces por qué a veces los envidiaba tanto? ¿Será acaso porque siempre estuvo solo?…

-¿Deimos? -el se volvió sorprendido, la puerta del cuarto se abrió y Liz entró con un poco de vergüenza. El joven demonio le miró con las cejas arqueadas- ¿por favor, vendrias conmigo?… no quiero estar sola…

-como quieras. -la chica tendió su mano y él la tomó con una ligera sonrisa que ella no alcanzó a mirar.

Curiosamente, luego de pensarlo bien, Deimos llegó a la conclusión, que desde que Elizabeth lo invocó aquella noche, él ya no estaba solo…

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