Durante el resto de la tarde los estudiantes eran libres de hacer lo que desearan. El colegio de Saint Claire era un internado muy prestigioso, auspiciado por mucha gente con mucho dinero. Tenía aulas amplias y cómodas, una gran biblioteca, jardines y Terrazas, un elegante comedor, piscina, canchas deportivas y alas de recreación, dormitorios individuales para los jóvenes que aunque, no eran en realidad muy grandes, estaban perfectamente acondicionados, cada uno con su baño, y con todos los muebles necesarios. En resumen, el sitio era espectacular, casi un hotel de lujo. Por lo que Elizabeth White no dejaba de preguntarse desde que llegó… ¿que rayos estaba haciendo ella en un sitio así?
-¿pasa algo? -preguntó Deimos sentado a su lado. Ella en su dormitorio hacía los deberes para el día siguiente.
-es solo que ya va a ser un mes.
-de lo qué pasó en el convento, ¿cierto? -ella asintió. Deimos arqueó las cejas un poco, como intrigado por lo que dijo su ama- bueno, no lo sé. Para mí el tiempo pasa diferente.
-¿en serio? -Liz le miró con curiosidad- no sabía. Por cierto, ¿donde están tus alas? La primera vez que te vi tenías un par de alas negras
-¿mis alas? Oh, no son visibles en esta forma. Eso es todo…
-hay mucho que no sé de ti. - le dijo ella, Deimos sonrió ligeramente.
-solo tienes que preguntar… tú eres mi ama, soy tu familiar, debo hacer lo que tú me pidas.
-eh…-ella le miró detenidamente. Su cabello largo y negro como la noche y esos ojos ambarinos y brillantes, una mirada afilada y un perfil Perfecto, un cuerpo que parecía esculpido en mármol por el más talentoso artista, pectorales de acero, espalda ancha, una altura prodigiosa… uff, que un hombre así te dijera “debo hacer lo que tú me pidas”…
-¿pasa algo? -volvió a preguntar. Y es que ella solo quedó con la cara roja y no dijo nada.
-¡No! No, claro que no… solo pensaba.
-esto es recurrente.
-lo siento. -Liz bajó la mirada para posarla en su libro. La verdad últimamente no tenía deseos de nada, y poco le importaban las obras del renacimiento en el siglo de las luces, no tenía cabeza más que para sus problemas.
-¿por qué te disculpas ?
-porque… yo… no sé qué hacer. No sé ni qué va a pasar conmigo, no quieren dejarme ir, no me explicaron nada, solo me trajeron aquí y… y… tú…te arrastré a esto y ni siquiera sé cómo pasó.
Deimos siguió mirándole. Esta vez con más curiosidad que antes. Los mortales eran problemáticos y algo confusos, pero nunca en los cientos de años que pisó el mundo se había encontrado con alguien como ella… ¿estaba preocupada por él? ¿Si sabía que era un ente diferente, y que las cosas no le afectaban de la misma forma? No debería pensar en algo tan insignificante.
-Elizabeth
-¿si? -cuando ella se volvió a mirarlo él estaba justo a su lado. La chica se sorprendió bastante pues no se dio cuenta cuando se aproximó por estar tan distraída. Deimos se agachó a su altura, ella estaba sentada en la silla. Contuvo el aliento al sentirlo tan cerca… ¿otra vez esta sensación? La muchacha no pudo decir una palabra más.
-no pasa nada. No soy como tú….-dijo con una pequeña pero cálida sonrisa.
-yo…
-mira. -delante de la muchacha el apuesto guerrero se envolvió en una luz y minutos después adoptó la forma de un hermoso gato negro. Ella saltó de su silla
-¡oh! ¿Deimos? ¿En… en serio eres tu? -el gato subió a su regazo y asintió- ¡que lindo! ¡Me encantan los gatos!
Se dejó mimar un poco por la chica, dejando que acariciara su lomo y detrás de las orejas. Debía admitir que era una sensación realmente placentera. De pronto la puerta del dormitorio de la joven se abrió y por ella entró una mujer delgada con vestido negro y largo semejante a un hábito. Liz aún con el gato en las piernas giró su silla para prestar atención a la dama. Esta le miró con indiferencia.
-Elizabeth White…
-si, soy yo. -contestó un poco ansiosa.
-a la dirección. Ahora. El hermano Gabriel te espera.
-¿eh? Pero…
-y por cierto, no se permiten mascotas en el dormitorio. -Liz apretó los labios “puede ver al gato…” pensó preocupada.
-cuando tomo forma animal soy visible para cualquiera…-escuchó la voz del joven, pero el minino no dijo nada.
-¿¿¿eeeeh?? -saltó de su silla asustada, la hermana seguía de pie en el umbral de la puerta
-calma, solo tú puedes oírme. -dijo como si alguien murmurara dulcemente en su oído. -sin embargo ella ahora puede verme, lo mejor es que la sigas, te está esperando…
-andando, niña.
-eh, si. En…enseguida voy.
No le quedó de otra que seguir a la mujer. El gato saltó y se echó en la cama mirando como ella cerraba la puerta del dormitorio. Una vez salieron Deimos volvió a su figura habitual. Normalmente la seguiría pero en esta caso sería mejor no hacerlo, Elizabeth no parecía correr ningún peligro dentro del edificio. Además, esa molesta presencia que había sentido unos minutos atrás lo estaba inquietando. No podía detectar si se trataba de un demonio o algún otro ente menor, pero algo si era claro, otro ser como él se encontraba entre los muros de este sitio, y el solo hecho de no poder definir si era peligroso o no empezaba a cabrearle y mucho… Tal vez su presencia ya fue detectada en el mundo mortal, pero era demasiado pronto para algún emisario de su clan. Pronto empezarían a buscarle y cuando eso suceda él estaría listo.
Elizabeth siguió en silencio a la señora hasta una oficina de grandes puertas labradas con lo que parecía ser letras en latín. La enviada tocó un par de veces y en seguida la puerta se abrió mostrando a un hombre apuesto y joven. Piel blanca y ojos azules, cabellos rubios, alto y esbelto. Liz sintió algo extraño apenas lo vio y cuando el hombre sonrió afable la muchacha lejos de tranquilizarse la invadió una especie de temor.
-Gracias, hermana Marie, vuelva a sus labores.-dijo con gentileza
-como usted diga, me retiro.- la mujer obedeció y se fue por el pasillo contiguo dejando a Liz a solas con el extraño sujeto. Él hizo un ademán invitando a pasar a la muchacha.
-Elizabeth, ¿cierto? Adelante, querida niña, por favor… me disculpo por no haber podido atenderte antes, hemos tenido… inconvenientes…
-eh, si. No se preocupe. -ella entró a la oficina, aunque sentía el ambiente muy pesado. En el interior no era diferente, un calor extraño envolvía él recinto que más parecía una sala de oración que una oficina educativa, Elizabeth se sintió algo nerviosa.
-Toma asiento. Primero que nada, bienvenida al colegio Saint Claire… yo soy Gabriel y dirijo la escuela. Espero que te encuentres a gusto con nosotros hasta ahora, querida…
-si, si gracias… pero yo…-Liz no estaba muy tranquila pero se armó de valor, tenía muchas dudas y quería respuestas como sea, antes que formulara cualquiera de ellas Gabriel sonrió y movió un dedo como negando algo.
-ah, ah, ah… lo sé, debes estar llena de preguntas, ¿cierto? Es normal, mi niña, es normal. Pero no te preocupes por nada, aquí en el colegio estarás a salvo…
-¡no! -la muchacha se levantó de su asiento y encaró al joven hombre- ¡no puede hacer de cuenta que no pasó nada! ¡Algo atacó el orfanato y usted sabe lo que es!
-¿oh? -Gabriel sonrió de medio lado, su semblante afable y tranquilo cambiando al de un tipo totalmente diferente, mirada dura y amenazante con expresión un tanto agresiva, Liz retrocedió poniendo la silla delante de ella- vaya si eres voluntariosa, jovencita… ya veo por qué fuiste la elección de Pía, lástima que estuviera tan equivocada…
-¿la madre Pia? Usted la conoció…
-no solo la conocí, fuimos compañeros. Una pena lo que le pasó… pero eso solo muestra que no fue digna de pertenecer a la orden de Saint Claire. ella sabía que los demonios son peligrosos y aún así se atrevió a jugar con ellos… fue una chica traviesa… igual que tú, mi joven dama -Gabriel sonrió amenazante, Liz sintió un escalofrío recorrer su espina
-¿qué? Yo no sé de qué habla. -dijo retrocediendo.
-oh, si que lo sabes, cariño. -el rubio caminó acercándose poco a poco a la muchacha y Liz siguió retrocediendo- Elizabeth, te has portado muy mal…
-¡yo no hice nada!
-tú liberaste al merodeador en el orfanato, ¿cierto, Linda? -Gabriel la acorraló contra el muro poniendo ambas manos a los lados, la chica tembló de nuevo, él sujetó ambas manos de ella y las levantó bruscamente aprisionandolas sin dificultad con una sola de las suyas- usaste los libros de Pía para invocarlo, y seguirá matando en tu nombre…lo veo… tú vínculo con un ser que no es de este mundo… ¿como hizo un caramelo como tú para pactar con un ser tan asqueroso?
-¿los libros…de Pía?… -Liz abrió los ojos aterrada. Entonces el Grimorio era suyo ¡la madre Pía abrió el libro, ella soltó al monstruo!
-voy a mostrarle a la orden lo equivocada que estaba Pía, ¡su protegida destruyó la primera casa! Y ahora, lo pagarás… muy caro… -Gabriel puso fuerza en el agarre y Liz gritó de dolor
-¡aaaagh! ¡Basta, yo no hice nada!…
-arrepiéntete de tus pecados antes de ir al otro mundo!
De pronto la oficina comenzó a temblar terriblemente, el techo se rompió en pedazos al tiempo que algo atravesaba como una bala el concreto y una poderosa lanza caía sobre Gabriel, este soltó a la chica y extendió un par de alas blancas como si fueran un escudo para evadir el golpe y miró hacia arriba una vez el polvo se disipó por completo. Un par de ojos amarillos se clavaron sobre el rubio brillando con furia, extendiendo sus hermosas alas negras Deimos con lanza en mano bajó del techo hecho añicos encarando al director…
-vuelve a tocar a mi protegida, ¡y desataré el pandemónium en este maldito lugar! -rugió el moreno amenazante
-¡Deimos! -Liz le miró en el suelo, el muchacho extendió la mano llamándola
-ven conmigo Elizabeth -la joven corrió a sus brazos y él la escudó tras su espalda…
...****************...
En el colegio sonó una sirena de terremotos evacuando al alumnado, las prefectas se encargaban de sacarlos uno por uno, mientras una chica de cabello claro y coletas con lentes buscaba entre los corredores a su amiga perdida
-¡Liz! ¿Liz… estás aquí?
-¡Jessica, vámonos! -le gritó otra de las chicas tirando de su brazo
-¡Pero Liz no está!
-déjala, ¡de todos modos seguro esto es culpa suya!
Jessica, la única amiga que Elizabeth hizo en el colegio, fue arrastrada por el resto de las chicas fuera del edificio. La rubia no tuvo opción y las siguió, pensando preocupada en su compañera.
“Dios, que esté bien…”
Jessica Bloom conoció a Liz la primera noche que llegó al colegio. Se quedó de castigo por haber comido goma de mascar en él aula y la profesora la envió a limpiar el altar de Saint Claire en la capilla. Esa noche vio a varios prefectos salir corriendo ya tarde, escuchó algo sobre un incendio en “una de las casas” pero no tenía idea de lo que hablaban… por la madrugada, mientras terminaba los deberes que no hizo por su castigo, vio entrar a los mismos prefectos, uno de ellos con una chica en brazos.
Jessica salió a escondidas de su cuarto y se apuró para llegar al corredor, entonces escuchó que llamaban al padre Pedro para que fuera a la enfermería, luego el que tenía en brazos a la muchacha entró y la dejó en una de las camas…
-Mantén vigilada a la chica, Pedro. Son órdenes del director -le dijo al padre antes de dejarla y todos ellos separarse e irse en diferentes direcciones.
Jessica se coló a la enfermería apenas vio que no había nadie. Sorprendida vio sentada a esa chica que trajeron pero creyó que se encontraría dormida, sin embargo ella se veía bastante entera, y hasta parecía hablar con alguien, cosa que dejó de hacer apenas la vio a ella
-eh…hola, soy Jessica
-hola. -dijo la chica con voz triste
-Y… ¿que te pasó? Por qué estás en la enfermería.
-el orfanato donde vivía fue…-se detuvo un momento, respiró profundo y luego continuó- se… se quemó en un incendio…
-¡por Saint Claire, que horrible! ¿Te encuentras bien? ¿Y la demás gente?
-soy la única…-dijo casi llorando. Jessica se acercó y la abrazó apenada, pobrecilla, debió haber pasado un infierno…
-ya pasó, tranquila. ¿Como te llamas?
-Elizabeth.
-bueno, Elizabeth… es un nombre muy lindo, aunque muy largo -dijo haciendo un gesto
-mis amigas… me decían Liz…
-¿entonces te puedo llamar Liz? -ella asintió y Jessica se quedó conversando con la chica nueva toda la noche.
Por la madrugada regresó a su pieza muy temprano antes que el padre Pedro la encontrara, o si no se la pasaría rezando El Rosario de Saint Claire todo el día y no estaba de humor para eso…
Jessica era la única en tratar bien a Liz, la mayoría la ignoraban o incluso se metían con ella, cosa que la castaña parecía ignorar porque no rebatía nunca nada, simplemente se alejaba. Todos decían que era una bruja y que fue ella la que quemó el convento y el orfanato, pero Jezz, como Liz empezó a llamarla de cariño, pensaba que era imposible que lo hiciera, Elizabeth era una chica amable y parecía buena persona.
...****************...
Gabriel miraba asombrado al ser delante suyo. Ese no era un merodeador. Era un ser superior, un miembro de la orden oscura… ¿acaso esta niña fue capaz de hacer un contrato con uno de Los Ángeles caídos?
-vaya, esto si es interesante, no pensé que tendríamos un invitado más. -dijo sin quitar esa sonrisa
-así que la presencia que sentí eras tú. ¿Como no lo noté antes?
-lo mismo digo… -el rubio caminó hasta quedar delante de él mirando de soslayo a la joven a su espalda, y ese solo gesto hizo al guerrero negro levantar su lanza de nuevo- hey… calma…
-no vuelvas a acercarte a ella…
-¿y está más segura con un monstruo que con un ángel? -rió irónico
-¡un ángel que pensaba ejecutarla!
-¡mi error! Lo admito. -dijo alzando las manos divertido, cosa que a Deimos empezó a sacarle de quicio bastante -pero parte de la culpa es tuya.
-¿como puede Deimos tener la culpa? ¡Mentiroso! -gritó Liz enojada y con los ojos empañados todavía
-Elizabeth, yo me haré cargo…
-Deimos… -Gabriel hizo memoria. Pero, ese era el nombre de uno de los príncipes oscuros…- jajaja, este mundo es tan pequeño… ¿que hace el amo del miedo jugando con una niña humana?
-¡Ese es asunto mío! -rebatió más enojado -ahora solo lo diré una vez más, ¡no vuelvas a acercarte a ella!
-¿entonces es verdad? Tienes un contrato… -el moreno apretó los dientes- vaya si eres fuerte, Damita…Pía no pudo con un pobre demonio menor y tú contrataste al amo del miedo… te conseguiste una buena herramienta.
-¡Deimos no es una herramienta, es mi amigo! -Liz se adelantó dejando la seguridad de donde estaba y miró al “ángel” enfadada, el moreno se sorprendió todavía más con la respuesta.
“Su amigo…”
-¡Jajajaja! - Gabriel rió descaradamente- que ternura, ¡es encantadora! ¿O no, “amigo”?
-¡déjate de estupideces! -gruñó el de alas negras
-te daré un consejo, cariño -dijo el rubio mirando fijamente a Liz, esta vez la chica no sintió temor, quizá porque Deimos estaba con ella, eso la hacía sentirse más segura- nunca confíes en un Demonio, esos no son amigos… la única razón por la que esta criatura no te ha hecho pedazos es porque tienes un vínculo con él… en otras palabras, te necesita para estar aquí…
-oh…-Liz no supo que contestar. Deimos tiró de su brazo volviéndola a acercar a él esta vez refugiándola en sus brazos.
-no hagas caso Elizabeth, no te lastimaría, lo sabes…
-oh, ella es tu “amiga” ¿o no, Demonio? Bien, ¡muy bien! -el ángel aplaudió con sarcasmo y una sonrisa maliciosa apareció en sus labios- entonces será mejor que la cuides bien… Bienvenidos a la orden de Saint Claire…
Gabriel lanzó algo brillante a las manos del moreno, este atrapó el objeto y le miró confundido. Cuando se dio cuenta había vuelto a la afable forma humana con la que recibió a Elizabeth y se desplomó en el suelo. La muchacha miró confundida a Deimos y él abrió la mano en la que tenía lo que cogió de este sujeto… y vio que se trataba de una insignia de la escuela…
-¿el escudo escolar? ¿Por qué?… -ella le miró confundida. El muchacho suspiró.
-me ha dado entrada…
-no comprendo…-el joven estaba a punto de explicarle cuando voces de mujeres en el corredor sobresaltaron a ambos. Liz escuchó ue tocaban la puerta y entró en pánico
-¡hermano Gabriel! ¿Se encuentra bien?
Liz se agachó junto al rubio y él abrió los ojos mirando a la joven confundido, entonces la puerta se abrió y entraron unas mujeres vestidas se hábito, desesperadas porque la oficina se había dañado por el terremoto…
-ouch… que golpe -dijo el hombre sentado en el suelo- válgame, que feo estuvo eso… ¿están bien Chicos?
-¿eh? -Liz volteó y miró hacia su guardian…
-todo bien…maestro…-contestó un guapísimo muchacho de cabellos cortos y negros, con el uniforme escolar, algunas mechas amarillas en los flequillos de su rostro y un pendiente dorado en la oreja. Liz quedó tan sorprendida que no dijo nada más.
-me, me alegro… -Gabriel sonrió ligeramente y esta vez la chica no sintió lo mismo que cuando la recibió hace un rato.
-hermano Gabriel, ¡que susto nos dió! -dijo una de las maestras con alivio
-bueno, me tocaba recibir a los nuevos muchachos y empezó ese temblor… qué bueno que todos están bien…
-los alumnos están reingresando al colegio -informó una de las maestras- pero… no sabía que además de la chica del convento tuviéramos a otro alumno…
-si, el también vivía en el convento, estuvo fuera la noche del incendio…la información llegó esta mañana.
-oh, ¡pues que bueno! Tranquilos niños, estarán contentos aquí on nosotros…
-Muchachos vayan con la hermana Sarah, ella los pondrá oficialmente en la lista, ah, y por favor acomode al joven, se lo encargo, yo… voy a ver cómo arreglamos la oficina, ¡quedó hecha un desastre! ¿Hubo más daños hermanas?
-no, descuide. Vengan chicos, síganme -ellos obedecieron y salieron de la oficina de Gabriel, Liz todavía no terminaba de entender. ¿Qué pasó, por qué podían ver a Deimos? Y… ¿por qué ella no podía dejar de mirarlo?…
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