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Mi Eterno Guardián

SACRIFICIO

...PRÓLOGO ...

Noche, penumbra eterna, manto de oscuridad roto solo por las columnas de fuego y humo que se alzaban sobre el convento. Los gritos sofocados de aquellas que no lograron salir ya no se oyeron más. Ella abrió los ojos con pesar, el dolor apremiante en las sienes no la dejaba pensar claro… no podía ni recordar cómo llegó ahí, solo sintió un golpe en la cabeza y luego todo se volvió oscuridad.

Cuando se incorporó encontró las camas a los lados del cuarto, deshechas y manchadas de rojo, vidrios rotos por todos lados, el pentagrama en el suelo y cinco velas negras ya consumidas una en cada punta. Y ella en el centro con un hermoso vestido blanco, y sus manos atadas con una cuerda de seda roja Ella. La Novia…

-oh…-de pronto como si un trueno partiera la tierra un terrible retumbar se sintió en todo el lugar un temblor, y la puerta del dormitorio se hizo pedazos para dejar entrar a una criatura salida de las peores pesadillas de algún demente…

-No… no… -la pobre Chica sintió sus ojos azules empañarse con gruesas lágrimas mientras aquel monstruo se acercaba lentamente, sus garras largas goteando sangre fresca, su piel oscura y marchita pegada a un esqueleto desproporcionado, grandes ojos rojos como canicas carmesí y una boca dentada llena de filosos colmillos

-¡aléjate! ¡Vete!… -gritó la chica retrocediendo y tropezó con una de las velas cayendo al piso, mientras el monstruo emitía un alarido espantoso y se alzaba sobre ella vociferando palabras penas entendibles…

-sa…cri…fi…cio…-gruñía aquella bestia arrastrando las garras hasta ella, la pobre se levantó como pudo y se hizo a un lado cayendo sobre los cristales rotos y cortándose la mano izquierda.

-¡¡¡Sacrificio!!!

-¡ayúdenme!- gritó desesperada la joven.

el monstruo arremetió contra ella al mismo tiempo que la chica apoyó la mano sobre el pentagrama para poder levantarse, entonces la gotas de sangre cayeron sobre la inscripción y las velas se encendieron mientras un brillo púrpura y negro se desprendía de este haciendo retroceder a la bestia. Delante de ella se materializó un joven hermoso de piel blanca pálida, cabellos largos y negros, alas negras y ropa antigua. El chico abrió los ojos, de un color amarillo claro y brillante… y aquella bestia se estremecía y chillaba en un rincón cual si fuera un perro asustado.

El muchacho miró ligeramente por encima de su hombro, sus ojos se encontraron con los de la hermosa chica en el suelo… y fue como si algo lo sacudiera por dentro. Suspiró, de todos modos había pasado mucho tiempo… y estaba muy aburrido. ¿Que más podía pasar?

-bien, acepto. -dijo con una voz suave, apenas audible.

El muchacho estiró la mano y materializó una lanza oscura con una hoja afilada y curva como colmillo en la punta. Todo fue tan rápido que la chica apenas y pudo verlo, en solo unos segundos la lanza acabó con el monstruo delante de la chica haciéndolo explotar en polvo negro por todo el lugar…

Ella se levantó del suelo asombrada, el joven se volvió y le miró con esos ojos amarillos e inexpresivos, el fuego rodeando a ambos mientras el edificio entero empezaba a caerse a pedazos. La pared lateral se desmoronó como migajas y el viento entró soplando con violencia haciendo volar los cabellos de ambos.

-tú me despertaste…-murmuró sin quitar la vista de la bella joven- mi nombre es Deimos… y de hoy en adelante, soy tu familiar…

El le tendió la mano y la muchacha se quedó mirándolo incrédula. Sin saber por qué tomó esa mano que le tendían y así bajo el fuego y el humo se forjó ese contrato eterno…

...****************...

...MI ETERNO GUARDIÁN ...

Abrió los ojos con el canto de las aves por la mañana. Se removió en las sábanas un rato, no tenía deseos de levantarse aún, de pronto el sentimiento de que no tenía la libertad para moverse como siempre la puso en alerta, la muchacha levantó las sábanas para encontrar su cintura presa entre los fuertes brazos de un apuesto joven de largo cabello negro que dormía plácidamente a su lado.

-Deimos… -suspiró- ¿otra vez? Vamos, abre los ojos… Deimos… -ella se mordió el labio. Ya se le había vuelto costumbre meterse en su cama mientras dormía. La primera vez casi la mataba de un susto pero ahora ya no le tomaba importancia, aunque si le causaba mucha curiosidad de vez en cuando.

Tocaron a la puerta haciendo que la chica saltara sobre la cama con su corazón latiendo velozmente cual tambor y sus mejillas rojas como manzanas, la muchacha entró en pánico sacudiendo fuertemente al pelinegro y este al fin se despertó somnoliento.

-hn…-se quejó todavía enfurruñado en su regazo

-na-nada de “hn” ¡despierta! Tocan La puerta!!

-¿Liz? ¿Estas despierta? -la voz de otra muchacha tras la puerta la alteró más si es que era posible, seguida de otro par de golpes en la puerta ahora con más fuerza -Elizabeth, date prisa o te reñirán de nuevo…

-ya, ¡ya voy jezz!

La puerta se abrió de súbito haciendo que Liz quedara más pálida que de costumbre del susto, mientras el chico en su regazo sonrió de lado muy entretenido con la escena, y claro, mirando como su “ama” pasaba de un hermoso color “blanco cadaver” en su cara a un rojo intenso, sobre todo en las mejillas.

-ay, por Dios, niña, ¡todavía no te alistas! El desayuno se sirve en quince, ¿ok? Baja o el padre Pedro se pondrá como energúmeno

-si, no tardo. Gracias Jezz…-contestó. La muchacha así como entró se fue. Sin hacer comentario alguno del guapísimo muchacho sin camisa, acomodado en el regazo de la linda castaña, como si no lo hubiera visto para nada. Cuando hubo salido ella suspiró aliviada.

-uff… que susto…

-te lo dije, no me verán si yo no quiero…

-todavia no me acostumbro. -dijo sincera

-ustedes los mortales son muy problemáticos…

El muchacho bostezó y se estiró cuan largo era, cosa que Liz aprovechó para levantarse de la cama y sacar su uniforme de la pequeña cajonera. El apuesto chico se volvió a acostar en la cama mirando con curiosidad cada movimiento de su ama. Era una mortal muy linda, por cierto. Piel blanca y cremosa, suave y cálida al tacto…tan distinta de la suya, fría y casi muerta… ojos grandes y azules, con largas pestañas, boca y nariz pequeñas, como si fuera una muñeca. Su cabello largo hasta media espalda, de un color cafe, como el chocolate, un cuerpo delgado y bien modelado, busto pequeño, pero compensando con sus largas y hermosas piernas, y por supuesto la parte de atrás, que muchos humanos del sexo opuesto siempre le miraban sin un poco de recato. Se encontró mirándola más de lo habitual, y Liz sintió arder sus mejillas ante el escrutinio de su guardián destinado.

-¿pasa algo, Deimos?

-no. -dijo a secas, desviando la mirada hacia la ventana. Liz se cambió ahí mismo. No le importó que estuvieran solos en la misma habitación, había algo en ella que le decía que estaba a salvo con él. Se puso la falda y la blusa escolar del uniforme, ajustó el moño rojo al cuello y se recogió el cabello en una coleta alta dejando unos flequillos castaños enmarcando su lindo rostro.

-listo. Hora de ir a clases…-ella le miró de reojo. El joven siguió en la cama mirando el techo sin interés- eh…

-¿si? -dijo sin mirarla

-no, umm… nada.

-¿quieres que vaya? -dijo ladeando la cabeza.

-¿quieres venir? -Liz empezó a jugar con un mechón de su cabello nerviosa

-yo haré lo que tú quieras, Elizabeth. -Deimos se sentó mirándola fijamente, ella por un momento olvidó que debía respirar. Los ojos ambarinos de su guardián capturaron su atención robándole el aliento…- Elizabeth…

-eh, no, ¿sa-sabes qué? Mejor descansa, solo… iré a clases. ¿Quieres que te traiga algo de comer?

-lo demonios no nos alimentamos así. -dijo serio. Ella suspiró.

-oh, cierto… lo, lo olvidaba… vuelvo en un rato…

La muchacha se despidió de él y cerró la puerta encaminándose al comedor. En la habitación Deimos se levantó de la cama y asomó por la ventana del edificio, mirando hacia abajo el gran jardín y la fuente, donde muchos chicos y chicas caminaban y seguían su vida vacía y sin sentido, solo esperando por el día siguiente, y el siguiente…

-que vidas tan vacías…-murmuró. Y aún así… ¿entonces por qué a veces los envidiaba tanto? ¿Será acaso porque siempre estuvo solo?…

-¿Deimos? -el se volvió sorprendido, la puerta del cuarto se abrió y Liz entró con un poco de vergüenza. El joven demonio le miró con las cejas arqueadas- ¿por favor, vendrias conmigo?… no quiero estar sola…

-como quieras. -la chica tendió su mano y él la tomó con una ligera sonrisa que ella no alcanzó a mirar.

Curiosamente, luego de pensarlo bien, Deimos llegó a la conclusión, que desde que Elizabeth lo invocó aquella noche, él ya no estaba solo…

VÍNCULO

Liz tomó la bandeja del almuerzo y salió al jardín buscando un lugar apartado. atrás de ella su apuesto guardián iba silencioso flanqueando el paso. La chica se sentó bajo un árbol solitario en el patio trasero con la bandeja del almuerzo en sus piernas Deimos permaneció de pie.

-siéntate conmigo…- pidió la joven con gentileza. El obedeció y ocupó un lugar a su lado. Había pasado casi todo el día corriendo de un salón a otro tratando de ponerse al corriente, y el pobre pelinegro igual sin apenas decir palabra.

Por fin a la hora del descanso Liz pudo sentarse un rato y descansar. Deimos le miró callado como siempre. La joven tomó el sándwich en la bandeja y le dio una mordida, masticando lentamente. Finalmente un poco de paz… la quietud del lugar era solo interrumpida por el gorjeo de los pájaros en las ramas del árbol. Liz terminó su bocado y volteó mirando a su guardián, este se había entretenido con un pequeño pajarito azul en el nido que trataba de aprender a volar…

-Deimos…-le llamó despacio.

-¿hn? -el le miró fijamente.

Elizabeth no encontraba cómo empezar. Había pasado un mes desde lo ocurrido en el convento de Saint Claire, lugar donde ella había crecido. También desde que Deimos apareció delante suyo y la rescató de ser el sacrificio para liberar al monstruo del libro negro. Sin embargo todavía había cosas que no comprendía… Cosas que quería saber... pero…

-algo te inquieta. -dijo con esa voz suave que usaba solo para ella. Liz sintió mariposas en el estómago con oírle hablar.

-es que… no habíamos podido hablar…

-¿hablar? -el moreno pareció no comprender- pero si estamos hablando ahora…

-no Deimos, me refiero a… -ella se rascó la cabeza contrariada, luego prosiguió con lo que intentaba decir- a nosotros. A lo qué pasó esa noche…

-la noche que me invocaste…

-eh…si, supongo que sí…

Elizabeth White no tenía familia, era una más de esos niñas abandonadas que crecieron en el Convento. Fue su hogar, y las madres y el resto de las chicas ahí fueron como una gran familia. Liz siempre pensó que al crecer ella también ayudaría en el convento y cuidaría de esos niños… hasta que la tragedia ocurrió.

-¿tú sabes…qué ocurrió esa noche?

-¿no lo sabes, Elizabeth? -ella negó con la cabeza.

-¿quieres que te lo diga?

-quiero saber… necesito saber.

-está bien, te lo diré…-el joven suspiró algo desganado. No veía necesidad de revivir un evento como ese, pero era una petición de su ama… así que empezó a contarle.

Una de las monjas del convento encontró en la vieja biblioteca un libro negro y viejo que resultó ser un Grimorio. En la antigüedad los Grimorios eran usados por la iglesia para contener espíritus poderosos y demonios que acechaban a los hijos de Dios, los humanos. Liz recordó que más o menos eso les habían dicho en la clase de historia… Deimos continuó.

Tiempo atrás hubo quienes, en afán de ganar poder y riqueza trataron de utilizar a estos seres en su beneficio, pero no cualquier persona podía controlarlos. Cuando un demonio o espíritu se soltaba en la tierra era muy difícil contenerlo y habían sido causantes de muchísimas calamidades a lo largo del tiempo…

Algún alma desafortunada abrió el libro, y sin quererlo liberó un poderoso espectro dentro del convento. El espectro se apoderó de la madre superiora, aprovechándose de sus anhelos frustrados y prometiéndole todo lo que quisiera si lo dejaba libre sobre la tierra. Fue ella quien inició el incendio, provocando la muerte de las chicas. También fue ella quien la eligió para el sacrificio. Elizabeth sería entregada como “novia” para ese horrible demonio. Él devoraría su alma y así formaría un contrato con aquella humana. Sin embargo la monja no fue capaz de mantenerse en control, y no solo permitió que el monstruo terminara con el resto de las chicas sino que también acabó on ella…

-¿la…La madre Pía?…pero ¿por qué? Siempre fue tan buena… ella, ¡ella me quería mucho!

-ahí tienes entonces el motivo. -dijo el joven tranquilamente

-¿motivo?

-cuando un demonio forma un contrato con un humano siempre le pedirá algo a cambio…en este caso, lo que le pidieron fue un alma. Y tenía que ser de alguien a quien amara… por eso te escogió, Elizabeth…

-eso…es horrible…-la muchacha sintió como su corazón se encogía al pensar en ello. La madre Pía fue alguien muy especial para ella…

-es un pacto. Así se forma un vínculo…

-¿qué es eso? -preguntó limpiando algunas lágrimas.

-el lazo que une al contrato con su amo. Es un lazo irrompible, eterno, que termina hasta que se cumpla lo pactado… de cualquier forma.

-oh…

-esa religiosa formó un vínculo con el monstruo, el trato sería liberarlo después de darle un alma, y ella tendría eso que tanto anhelaba y que le pidió…-el pelinegro miró fijamente a su hermosa protegida. Liz hizo lo mismo perdiéndose nuevamente en esos ojos amarillos y distantes. Luego de pensar un momento la muchacha sintió la necesidad de preguntar, porque… ella no recordaba haber ofrecido nada…

-oye Deimos yo quisiera…

De pronto un grupo de muchachos que venía en dirección a ellos llamó la atención de ambos. Tenían el uniforme del colegio, el pantalón oscuro, la casaca negra con orillas blancas y los crucifijos de la orden de Saint Claire. Sin embargo no parecían de los chicos tranquilos. Venían haciendo escándalo y al parecer también bebiendo…

-ay, no…-Liz se puso de pie con todo y bandeja- mejor vamos a otra parte…

-¿qué sucede? -dijo el tan tranquilo como siempre.

-no quiero problemas, ellos parecen peligrosos, además ya bastante tengo con ser el bicho raro del colegio…

-estás conmigo. No hay forma que te lastimen…-Deimos jaló del brazo a la muchacha y la puso contra el enorme tronco del árbol bajo el que minutos antes estaban sentados- nadie… volverá a lastimarte jamás…

Liz sintió de nuevo esa sensación extraña, esa que tuvo la primera vez que él apareció delante de ella. Una mezcla de emoción, miedo y ansiedad, algo que jamás había sentido y que extrañamente solo él había provocado…

-oigan, es ella…-dijo uno de los muchachos finalmente hablando. Elizabeth se volvió nerviosa hacia los muchachos- ¡es la bruja del convento!

-¡no soy ninguna bruja! -se defendió la muchacha molesta.

-¿ah no? -replicó otro- y entonces ¿por qué fuiste la única que sobrevivió al incendio?..

-b-bueno, yo…

-dicen que soltaste un diablo que mató a todas las chicas del convento…-el más alto de ellos se acercó quedando justo frente a la chica, Liz se echó hacia atrás volviendo a chocar con el tronco del árbol

-yo no hice nada…

-oye, decían que las brujas son feas… pero tú estás que te caes de buena… ¿a que sí, tíos?

-¡si, que lo está!

-¡si, amigo tienes razón! -dijeron entre ellos rodeando a la muchacha. El tipo delante de ella le cogió del cuello con brusquedad y sonrió malicioso

-¿sabes lo que les hacemos a las niñas malas como tú, preciosa?…

-¡dije que me sueltes! -Liz lo empujó con fuerza y se soltó del agarre.- no me toques, idiota…

-¡ah!… la gatita tiene garras… ¡pues te voy a enseñar un par de cosas, niña!

Elizabeth cerró los ojos esperando el ataque pero jamás llegó. Cuando los abrió, asombrada encontró a Deimos delante suyo sosteniendo la muñeca del muchacho que trató de lastimarla. Los otros chicos palidecieron del susto de solo verlo ¿y este chico? ¿De donde salió? Nadie le vio llegar…

-no te atrevas… a tocarla… basura…-dijo con voz ronca al tiempo que apretaba la muñeca del sujeto hasta hacerla crujir y el muchacho gritó adolorido que lo soltara.

-¡aaaaaaagh! Mi-miserable… ¡suéltame infeliz!

Liz entró en pánico, Deimos no quería soltarlo… volteó mirando a los otros tres muchachos y ladeó una pequeña sonrisita perversa que hizo a la joven erizarse toda la piel.

-¡Deimos, basta! -suplicó desesperada. El joven rodó los ojos fastidiado y soltó al otro chico. Este se giró aterrado y retrocedió como si hubiera visto un fantasma.

-¡Maldito! ¡Me rompiste la mano! -se quejó entre gimoteos mirando al pelinegro con ira y algo de miedo también. Sus amigos le ayudaron a levantarse y retrocedieron un poco. Deimos se puso delante de la muchacha y les miró con ojos de depredador, listo para acabar con su presa…

-vuelve… a poner una de tus asquerosas manos sobre ella… y conocerás el miedo, gusano… -dijo con voz seca y amenazante, haciendo que esos cuatro se fueran corriendo como si hubieran visto al mismo diablo en persona.

Deimos se volvió hacia ella, que temblaba posiblemente asustada por lo ocurrido hace un instante. Suspiró, los mortales a veces eran muy frágiles. Elizabeth le sostuvo la mirada, pero no logró decir nada. El joven acarició su mejilla

-este bastardo te hizo daño…-musitó frunciendo el seño ligeramente, ella dio un respingo ante el toque frío de su compañero

-eh, no… yo, yo estoy bien…-de pronto sintió un leve ardor en su mejilla, se llevó la mano hasta ella y sintió arder de nuevo. Parecía ser solo un pequeño raspón, quizá cuando forcejearon…

-descuida, lo haré pagar por eso…- Deimos apretó el puño con fuerza evidentemente molesto, Liz entró en pánico otra vez. ¿Por algo como esto? ¡ni pensarlo! Serían más problemas

-E-espera no, no tienes que hacerlo no es necesario…-Liz tomó su puño cerrado y frío entre sus manos y el joven fue ahora quien se sobresaltó. La calidez de su cuerpo era… no sabía como describirlo… pero era algo que nunca había sentido

-pero te hirió…

-no es gran cosa…

-mi trabajo es protegerte -Liz no soltó sus manos y sonrió ligeramente.

-pero tú me protegiste, no me hicieron nada, porque estabas aquí conmigo, Deimos… por favor, no quiero más problemas, solo… sólo déjalo pasar…¿puedes?

-hn… -fue toda su respuesta. Pero al suavizar su puño ella sintió que Deimos no haría nada malo. El pelinegro miró hacia otro lado algo apenado y resopló.

-Gracias Deimos…

-se hace tarde. Vuelve al edificio…-dijo sin mirarla todavía. Pero no deshizo el contacto entre sus manos. Liz asintió y empezó a caminar con él tomando su mano, tampoco sintió deseos de romper el contacto.

-oye Deimos…

-¿mmm? -respondió simplemente indicándole que continuara

-¿que fue lo que yo pedí? -preguntó mirando de reojo al muchacho, el le respondió distraídamente míentras fijaba la vista en el enorme campanario del nuevo colegio, siempre de la orden de Saint Claire

-tú dijiste… Ayúdenme…

Liz recordó ese momento. Sintió un miedo terrible, un terror que nunca antes había sentido. Sabía que moriría si no pasaba algo. Y ese algo fue él…

-oh, ahora recuerdo, es cierto.

-fue tu miedo lo que me despertó. Y tu deseo fue ese “ayúdenme”. -dijo tan tranquilo como si hablara del clima.

-y… ¿que ofrecí? -Liz le miró con curiosidad. El muchacho sonrió ligeramente.

-tu alma…

-¡¿QUÉ?! -Elizabeth se soltó entonces y miró al joven con los ojos bien abiertos. Deimos detuvo sus pasos y le sostuvo la mirada.- mi… ¿mi alma? ¡Yo nunca dije nada parecido!

-sellaste el pacto en el pentagrama del suelo con tu sangre, fue hecho para ese conjuro porque era para hacer el pacto con el merodeador…entonces ofreciste un alma, y como no tenías ninguna en el momento, solo quedaba la tuya…-explicó calmadamente.

-pero… yo… yo no…

-Elizabeth, calma. -Deimos caminó hasta estar frente a ella y le miró fijamente. -yo no pienso reclamar tu alma para nada…

-¿eh? Pero…

-de hecho, estoy en deuda contigo. Me despertaste de un sueño de cientos de años, lo menos que podía hacer era ayudarte.

-Deimos…

-lo único que quiero es estar en esta tierra, nada más. Ese es mi contacto, y tú eres mi vínculo.

-E-entonces… tú solo, ¿no quieres volver a… a ese mundo del que vienes?

-correcto. -asintió. Ella respiró más tranquila.

-por un momento me asusté.

-y con razón. Los demonios somos caprichosos, nunca sabes que te pedirán. Otro pudo haber reclamado tu alma o la de tus descendientes, o cualquier otra cosa…

-oh…-Liz se mordió el labio.- eso si es problemático.

-no mientras esté contigo.

Elizabeth volvió a tomar su mano y empezaron a caminar hasta la entrada del colegio. Y al pasar la chica todos le miraban como si estuviera loca, o algo así… porque… ella hablaba con alguien, eso por seguro. Pero nadie veía con quién.

LA ORDEN

Durante el resto de la tarde los estudiantes eran libres de hacer lo que desearan. El colegio de Saint Claire era un internado muy prestigioso, auspiciado por mucha gente con mucho dinero. Tenía aulas amplias y cómodas, una gran biblioteca, jardines y Terrazas, un elegante comedor, piscina, canchas deportivas y alas de recreación, dormitorios individuales para los jóvenes que aunque, no eran en realidad muy grandes, estaban perfectamente acondicionados, cada uno con su baño, y con todos los muebles necesarios. En resumen, el sitio era espectacular, casi un hotel de lujo. Por lo que Elizabeth White no dejaba de preguntarse desde que llegó… ¿que rayos estaba haciendo ella en un sitio así?

-¿pasa algo? -preguntó Deimos sentado a su lado. Ella en su dormitorio hacía los deberes para el día siguiente.

-es solo que ya va a ser un mes.

-de lo qué pasó en el convento, ¿cierto? -ella asintió. Deimos arqueó las cejas un poco, como intrigado por lo que dijo su ama- bueno, no lo sé. Para mí el tiempo pasa diferente.

-¿en serio? -Liz le miró con curiosidad- no sabía. Por cierto, ¿donde están tus alas? La primera vez que te vi tenías un par de alas negras

-¿mis alas? Oh, no son visibles en esta forma. Eso es todo…

-hay mucho que no sé de ti. - le dijo ella, Deimos sonrió ligeramente.

-solo tienes que preguntar… tú eres mi ama, soy tu familiar, debo hacer lo que tú me pidas.

-eh…-ella le miró detenidamente. Su cabello largo y negro como la noche y esos ojos ambarinos y brillantes, una mirada afilada y un perfil Perfecto, un cuerpo que parecía esculpido en mármol por el más talentoso artista, pectorales de acero, espalda ancha, una altura prodigiosa… uff, que un hombre así te dijera “debo hacer lo que tú me pidas”…

-¿pasa algo? -volvió a preguntar. Y es que ella solo quedó con la cara roja y no dijo nada.

-¡No! No, claro que no… solo pensaba.

-esto es recurrente.

-lo siento. -Liz bajó la mirada para posarla en su libro. La verdad últimamente no tenía deseos de nada, y poco le importaban las obras del renacimiento en el siglo de las luces, no tenía cabeza más que para sus problemas.

-¿por qué te disculpas ?

-porque… yo… no sé qué hacer. No sé ni qué va a pasar conmigo, no quieren dejarme ir, no me explicaron nada, solo me trajeron aquí y… y… tú…te arrastré a esto y ni siquiera sé cómo pasó.

Deimos siguió mirándole. Esta vez con más curiosidad que antes. Los mortales eran problemáticos y algo confusos, pero nunca en los cientos de años que pisó el mundo se había encontrado con alguien como ella… ¿estaba preocupada por él? ¿Si sabía que era un ente diferente, y que las cosas no le afectaban de la misma forma? No debería pensar en algo tan insignificante.

-Elizabeth

-¿si? -cuando ella se volvió a mirarlo él estaba justo a su lado. La chica se sorprendió bastante pues no se dio cuenta cuando se aproximó por estar tan distraída. Deimos se agachó a su altura, ella estaba sentada en la silla. Contuvo el aliento al sentirlo tan cerca… ¿otra vez esta sensación? La muchacha no pudo decir una palabra más.

-no pasa nada. No soy como tú….-dijo con una pequeña pero cálida sonrisa.

-yo…

-mira. -delante de la muchacha el apuesto guerrero se envolvió en una luz y minutos después adoptó la forma de un hermoso gato negro. Ella saltó de su silla

-¡oh! ¿Deimos? ¿En… en serio eres tu? -el gato subió a su regazo y asintió- ¡que lindo! ¡Me encantan los gatos!

Se dejó mimar un poco por la chica, dejando que acariciara su lomo y detrás de las orejas. Debía admitir que era una sensación realmente placentera. De pronto la puerta del dormitorio de la joven se abrió y por ella entró una mujer delgada con vestido negro y largo semejante a un hábito. Liz aún con el gato en las piernas giró su silla para prestar atención a la dama. Esta le miró con indiferencia.

-Elizabeth White…

-si, soy yo. -contestó un poco ansiosa.

-a la dirección. Ahora. El hermano Gabriel te espera.

-¿eh? Pero…

-y por cierto, no se permiten mascotas en el dormitorio. -Liz apretó los labios “puede ver al gato…” pensó preocupada.

-cuando tomo forma animal soy visible para cualquiera…-escuchó la voz del joven, pero el minino no dijo nada.

-¿¿¿eeeeh?? -saltó de su silla asustada, la hermana seguía de pie en el umbral de la puerta

-calma, solo tú puedes oírme. -dijo como si alguien murmurara dulcemente en su oído. -sin embargo ella ahora puede verme, lo mejor es que la sigas, te está esperando…

-andando, niña.

-eh, si. En…enseguida voy.

No le quedó de otra que seguir a la mujer. El gato saltó y se echó en la cama mirando como ella cerraba la puerta del dormitorio. Una vez salieron Deimos volvió a su figura habitual. Normalmente la seguiría pero en esta caso sería mejor no hacerlo, Elizabeth no parecía correr ningún peligro dentro del edificio. Además, esa molesta presencia que había sentido unos minutos atrás lo estaba inquietando. No podía detectar si se trataba de un demonio o algún otro ente menor, pero algo si era claro, otro ser como él se encontraba entre los muros de este sitio, y el solo hecho de no poder definir si era peligroso o no empezaba a cabrearle y mucho… Tal vez su presencia ya fue detectada en el mundo mortal, pero era demasiado pronto para algún emisario de su clan. Pronto empezarían a buscarle y cuando eso suceda él estaría listo.

Elizabeth siguió en silencio a la señora hasta una oficina de grandes puertas labradas con lo que parecía ser letras en latín. La enviada tocó un par de veces y en seguida la puerta se abrió mostrando a un hombre apuesto y joven. Piel blanca y ojos azules, cabellos rubios, alto y esbelto. Liz sintió algo extraño apenas lo vio y cuando el hombre sonrió afable la muchacha lejos de tranquilizarse la invadió una especie de temor.

-Gracias, hermana Marie, vuelva a sus labores.-dijo con gentileza

-como usted diga, me retiro.- la mujer obedeció y se fue por el pasillo contiguo dejando a Liz a solas con el extraño sujeto. Él hizo un ademán invitando a pasar a la muchacha.

-Elizabeth, ¿cierto? Adelante, querida niña, por favor… me disculpo por no haber podido atenderte antes, hemos tenido… inconvenientes…

-eh, si. No se preocupe. -ella entró a la oficina, aunque sentía el ambiente muy pesado. En el interior no era diferente, un calor extraño envolvía él recinto que más parecía una sala de oración que una oficina educativa, Elizabeth se sintió algo nerviosa.

-Toma asiento. Primero que nada, bienvenida al colegio Saint Claire… yo soy Gabriel y dirijo la escuela. Espero que te encuentres a gusto con nosotros hasta ahora, querida…

-si, si gracias… pero yo…-Liz no estaba muy tranquila pero se armó de valor, tenía muchas dudas y quería respuestas como sea, antes que formulara cualquiera de ellas Gabriel sonrió y movió un dedo como negando algo.

-ah, ah, ah… lo sé, debes estar llena de preguntas, ¿cierto? Es normal, mi niña, es normal. Pero no te preocupes por nada, aquí en el colegio estarás a salvo…

-¡no! -la muchacha se levantó de su asiento y encaró al joven hombre- ¡no puede hacer de cuenta que no pasó nada! ¡Algo atacó el orfanato y usted sabe lo que es!

-¿oh? -Gabriel sonrió de medio lado, su semblante afable y tranquilo cambiando al de un tipo totalmente diferente, mirada dura y amenazante con expresión un tanto agresiva, Liz retrocedió poniendo la silla delante de ella- vaya si eres voluntariosa, jovencita… ya veo por qué fuiste la elección de Pía, lástima que estuviera tan equivocada…

-¿la madre Pia? Usted la conoció…

-no solo la conocí, fuimos compañeros. Una pena lo que le pasó… pero eso solo muestra que no fue digna de pertenecer a la orden de Saint Claire. ella sabía que los demonios son peligrosos y aún así se atrevió a jugar con ellos… fue una chica traviesa… igual que tú, mi joven dama -Gabriel sonrió amenazante, Liz sintió un escalofrío recorrer su espina

-¿qué? Yo no sé de qué habla. -dijo retrocediendo.

-oh, si que lo sabes, cariño. -el rubio caminó acercándose poco a poco a la muchacha y Liz siguió retrocediendo- Elizabeth, te has portado muy mal…

-¡yo no hice nada!

-tú liberaste al merodeador en el orfanato, ¿cierto, Linda? -Gabriel la acorraló contra el muro poniendo ambas manos a los lados, la chica tembló de nuevo, él sujetó ambas manos de ella y las levantó bruscamente aprisionandolas sin dificultad con una sola de las suyas- usaste los libros de Pía para invocarlo, y seguirá matando en tu nombre…lo veo… tú vínculo con un ser que no es de este mundo… ¿como hizo un caramelo como tú para pactar con un ser tan asqueroso?

-¿los libros…de Pía?… -Liz abrió los ojos aterrada. Entonces el Grimorio era suyo ¡la madre Pía abrió el libro, ella soltó al monstruo!

-voy a mostrarle a la orden lo equivocada que estaba Pía, ¡su protegida destruyó la primera casa! Y ahora, lo pagarás… muy caro… -Gabriel puso fuerza en el agarre y Liz gritó de dolor

-¡aaaagh! ¡Basta, yo no hice nada!…

-arrepiéntete de tus pecados antes de ir al otro mundo!

De pronto la oficina comenzó a temblar terriblemente, el techo se rompió en pedazos al tiempo que algo atravesaba como una bala el concreto y una poderosa lanza caía sobre Gabriel, este soltó a la chica y extendió un par de alas blancas como si fueran un escudo para evadir el golpe y miró hacia arriba una vez el polvo se disipó por completo. Un par de ojos amarillos se clavaron sobre el rubio brillando con furia, extendiendo sus hermosas alas negras Deimos con lanza en mano bajó del techo hecho añicos encarando al director…

-vuelve a tocar a mi protegida, ¡y desataré el pandemónium en este maldito lugar! -rugió el moreno amenazante

-¡Deimos! -Liz le miró en el suelo, el muchacho extendió la mano llamándola

-ven conmigo Elizabeth -la joven corrió a sus brazos y él la escudó tras su espalda…

...****************...

En el colegio sonó una sirena de terremotos evacuando al alumnado, las prefectas se encargaban de sacarlos uno por uno, mientras una chica de cabello claro y coletas con lentes buscaba entre los corredores a su amiga perdida

-¡Liz! ¿Liz… estás aquí?

-¡Jessica, vámonos! -le gritó otra de las chicas tirando de su brazo

-¡Pero Liz no está!

-déjala, ¡de todos modos seguro esto es culpa suya!

Jessica, la única amiga que Elizabeth hizo en el colegio, fue arrastrada por el resto de las chicas fuera del edificio. La rubia no tuvo opción y las siguió, pensando preocupada en su compañera.

“Dios, que esté bien…”

Jessica Bloom conoció a Liz la primera noche que llegó al colegio. Se quedó de castigo por haber comido goma de mascar en él aula y la profesora la envió a limpiar el altar de Saint Claire en la capilla. Esa noche vio a varios prefectos salir corriendo ya tarde, escuchó algo sobre un incendio en “una de las casas” pero no tenía idea de lo que hablaban… por la madrugada, mientras terminaba los deberes que no hizo por su castigo, vio entrar a los mismos prefectos, uno de ellos con una chica en brazos.

Jessica salió a escondidas de su cuarto y se apuró para llegar al corredor, entonces escuchó que llamaban al padre Pedro para que fuera a la enfermería, luego el que tenía en brazos a la muchacha entró y la dejó en una de las camas…

-Mantén vigilada a la chica, Pedro. Son órdenes del director -le dijo al padre antes de dejarla y todos ellos separarse e irse en diferentes direcciones.

Jessica se coló a la enfermería apenas vio que no había nadie. Sorprendida vio sentada a esa chica que trajeron pero creyó que se encontraría dormida, sin embargo ella se veía bastante entera, y hasta parecía hablar con alguien, cosa que dejó de hacer apenas la vio a ella

-eh…hola, soy Jessica

-hola. -dijo la chica con voz triste

-Y… ¿que te pasó? Por qué estás en la enfermería.

-el orfanato donde vivía fue…-se detuvo un momento, respiró profundo y luego continuó- se… se quemó en un incendio…

-¡por Saint Claire, que horrible! ¿Te encuentras bien? ¿Y la demás gente?

-soy la única…-dijo casi llorando. Jessica se acercó y la abrazó apenada, pobrecilla, debió haber pasado un infierno…

-ya pasó, tranquila. ¿Como te llamas?

-Elizabeth.

-bueno, Elizabeth… es un nombre muy lindo, aunque muy largo -dijo haciendo un gesto

-mis amigas… me decían Liz…

-¿entonces te puedo llamar Liz? -ella asintió y Jessica se quedó conversando con la chica nueva toda la noche.

Por la madrugada regresó a su pieza muy temprano antes que el padre Pedro la encontrara, o si no se la pasaría rezando El Rosario de Saint Claire todo el día y no estaba de humor para eso…

Jessica era la única en tratar bien a Liz, la mayoría la ignoraban o incluso se metían con ella, cosa que la castaña parecía ignorar porque no rebatía nunca nada, simplemente se alejaba. Todos decían que era una bruja y que fue ella la que quemó el convento y el orfanato, pero Jezz, como Liz empezó a llamarla de cariño, pensaba que era imposible que lo hiciera, Elizabeth era una chica amable y parecía buena persona.

...****************...

Gabriel miraba asombrado al ser delante suyo. Ese no era un merodeador. Era un ser superior, un miembro de la orden oscura… ¿acaso esta niña fue capaz de hacer un contrato con uno de Los Ángeles caídos?

-vaya, esto si es interesante, no pensé que tendríamos un invitado más. -dijo sin quitar esa sonrisa

-así que la presencia que sentí eras tú. ¿Como no lo noté antes?

-lo mismo digo… -el rubio caminó hasta quedar delante de él mirando de soslayo a la joven a su espalda, y ese solo gesto hizo al guerrero negro levantar su lanza de nuevo- hey… calma…

-no vuelvas a acercarte a ella…

-¿y está más segura con un monstruo que con un ángel? -rió irónico

-¡un ángel que pensaba ejecutarla!

-¡mi error! Lo admito. -dijo alzando las manos divertido, cosa que a Deimos empezó a sacarle de quicio bastante -pero parte de la culpa es tuya.

-¿como puede Deimos tener la culpa? ¡Mentiroso! -gritó Liz enojada y con los ojos empañados todavía

-Elizabeth, yo me haré cargo…

-Deimos… -Gabriel hizo memoria. Pero, ese era el nombre de uno de los príncipes oscuros…- jajaja, este mundo es tan pequeño… ¿que hace el amo del miedo jugando con una niña humana?

-¡Ese es asunto mío! -rebatió más enojado -ahora solo lo diré una vez más, ¡no vuelvas a acercarte a ella!

-¿entonces es verdad? Tienes un contrato… -el moreno apretó los dientes- vaya si eres fuerte, Damita…Pía no pudo con un pobre demonio menor y tú contrataste al amo del miedo… te conseguiste una buena herramienta.

-¡Deimos no es una herramienta, es mi amigo! -Liz se adelantó dejando la seguridad de donde estaba y miró al “ángel” enfadada, el moreno se sorprendió todavía más con la respuesta.

“Su amigo…”

-¡Jajajaja! - Gabriel rió descaradamente- que ternura, ¡es encantadora! ¿O no, “amigo”?

-¡déjate de estupideces! -gruñó el de alas negras

-te daré un consejo, cariño -dijo el rubio mirando fijamente a Liz, esta vez la chica no sintió temor, quizá porque Deimos estaba con ella, eso la hacía sentirse más segura- nunca confíes en un Demonio, esos no son amigos… la única razón por la que esta criatura no te ha hecho pedazos es porque tienes un vínculo con él… en otras palabras, te necesita para estar aquí…

-oh…-Liz no supo que contestar. Deimos tiró de su brazo volviéndola a acercar a él esta vez refugiándola en sus brazos.

-no hagas caso Elizabeth, no te lastimaría, lo sabes…

-oh, ella es tu “amiga” ¿o no, Demonio? Bien, ¡muy bien! -el ángel aplaudió con sarcasmo y una sonrisa maliciosa apareció en sus labios- entonces será mejor que la cuides bien… Bienvenidos a la orden de Saint Claire…

Gabriel lanzó algo brillante a las manos del moreno, este atrapó el objeto y le miró confundido. Cuando se dio cuenta había vuelto a la afable forma humana con la que recibió a Elizabeth y se desplomó en el suelo. La muchacha miró confundida a Deimos y él abrió la mano en la que tenía lo que cogió de este sujeto… y vio que se trataba de una insignia de la escuela…

-¿el escudo escolar? ¿Por qué?… -ella le miró confundida. El muchacho suspiró.

-me ha dado entrada…

-no comprendo…-el joven estaba a punto de explicarle cuando voces de mujeres en el corredor sobresaltaron a ambos. Liz escuchó ue tocaban la puerta y entró en pánico

-¡hermano Gabriel! ¿Se encuentra bien?

Liz se agachó junto al rubio y él abrió los ojos mirando a la joven confundido, entonces la puerta se abrió y entraron unas mujeres vestidas se hábito, desesperadas porque la oficina se había dañado por el terremoto…

-ouch… que golpe -dijo el hombre sentado en el suelo- válgame, que feo estuvo eso… ¿están bien Chicos?

-¿eh? -Liz volteó y miró hacia su guardian…

-todo bien…maestro…-contestó un guapísimo muchacho de cabellos cortos y negros, con el uniforme escolar, algunas mechas amarillas en los flequillos de su rostro y un pendiente dorado en la oreja. Liz quedó tan sorprendida que no dijo nada más.

-me, me alegro… -Gabriel sonrió ligeramente y esta vez la chica no sintió lo mismo que cuando la recibió hace un rato.

-hermano Gabriel, ¡que susto nos dió! -dijo una de las maestras con alivio

-bueno, me tocaba recibir a los nuevos muchachos y empezó ese temblor… qué bueno que todos están bien…

-los alumnos están reingresando al colegio -informó una de las maestras- pero… no sabía que además de la chica del convento tuviéramos a otro alumno…

-si, el también vivía en el convento, estuvo fuera la noche del incendio…la información llegó esta mañana.

-oh, ¡pues que bueno! Tranquilos niños, estarán contentos aquí on nosotros…

-Muchachos vayan con la hermana Sarah, ella los pondrá oficialmente en la lista, ah, y por favor acomode al joven, se lo encargo, yo… voy a ver cómo arreglamos la oficina, ¡quedó hecha un desastre! ¿Hubo más daños hermanas?

-no, descuide. Vengan chicos, síganme -ellos obedecieron y salieron de la oficina de Gabriel, Liz todavía no terminaba de entender. ¿Qué pasó, por qué podían ver a Deimos? Y… ¿por qué ella no podía dejar de mirarlo?…

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