MI NIÑA VIRGEN

En los pasillos de Saint Claire corría como pólvora el rumor. Los dos nuevos alumnos que llegaron del orfanato en el convento ¡eran pareja! Hasta los vieron besarse en el salón y toda la cosa. Elizabeth estuvo casi ausente el resto de las clases. Y es que era difícil concentrarse en alguna otra cosa diferente a ese beso que se repetía y se repetía en su memoria como el negativo de una película vieja. Y cada vez su corazón revivía ese instante latiendo como loco.

Para Deimos Tal vez no fue la gran cosa, pero el demonio negro no se dio cuenta del torbellino de emociones que despertó en su hermosa protegida. Liz no podía apartar ese instante de su cabeza. Su aliento cálido, sus brazos rodeando su frágil cintura, cada roce de sus labios… un dulce tormento que la pobre chica se vio obligada a atravesar, minutos eternos que se hacían horas para ella. Hasta que el timbre del almuerzo finalmente hizo que la espera terminara.

Elizabeth salió de prisa del salón sobresaltando a su protector, y también a Jessica, que solo se descuidó un par de segundos para sacar su monedero del bolso. La castaña corría al baño o a cualquier lugar donde pudiera estar a solas cinco minutos, sentía que no podía respirar… algo le estaba ocurriendo y era abrumador, como una opresión en su pecho de la que no se podía librar. Tan distraída iba que no se dio cuenta y chocó con alguien, estuvo a punto de caer al piso de no ser porque esa persona la sostuvo.

-hey, cuidado…

-lo siento, no me di cuenta. –dijo apenada la muchacha.

Delante suyo encontró a un joven de cabello largo hasta los hombros y algo desordenado en tono rojo encendido y hermosos ojos grises, el chico usaba el uniforme, aunque algo más “adaptado” la casaca negra abierta con una camiseta blanca debajo, botas altas cafés y el crucifijo era más grande y dorado en lugar de plateado. El muchacho sonrió un poco

- no pasa nada, también venia distraído… ¿te encuentras bien? Te ves algo… angustiada.

-si, si gracias… yo, creo que solo, me ofusqué un poco.

-soy Orión, un placer conocerte… -dijo tendiendo la mano

-Liz, eh no, perdona… soy, soy Elizabeth, pero me dicen Liz… -ella correspondió el saludo cogiendo la mano del pelirrojo, este al instante pareció sobresaltarse por algo, luego volvió a sonreír. Liz también se sintió extraña. Fue algo inquietante, pero últimamente no confiaba mucho en sus sentidos especialmente luego de aquel beso que la descolocó por completo

-eres nueva aquí, ¿cierto?

-oh, si…-suspiró desganada- seguro ya oíste de mi… la bruja del convento…

- ¿tú eres la chica que…? Oh, ahora entiendo. Debió ser duro. Pero descuida, sé que no lo hiciste tu

- ¿pero cómo…?

-las cosas se pueden poner feas… no te preocupes, sé que pronto te adaptarás - Elizabeth quedó atrapada en esa mirada gris, sintió su corazón latir de prisa otra vez, como hace rato con Deimos, el muchacho volvió a sonreír y siguió su camino, al pasar junto a ella susurró gentil en su oído –bienvenida a la orden…

Liz siguió con la mirada al apuesto pelirrojo, algo en el no parecía normal, lo sintió en el momento en que estrecharon la mano. Asombrada vio cómo detrás de él iba flotando una especie de entidad, una criatura con forma de mujer, pero con patas de ave en lugar de piernas, un par de alas de cuervo en la espalda y uñas largas y afiladas como garras. La “mujer” volteó y le miró desafiante, Liz retrocedió asustada. Orión se giró ligeramente para mirar a la muchacha y con una pequeña sonrisa puso su dedo en la boca a modo de silencio. Al instante aquella entidad desapareció a espaldas del pelirrojo y él siguió su camino.

-¿eh?…

-Elizabeth… -ella escuchó la voz de su guardián atrás.

-estoy bien… solo, fui al baño.

-eres mala mintiendo -sonrió un poco, ella se volvió y lo encaró.

-no sé qué esperas que te diga entonces.

-por que saliste así… ¿pasa algo?

-no. -ella volteó la cara algo molesta. ¿Y todavía preguntaba? El joven demonio sonrió ligeramente. Esa parte suya que se dejaba dominar por los impulsos estaba disfrutando mucho el arrinconar a su hermosa niña humana.

-tu amiga te buscaba.

-Jessica, es cierto… la dejé sola… ni hablar, vamos. De todos modos me está dando hambre.

-Tus deseos son órdenes…

-¡ya deja eso! -dijo con las mejillas rojas. Deimos se aproximó hasta dejarla contra la pared. Liz de nuevo sintió como su pobre corazón pegaba una carrera. El guapo guerrero llevó una mano hasta su mejilla y la acarició con suavidad

-¿qué Ocurre?

-me…me pones nerviosa -confesó.

-¿por qué? Hace rato estoy cerca de ti. -el muchacho apartó unos mechones castaños de ese dulce rostro.

-es que… siento que… no puedo… respirar, yo… -Deimos se relamió los labios, Liz tembló en sus brazos, tal vez era solo cosa suya, pero desde ese beso magnético ella sentía que cada vez que estaban cerca todo su cuerpo reaccionaba.

-supongo que… es porque el vínculo es muy fuerte…-Deimos comenzó a pensar que cometió un error.

Había tenido contratos con humanos antes, guerreros, políticos, gente que invocaba un pacto para conseguir cosas y que terminaba muy mal a causa de sus propios deseos, la mayoría del tiempo no tenía que mover un dedo para reclamar lo que era suyo… con ella fue distinto. Elizabeth era de las pocas cosas que un demonio de su calibre apreciaba tener… un alma pura. No tenía odio o resentimiento en su corazón, ni alguna mancha grave, era un alma que valía la pena poseer… si la reclamaba su poder aumentaría sin duda. Y aún así no sentía deseos de hacerlo.

-Algo te pasa…

-no sé qué es… hay calor, mi pecho arde, mi cuerpo arde… -El demonio entonces entendió lo que pasaba. ¡La chica era Virgen! Claro, solo eso explicaba por qué tanta inocencia, y él sin saberlo plantó esa semilla de Lujuria al besarla de esa manera frente a todos.

-descuida, es normal. Estarás bien.

-yo… -Liz le miró con las mejillas rojas, el demonio negro sabía que no podría resistirse a cualquier cosa que ella pidiera, bueno, y parte de él tampoco quería resistirse… aunque claro, ahora que sabía lo que pasaba se sentía culpable por eso.

-Elizabeth… yo haré lo que me pidas…

-bésame… -cerró los ojos con fuerza sin poder resistir, era como si todo su cuerpo lo demandara, anhelaba sentirse en sus brazos, su calor, su piel… lo deseaba tanto que dolía - yo… ya no puedo más…

-lo lamento, es mi culpa… descuida, lo arreglaré…-El joven guerrero la tomó en sus brazos y nuevamente la besó, un dulce roce primero que después convirtió en algo más apasionado.

-¡Nnnghh! -se le escapó un gemido, Deimos medio sonrió y aprovechó pegarla nuevamente contra la pared, mordiendo despacio el labio inferior para que ella le diera paso. Elizabeth sintió esa lengua experta recorrer su boca y la cabeza empezó a darle vueltas, ¡Dios, la locura! Jamás se había sentido así! Le fallaron las piernas y el la sostuvo para que no cayera… ella notó entonces que le faltaba el aire y se separó de su guardián, aunque no le hubiera importado morir de asfixia, lo que sea por no romper el contacto…

Deimos hizo que le mirara, ahora ella se veía y sentía más tranquila. El muchacho sonrió ligeramente y la castaña volvió a sonrojarse hasta las orejas. Unos segundos de silencio que nuevamente le parecieron horas, hasta que su apuesto guardián, con una sonrisita arrogante rompió la quietud del pasillo

-¿estás mejor? -ella asintió

-lo siento, yo… no sé qué pasó…

-eres Virgen, eso es todo.

-¡oye! -reclamó apenada ella, el rió un poco

-no es para tanto, fue mi culpa, lo siento. No debí besarte así. Pero… no imaginé que siendo tan hermosa fueras aún pura…

-oh, bueno… no se si tomar eso como un cumplido.

-me alegro que te sientas más tranquila.

-perdona -ahora ella se disculpaba, ambos empezaron a caminar hacia la cafetería- no estuvo bien pedirte eso…

-¿de qué hablas? Te lo dije, haré lo que tú quieras…

-no, aguarda… esto, esto está mal, Deimos… no puedes solo hacer lo que yo quiera, ¿que ganas tu con eso? No veo dónde está el contrato entonces…-Liz suspiró

-gano más de lo que crees Elizabeth -murmuró.

-puede ser, pero… no quiero que vuelvas a hacer eso.

-¿hacer qué? -el demonio negro le miró curioso

- seguir órdenes así… besarme por que yo te lo pedí, no quiero… no eres mi mascota, o mi sirviente, Deimos, eres mi amigo…

El joven sonrió un poco. Vaya si su protegida era extraña. ¿Que clase de amo te invoca y no quiere darte órdenes? ¿Entonces eso significaba que era libre? Ella lo dejó en el mundo mortal y no quería atarlo, cualquier otro hubiera huido en ese mismo instante, ¡no necesitaba su alma, la chica lo dejó libre!… y él por extraño que pareciera… se reusó a alejarse…

-Elizabeth…

-¿huh?

-no te besé porque me lo ordenaras, niña tonta… lo hice porque me dio la gana… ¿contenta?

Ella le miró con una gran sonrisa y asintió. Deimos pudo sentir como esa angustia desaparecía del corazón de la chica. ¿Entonces estaba preocupada por eso? En todos las eras que pisó el mundo mortal ella era la primera en pensar cómo se sentía él. Y aunque no lograba entender bien lo que Elizabeth pensaba, en ese momento el demonio negro sintió que ese vínculo entre ellos no lo romperían tan fácil. Jessica los llamó desde una de las mesas y la castaña se apresuró a ir con su amiga. El muchacho se rascó la cabellera algo descolocado.

Vaya, con su niña Virgen…

-esto será interesante… -dijo sonriendo y apuró el paso para alcanzar a su protegida

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