SOLO EL AMOR DUELE ASÍ
—Nos vamos a casar cuando seamos mayores, ¿verdad, Val? —preguntó el chico pelinegro.
—Sí, Darke. ¡Tendremos una boda grande, con lindas flores y una tarta enorme! —exclamó Val mientras daba vueltas con su vestido azul que se ondeaba con el viento y su cabello rubio brillaba con el sol.
Darke la quedó mirando mientras se encontraba sentado en el suelo. Solo eran dos niños de diez años, que no sabían muy bien las cosas que decían, como era la vida o las complicaciones que se podrían ir encontrando por la diferencia de clases sociales en las que vivían.
Val era hija de uno de los CEO más famosos y millonarios del país. Darke era solo hijo de uno de los sirvientes de la mansión y su piel era morena.
Val se sentó a su lado y le regaló una sonrisa. Él era un niño pequeño aún, pero sabía que Val era la niña más bonita que había visto. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos azules eran tan bonitos como el mar. Su cabello parecía oro y sus aros de perla la hacían ver mucho más hermosa. Su vestido brillaba mostrando que era algo hecho con las más finas y elegantes telas por ser hija de Varkov Levedev.
En cambio, Darke era solo un chico de clase baja que aún no sabía leer bien, a pesar de que ella lo hacía más que bien. Su ropa, en algún momento, habían sido de su hermano mayor al igual que sus zapatos, pero él encontraba que era la ropa más linda.
Pero a Val no le importaba eso, ella no veía diferencia en su ropa, color de piel o apellido. Darke la hacía sonreír y siempre le traía regalos que consistían en alguna flor que encontraba en el campo, en una fruta o en esos trucos de magia para entretenerla que había aprendido de su hermano mayor y ella amaba todo eso.
—Tendremos anillos en este dedo —le indicó Val tomando su mano y juntándola con la suya casi midiéndola.
La diferencia en el tono de piel era más que evidente para cualquiera.
—Trabajaré mucho para comprarte el anillo más grande y brillante.
—No me importa que sea el más grande y brillante, Darke, me importa que sea solo tuyo y ya
Él asintió para memorizar aquellas palabras.
—¡Val! ¡¿Dónde estás, Val?! —preguntaba la sirvienta que se dedicaba a vigilar a la niña.
Ella al responderle la llevo a casa. Debía probarse unos vestidos y le debían tomar las medidas para otras cosas.
Cuando llego a la sala, vio a su padre leyendo el periódico. Vio también a los padres de Darke. La madre de él llevaba una bandeja con té de forma lenta y el padre se dedicaba a tomar algunas medidas para algunas ropas. Val entró de manera rápida dando brincos mientras llevaba una rosa en sus manos que el niño le había dado. Ella se veía feliz, pero el padre al verla sostener esa rosa simple que estaba mal cortada, le provoco enojo.
Ella llegó donde él abrazándolo y vio a su hermano mayor sentado en otro lado jugando con su teléfono. Era tres años mayor que ella y solía ser callado siempre, pero era muy inteligente y siempre obedecía a su padre.
—¿Quién te dio eso? —le preguntó a su hija.
Ella miró la rosa con alegría porque encontró que era la rosa más linda que había visto en toda su vida. Era roja y grande.
No tuvo tiempo de responder cuando Darke apareció con unas telas para su padre. Él se puso de pie tomando la rosa y se acercó a él. Darke lo vio enorme y aterrador.
—¿Tú le diste esto a mi hija? —inquirió con enojo.
El niño no supo que responder realmente y miró a su padre en un intento de que le diga algo, pero el pobre hombre solo se quedó en silencio porque sabía que no tenía derecho a hablar.
—Sí, yo la corte y...
No pudo terminar de hablar cuando el ruido de la bofetada se escuchó por todo el lugar. Él cayó al suelo soltando un quejido y Val dio un respingo por estar concentrada en otra cosa. Vio a Darke tirado sin saber muy bien lo que había entendido.
Sintió su mejilla ardiendo y adolorida, pero no se atrevió a mover ni un solo músculo.
—No te acerques a mi hija ni le des porquerías que no valen nada. Los de color como tú, no pueden relacionarse con persona valiosas como nosotros. Tú y tus padres son personas creadas únicamente para recibir órdenes y ser esclavos. Aléjate de mi hija.
Val quiso acercarse a él, pero su padre la tomó del brazo para llevársela lejos. Cuando desapareció, vio su padre acercarse a su lado para ayudarlo a ponerse de pie. No supo qué cosa había hecho mal. Por primera vez había sido golpeado y había sido de una forma llena de odio y asco. Quiso llorar, pero las lágrimas no brotaron de sus ojos.
Quiso preguntarse qué tenía de malo tener la piel de color, pero no fue capaz de entenderlo porque, en realidad, aquello no tenía nada de malo. El tener la piel de color no nada ni quitaba nada, pero las personas como el padre de Val lo veían de otra forma.
Cuando estuvo en su habitación cerró sus ojos para dormirse hasta que escuchó su ventana siendo tocada. Se movió para acercarse y vio a Val del otro lado. Era la media noche, pero a ella no parecía importarle.
—Darke, ¿estás bien? Te traje comida.
—¿Qué haces? Si tu padre se da cuenta se va a enojar. Es peligroso que andes de noche sola.
—No me da miedo nada. Ten —dijo entregándole una bolsa con pan y otras cosas —. Come todo.
Él la vio sonriendo.
—No, Val, tienes que irte a tu cuarto.
—Primero tienes que prometerme que nos veremos mañana en el manzano al medio día.
—Bien, nos vemos mañana.
Sintió como ella besaba su mejilla y le regaló una sonrisa. La vio marcharse y los años siguieron transcurriendo y se siguieron viendo en el mismo manzano. A sus dieciocho años, ambos eran más grandes. Darke había crecido mucho más que Val, pero seguía siendo igual de humilde. Val era mucho más educada, mucho más tranquila, pero seguía siendo la misma con él.
Hasta que su padre logró encontrar la forma de condenar a Darke frente a los ojos de Val.
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Comments
C Matacruz
hay no que mal padre 😯
2023-10-15
0
Graciela Peralta
recién la empiezo a leer y me gusta mucho la novela
2023-08-05
0
Leidi Natali Perez Aguilar
Di algo
2023-04-08
0