—Nos vamos a casar cuando seamos mayores, ¿verdad, Val? —preguntó el chico pelinegro.
—Sí, Darke. ¡Tendremos una boda grande, con lindas flores y una tarta enorme! —exclamó Val mientras daba vueltas con su vestido azul que se ondeaba con el viento y su cabello rubio brillaba con el sol.
Darke la quedó mirando mientras se encontraba sentado en el suelo. Solo eran dos niños de diez años, que no sabían muy bien las cosas que decían, como era la vida o las complicaciones que se podrían ir encontrando por la diferencia de clases sociales en las que vivían.
Val era hija de uno de los CEO más famosos y millonarios del país. Darke era solo hijo de uno de los sirvientes de la mansión y su piel era morena.
Val se sentó a su lado y le regaló una sonrisa. Él era un niño pequeño aún, pero sabía que Val era la niña más bonita que había visto. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos azules eran tan bonitos como el mar. Su cabello parecía oro y sus aros de perla la hacían ver mucho más hermosa. Su vestido brillaba mostrando que era algo hecho con las más finas y elegantes telas por ser hija de Varkov Levedev.
En cambio, Darke era solo un chico de clase baja que aún no sabía leer bien, a pesar de que ella lo hacía más que bien. Su ropa, en algún momento, habían sido de su hermano mayor al igual que sus zapatos, pero él encontraba que era la ropa más linda.
Pero a Val no le importaba eso, ella no veía diferencia en su ropa, color de piel o apellido. Darke la hacía sonreír y siempre le traía regalos que consistían en alguna flor que encontraba en el campo, en una fruta o en esos trucos de magia para entretenerla que había aprendido de su hermano mayor y ella amaba todo eso.
—Tendremos anillos en este dedo —le indicó Val tomando su mano y juntándola con la suya casi midiéndola.
La diferencia en el tono de piel era más que evidente para cualquiera.
—Trabajaré mucho para comprarte el anillo más grande y brillante.
—No me importa que sea el más grande y brillante, Darke, me importa que sea solo tuyo y ya
Él asintió para memorizar aquellas palabras.
—¡Val! ¡¿Dónde estás, Val?! —preguntaba la sirvienta que se dedicaba a vigilar a la niña.
Ella al responderle la llevo a casa. Debía probarse unos vestidos y le debían tomar las medidas para otras cosas.
Cuando llego a la sala, vio a su padre leyendo el periódico. Vio también a los padres de Darke. La madre de él llevaba una bandeja con té de forma lenta y el padre se dedicaba a tomar algunas medidas para algunas ropas. Val entró de manera rápida dando brincos mientras llevaba una rosa en sus manos que el niño le había dado. Ella se veía feliz, pero el padre al verla sostener esa rosa simple que estaba mal cortada, le provoco enojo.
Ella llegó donde él abrazándolo y vio a su hermano mayor sentado en otro lado jugando con su teléfono. Era tres años mayor que ella y solía ser callado siempre, pero era muy inteligente y siempre obedecía a su padre.
—¿Quién te dio eso? —le preguntó a su hija.
Ella miró la rosa con alegría porque encontró que era la rosa más linda que había visto en toda su vida. Era roja y grande.
No tuvo tiempo de responder cuando Darke apareció con unas telas para su padre. Él se puso de pie tomando la rosa y se acercó a él. Darke lo vio enorme y aterrador.
—¿Tú le diste esto a mi hija? —inquirió con enojo.
El niño no supo que responder realmente y miró a su padre en un intento de que le diga algo, pero el pobre hombre solo se quedó en silencio porque sabía que no tenía derecho a hablar.
—Sí, yo la corte y...
No pudo terminar de hablar cuando el ruido de la bofetada se escuchó por todo el lugar. Él cayó al suelo soltando un quejido y Val dio un respingo por estar concentrada en otra cosa. Vio a Darke tirado sin saber muy bien lo que había entendido.
Sintió su mejilla ardiendo y adolorida, pero no se atrevió a mover ni un solo músculo.
—No te acerques a mi hija ni le des porquerías que no valen nada. Los de color como tú, no pueden relacionarse con persona valiosas como nosotros. Tú y tus padres son personas creadas únicamente para recibir órdenes y ser esclavos. Aléjate de mi hija.
Val quiso acercarse a él, pero su padre la tomó del brazo para llevársela lejos. Cuando desapareció, vio su padre acercarse a su lado para ayudarlo a ponerse de pie. No supo qué cosa había hecho mal. Por primera vez había sido golpeado y había sido de una forma llena de odio y asco. Quiso llorar, pero las lágrimas no brotaron de sus ojos.
Quiso preguntarse qué tenía de malo tener la piel de color, pero no fue capaz de entenderlo porque, en realidad, aquello no tenía nada de malo. El tener la piel de color no nada ni quitaba nada, pero las personas como el padre de Val lo veían de otra forma.
Cuando estuvo en su habitación cerró sus ojos para dormirse hasta que escuchó su ventana siendo tocada. Se movió para acercarse y vio a Val del otro lado. Era la media noche, pero a ella no parecía importarle.
—Darke, ¿estás bien? Te traje comida.
—¿Qué haces? Si tu padre se da cuenta se va a enojar. Es peligroso que andes de noche sola.
—No me da miedo nada. Ten —dijo entregándole una bolsa con pan y otras cosas —. Come todo.
Él la vio sonriendo.
—No, Val, tienes que irte a tu cuarto.
—Primero tienes que prometerme que nos veremos mañana en el manzano al medio día.
—Bien, nos vemos mañana.
Sintió como ella besaba su mejilla y le regaló una sonrisa. La vio marcharse y los años siguieron transcurriendo y se siguieron viendo en el mismo manzano. A sus dieciocho años, ambos eran más grandes. Darke había crecido mucho más que Val, pero seguía siendo igual de humilde. Val era mucho más educada, mucho más tranquila, pero seguía siendo la misma con él.
Hasta que su padre logró encontrar la forma de condenar a Darke frente a los ojos de Val.
Era el cumpleaños dieciocho de Val. Había mucha gente y no conocía a la mayoría. Llevaba el vestido más llamativo de todos haciendo saber que era su día y su momento, pero ella no se sentía especial.
La mayoría de las personas la felicitaban sin parar. Había recibido tantos regalos que ya había perdido la cuenta. El pastel era tan enorme que pensaba que era para alimentar una ciudad entera. Había tanta comida y le apenaba el saber que, cuando todo se acabara, iba a ser tirada a la basura porque lo que más tenían, era comida y dinero para comprar por montones.
Soltó un suspiro y se posicionó al lado de su padre y su hermano. Su madre había fallecido cuando la había dado a luz a ella, así que jamás la había conocido. Las únicas figuras femeninas en su vida eran sus profesoras y las sirvientas que se encargaban especialmente de ella.
—Nuestra compañía es una de las más prestigiosas. Nos hemos podido ir expandiendo y ahora no somos únicamente una tienda de ropa, también tenemos electrodomésticos, tecnología y calzado. Mi hijo, Quill, se ha estado encargando estos últimos días de la tienda tecnológica y espero que pueda seguir avanzando para que, en unos años más, pueda tomar el negocio familiar —contaba, pero tenía más que claro que su hijo iba a ser un fracaso.
Todos asintieron creyendo que era verdad.
—Has logrado mucho, muchas familias suelen derrumbarse cuando muere la esposa, pero ustedes han sabido salir de todo de la mejor forma —habló uno de los amigos del hombre que siempre había estado presente —. Tal vez deberías pensar también en cambiar la servidumbre. Los años pasan y sigues teniendo a los mismos, ¿tan obedientes son?
—Son pobres y no tienen qué comer. Cuando la gente tiene necesidades acepta lo que sea.
—Papá, estoy cansada —susurró Val en un intento de poder irse a dormir y escapar de todo lo que no había pedido.
Ella no quería miles de personas en su casa. Ella no deseaba miles de regalos. Además, ella no deseaba un enorme pastel. Ahora mismo, ella solo quería estar con Darke. No lo había podido ver en todo el día, pero sabía dónde iba a estar.
—Vamos, pequeña, Val, tienes que divertirte. Tienes dieciocho años, ¿no crees que ya deberías pensar en buscar un muchacho rico digno de tu familia? —preguntó el hombre mientras le daba una mirada que indicaba otras cosas extrañas.
Ella alzó la mirada para observarlo de manera seria y desvió los ojos hacia otro lado porque le daba asco.
—Ella sabe lo que tiene que elegir y en qué momento. Me he encargado especialmente de hacerle ver quienes valen la pena y quienes no.
Todos siguieron hablando por unos minutos más. Val se quedó sentada mirando a la nada porque se estaba muriendo de aburrimiento. Nadie le había dicho que se veía bonita o linda. Nadie la había tratado con verdadera amabilidad y a nadie le interesaba realmente lo que ella sentía. Todas eran personas vacías por dentro, pero llenas de veneno por fuera.
Decidió ponerse de pie para irse a la cocina con intenciones de ver los padres de Darke. Ya los había visto por el lugar, así que asumió que deberían estar ahí aún, pero no. Solo estaba su hermano discutiendo con alguien.
Antes de poder decir algo, vio como era empujado con fuerza y lo vio. No era la primera vez que los veía empujarse, gritarse o tratarse mal. Darke y su hermano no se llevaban para nada bien y muchas veces se habían golpeado. El padre no regañaba a su hijo por eso, pero sí que trataba mal al otro por puro gusto. Lastimosamente, su odio por la gente de color se la había traspasado a su hijo e iba por la vida tratando a todos por debajo de él. Jamás los trataba bien ni pedía perdón. Los trataba como siempre basura una y otra vez. Los padres de Darke no solían decir nada, pero él no solía quedarse callado siempre.
Lo vio salir por la puerta y camino para seguirlo, pero Quill la tomó del brazo con fuerza.
—¿Para dónde crees qué vas? Regresa dentro.
—Quiero ir a ver cómo está —dijo en un intento de poder liberarse de su agarre.
—Parece que no entiendes aún que ellos son basura. No te ha quedado claro todas las veces que papá ha dicho que no debemos mezclarnos con ellos porque se nos van a pegar los piojos.
—Deja de decir eso. Suéltame.
—Él es un maldito engreído e irrespetuoso, vete dentro o te voy a acusar con papá.
—¡¿Si no lo respetas como esperas que te respete él, Quill?! ¡Deja de tratarlo mal! ¡Él no te ha hecho nada y lo único que haces es fastidiarlo siempre!
—¡Ese negro infeliz me amenazó con un cuchillo!
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? Él nunca haría eso.
—De seguro que es capaz de eso y mucho más. Puedo ver en sus ojos que, cada vez que me ve, me quiere matar. ¡Deja de hablar con la asquerosa servidumbre!
—¡No digas esas cosas que...!
—¡Qué te vayas dentro! —exigió él mientras la observaba con sus ojos verdes llenos de enojo.
Le dio un empujón y Val retrocedió. Lo quedó mirando con enojo. Su hermano solía tener las mismas costumbres que su padre, pero ella lo quería. Muchas veces había intentado que no se comporte de aquella manera, que todos merecían ser tratados con respeto y amabilidad, pero él no entendía. Estaba cegado por todas las cosas que le decía su padre y no dudaba en decirle que sí a todo.
Sabía que el odio consumía a las personas y Quill estaba más que consumido por el odio que su padre le había traspasado.
Regreso a la fiesta para solo irse a su habitación. No le importó lo que pudieran decir las demás personas. No le importó si su padre se molestaba porque ella no había pedido nada de eso. No quería a ninguna de todas esas personas que estaban sentadas ahí. No quería a ninguno de todos esos chicos que su padre le había presentado para considerar el matrimonio porque ninguno de ellos le gustaba y ninguno de ellos le iba a gustar mientras para ella únicamente fuera Darke.
Se quitó la ropa y cerró su puerta para acostarse. Minutos después, escuchó la voz de su padre mientras tocaba la puerta, pero solamente guardó silencio diciendo que mañana iba a recibir el regaño más que feliz.
No pensaba casarse con alguien que no amaba jamás. El matrimonio debía ser algo lindo, bueno y puro, no algo lleno de manipulación, mentira y desamor. Cerró sus ojos en un intento de quedarse dormida porque solo quería olvidar lo que había sucedido, pero sus labios se curvaron en una sonrisa al recordar lo que Darke le había dado hace una semana. Sintió sus mejillas rojas por recordar aquel beso que había sido más que especial, más que perfecto. Había sido como miles de veces lo había imaginado. Era un perfecto beso de cuentos de hadas donde había una linda princesa y un sincero príncipe.
El ruido de como su ventana era golpeada la hizo sentarse en la cama. Se quedó mirando atentamente a escuchar algún ruido de nuevo. Al oírlo, se puso de pie para caminar hasta ella y mover la cortina. Miró a todos lados hasta que lo vio abajo.
Abrió la ventana de forma lenta para no provocar tanto ruido. No se veía ningún guardia haciendo sus rondas nocturnas y le regaló una sonrisa.
—Val, voy a subir —anunció.
Ella asintió.
Había una enredadera que rodeaba muchos lugares de la casa. Desde lejos la hacía ver más que bonita, pues lo que más había por todos el sitio eran plantas, árboles florales y frutales.
Darke siempre subía, solo era por algunos minutos para no provocar problemas, así que no le costaba nada. Era ágil subiendo árboles, así que subir por una enredadera era algo simple que no le dificultaba en nada la vida. Cuando llegó arriba, Val le tendió la mano para ayudarle a entrar y cerró la ventana con la cortina dándole una última mirada afuera para ver que no había nadie realmente.
—Vi que algunos invitados se iban, así que pensé que estabas aquí y vine a verte un poco —susurró mientras la observaba.
Era unos centímetros más baja que él. Su cabello rubio estaba suelto y su piel era blanca y linda. La suya no era extremadamente oscura, pero tenía el color suficiente para catalogarlo como lo hacían.
—¿Estás bien? ¿Comiste algo?
—Ah, sí, estoy bien. Soy fuerte aunque no coma nada —aseguró con una sonrisa —. Oye, ¿qué tienes ahí?
—¿Dónde? —preguntó Val mirándose la ropa.
Vio como él llevaba su mano hasta su cabello y como sacaba una flor de color morado pequeña y linda. Soltó una sonrisa y la tomó en sus manos. Darke siempre la hacía reír con sus trucos de magia.
—Muchas gracias —murmuró oliéndola.
—También tengo un regalo. Trabaje mucho durante todo un año para poder comprarlo.
Lo vio sacando una pequeña cajita de su bolsillo trasero. No le asombraba el oír que había estado trabajando durante un año entero, pues, mientras Val tenía clases particulares en su casa e incluso clases de piano, violín y algún deporte, Darke solo se dedicaba a verificar las cosechas junto a su padre. Había aprendido a leer solo y a sumar. Para su buena suerte, era bueno en matemáticas y no había sido necesario tener los mejores profesores para saber lo que era el respeto.
—¿Qué es? ¿Qué es? —preguntó ella emocionada y casi dando saltitos.
Vio la cajita ser abierta para encontrar un collar.
Vio la forma de mariposa que tenía el colgante y sus labios se curvaron en una sonrisa llena de sinceridad. Darke muchas veces no entendía como es que Val podía colocarse tan feliz por las cosas insignificantes que él le daba, pero aquello le daba una tranquilidad enorme y lo hacía sentir especial.
—No es algo muy lujoso, pero prometo seguir trabajando duro para comprarte lo más bello que pueda haber.
—No, yo no quiero lo más bello, nada más quiero lo que tú me quieras dar y esto es perfecto. Lo usaré siempre, cada día de mi vida sin importar nada. ¿Me lo puedes poner?
Él asintió mientras ella se daba una vuelta tomando su cabello para moverlo hacia el lado. Vio su piel y la suavidad era más que obvia. Observo sus manos porque pensó en que podía ensuciarla de alguna manera. Su aroma era dulce casi como a miel y, cuando sus dedos tocaron su piel, se sintió extraño. Jamás había tocado algo tan suave porque sus dedos siempre estaban cubiertos de tierra y ásperos por trabajar tanto. Vio su cabello fino, largo y liso que no se comparaba al de él que era negro y grueso. No había tenido oportunidad de ir a algún lugar para que le corten el cabello, así que se encontraba cubriendo sus orejas casi.
Val se giró tomando la mariposa en sus manos y acomodó su cabello en su espalda.
—Es perfecto —susurró.
Antes de marcharse, sus labios se tocaron de forma torpe e inexperta. Ninguno de los dos había besado a alguien jamás.
Val estaba dormida cuando escuchó los gritos. Se sentó en la cama de forma inmediata por no saber lo que ocurría, pero el miedo que le recorrió la espina dorsal fue aterrador. Se puso de pie para salir de su habitación y se dirigió a donde se escuchaban los gritos. Vio a los sirvientes todos amontonados en la cocina.
Algo en su interior le quiso advertir sobre lo que vería, pero lo ignoró y solo siguió avanzando.
Vio algo en el suelo que no supo lo que realmente era. Vio sangre y a alguien que estaba parado a su lado, pero, lo que más miedo le dio fue el ver como la sangre goteaba de un cuchillo para juntarse en el suelo. Él se giró de forma lenta y fue cuando la vio. No supo qué decir porque sabía que, sin importar lo que dijera, nada iba a valer la pena.
Val se quedó sin habla oyendo los latidos de su corazón porque, quien estaba en el suelo era su hermano y no daba señales de vida. A su lado estaba Darke sosteniendo un cuchillo que demostraba el hecho de que él había causado todo aquello.
—V-Val... —susurró él de manera temblorosa —. Yo no lo hice, Val. Yo no lo hice, tienes que creerme, por favor.
La vio paralizada, casi en un estado de pánico. Ella no fue capaz de hacer nada, sus ojos estaban pegados en el cuerpo de su hermano que se veía con los ojos abiertos, tirado en el suelo y con un charco de sangre a su lado.
No supo cuánto tiempo tardo la policía en llegar, pero su padre ya había echado a los padres de Darke y habían quedado en la calle sin nada mientras lloraban por lo que, supuestamente, había hecho su hijo.
—Papá —habló Val, sintió unas lágrimas recorriendo sus mejillas, pero nada más, no había podido soltar ni un sollozo porque su mente no era capaz de procesar nada de todo lo que había visto —, no dejes que Darke vaya a la cárcel, por favor.
El padre la vio en un estado horrible, pero le dio igual. Sabía muy bien lo que había sucedido, sabía muy bien que Darke no había asesinado a nadie, pero había creado el crimen perfecto para que todos duden de alguien como él porque, ¿entre tanta gente blanca, quién no iba a dudar de que Darke era el asesino? Y, ¿quién iba a creer que, un padre, iba a ser capaz de asesinar a su hijo? Nadie.
—De acuerdo, pero jamás le volverás a hablar. Jamás, en toda tu vida, volverás a entablar la más mínima conversación con él. Él, para ti, está muerto.
—Bien —susurró mirando el suelo.
Y así, transcurrieron cinco años.
—Buenos días, presidenta —saludaban las mujeres que veían a Val llegar. Los guardias la seguían por detrás igual que siempre.
Eran cinco hombres grandes que no se despegaban de su lado ni cuando iba al baño. Vestían ropa negra y anteojos negros. Llevaban armas listas para disparar y matar a quien fuera.
—Buenos días, ¿cómo estuvo el fin de semana? —preguntó de forma amable mirando a sus trabajadores.
Una chica un tanto torpe que era su secretaria llegó donde ella corriendo sosteniendo un capuchino de vainilla y una agenda. Su cabello castaño se encontraba suelto y sus ojos color miel eran claros.
—Buenos días, presidenta. Aquí tiene su capuchino como todas las mañana. Para hoy no hay muchas cosas que hacer, así que puede estar tranquila, aunque el joven Barry llamó nuevamente e insiste en que salga con él a tomar una taza de té —contó mientras leía lo que tenía escrito en su agenda.
Ella asintió mientras bebía un poco de capuchino. Caminaban de forma lenta por la compañía de la que estaba encargada. El tiempo había transcurrido rápido, así que ya era una mujer adulta, respetable y la presidenta de la compañía tecnológica. Su padre se mantenía al margen siempre porque sabía que su hija era lo suficientemente inteligente para manejar lo que fuera, además ya estaba en los sesenta años.
—¿Ya le dijiste sobre que tenía citas pendientes?
—Sí, presidenta, pero se molestó porque es lo que le he estado diciendo hace dos semanas. No es tan imbécil como usted asumía. Y también el señor Morgan la ha estado buscando. A él no supe qué decirle porque es el amigo de su padre, no es tan sencillo como decirle que se fue de viaje porque él sabrá que no fue así.
Val soltó un suspiro porque ese hombre la había estado siguiendo desde siempre. Estaba cansada de sus miradas cargadas de perversidad. Ni siquiera se había controlado cuando era una niña, mucho menos lo hacía ahora cuando era adulta.
—Bien, entonces dile a Barry que salí del país por unas reuniones. Del señor Morgan me encargo yo luego.
—Presidenta, creo que es mejor que lo vea o se pondrá como loco. Su padre quiere que se case con él, ¿por qué simplemente no lo hace?
—Y, ¿tú te casarías con alguien que no amas?
Se detuvieron cuando entraron al ascensor. Vio la chica con cara dudosa pensando en qué responderle, pero era obvio lo que iba a decir. Las personas solían casarse con otras por amor y eso era bonito, sin embargo, habían algunas que se casaban con otras solo por el interés monetario, al menos, Val no pertenecía a ese montón y su secretaria tampoco.
—No, pienso que las personas se deben casar con aquellos que aman realmente. El estar encadenado a quien no se ama debe ser horrible.
—Así es, Merry —dijo Val.
Salieron del ascensor estando en el último piso de las oficinas EVERMOR ILIMITADAS. Aparte de todo lo que ya tenían, en los últimos años se habían vueltos prestamistas, por lo que mucha gente iba a sus oficinas para pedir dinero sabiendo que quedarían endeudados por toda su vida, pero tranquilo por el hecho de que sus hijos tendrían para comer y donde dormir.
Val no le gustaba atender aquellos asuntos, pero algunas veces le tocaba y era algo extremadamente desagradable. Nunca le había gustado hacer sentir menos a las demás personas, le costaba ser cruel y sabía que eso le iba a jugar en contra en algunas ocasiones. Jamás había podido ser cruel como su padre que insultaba y hacia sentir menos a cualquiera sin el menor problema. A él le encantaba cuando las personas llegaban suplicando donde él por dinero y le gustaba aún más cuando les tocaba quitarle todo lo que tenían por haberse atrasado en una cuota del préstamo.
Caminaron de forma lenta. Los tacones de Val resonaban en el suelo, llevaba una cartera grande de las mejores marcas y de un cuero fino. Su vestido se ajustaba a sus caderas y llegaba hasta sus rodillas. Todos los empleados la saludaban de forma amable y Merry le seguía leyendo las cosas que tenía para hoy de su agenda.
—Ah, lo olvidaba. Hay un nuevo CEO que quiere invertir con ustedes en el ambiente tecnológico, dicen que están trabajando en la cobertura 6G.
—¿6G? Si acaba de salir la 5G. ¿Quién es?
Merry se quedó leyendo su agenda con lentitud buscando el nombre de aquel CEO que había hablado con ella.
—Baire Blanshe. Es de la agencia del sureste cerca del mar. La que se especializa en embarcaciones, antenas satelitales y tecnología, además de su flota de aviones que, según lo que revise, son de los más solicitados por los habitantes por su seguridad y comodidad.
—Ya veo.
—Es nuevo, como muchos han salido durante este tiempo, pero él insistió mucho en que quería tener una reunión con usted en privado. Hablaba de forma amable y se notaba que era bastante educado.
—No tengo tiempo. Dile que se busque otro lugar donde invertir.
Al entrar a la oficina, dejó su bolso colgado y se quitó el abrigo que fue recibiendo Merry de forma lenta. Vio que su escritorio y toda su oficina estaba más que ordenada igual que siempre. Odiaba el desorden, odiaba ver incluso un lápiz en un lugar incorrecto. Todo debía estar en su debido sitio o estaba de mal humor todo el día. Merry era nueva, solo llevaba un mes, pero jamás había encontrado un papel en el suelo. Se encargaba de que todo estuviera bien siempre. Tal vez era torpe, se ponía nerviosa y se le olvidaba que Val era su jefa, pero ella le había querido dar una oportunidad porque lo que más tenía era ganas de aprender.
—Por supuesto, presidenta. ¿Necesita algo más?
—No, puedes retirarte y dile a Blake que me traiga las copias de los contratos de los nuevos empleados, incluyendo el tuyo.
—De inmediato.
—Y, ¿de quién son esas flores? —preguntó al ver que había un enorme ramo de flores en un jarrón.
Se veían demasiado bonitas y su aroma estaba por toda la habitación.
—Ah, lo había olvidado. Son enviadas por el CEO. Dijo que esperaba que le gusten y que son una muestra de su respeto y admiración por usted. Pareciera que la conoce.
Val se puso de pie y estiro su mano para tomar los pétalos de una. Se sentía suave y eran demasiado hermosas. Por un instante, el recuerdo de un chico a quien no debía recordar y que siempre le daba flores, le asaltó la cabeza.
—Sácalas de aquí y no recibas nada más que te dé.
Merry no supo el motivo de su enojo, pero solo hizo lo que le pidió con rapidez.
El día transcurrió de forma lenta. La mayoría del tiempo le tocaba revisar papeles, firmar documentos, asistir a reuniones y más. No se hacía nada sin su aceptación, así que debía estar siempre pendiente de todo lo que sucedía en la empresa sin falta. Por cualquier despido, contratación y más se le preguntaba a ella.
Merry le trajo algunas fotocopias y recibió más de alguna llamada que le provocaba dolor de cabeza. Merry hacia un gran esfuerzo en dar excusas que sacaba incluso debajo de las rocas, pero las personas eran demasiado insistentes, en especial el señor Morgan, amigo del padre del Val. Merry, al verlo caminar hasta su puerta, se puso de pie para detenerlo porque sabía que iba a obtener un regaño si no lo hacía.
—¡Lo siento, señor, ella está en una junta muy importante! Por favor, vuelva en otro momento.
Él simplemente la ignoró como siempre lo hacía.
—Señor, por favor, no...
No tuvo oportunidad de nada, cuando el hombre solo abrió la puerta. Ella quiso darle una patada porque era el hombre más insistente que había conocido en su vida.
—Presidenta, lo siento mucho. Le dije que no podía pasar.
Val lo quedó mirando. Llevaba un traje de color gris y un abrigo porque afuera hacia frío. Soltó un suspiro porque era lo que menos deseaba. Se puso de pie y camino hasta Merry. Le indicó que se podía marchar y que no sucedía nada. Cerró la puerta para darle una mirada al hombre que solamente le provocaba desagrado.
—¿Le ha dicho a mi padre que ha venido a verme? —preguntó mirándolo de forma atenta y sin la más mínima intención de verse amable.
—¿Por qué tendría que hacerlo? Solo me paso para verificar que no tengas problemas con tus empleados —dijo con una sonrisa —. Te ves muy bien hoy, sin duda alguna ya no eres una niña, eres toda una mujer.
—Di rápido lo que tengas que decir. No tengo tiempo.
Comenzó a caminar para ir a sentarse cuando sintió como le tomaba la mano.
Se liberó de su agarre con brusquedad porque estaba cansada de él y le producía asco. No lo toleraba y ya no sabía qué decirle para que la deje en paz. A ojos de su padre se veía como un buen amigo y alguien que se preocupaba por la familia, pero cuando estaba a solas con Val mostraba sin ninguna duda la obsesión que tenía por ella desde que era una niña.
—No me toques —exigió —, lárgate ahora mismo si no tienes nada que decir porque no te quiero cerca de mí.
—Vamos, Valerie, sabes lo que realmente te conviene. ¿Por qué estar con un niño cuando podrías estar con un verdadero macho? —preguntó mientras daba un paso hacia ella, pero retrocedió con rapidez —. Si fueras inteligente, ya estarías conmigo.
—Tiene cincuenta, yo tengo veintitrés, no me interesa en lo absoluto. No quiero ni lo más mínimo de usted ni aunque me esté muriendo.
Él la quedó mirando unos segundos porque se veía como una chica difícil, pero eso no lo hacía querer alejarse, sino que solo le volvía más divertido su juego. Estaba cansado de las chicas fáciles que decían que sí sin dudarlo por un puñado de dinero y Val se había mostrado indiferente hacia él desde un inicio.
—Eres una muchachita muy inteligente, puedo asegurar que, en algún momento, vas a saber lo que es mejor para ti y para tu padre. ¿Prefieres que entre un desconocido a tu familia o alguien que has conocido siempre y que se preocupa de ti?
—Largo —habló sosteniéndole la mirada sin dejarse ver débil —. O me veré en la obligación de llamar a mi seguridad para que lo echen de una manera no muy beneficiosa para su apellido y reputación.
Él estiró su mano para tocar su cabello. Estaba tomado en un moño alto, pero, debido al transcurso del día, algunos mechones se habían salido de su lugar.
Ella retrocedió un paso y pudo ver su rostro serio todo el tiempo, pero él tenía uno lleno de burla y diversión.
—Escuche que tu padre tiene un pretendiente para ti y que quiere que su única hija se case pronto. Veremos como solucionas eso —habló mientras abría la puerta, pero se detuvo para mirar sobre su hombro dándole una sonrisa y agregó—: Si necesitas ayuda para convencer a tu padre de que no quieres un casamiento aún para centrarte en la empresa, no dudes en buscarme, Valerie. Yo puedo hacer lo que quieras por ti.
Ella no dijo nada, solo lo vio salir y soltó un suspiro porque le daba miedo, pero sabía que, el verse débil, solo iba a provocar que él tome ventaja de aquello.
Merry abrió la puerta para poder disculparse por lo que había sucedido.
—Presidenta, perdóneme, por favor...
—No te preocupes, Merry, sé muy bien como es. Por favor, dile a mis guardias que, para la próxima, no lo dejen entrar sin importar que sea el mejor amigo de mi padre.
Ella asintió y se lo comunico a los guardias de inmediato.
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