5.

—Buenos días, hija.

Le dio una breve mirada a su padre que estaba en la mesa sentado esperando para el desayuno. Era sábado, así que solían tomar desayuno juntos. Estaba cansada, quería seguir durmiendo porque recién eran las diez y media de la mañana, pero solo se levantó porque luego tenía otras cosas que hacer.

—Buenos días, papá, ¿qué tal dormiste?

—Con un dolor de espalda horrible, además de un dolor de cabeza que no me deja ni cerrar los ojos.

Asintió porque era algo de su día a día. Ya no estaba igual que hace cinco años. El tiempo iba pasando y se reflejaba más que bien en su rostro y en su cuerpo los nuevos dolores que iba teniendo cada día haciéndole saber que iba a llegar un momento en que se iba a tener que despedir de su padre. Lo veía como la única familia que le quedaba después de tantas tragedias. Muchas veces imaginaba como sería el que su madre no hubiera fallecido cuando la dio a luz, pero era simples imaginaciones que no llegaban a nada. Era imaginaciones que, al finalizar el día, le dolían porque jamás iba a poder vivir algo como ello.

Nunca tuvo la oportunidad de saber lo que era un abrazo de su madre o inclusive un consejo. No tenía muchas amigas, así que se guardaba sus cosas siempre porque sabía que a su padre no le podía contar aquellos momentos por los que pasaba y que se sentía totalmente sola. Siempre había necesitado una madre justo como un hijo necesitaría a su padre.

Únicamente la había conocido por fotos que habían por la casa, además de cuadros, algunos videos familiares que tenía su padre guardado y que solía ver de vez en cuando. Sabía que con su madre a su lado todo habría sido más fácil inclusive la muerte de su hermano, pues habría tenido a alguien a su lado que pudiera abrazarla y hacerle saber que, dentro de todo lo malo, podía haber algo bueno. Nunca pudo saber el valor que podía tener un consejo materno y había tenido que aprender muchas cosas solo por ayuda de las sirvientas de la casa o sus profesoras.

Soltó un suspiro y le dio una breve mirada a su padre que se encontraba leyendo el periódico. Preparó su café y bebió un poco para luego prepararse un pan con mermelada fresca.

—Escuche que tuviste algunos problemas en la empresa la semana pasada. Morgan me contó algo —dijo el hombre al otro lado doblando el periódico para centrarse en la comida.

No le agrada para nada que aquel hombre le anduviera contando todo lo que pasaba a su padre, pero no sabía cómo hacerlo. Eran amigos y no iba a poder hacer nada para evitar que fuera de chismoso siempre con el único motivo de querer molestarla.

—Nada que no pueda manejar. A veces hay que enseñarles quien manda a la buena y ya.

Él asintió.

—Puedo ir uno de estos días para aclarar algunas cosas. El dolor de mis articulaciones se ha calmado un poco y puedo caminar mejor.

Ella negó porque era algo innecesario. No necesitaba la ayuda de nadie para poner a los hombres en su debido sitio. Nunca había necesito que alguien la defendiera, pues desde pequeña lo había hecho muy bien.

—Es totalmente innecesario, papá. Quédate en casa y sigue las recomendaciones al pie de la letra para que estés bien —le recordó con una sonrisa amable.

Él la quedó mirando y se sintió aliviado de muchas cosas. Era alguien malo que no merecía ni una sola cosa buena, pero tenía a Val a su lado y, hace mucho tiempo, había jurado que la iba a seguir teniendo a su lado sin importar nada. No iba a perder lo único que le quedaba después de tantas cosas que había hecho.

Cosas que lo atormentaban en las noches y que casi no lo dejaban dormir por las pesadillas. El cerrar los ojos era algo que les costaba mucho a las personas que tenían kilos de culpabilidad en sus hombros. Soltó un suspiro mientras la seguía mirando porque era toda una mujer y era idéntica a su esposa. Era igual de buena que ella y sus intenciones siempre se categorizaban como puras ante los ojos de cualquiera.

—Gracias. Algo me dice que, si no estuvieras conmigo, entonces las cosas serían muy diferentes. ¿Qué sentido habría tenido para mí el seguir vivo si no tenía a nadie de valor a mi lado? El dinero no es una compañía, es algo que simplemente se resbala de las manos y jamás lo vuelves a ver. El dinero jamás va a compensar una compañía humana.

—¿Por qué dices eso, papá? Yo no me voy a ir de aquí.

—Lo sé, pero hay veces que imagino cosas. Ya sabes, la cabeza de un viejo como yo no funciona igual que la cabeza de alguien joven como tú. Solo espero que te puedas casar y tener hijos para que, cuando me vaya, me quede tranquilo de que estarás acompañada.

Ella bebió un sorbo de café mientras lo miraba.

Se veía notablemente preocupado por muchas cosas y eso era lo que justo Val no quería. Si tenía preocupaciones encima, entonces era mucho más complicado que se sintiera tranquilo.

—Papá, ya te he dicho que no pienses en cosas como esas.

—Solo quiero que tengas un buen marido que sea digno de ti. ¿Qué tiene de malo ese chico que no te gusta? —preguntó esperando una respuesta clara.

—Creo que, por el momento, es algo que no me interesa tener. Un matrimonio ya no lo es todo.

—Claro que lo es todo, Valerie. Un matrimonio es sinónimo de estabilidad, seguridad y prosperidad. Cualquier mujer decente debe obtener un matrimonio.

—Los tiempos han cambiado y...

Se detuvo cuando escuchó como golpeaba la mesa con fuerza con su mano. Mantuvo la mirada baja porque cada vez se volvía más insoportable en algunos momentos.

—¡Tienes que casarte con ese chico lo antes posible! ¡Es de buen apellido y tiene dinero! ¡No puedes permitir que otra mujer te lo arrebate!

—Yo no peleo por hombres, papá, eso sería denigrante —habló de forma calmada levantando la taza de su café.

—¡Si no te casas por voluntad en menos de dos meses, entonces luego no te voy a preguntar y solo tendrás que decir que sí frente a una iglesia!

—¡Ya no tengo cinco años! —exclamó con enojo poniéndose de pie —. ¡No puedes seguirme obligando a hacer todo lo que se te antoje! ¡Yo sabré con quién quiero casarme y cuando, no tú!

—¡¿Y, qué?! ¡¿Pretendes casarte con alguien muerto de hambre igual que ese negro que conociste!? ¡Te recuerdo que, por mezclarte con alguien como él, tu hermano fue asesinado!

Ella se quedó en silencio al escuchar esas palabras porque su padre la seguía culpando por aquello. No perdía oportunidad de gritarle cada vez que podía lo mismo.

—¡Si sigues pensando en ese maldito mocoso muerto de hambre es porque la muerte de tu hermano te dio igual!

—¡No es así! ¡No digas esas cosas! ¡Lloré por mi hermano y sufrí tanto como tú y sigo sufriendo!

Se movió para irse a su habitación, pero el padre fue más rápido y la tomo del brazo.

—¡Suéltame!

La tomó de ambos brazos y la sacudió con fuerza sin importarle nada.

—Si siquiera ese chico se vuelve a cruzar en tu camino, yo haré lo que sea para meterlo a la cárcel. Nunca más, en toda tu vida, mientras yo viva permitiré que te vuelvas a juntar con él. Es un asesino, Valerie, tú, con tus propios ojos, lo viste sostener ese cuchillo y a tu hermano muerto en sus pies.

—Ya basta —rogó sollozando.

Intentó liberarse con fuerza, pero el hombre ejercía fuerza haciéndole sentir que le iba a romper los brazos en cualquier momento.

—Si no lo metí a la cárcel fue únicamente porque me prometiste que jamás ibas a volver a hablar con él, así que más te vale que cumplas tu promesa. En mi familia nunca va a entrar un negro como él.

La soltó y se fue del lugar dejándola temblando y llorando. Se abrazó a sí misma mientras temblaba. Sus lágrimas recorrieron sus mejillas y no sabía lo que había hecho mal. No sabía en qué momento se había vuelto ciega para no haberse dado cuenta de cómo era Darke realmente. Por culpa de todo eso, había perdido a su hermano y ahora era maltratada por su padre cada vez que le daba la gana por todos esos sucesos.

Ya casi no se encontraba con la capacidad para seguir soportando todo por lo que tenía que pasar cada día. Sin importar lo que hiciera, cada día iba siendo peor. Cada vez se sentía más sola, más desamparada, más cansada, más agotada de forma mental y física.

Odiaba todo. Cada día se iba formando más odio en su corazón por todos los sucesos por lo que había tenido que pasar. Cada día odiaba más el haber sido una estúpida e ingenua. Cada día se convencía más y más de que Darke la había manipulado por siempre haberse mostrado blanda ante él. Cada vez sentía que, las cosas que su padre le gritaba, eran verdad. No podía parar de imaginarse que su hermano estaría vivo si nunca se hubiese hecho amiga de aquel chico que había llegado a su casa tímido y asustado de la mano de sus padres.

Cubrió su rostro para llorar con más ganas en la soledad que habitaba en la casa. En aquel lugar no había ni una sola gota de amor, de calidez humana, ni siquiera parecía un hogar. Cada vez que estaba ahí se sentía miserable al recordar todo lo que había sucedido.

Ya no lo soportaba.

Cuando salió, lo hizo sin un rumbo en concreto. Solamente quiso salir a caminar para despejar su mente. El día estaba más que bueno, había sol, estaba despejado y había brisa en el ambiente. Caminó por un parque que era enorme donde habían juegos, espacio para que los perros jueguen, ciclo vía, árboles, pasto verde y miles de flores.

Mantuvo las manos en los bolsillos de su poleron mientras llevaba un bolso en su brazo derecho. Se detuvo en un edificio que había sido terminado de construir hace muy poco por una empresa constructora que era nueva, pero que había comenzado a ser muy solicitada por muchos lugares. La casa de compra estaba una cuadras de distancia, y, sin siquiera pensar muy bien lo que estaba haciendo, se dirigió a aquel lugar. Vio que había algunas personas esperando por ser atendidas, supuso que se iba a tardar mucho, hasta que escuchó una voz.

—Valerie.

Giró su rostro para ver a una de las chicas con la que había ido a la misma universidad y estudiado lo mismo por un breve tiempo.

—Hola, Javiera.

—¿Cómo estás? ¿Qué haces por estas partes? —preguntó de forma amable mientras se acercaba a ella para besar su mejilla y darle un abrazo. El tiempo que habían pasado en la universidad juntas había sido bueno, así que se sintió un poco alegre de verla.

—Solo quería ver algún departamento de los nuevos que se construyeron frente al parque.

—Oh, entonces dame unos minutos y yo te llevo. No tengo ninguna visita para hoy, así que yo te agendo y vamos para mostrarte el que quieras.

—Claro.

La vio entrar a la oficina y se quedó esperando afuera. Soltó un suspiro y alzó la mirada viendo el cielo azul rogando para que las cosas malas se fueran y solo vinieran cosas buenas porque ya no se sentía capaz de seguir tolerando cosas destructivas en su vida.

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Comments

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que pasara ahora cuando se vaya

2023-08-06

0

cristinita

cristinita

ese hombre me da muy mala espina, pobre Val que lo tiene que soportar

2022-11-18

0

holisisoyyo

holisisoyyo

viejo loco

2022-11-11

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