Era el cumpleaños dieciocho de Val. Había mucha gente y no conocía a la mayoría. Llevaba el vestido más llamativo de todos haciendo saber que era su día y su momento, pero ella no se sentía especial.
La mayoría de las personas la felicitaban sin parar. Había recibido tantos regalos que ya había perdido la cuenta. El pastel era tan enorme que pensaba que era para alimentar una ciudad entera. Había tanta comida y le apenaba el saber que, cuando todo se acabara, iba a ser tirada a la basura porque lo que más tenían, era comida y dinero para comprar por montones.
Soltó un suspiro y se posicionó al lado de su padre y su hermano. Su madre había fallecido cuando la había dado a luz a ella, así que jamás la había conocido. Las únicas figuras femeninas en su vida eran sus profesoras y las sirvientas que se encargaban especialmente de ella.
—Nuestra compañía es una de las más prestigiosas. Nos hemos podido ir expandiendo y ahora no somos únicamente una tienda de ropa, también tenemos electrodomésticos, tecnología y calzado. Mi hijo, Quill, se ha estado encargando estos últimos días de la tienda tecnológica y espero que pueda seguir avanzando para que, en unos años más, pueda tomar el negocio familiar —contaba, pero tenía más que claro que su hijo iba a ser un fracaso.
Todos asintieron creyendo que era verdad.
—Has logrado mucho, muchas familias suelen derrumbarse cuando muere la esposa, pero ustedes han sabido salir de todo de la mejor forma —habló uno de los amigos del hombre que siempre había estado presente —. Tal vez deberías pensar también en cambiar la servidumbre. Los años pasan y sigues teniendo a los mismos, ¿tan obedientes son?
—Son pobres y no tienen qué comer. Cuando la gente tiene necesidades acepta lo que sea.
—Papá, estoy cansada —susurró Val en un intento de poder irse a dormir y escapar de todo lo que no había pedido.
Ella no quería miles de personas en su casa. Ella no deseaba miles de regalos. Además, ella no deseaba un enorme pastel. Ahora mismo, ella solo quería estar con Darke. No lo había podido ver en todo el día, pero sabía dónde iba a estar.
—Vamos, pequeña, Val, tienes que divertirte. Tienes dieciocho años, ¿no crees que ya deberías pensar en buscar un muchacho rico digno de tu familia? —preguntó el hombre mientras le daba una mirada que indicaba otras cosas extrañas.
Ella alzó la mirada para observarlo de manera seria y desvió los ojos hacia otro lado porque le daba asco.
—Ella sabe lo que tiene que elegir y en qué momento. Me he encargado especialmente de hacerle ver quienes valen la pena y quienes no.
Todos siguieron hablando por unos minutos más. Val se quedó sentada mirando a la nada porque se estaba muriendo de aburrimiento. Nadie le había dicho que se veía bonita o linda. Nadie la había tratado con verdadera amabilidad y a nadie le interesaba realmente lo que ella sentía. Todas eran personas vacías por dentro, pero llenas de veneno por fuera.
Decidió ponerse de pie para irse a la cocina con intenciones de ver los padres de Darke. Ya los había visto por el lugar, así que asumió que deberían estar ahí aún, pero no. Solo estaba su hermano discutiendo con alguien.
Antes de poder decir algo, vio como era empujado con fuerza y lo vio. No era la primera vez que los veía empujarse, gritarse o tratarse mal. Darke y su hermano no se llevaban para nada bien y muchas veces se habían golpeado. El padre no regañaba a su hijo por eso, pero sí que trataba mal al otro por puro gusto. Lastimosamente, su odio por la gente de color se la había traspasado a su hijo e iba por la vida tratando a todos por debajo de él. Jamás los trataba bien ni pedía perdón. Los trataba como siempre basura una y otra vez. Los padres de Darke no solían decir nada, pero él no solía quedarse callado siempre.
Lo vio salir por la puerta y camino para seguirlo, pero Quill la tomó del brazo con fuerza.
—¿Para dónde crees qué vas? Regresa dentro.
—Quiero ir a ver cómo está —dijo en un intento de poder liberarse de su agarre.
—Parece que no entiendes aún que ellos son basura. No te ha quedado claro todas las veces que papá ha dicho que no debemos mezclarnos con ellos porque se nos van a pegar los piojos.
—Deja de decir eso. Suéltame.
—Él es un maldito engreído e irrespetuoso, vete dentro o te voy a acusar con papá.
—¡¿Si no lo respetas como esperas que te respete él, Quill?! ¡Deja de tratarlo mal! ¡Él no te ha hecho nada y lo único que haces es fastidiarlo siempre!
—¡Ese negro infeliz me amenazó con un cuchillo!
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? Él nunca haría eso.
—De seguro que es capaz de eso y mucho más. Puedo ver en sus ojos que, cada vez que me ve, me quiere matar. ¡Deja de hablar con la asquerosa servidumbre!
—¡No digas esas cosas que...!
—¡Qué te vayas dentro! —exigió él mientras la observaba con sus ojos verdes llenos de enojo.
Le dio un empujón y Val retrocedió. Lo quedó mirando con enojo. Su hermano solía tener las mismas costumbres que su padre, pero ella lo quería. Muchas veces había intentado que no se comporte de aquella manera, que todos merecían ser tratados con respeto y amabilidad, pero él no entendía. Estaba cegado por todas las cosas que le decía su padre y no dudaba en decirle que sí a todo.
Sabía que el odio consumía a las personas y Quill estaba más que consumido por el odio que su padre le había traspasado.
Regreso a la fiesta para solo irse a su habitación. No le importó lo que pudieran decir las demás personas. No le importó si su padre se molestaba porque ella no había pedido nada de eso. No quería a ninguna de todas esas personas que estaban sentadas ahí. No quería a ninguno de todos esos chicos que su padre le había presentado para considerar el matrimonio porque ninguno de ellos le gustaba y ninguno de ellos le iba a gustar mientras para ella únicamente fuera Darke.
Se quitó la ropa y cerró su puerta para acostarse. Minutos después, escuchó la voz de su padre mientras tocaba la puerta, pero solamente guardó silencio diciendo que mañana iba a recibir el regaño más que feliz.
No pensaba casarse con alguien que no amaba jamás. El matrimonio debía ser algo lindo, bueno y puro, no algo lleno de manipulación, mentira y desamor. Cerró sus ojos en un intento de quedarse dormida porque solo quería olvidar lo que había sucedido, pero sus labios se curvaron en una sonrisa al recordar lo que Darke le había dado hace una semana. Sintió sus mejillas rojas por recordar aquel beso que había sido más que especial, más que perfecto. Había sido como miles de veces lo había imaginado. Era un perfecto beso de cuentos de hadas donde había una linda princesa y un sincero príncipe.
El ruido de como su ventana era golpeada la hizo sentarse en la cama. Se quedó mirando atentamente a escuchar algún ruido de nuevo. Al oírlo, se puso de pie para caminar hasta ella y mover la cortina. Miró a todos lados hasta que lo vio abajo.
Abrió la ventana de forma lenta para no provocar tanto ruido. No se veía ningún guardia haciendo sus rondas nocturnas y le regaló una sonrisa.
—Val, voy a subir —anunció.
Ella asintió.
Había una enredadera que rodeaba muchos lugares de la casa. Desde lejos la hacía ver más que bonita, pues lo que más había por todos el sitio eran plantas, árboles florales y frutales.
Darke siempre subía, solo era por algunos minutos para no provocar problemas, así que no le costaba nada. Era ágil subiendo árboles, así que subir por una enredadera era algo simple que no le dificultaba en nada la vida. Cuando llegó arriba, Val le tendió la mano para ayudarle a entrar y cerró la ventana con la cortina dándole una última mirada afuera para ver que no había nadie realmente.
—Vi que algunos invitados se iban, así que pensé que estabas aquí y vine a verte un poco —susurró mientras la observaba.
Era unos centímetros más baja que él. Su cabello rubio estaba suelto y su piel era blanca y linda. La suya no era extremadamente oscura, pero tenía el color suficiente para catalogarlo como lo hacían.
—¿Estás bien? ¿Comiste algo?
—Ah, sí, estoy bien. Soy fuerte aunque no coma nada —aseguró con una sonrisa —. Oye, ¿qué tienes ahí?
—¿Dónde? —preguntó Val mirándose la ropa.
Vio como él llevaba su mano hasta su cabello y como sacaba una flor de color morado pequeña y linda. Soltó una sonrisa y la tomó en sus manos. Darke siempre la hacía reír con sus trucos de magia.
—Muchas gracias —murmuró oliéndola.
—También tengo un regalo. Trabaje mucho durante todo un año para poder comprarlo.
Lo vio sacando una pequeña cajita de su bolsillo trasero. No le asombraba el oír que había estado trabajando durante un año entero, pues, mientras Val tenía clases particulares en su casa e incluso clases de piano, violín y algún deporte, Darke solo se dedicaba a verificar las cosechas junto a su padre. Había aprendido a leer solo y a sumar. Para su buena suerte, era bueno en matemáticas y no había sido necesario tener los mejores profesores para saber lo que era el respeto.
—¿Qué es? ¿Qué es? —preguntó ella emocionada y casi dando saltitos.
Vio la cajita ser abierta para encontrar un collar.
Vio la forma de mariposa que tenía el colgante y sus labios se curvaron en una sonrisa llena de sinceridad. Darke muchas veces no entendía como es que Val podía colocarse tan feliz por las cosas insignificantes que él le daba, pero aquello le daba una tranquilidad enorme y lo hacía sentir especial.
—No es algo muy lujoso, pero prometo seguir trabajando duro para comprarte lo más bello que pueda haber.
—No, yo no quiero lo más bello, nada más quiero lo que tú me quieras dar y esto es perfecto. Lo usaré siempre, cada día de mi vida sin importar nada. ¿Me lo puedes poner?
Él asintió mientras ella se daba una vuelta tomando su cabello para moverlo hacia el lado. Vio su piel y la suavidad era más que obvia. Observo sus manos porque pensó en que podía ensuciarla de alguna manera. Su aroma era dulce casi como a miel y, cuando sus dedos tocaron su piel, se sintió extraño. Jamás había tocado algo tan suave porque sus dedos siempre estaban cubiertos de tierra y ásperos por trabajar tanto. Vio su cabello fino, largo y liso que no se comparaba al de él que era negro y grueso. No había tenido oportunidad de ir a algún lugar para que le corten el cabello, así que se encontraba cubriendo sus orejas casi.
Val se giró tomando la mariposa en sus manos y acomodó su cabello en su espalda.
—Es perfecto —susurró.
Antes de marcharse, sus labios se tocaron de forma torpe e inexperta. Ninguno de los dos había besado a alguien jamás.
Val estaba dormida cuando escuchó los gritos. Se sentó en la cama de forma inmediata por no saber lo que ocurría, pero el miedo que le recorrió la espina dorsal fue aterrador. Se puso de pie para salir de su habitación y se dirigió a donde se escuchaban los gritos. Vio a los sirvientes todos amontonados en la cocina.
Algo en su interior le quiso advertir sobre lo que vería, pero lo ignoró y solo siguió avanzando.
Vio algo en el suelo que no supo lo que realmente era. Vio sangre y a alguien que estaba parado a su lado, pero, lo que más miedo le dio fue el ver como la sangre goteaba de un cuchillo para juntarse en el suelo. Él se giró de forma lenta y fue cuando la vio. No supo qué decir porque sabía que, sin importar lo que dijera, nada iba a valer la pena.
Val se quedó sin habla oyendo los latidos de su corazón porque, quien estaba en el suelo era su hermano y no daba señales de vida. A su lado estaba Darke sosteniendo un cuchillo que demostraba el hecho de que él había causado todo aquello.
—V-Val... —susurró él de manera temblorosa —. Yo no lo hice, Val. Yo no lo hice, tienes que creerme, por favor.
La vio paralizada, casi en un estado de pánico. Ella no fue capaz de hacer nada, sus ojos estaban pegados en el cuerpo de su hermano que se veía con los ojos abiertos, tirado en el suelo y con un charco de sangre a su lado.
No supo cuánto tiempo tardo la policía en llegar, pero su padre ya había echado a los padres de Darke y habían quedado en la calle sin nada mientras lloraban por lo que, supuestamente, había hecho su hijo.
—Papá —habló Val, sintió unas lágrimas recorriendo sus mejillas, pero nada más, no había podido soltar ni un sollozo porque su mente no era capaz de procesar nada de todo lo que había visto —, no dejes que Darke vaya a la cárcel, por favor.
El padre la vio en un estado horrible, pero le dio igual. Sabía muy bien lo que había sucedido, sabía muy bien que Darke no había asesinado a nadie, pero había creado el crimen perfecto para que todos duden de alguien como él porque, ¿entre tanta gente blanca, quién no iba a dudar de que Darke era el asesino? Y, ¿quién iba a creer que, un padre, iba a ser capaz de asesinar a su hijo? Nadie.
—De acuerdo, pero jamás le volverás a hablar. Jamás, en toda tu vida, volverás a entablar la más mínima conversación con él. Él, para ti, está muerto.
—Bien —susurró mirando el suelo.
Y así, transcurrieron cinco años.
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Comments
Graciela Peralta
que pasara ahora con ella y el
2023-08-05
0
Faty Kaneki
puede de encerio un padre matar a un hijo para solo separar a las personas !? cuál mal estaría su corazón para ser tal acto ....val se fuerte mi niña ...
2022-11-12
1
holisisoyyo
me estás jodiendo
2022-11-11
1