Gabriela y Elena

Gabriela duró como dos horas encerrada en su cuarto. Tuvo tiempo de bañarse y calmarse. Luego salió despacio, cuidando de que no hubiera Lilims en el pasillo. No vio a ninguno así que cerró la puerta de su cuarto y se dirigió al cuarto de Diego corriendo. Abrió la puerta sin llamar antes y entró, la luz estaba encendida. La habitación era enorme, llena de estantes con libros y cuadros recostados de las paredes. Otros cuadros estaban sobre parales pero cubiertos con telas blancas. Ella caminó buscando a Diego, pero al llegar a la cama, en donde Diego estaba acostado en posición fetal y de espalda a ella, miró hacia la derecha y vio a una niña flotando a unos centímetros del suelo, frente a un estante. Estaba parada inmóvil en el aire. Ella se asustó, pero luego se dio cuenta de que la niña estaba dormida, y se acercó más a ella. Era pálida, con un rizado y larguisimo cabello castaño oscuro, y debía tener como diez años de edad.

- ¿Qué haces?- preguntó Diego levantándose de la cama.

Ella volteó rápidamente hacia él.

- Yo- dijo ella un poco conmocionada, luego volvió a mirar a la niña dormida- ¿Quién es ella?

- Se llama Andreína- dijo Diego caminando hacia Gabriela, luego miró a la niña también- Es una de mis hermanas.

- ¿Qué le pasó?- preguntó Gabriela- ¿Por que esta así?

- Tuve que dormirla- dijo él- Se estaba volviendo una amenaza para el pueblo y para nosotros mismos.

- ¿Dormirla?- preguntó Gabriela confundida- ¿Te refieres a que... está muerta?

- No- dijo Diego- solo está dormida

Diego volvió a la cama y se sentó. Gabriela miró a la niña una vez más, y luego miró a Diego.

- ¿Enserio son tus hermanas?- preguntó Gabriela acercándose a él.

- Medias hermanas- dijo Diego- Las últimas criaturas nacidas del vientre de Lilith.

Gabriela se sorprendió al escuchar aquello. Simplemente no podía creerlo.

- ¿Lilith?- dijo ella sentándose al lado de Diego- ¿El demonio Lilith?

- ¿La conoces?- preguntó Diego mirándola.

- No- dijo ella desconcertada- Bueno, solo por los libros. Sé que fue la primera esposa de Adán, pero que huyó del edén porque no le gustaba el trato que le daba Adán

Ella trató de recordar más sobre las cosas que había leído en su adolescencia.

- Los Lilims- dijo recordando por fin porque el termino Lilims se le hacía tan familiar- los Lilims son hijos de Lilith.

No podía creerlo, en verdad existían los Lilims. Durante años creyó que solo eran historias, un mito y nada más. Pero entonces se dio cuenta de algo más increíble aún. Recordó las estatuas de Lilith en la entrada de la casa.

- ¿Eres hijo de Lilith?- Preguntó ella sorprendida y un poco aterrada.

- Si- dijo él- Uno de sus muchos hijos híbridos.

- ¿Híbridos?- preguntó ella confundida.

- Mitad demonio y mitad humano- dijo él.

Ella suspiró y trató de digerir aquello.

- Nunca pensé que algo así pudiera existir- dijo- Siempre pensé que los demonios eran solo eso: demonios.

- Muchos lo son- dijo Diego- Son seres odiosos. Pero... dan buenas fiestas.

Ella sonrió, luego lo miró por un momento, pensativa.

- Yo pensaba que los Lilims... eran puras mujeres- dijo.

- Casi todos lo son- dijo él- de hecho... mi hermano Rico y yo somos los únicos varones de la familia.

- Espera...- dijo ella deduciendo repentinamente algo perturbador- ¿Las mujeres de los cuadros que están en el comedor son...?

- Mis hermanas, sí- terminó él- Salvo por Galatea Berzelius.

Ella recordó el cuadro de la mujer rubia con armadura rosada, cabalgando furiosa y con su espada en alto. Entonces Galatea Berzelius si era su nombre después de todo.

- No puede ser...- suspiro ella, luego sonrió- Me mentiste.

- Tenia que hacerlo- dijo él- Inventé esa historia para persuadir a los curiosos. ¿Quieres que te diga algo gracioso?

- ¿Que?- sonrió ella.

- Galatea Berzelius, fue una gran guerrera del siglo trece, y... fue mi niñera, antes de ti.

- ¿Que cosa?- sonrió ella asombrada- ¿Es un chiste? ¿Entonces cuantos años tienes tu?

- Muchos- dijo él- no se la cantidad exacta de años.

- ¿Tantos son?- Dijo sorprendida- Increíble.

- Pero nunca seré mayor- dijo Diego- A pesar de que puedo aparearme y todo eso, fui creado para parecer siempre un niño, y para pensar como niño.

- Qué envidia- sonrió ella.

Diego se quedó pensando por un momento mientras veía a Gabriela. Le resultaba increible la forma tan calmada en que ella se tomaba todo aquello. Era como si ya estuviese acostumbrada a tener aquel tipo de conversaciones. Miró hacia donde estaba su hermana Andreína dormida.

- ¿Cómo puedes verlas?- preguntó.

- ¿Qué?- preguntó ella confundida.

- A mis hermanas- dijo Diego- Ya te dije que nadie puede verlas, a menos que ellas lo permitan. Wendy se sorprendió mucho aquel día cuando la viste en las escaleras. Y yo... creí que había sido un error de ella, pero... luego me di cuenta de que no era así. Realmente puedes verlas aunque ellas no quieran.

- Wendy es la niña pelirroja ¿No?- preguntó Gabriela, con una expresión un poco triste.

- Sí- dijo Diego- Cuando te pregunté sobre eso, me dijiste que no te sentías lista para hablar de eso con alguien. Bien, yo acabo de decirte algunas cosas que no deberías saber, ni tu, ni ningún humano vivo. Espero que correspondas.

Gabriela rió, luego suspiró y pensó por unos segundos.

- No sé- sonrió ella un poco melancólica- Siempre he podido ver cosas que nadie más ve. Y bueno, yo... no quería que pensaras que estaba loca- Sonrió y se sintió un poco estúpida- Aunque en el fondo sabia que me creerías.

- ¿Que clase de cosas?- preguntó él

Ella no contestó, pero desvió la mirada melancólicamente.

- Cuéntame de ti, Gaby- dijo Diego- Y yo a cambio te contaré todo sobre mí.

- ¿Por qué no cuentas tú primero?- sonrió ella con ironía.

- Yo te lo pedí primero- dijo él, y Gabriela rió con desanimo.

Ella suspiró y se levantó, luego caminó hacia el retrato de una chica pálida, de ojos azules y brillantes, y de cabellos negros, muy lisos. Su cara y sus ojos la hicieron pensar en aquellos lobos siberianos de las peliculas que hacía mucho que no veía. Miró aquel retrato fijamente y sonrió de nuevo con melancolía.

- Nací en Mérida- dijo ella- Mi madre murió cuando yo tenía dos años, y mi padre era un coronel muy respetado en Cumaná. Cuando mi mamá murió tuve que irme con él.

Ella volteó hacia Diego.

- No me quejo de mi infancia- continuó Gabriela- fue muy divertida. Tuve todas las comodidades con las que una niña siempre sueña- Volvió a mirar el cuadro- el único problema era Elena.

- ¿Elena?- preguntó Diego.

Gabriela caminó de vuelta a la cama.

- Mi mejor amiga de la infancia- dijo sentándose en la cama de nuevo- La conocí cuando tenía siete años, en la escuela. Nos volvimos muy buenas amigas desde entonces.

- ¿Por qué dices que era un problema?

Ella suspiró y miró a Diego, un poco avergonzada.

- Nos gustábamos- dijo ella bajando la mirada.

- ¿Y solo por eso era un problema?- preguntó él.

Gabriela lo miró sorprendida y extrañada por su reacción. Le acababa de confesar que le gustaban las mujeres, y a él parecía no importarle.

- Diego- sonrió ella confundida- Elena era una niña igual que yo.

- ¿Y eso qué?- dijo Diego- Ustedes se gustaban. Yo no veo cuál era problema.

Ella sonrió. Le alegraba mucho que Diego pensara de esa manera. Pensó que sentiría repulsión, pero no fue así.

- Eres increíble- sonrió ella, luego continuó- El problema, era que no podíamos decírselo a nadie, debíamos mantenerlo oculto. Y así estuvimos hasta el liceo. Fue allí donde las cosas se empezaron a poner feas.

- ¿Por qué?- preguntó él.

- Nuestra relación se volvió más intensa- rió ella- y era más difícil de ocultar. Muchos de nuestros compañeros y hasta mis primos sospechaban que entre ella y yo había algo más que... una bonita amistad. Y los rumores, casi todos falsos, llegaban hasta los oídos de mi padre.

- ¿Y que hicieron?- preguntó él- ¿Cómo se libraron de eso?

- No lo hicimos- dijo ella- No pudimos evitar lo inevitable.

- ¿Las descubrieron?

- Sí- dijo ella- Mi tía nos vio besándonos un día en la calle. La muy perra esperó la cena del fin de año para decírselo a mi padre- ella suspiró y puso cara de tristeza- Yo tenía dieciseis años entonces- agregó.

- ¿Por qué esperó hasta ese día?- Preguntó Diego.

- Pues, porque toda la familia iba a estar allí- Dijo ella- No lo hizo porque le preocupara yo, o el apellido. Lo hizo solo por chismear, por amargarme la vida.

Ella suspiró bruscamente y miró Diego.

- Mi padre me abofeteó en frente de toda la familia- dijo- eso me dio mucha rabia. Ya no pude más, le dije en su cara que todo era cierto.

- ¿Qué hizo él?- preguntó Diego.

Gabriela se puso de pie, luego se colocó frente a Diego y comenzó a desabotonarse la camisa. Por un momento, Diego pensó que le mostraría sus pechos, pero no tuvo tanta suerte. Ella se puso de espalda y se quitó la camisa un poco, dejando su espalda desnuda. Diego miró aquellas horribles cicatrices en la espalda de Gabriela; Eran diez. Él las tocó cuidadosamente.

- ¿Tu padre te hizo esto?- preguntó él y luego dejó de tocar.

- Sí- dijo poniéndose la camisa de nuevo- diez azotes, en total.

Ella volteó hacia Diego abotonándose la camisa de nuevo. Había lágrimas en sus ojos.

- Cinco por manchar el apellido Guerra- dijo ella secándose las lágrimas con su mano- Y cinco por haberlo humillado frente a toda la familia.

Gabriela se volvió a sentar al lado de Diego y trató de contener el llanto.

- Estuve meses en cama después de eso- dijo- Elena tenía estrictamente prohibido verme y yo a ella. Y para cuando me recuperé ya mi padre me habia cambiado de liceo, y me puso un transporte, un carro con un chofer amigo suyo, para que me llevara de la casa al liceo y del liceo a la casa.

- ¿Y no volviste a ver a Elena?- preguntó Diego

- Claro que sí- rió Gabriela con melancolía- Elena se metía a mi casa de vez en cuando.

- Algunas personas nunca aprenden- dijo Diego, y Gabriela rió, luego miró hacia el suelo pensativa

- Sí, ese fue otro error- dijo Ella poniendo cara de tristeza- Creo que el peor de nuestros errores.

- ¿Qué pasó?

- Papá nos descubrió- dijo Gabriela- tomó a Elena de los cabellos y la sacó de mi cuarto. Yo fui detrás de él gritándole que la soltara. Lo golpeaba, pero no servía de nada. Luché con él, hasta llegar a las escaleras. Entonces resbaló y se cayó rodando, junto con Elena- Gabriela se secó una lagrima que salía de su ojo derecho y tomó aire- Temí que Elena estuviera lastimada. Pero se levantó mientras yo corría a ayudarla. Solo tenía un chichón en la frente.

- ¿Y tu padre?- preguntó Diego.

- Allí estaba el problema- suspiró Gabriela- Mi padre estaba muerto.

- ¿Murió? ¿Y qué hicieron?

- Bueno... le dije a Elena que se fuera a su casa- dijo Gabriela- Luego esperé a que amaneciera, me puse el uniforme del liceo y llamé a emergencia. Dije que lo Había encontrado allí tirado cuando me disponía a bajar las escaleras para ir a esperar mi transporte.

- Ingenioso- dijo Diego.

- Demasiado- dijo Gabriela- La policía creyó cada palabra que dije.

- ¿Y luego?- preguntó Diego.

- Pasó lo que pasó y me pusieron bajó la custodia de mi tía- continuó Gabriela.

- ¿La que te delató?

- Sí- dijo ella- Pero tenía un consuelo; cuando cumpliera los dieciocho años, tomaría posesión de toda la fortuna de mi padre. Así que me gradué, entré a la universidad a los diecisiete, junto con Elena- ella suspiró- Creí que todo por fin mejoraría.

- ¿Y no fue así?- preguntó Diego.

- No- dijo Gabriela desanimada- Pasó lo más terrible.

- ¿Qué?

Ella se levanto, luego camino un poco por el cuarto, pensativa. Finalmente tomo aire y miró a Diego.

- Un día tomábamos un atajo hacia la casa de Elena- Dijo- un atajo, por el cementerio de Cumaná- Gabriela frunció el ceño- recuerdo haber escuchado el grito de un hombre. Fue un grito desgarrador. Yo quería seguir, pero Elena insistió en que fuéramos a ver de qué se trataba. Así que fuimos, y cuando llegamos allí, encontramos el cuerpo de una mujer, totalmente destrozado, supimos que era una mujer por la falda. Y más adelante, estaba el cuerpo de un hombre, en las mismas condiciones. Era algo realmente espantoso. Le dije a Elena que nos fuéramos y avisáramos a la policía.

- ¿Y lo hicieron?- preguntó Diego.

- Lo íbamos a hacer- dijo ella, luego se sento en la cama- Pero entonces apareció esa cosa. Era un monstruo espantoso, con alas, colmillos y garras. Salió de la nada. Solo gritamos de miedo, y antes de que pudiéramos correr, él tomó a Elena. Yo no pude hacer nada- Ella ya no pudo aguantar las ganas de llorar- esa cosa espantosa se la llevó volando. Ella... gritaba "Ayúdame Gaby". Pero... no pude Diego, no pude ayudarla. Les dije a todos lo que había pasado pero no me creyeron.

- Gaby, cálmate- dijo Diego secándole las lágrimas.

Ella tomó aire e intento calmarse.

- Después de eso- dijo Gabriela conteniendo el llanto- Empecé a ver cosas. Eran cosas horribles, monstruos, engendros. Mi tía me internó en un sanatorio a los dieciocho, y al declararme legalmente incapacitada, esa perra se apoderó de toda mi fortuna.

- Pero... ¿Cuánto tiempo estuviste internada?

- Casi cinco años- dijo ella.

- ¿Y cómo fue que te dejaron salir?- preguntó Diego- ¿Qué pasó?

Gabriela suspiró y lo miró a los ojos.

- No me dejaron- dijo ella- Yo me escapé hace como un año.

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Comments

Ana Rivas

Ana Rivas

muy interesante

2024-04-02

1

Diego Cabeza

Diego Cabeza

jajajajajaja... ahora se pone buena la cosa

2023-07-05

0

Elizza Diaz

Elizza Diaz

Ay! crei que en verdad podría ser esa una fechada y ser un hombre oscuro, rudo y papi chulo😓

2023-07-05

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