12 de febrero de 1980
Querido diario, perdón por haberte abandonado tanto tiempo. Veo la fecha de mi última redacción y me sorprende saber que ya ha pasado un mes desde la última vez que intente escribir en tus páginas, y me quedé dormida. Pero es que he estado tan ocupada que, ya por las noches, que es cuando tengo tiempo para escribir, solo pienso en dormir.
Diego no me deja descansar ni un solo instante. Me mantiene cocinando, jugando juegos de mesas, compartiendo con Mirian, y muchas otras cosas que se le antojan. Aunque no voy a mentirte; todos los momentos al lado de Diego son muy gratos y divertidos. Pero hay momentos en los que deseo tener un día para mi sola, para pensar, escribir, o simplemente dormir, y de hecho, creo que se lo voy a comentar a Diego mañana temprano. Solo espero que lo entienda.
En fin, son las once de la noche y estoy algo cansada así que seré breve. He visto cosas muy raras, no solo aquí sino también en el resto del pueblo. Comenzando por esas niñas que deambulan por todas partes, y a las que nadie, salvo Diego y yo, podemos ver. Trato de ignorarlas, de fingir que no están, pero es imposible, cuando hay tantas.
Hasta ahora he visto cerca de ocho niñas diferentes, aunque vestidas igual, con vestidos blancos y descalzas. Sé que Mirian también puede verlas, pero finge no hacerlo, y lo finge muy bien. Diego solo me dice que son inofensivas y que no puede decirme nada sobre ellas.
Hay mas; Algo raro pasa con los conejos. Hace unos días había cerca de 300 conejos, y ahora hay menos de cincuenta, y no entiendo el motivo, pues no he visto a ningun comprador, ni he sabido de alguno ¿Que está pasando entonces?
Han habido madrugadas en las que me he despertado, y al mirar por la ventana de mi cuarto, he visto fogatas en el jardin delantero, y otras veces he encontrado cenizas en el patio trasero. Mi pregunta es ¿Que queman? Pero nadie me contesta. Todos me ven como si en relidad yo lo estuviese imaginando todo.
Eso no es todo. Ya habia dicho que me extrañaba el hecho de que nunca veía comer a Maria y a los demás trabajadores de la casa. Pero ahora este hecho me parece mas que extraño; es inquietante. Estoy completamente segura de que ellos no comen, y más segura estoy aun de que no trabajan, a menos que Diego les pida que hagan algo.
¿Que si estoy asustada? ¡Claro que estoy asustada! Y desde hace días me he hecho estas preguntas ¿Por que sigo en esta casa? ¿Por que sigo tratando de convencerme a mi misma de que todo está bien? ¿Que es lo que me está atando a este lugar? ¿Por que me siento tan bien aquí?
Sigo haciendome preguntas como esas a diario, pero todas ellas tienen la misma respuesta: Diego Halliwell. Ese niño se ha robado todo mi ser. No solo me siento responsable por él, sino que siento que lo necesito en mi vida. ¿Que me pasa? ¿Algún sentimiento maternal reprimido, quiza? ¿O me estoy enamorando de ese mocoso? No, eso último no es posible. Yo conozco bien el amor, y definitivamente no estoy enamorada de él. Yo simplemente, lo quiero como el amigo que ha demostrado ser, y no soporto la idea de tener que alejarme de el.
Ya no puedo luchar contra el sueño. Debo dormirme ya.
A la mañana siguiente, Gabriela despertó como a las diez y bajó velozmente a la cocina, sintiéndose avergonzada por haberse quedado dormida hasta esa hora. Encontró su desayuno en el mesón; Diego lo había preparado. Pero no vio a Diego ni a Maria por ningún lado, lo que le pareció muy raro. Asi que salió al patio a ver si los encontraba allí, y al no encontrarlos, salió al jardín delantero, que también estaba solo, y tras tocar la puerta del cuarto de María varias veces, se dio cuenta de que no estaba en la habitación. ¿A dónde habían ido todos? Estaba empezando a preocuparse.
Se le ocurrió buscar en el despacho de Evaristo, y sin perder tiempo, fue y abrió la puerta sin llamar antes. Allí estaba Diego, sentado detrás del escritorio, leyendo un libro.
- Hola Gaby- dijo Diego sin dejar su lectura.
- Diego- dijo ella extrañada. Esperaba encontrar a María limpiando, no a él.
- ¿Desayunaste?- preguntó él.
- Todavía no- dijo ella, aún un poco confundida- ¿Y los muchachos?- agregó- ¿Dónde están?
- Ya se fueron- dijo él.
- ¿Cómo así?- preguntó ella- ¿A dónde fueron?
- ¿Como que a donde?- él la miró- Tienen el día de hoy y el de mañana libre.
- ¿Qué?- se extrañó- ¿Por qué?
- Mañana es catorce de febrero, Gaby- dijo él- día del amor y la amistad. Evaristo siempre les da el trece y el catorce libre. Aunque no sé por qué; ninguno de ellos tiene pareja y fuera de la casa no tienen amigos.
Gabriela no podía creer que nadie le hubiese avisado sobre eso. Ahora estaba sola con Diego y no sabía qué hacer. Pero entonces pensó en algo más importante.
- ¿Y yo por qué no tengo el día libre?- preguntó ella frunciendo el ceño.
- No puedo quedarme solo, Gaby- dijo Diego- Cuando ellos vuelvan podrás tomarte tus dos días de libertad.
- ¿Enserio?- preguntó ella sonriendo.
- Sí- dijo él- Podrás descansar de mí.
- Hey, no digas eso- dijo ella acercándose al escritorio- Me gusta estar contigo, mi cielo.
Se sintio ruin al decir eso, pues tan solo unas horas atras pensaba decirle a Diego que necesitaba descansar un poco de él. Pero eso era porque de verdad se sentía cansada le urgía tener un día solo para ella.
- Mentirosa- dijo Diego.
- No son mentiras- dijo ella, sintiendose más ruin aun- Tú eres mi mejor amigo.
- Aquí- dijo él.
- Aquí y en todos lados, Diego- dijo mirándolo a los ojos- Créeme, no tengo a más nadie.
Eso si era cierto. Diego cerró su libro y ella miró la cubierta marrón con un titulo que rezaba Casas Muertas". Él la miró por unos segundos a los ojos.
- Si eso es cierto- dijo él- Entonces no te importará beber conmigo y Mirian hoy ¿O sí?
Gabriela frunció el ceño, y se afincó en el escritorio, acercándose a él.
- Sabes que pueden despedirme por dejarte beber- dijo- incluso podrían demandarme.
- No si nadie se entera- dijo Diego- Mirian no va a decir nada, y si tú eres realmente mi amiga, beberás con nosotros y morirás callada.
- Eres un pequeño demonio ¿lo sabías?- Sonrió ella con el ceño fruncido.
- Sí- dijo él- Eso suelen decirme siempre.
Ella suspiró e hizo una mueca con los labios, preguntándose si aquello era buena idea. Después de todo, ella tenía ganas de emborracharse desde hacía mucho.
- ¿Tienes experiencia con la bebida?- preguntó ella.
- Si- dijo él- No me rasco tan facil, Gaby.
- ¿Me lo juras?- rió ella.
- Confía en mi.
Ella volvió a pensarlo por unos segundos.
- Bien- dijo ella- Pero si alguien se entera
- Tú no sabías nada- dijo Diego.
- Ese es mi niño- sonrió Gabriela y luego miró el libro y frunción el ceño extrañada- ¿Te gusta Miguel Otero Silva?
- No es mi escritor favorito- dijo él mirando el libro- Pero sí, me gusta.
- Eres un niño muy raro.
No tenía mucho que perder. Seguramente Diego y Mirian se emborracharían primero que ella y se quedarían dormidos. No iban a armar mucho escándalo, ni tampoco harían alguna locura, como las que solían hacer sus ex compañeros de la universidad. Lo peor que podía pasar era que Diego y Mirian terminaran teniendo relaciones, y la verdad, eso no le parecía tan malo.
- Voy a desayunar- dijo Gabriela- ¿A qué hora viene Mirian?
- Tengo que ir a avisarle que aceptaste- dijo Diego levantándose de la silla.
- ¿Vas a ir solo?- preguntó Gabriela.
- No te preocupes- dijo Diego- Los militares están abajo, en el pueblo.
- Sí, pero- dijo ella preocupada.
- Gaby- dijo él- Estaré bien.
Ella suspiró y pensó por un segundo.
- Okey- dijo ella.
Vega, en su oficina, se encontraba frustrado, detrás de su escritorio. No hallaba la forma de entrar al pueblo. Ya se había ido el primer mes del año y él todavía no obtenía a Nica. Su fase dos estaba totmente frustrada. Rebeca entró a la oficina de repente.
- ¿Tu padre no te enseño a tocar antes de entrar?- preguntó Vega algo molesto.
- No- dijo ella acercándose al escritorio- Lo deportaron al infierno antes de que pudiera enseñarme algo.
Ella se sentó frente a él y este sonrió.
- ¿Deportado?- sonrió él con malicia.
- Sí- dijo ella con desagrado- Por suerte logró escapar un siglo después. Pero no lo he visto desde entonces.
- Qué triste- dijo él en tono sarcástico, luego frunció el ceño- ¿A qué viniste Rebeca? Dime.
Ella suspiró y buscó la forma más fácil de decir lo que estaba a punto de decir.
- Surgió un problema- dijo.
- ¿Qué problema?- preguntó Vegas un poco fastidiado.
- Un grupo de cazadores entró a El Llanto Negro hace una hora- dijo Rebeca.
- ¿Cazadores?- Vega se extrañó.
- Sé que no son muy eficientes en estos días- dijo Rebeca- Pero llamarán mucho la atención, y... puede que ese cura, o los Lilims, huyan con Nica a otra parte.
Vega se dio cuenta de la gravedad del asunto.
- Me tomó años dar con la ubicación de Nica- dijo Vega- Si se la llevan, tendré que empezar a buscar de nuevo.
- Y ten por seguro que será aún más difícil encontrarla- dijo ella.
Vega se levantó de su silla bruscamente y miró a Rebeca.
- Dile a Snow que dirija los kamikazes hacia El Llanto Negro- Dijo Vega
- ¿Kamikazes?- preguntó Rebeca un poco preocupada- ¿Estás loco? ¿Qué intentas hacer?
- ¡Solo hazlo!- gritó Vega.
Gabriela terminó de desayunar, Lavó su plato y se sentó debajo de la mata de mango que estaba en el patio trasero de la casa. Hacía mucho que no estaba así de tranquila, que no sentía paz absoluta. De pronto sintió algo pesado trepando por su rodilla; era la pequeña tortuga de Diego intentando subir. Ella la tomó con su mano.
- Hola- dijo ella mientras intentaba acariciar su pequeña cabeza, que entraba y salía de su caparazón- ¿Cómo te saliste de tu caja?
El horrible chillido de un ave la hizo mirar hacia el cielo. Era ese pájaro de nuevo, volando en círculo sobre la casa. Esta vez, Gabriela se asustó, pero no tanto, aquel pájaro ya no le provocaba aquella tristeza y desesperación que le había provocado la primera vez.
- ¿Ese pájaro todavía vive?- dijo ella en voz baja, un poco asustada.
Ella se puso de pie, con la tortuga en sus manos.
- Vamos a darte algo de comer, pequeña- le dijo ella a la tortuga.
Caminó hacia la casa, pero mientras lo hacía, pudo escuchar ruidos detrás de los arbustos que estaban detrás de la reja. Ella se detuvo y miró hacia aquel matorral, sintiendo como si alguien la observara a escondidas. Casi podía escuchar voces.
- No seas paranoica- se dijo en voz baja, un poco nerviosa.
Entró a la casa de prisa y caminó hacia la cocina, pero justo cuando entró a la cocina, vio a aquella niña pelirroja con el vestido blanco parada a unos metros frente a ella, mirándola.
- Tú- dijo ella asustada.
- ¿Qué haces?- preguntó la niña preocupada- Sal de aquí.
- ¿Qué?- preguntó Gabriela confundida.
En ese momento un fuerte estruendo se escuchó afuera. Ambas se asustaron.
- ¡Vete!- gritó la niña y segundos después desapareció como por arte de magia.
- Por dios- dijo Gabriela sorprendida y aterrada, al ver desaparecer a la niña.
Un hombre con sotana negra y con la cabeza cubierta con una capucha parecida a la de un verdugo entró violetamente por la puerta trasera de la cocina. Tenía un revolver en su mano. Gabriela pudo ver una cruz de plata colgando de su cuello, mientras el sujeto levantaba su mano para apuntarle con su revólver. Ella dio media vuelta rápidamente y salió corriendo de la cocina, dejando caer a la tortuga en el suelo. Hubo una detonación, pudo escuchar el impacto de la bala en el marco de la puerta de la cocina. Corrió asustada hacia la salida, pero la puerta se abrió y dos hombres, también vestidos de verdugos y armados, entraron. Ella resbaló al intentar dar la media vuelta, pero se puso de pie rápidamente y corrió hacia el patio trasero.
- ¡Mátala!- gritó uno de los hombres.
Escuchaba los disparos, las balas impactando contra la pared, e incluso, pudo escuchar el silbido producido por las balas mientras pasaban por su lado. Pero cesaron cuando al fin salió al patio. Ella siguió corriendo; su objetivo era trepar la reja y salir. No obstante, al llegar a la reja oyó un disparo, la bala impactó contra la reja y ella se detuvo asustada. Sabía que ya no podía hacer más.
- Arriba las manos- dijo un hombre, y ella levantó las manos despacio- Dese la vuelta.
Ella dio media vuelta hacia el hombre vestido de verdugo. La pobre Gaby lloraba del miedo.
- Por favor- lloró.
- ¡Cállese!- gritó El hombre
Los tres verdugos que estaban dentro de la casa salieron y se colocaron al lado de este cuarto verdugo.
- No es ella- dijo uno de ellos.
- ¿Quién eres?- preguntó el que aún la apuntaba.
- Me llamo Gabriela- dijo ella llorando como una niña.
Aquellos sujetos se miraron unos con otros.
- No hay una Gabriela en la lista- dijo uno.
- Tu verdadero nombre- dijo el hombre aún sin bajar el arma.
- Me llamo Gabriela- lloró ella- lo juro.
- Jeremías- dijo el hombre- ¿Cómo es la mujer que buscamos?
- Es una mujer de más de treinta años- dijo Jeremías- Tiene ojos azules.
- Obviamente no es ella- dijo otro.
- ¿Qué hay de la otra?- preguntó otro de ellos.
- Es una niña de trece años- dijo Jeremías- Vive en la siguiente casa.
Hubo silencio por unos segundos, luego el hombre bajó el arma.
- Agárrenla- dijo el hombre- irá con nosotros.
Dos de los hombres fueron por ella.
- Déjenme- gritó Gabriela llorando mientras aquellos dos hombre la agarraban.
El sujeto que la había estado apuntando volvió a sacar su revólver y le apuntó en la cara.
- Será mejor que cooperes, maldito engendro- dijo el hombre mientras la apuntaba- O te enviaré directo a donde perteneces.
- ¿Qué?- lloró ella confundida.
Un molesto chillido desvió la mirada de los cuatro hombres hacia el cielo. Aquel horrible pájaro negro venía cayendo en picada hacia ellos.
- ¡Cuidado!- Gritó uno de ellos.
El hombre que apuntaba hacia Gabriela, apuntó hacia el pájaro, pero fue muy tarde, el pájaro voló sobre su cabeza quitándole la capucha de verdugo. Aquella cabeza calva y pálida quedó al descubierto, y el pájaro, segundos antes de tocar el suelo, se transformó en una persona, que ahora se encontraba agachada, de espalda a ellos. Esta persona de cabello negro azabache y muy largo, se puso de pie y dio media vuelta hacia ellos. Gabriela no lo podía creer.
Diego- dijo Gabriela sorprendida, confundida yaterrada.
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Comments
Elizza Diaz
lo dije🙄
2023-07-04
0
Nellys Cabeza
me asusto
2022-11-12
0
Cindy Circe
se prendió esta mierdaaaa
2022-11-09
0