La promesa de Diego

Gabriela conducía la camioneta de la hacienda por el camino de tierra, rumbo al pueblo, mirando a los guardias por todas partes. Había más guardias que la última vez que había transitado por allí.

Miro a Diego, quien jugaba con el anillo de oro en su dedo. Ella ya había visto el anillo, pero ahora podía verlo con mas detalle. Tenía una piedra azul en el centro, parecida a un zafiro, pero el color era más intenso

- Ese anillo es muy bonito- dijo ella.

Diego llevaba puesto unos lentes oscuros, y como siempre, el cabello suelto.

- Lo sé- dijo el, aun mirando el anillo- Mi madre me lo obsequió hace mucho.

- ¿En serio? Debes quererlo mucho entonces.

- Si...- dijo él y luego la miró- Es una joya casi única.

- ¿Casi?- Pregunto confundida- ¿Como que casi?

- Hay dos anillos más como este- dijo él.

- ¿Y dónde están los otros dos?

- Uno lo tiene mi hermano Rico, y el otro... lo tiene mi hermana Verónica.

- Ya...- dijo ella entendiendo.

Guardó silencio y volvió a mirar el camino. Más y más militares a la vista.

- ¿Sabes?- preguntó por fin- Cuando llegue le pregunté a William por que habia militares aqui. Pero... no me quiso decir nada. ¿Tu sabes algo?

- Es por los ataques que han habido estos meses- dijo Diego- Dicen que hay algo que... ataca a los animales, algo que se los come.

- Ya...- dijo ella recordando el caballo muerto en el camion- Pero... Me parece muy exagerado que haya tantos militares por eso.

- No había tantos- dijo Diego- Pero hace tres meses, las victimas fueron unas gemelas de siete años. Las encontraron destrozadas.

- Dios...- dijo Gabriela horrorizada.

Su mente vago por un momento por un cementerio soleado, y de repente se encontró con dos cuerpos destrozados. Escuchó un grito lejano de "Ayudame Gabi".

- Eran queridas por todos en el pueblo, porque... contándolas a ellas y a Miriam solo habían cuatro niñas en el pueblo- continuó Diego- Debiste ver el escándalo que se armó.

- Me imagino- dijo ella agitando la cabeza para volver a la realidad- Pero... ¿Todavía no se sabe nada sobre el atacante?

- No- dijo él- Y con lo patético que son estos militares, imagínate.

Gabriela suspiró con tristeza y miró hacia un lado del camino. Allí, recostada de un árbol, estaba aquella niña pelirroja de nuevo y con el mismo atuendo de antes. Frenó la camioneta y la miró por él parabrisas.

- ¿Por qué te paras?- pregunto Diego.

- Diego...- dijo Gabriela un poco nerviosa, y ya desesperada- ¿Tú ves a esa niña?- ella señaló a la niña pelirroja.

Diego se quitó los lentes y miró a la niña fijamente.

- ¿La ves?- preguntó Gabriela de nuevo.

Él la miró por varios segundos, luego miró a Gabriela.

- ¿Qué?- le preguntó Gabriela ansiosa.

Entonces, el se volvió a poner los lentes y se acomodó en su asiento.

- Conduce- dijo.

Gabriela se lo quedó mirando, desconcertada. Definitivamente el también la veía, pero sabía algo que ella no, y no se lo iba a decir, no tan fácil.

- Por favor, conduce- insistió Diego.

- Okey- murmuró irritada, mientras ponía la camioneta en marcha de nuevo.

Llegaron al pueblo, y apenas entraron, Diego señaló la casa de la señora Juana.

- Ah- dijo Gabriela recordando la casa- Creo que ya sé quién es. La conocí cuando llegué.

Gabriela estacionó la camioneta frente a la casa. Luego ambos bajaron del vehículo, y ella se dio cuenta de que Diego llevaba las trenzas de sus zapatos desatadas.

- Te vas a venir cayendo un día de estos- le dijo.

Un hombre caucásico y canoso, vestido con sotana, saludó a Diego.

- Diego- sonrió el hombre- ¿Dónde te habías metido? Hace más de dos meses que no te veía la cara.

Diego no contestó. Luego el hombre miró a Gabriela.

- ¿Qué tal?- dijo El hombre dándole la mano a Gabriela- soy el padre Esteban.

- Gabriela- sonrió Gabriela- soy la niñera de Diego.

- Si- sonrió el padre- La señora Juana me habló de usted.

- ¿Enserio?- preguntó Gabriela extrañada.

- Sí- dijo el padre- Estaba un poco preocupada.

- ¿Preocupada por qué?- preguntó Gabriela confundida- No lo entiendo.

- Bueno, hija- dijo el padre- Es que

En ese momento, Diego le dio un pequeño punta pié al padre en la pierna izquierda y este gritó.

- ¡Diego!- gritó Gabriela- ¿Qué te pasa?

- Tranquila- dijo el padre aún adolorido- Supongo que me lo merezco por hablar demasiado ¿Cierto Diego?

- Muy cierto- dijo Diego

Gabriela miró a Diego un poco disgustada, y él también la miró a ella fijamente, pero por supuesto, sin mostrar expresión.

- Bueno hija- dijo el padre- tengo que irme. Pero recuerda que la iglesia está abierta todo el día, por si necesitas algo.

- Gracias- dijo Gabriela

- Adiós hijos- dijo El padre y se retiró.

Ella volvió a mirar a Diego un poco molesta.

- ¿Por qué hiciste eso?- le preguntó disgustada, pero Diego no respondió.

Gabriela tocó la puerta de la casa de la señora Juana. Nadie respondió, pero se empezó a dar cuenta de algo: todas las personas que estaban en el pueblo en ese momento miraban hacia donde ella estaba y murmuraban cosas que ella no podía escuchar con claridad. Volvió a tocar la puerta, la voz de la mujer se escuchó.

- Ya voy- gritó la mujer desde las entrañas de la casa.

Segundos después, la cerradura se escuchó y la puerta se abrió. La señora Juana vio a Gabriela y sonrió.

- Hola- dijo.

- Hola, señora- dijo Gabriela- ¿Me recuerda?

- Claro. Eres la niñera de- la señora vio a Diego de repente y puso cara de espanto. No se había dado cuenta de que él estaba allí- Tú- dijo aterrada.

En ese momento, Gabriela entendió la preocupación de la señora aquel día cuando trató de impedir que se subiera a la camioneta. Por alguna razón, la señora Juana, le temía a Diego.

- Yo- dijo Gabriela tratando de ignorar la situación- Vine a buscar unas cosas que encargaron de la casa Halliwell.

- Si- dijo La señora, aún aterrada- Pasa, por favor.

Gabriela siguió a la señora al interior de la casa, pero luego se dio cuenta de que Diego se había quedado afuera.

- Diego- dijo extrañada- ¿Qué pasa?

Ella caminó hacia Diego y lo miró.

- ¿Por qué no entras?- Preguntó Gabriela confundida. Y Diego negó como tres veces con la cabeza rápidamente- ¿Qué te pasa?

- Señorita- dijo La señora desde más adentro de la casa- Rápido, por favor.

- Sí, ya voy- dijo Gabriela, luego miró a Diego.

- Voy a ver si hay bombón en la bodega- dijo Diego.

- Okey...- suspiro ella- Pero no te alejes mucho ¿sí?- Diego asintió con la cabeza.

Gabriela fue con la señora Juana, pero Diego se quedó afuera, parado frente a la puerta. Una vez que Gabriela y la señora desaparecieron de su vista, Diego acercó su mano hacia el umbral. Dicha mano comenzó a arder en llamas azules, luego la retiró de nuevo, despacio, y las llamas se extinguieron. Él se miró la mano tranquilamente mientras las quemaduras de esta desaparecían, y cuando desaparecieron completamente miró hacia el interior de la casa.

- Ángeles blancos- dijo él con voz baja y calmada- ¿Quién lo diría?

- Solo es uno- dijo una voz infantil detrás de él- y hace mucho tiempo que no viene por aquí.

- Aun así, es una molestia- dijo Diego sin voltear a ver a la persona que le estaba hablando- ¿Qué haces tan lejos de tu zona, Wendy?- agregó.

- Es que... hay muchas personas ahí dijo Wendy.

- ¿Qué?- dijo Diego, y se giró para ver a aquella niña pelirroja, cuyos cabellos le llegaban hasta los tobillos- ¿Por qué?

- Encontraron al hibrido que quemaste la otra noche- dijo ella.

- Ah...- dijo Diego- Lo siento. Creí que tardarían mucho más en encontrarlo.

- No importa- sonrió la niña- Sí vas a comprar bombón ¿verdad?

- No. Yo solo dije eso para que Gabriela...- hizo una pausa y miró los ojos tristes de la pequeña- Okey... vamos a ver si hay bombón.

La niña sonrió y lo tomó de la mano, luego comenzaron a caminar por la acera.

- Y galleta- decía Wendy- Por favor, galleta.

- No... una sola cosa, Wendy- dijo Diego.

- No seas tacaño, hermano.

Gabriela caminó hasta una especie de depósito, en donde había muchas cajas de cartón, selladas con cinta transparente.

- Esa es la de la casa Halliwell- Dijo la señora señalando una caja grande.

- Se ve pesada- dijo Gabriela frunciendo el ceño.

- Móntala en la carrucha y llévala hasta la camioneta, niña- dijo La señora.

- Claro- dijo Ella tomando la carrucha que estaba recostada de la pared.

- Ya era hora de que vinieran a buscarla- dijo La señora mientras Gabriela hacia un enorme esfuerzo para subir la caja a la carrucha- Lleva tres días aquí. Se las guardé porqué la dejaron pagada.

Gabriela logró subir la caja y se enderezó, con la columna un poco adolorida.

- Niña, ¿Puedo hacerte una pregunta?- dijo La señora un poco nerviosa.

- Claro- dijo Gabriela.

- ¿Tú no has visto nada raro en la casa Halliwell?- preguntó la señora.

- No comprendo- dijo Gabriela confundida.

- Me refiero a que si no has visto que pase algo extraño, o sospechoso.

- No- mintió con tranquilidad- todos es normal. Son personas muy agradables.

- Claro- suspiró la señora con sarcasmo- Mira, te voy a dar un concejo. No vuelvas a traer a ese niño al pueblo; no es bueno.

- ¿Por qué?- preguntó Gabriela extrañada- ¿Qué pasa?

- Ese muchacho, es un monstruo- dijo la señora preocupada- Un asesino.

- Oiga- dijo Gabriela enfadada- No le permito que hable así de él. Si usted le tiene miedo porque es diferente a los demás niños, es problema suyo. Pero si vuelve a decir algo como lo que acaba decir, le juro que no respondo.

- Pero, niña- insistió la señora- ese niño es responsable de todos los ataques en El Llanto Negro.

- ¡Basta!- gritó Gabriela molesta, luego condujo la carrucha hasta la salida.

Juana, siguió detrás de ella insistente.

- Hija por favor, reacciona- decía aquella mujer preocupada.

Gabriela detuvo la carrucha en la acera, frente a la casa, luego miró a Diego, quien se estaba comiendo una bolsa de frituras.

- Diego, ayúdame a subir esto a la camioneta, por favor- dijo ella, un poco estresada.

- Escucha, muchacha- Continuó la señora.

- ¡Ya cállese!- gritó Gabriela- No le da vergüenza decir esas cosas sobre un niño. ¿Qué le pasa?

Gabriela miró a su alrededor y notó que todos estaban mirando. Pero entonces, ella se dio cuenta de que al que estaban mirando desde un principio, era a Diego, era por él que murmuraban.

- Diego, ayúdame con la caja- Dijo Gabriela tratando de calmarse.

Diego tomó la caja y la levantó tranquilamente, como si se tratara solo de una caja vacía. Luego la colocó en la parte trasera de la camioneta. Gabriela se sintió algo desconcertada al ver eso, pero decidió pasarlo por alto.

- Sube a la camioneta- dijo.

Él subió a la camioneta y luego Gabriela miró a la señora Juana.

- Le recomiendo sinceramente que busque ayuda- dijo Gabriela y luego subió a la camioneta.

Mientras conducía por el camino de tierra, alejándose del pueblo, Gabriela no pudo evitar notar que todo guardia o persona que caminaba por aquel lugar, se quedaba viendo la camioneta. Entonces, entendió la razón por la que Diego tenia prohibido salir de la casa sin compañia, y por que William no habia querido contarle el motivo de la presencia de los militares en aquel pueblo. Todos sospechaban de Diego y eso, mas que molesto para WIlliam, era peligroso tanto para Diego como para el resto de los que vivian en aquella casa.

¿Pero como podía un niño tan pequeño y tan frágil como Diego, atacar a un animal de esos que había en la Montaña? Un caballo de esos, pesaba muchisimo más de lo que pesaba Diego. ¿Y comerse a un animal vivo? Eso ya era demasiado. Por dios; Diego era solo un niño.

Ella suspiró tratando de olvidar todo aquello. Luego miró a Diego por unos segundos y volvió a mirar hacia delante.

- ¿Que pasó con el bombón?- preguntó tratando de matener la calma.

- No había. Así que compre esto, ¿Quieres?- dijo afreciendole la bolsa de frituras

- No, amor- dijo ella en tono aspero- Ahora no siento ganas de comer nada.

El continúo comiendo su bolsa de frituras, mirando hacia adelante. Ella volvio a mirarlo; ya casi no podia contener lo que llevaba por dentro.

- Quítate los lentes- dijo aun tratando de mantener la calma y sin mirarlo.

Diego no se los quitó; solo la miró sin decir nada. Ella volvió a mirarlo y detuvo la camioneta. Sujetó los lentes con sus dedos, y se los quitó con delicadeza, luego lo miró a los ojos.

- ¿Que haces?- le preguntó él.

- No tienes de que avergonzarte- Dijo ella con voz pasiva, mirando aquellos ojos amarillos- Tienes unos ojos hermosos, me encantan, y lo digo enserio. Son geniales.

- No me averguenzo de nada- dijo él- Es solo que odio que me miren demasiado.

- Te miran por que eres único, amor- sonrió ella.

El se la quedo viendo, sin mostrar expresiones, desde luego. Ella puso los lentes sobre el tablero y volvió a mirarlo, con ojos vidriosos, como si quisieran llorar.

- No quiero volverte a ver con esos lentes- dijo Gabriela con un nudo en la garganta- Quiero poder ver esos ojos siempre, quiero- ella puso una sonrisa cansada- Quiero verte con el cabello suelto y alborotado, quiero verte descalzo, o con las trenzas de tus zapatos desatadas, quiero verte comiéndote las aceitunas. Que te importe un carajo como te vean los demás.

Diego no decía nada, solo la miraba, como siempre.

- Prométeme que nunca vas a tratar de esconder lo que eres, Diego- dijo Gabriela mientras una lágrima se salía de su ojo izquierdo- ¿Me lo prometes?

Él la miró por unos segundos.

- Te lo prometo- dijo el mientras le secaba una de sus lágrimas con su pulgar.

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Comments

Elizza Diaz

Elizza Diaz

jamás, jamás,jamás!!

2023-07-04

1

Elizza Diaz

Elizza Diaz

Si tienes corazoncito😍🤗

2023-07-04

1

Elizza Diaz

Elizza Diaz

Que lindo!pedacito de limón 🤗

2023-07-04

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