El camino hacia la casa se había hecho incomodo, y por si fuera poco, se toparon con un convoy militar atravesado en plena vía. Había muchos civiles agrupados allí.
- ¿Qué es eso?- se preguntó Gabriela fastidiada.
- seguro otro animal- dijo Diego.
Gabriela se bajó de la camioneta y le preguntó a una mujer lo que pasaba.
- Según y que encontraron a alguien quemado- dijo la mujer.
- ¿Qué?- dijo Gabriela horrorizada.
- Pero parece que no es nadie de aquí dijo la mujer extrañada.
- Qué horror- murmuró para si misma y volvió a la camioneta.
En cuanto el convoy comenzó a moverse a un lado del camino, Gabriela puso la camioneta en marcha. Muy pronto, llegaron a la casa, en donde William, tomó la caja y la llevó a la cocina. Pero antes de entrar, Gabriela se acercó hacia un lugar desde el cual, se podía ver la casa de los conejos. No podía creer lo que estaba viendo
- Imposible- dijo asombrada.
La casa estaba casi terminada. ¿Cómo podía ser eso posible? Antes de ir al pueblo con Diego, apenas habían levantado dos paredes, y ahora estaba prácticamente lista para recibir a los conejos.
- ¿Cómo lo hicieron?- se preguntó ella confundida.
Gabriela subió a su habitación, con la mente vuelta un ocho por todo lo que había pasado aquella mañana. Todo lo ocurrido durante su salida con Diego la estaba volviendo loca. Sus recuerdos la estaban matando mientras se quitaba la ropa. Casi podía ver las miradas acusadoras de sus primas y sus tíos, como aquella noche en la cena de fin del año 1973.
- ¿Es verdad, Gaby?- Preguntaba su prima rosa con desagrado
Aquella mesa era inmensa de largo. Toda su familia estaba allí.
- ¿Tiene algún caso que te diga que es mentira?- preguntó Gabriela fastidiada y molesta.
- Contesta Gabriela- dijo su padre, que estaba sentado a su lado, mirándola con su acostumbrado ceño fruncido.
Él era un hombre blanco y gordo, con amplias entradas en su cabeza.
- Papá, es mentira- Dijo Gabriela alterada- Elena se fue hace una semana para Mérida. Mi tía no pudo haberme visto con ella ayer, es imposible.
- ¿Me estás llamando mentirosa, Gabi?- Preguntó su tía Sara con cara de indignación.
- Sí- dijo Gabriela desafiante- Eres una mentirosa.
Mientras Gabriela recordaba todo aquello y el agua de la regadera caía sobre su cuerpo desnudo, se tocaba una cicatriz que estaba sobre su omoplato derecho. Era la única de sus cicatrices en la espalda, que alcanzaba a tocar.
- Solo eso te faltaba- Gritó su padre molesto- Discúlpate con tu tía.
- ¿Por qué?- Gritó Gabriela- Ella es la que me está insultando.
- ¡Discúlpate!- gritó su padre poniéndose de Pie.
- ¡No me voy a disculpar!- Gabriela también se puso de pie, enfadada- ¡Es una perra embustera!
Su padre le dio una bofetada tan fuerte, que la tumbó al suelo. Su boca sangraba, mientras ella trataba de ponerse de pie adolorida. Nadie se levantó de la mesa y nadie hizo nada para ayudarla.
- ¿Quieres saber la verdad?- preguntó Gabriela al ponerse de pié, llorando y con la boca ensangrentada- Sí. Yo fui a la calle bolívar ayer con Elena, y sí, papá, sí nos estuvimos besando frente a todo el mundo.
Al escuchar los murmuros de toda su familia en ese momento, Gabriela supo que su padre no dejaría aquello así. La cara del hombre se enrojeció, estaba lleno de ira, pero ella le dio la espalda y se fue a su habitación.
Gabriela cerró la llave de la regadera, luego suspiró y se recostó de la pared. No dejaba de preguntarse: ¿Cuántas cosas tiene que soportar una persona, solo por ser diferente a los demás?, ¿Cuántas cosas soportaba Diego a diario? Ella se cubrió con su toalla y salió del baño. Se vistió con parsimonia y salió del cuarto. Cuando iba bajando las escaleras se encontró con Diego el cual iba subiendo.
- Diego- dijo Gabriela- Quiero que te bañes temprano, porque parece que se va a ir el agua, está saliendo muy débil.
- No se va a ir- dijo él- Siempre esta débil.
Diego siguió su camino.
- Y hueles a aceituna- exclamó Gabriela riendo mientras seguía bajando.
Ella salió al jardín delantero y se acercó a María, que estaba recostada de la camioneta, viendo hacia la casa de los conejos y comiendo maní.
- ¿Qué haces?- preguntó Gabriela recostándose de la camioneta.
- Aquí, flojeando- dijo María tranquilamente- ¿Supiste lo del tipo que encontraron quemado?
- Si...- dijo Gabriela con desagrado- ¿Todavía no saben quien es?
- No- dijo Maria- Seguro lo dejaron aqui ya quemado. Por aqui pasa mucha gente.
- A lo mejor- suspiró Gabriela.
Ella miró hacia la casa de los conejos.
- ¿Cómo la terminaron tan rápido?- preguntó extrañada.
- Ah, eso es típico de ellos- dijo María- siempre le ponen interés al trabajo el ultimo día. Les dije que el camión llegaba hoy y no han parado de trabajar.
- Clásico- rió Gabriela.
- ¿Quieres maní?- preguntó María.
- No- dijo Gabriela con desagrado- el maní me rompe el cielo de la boca.
- Que delicada- se burló María.
Gabriela rió, luego suspiró y miró a María.
- Sabes lo que la gente del pueblo piensa sobre Diego ¿Verdad?- preguntó Gabriela.
- Sí- suspiró María- Lo sé, Gaby.
- ¿No te preocupa?- preguntó Gabriela.
- Claro que me preocupa- dijo María- Por eso le supliqué a Evaristo que no se fuera. Tarde o temprano esa gente va a venir aquí queriendo lastimar a Diego. Solo espero que los militares lo eviten.
- Pero ¿Por qué sospechan de Diego?- preguntó Gabriela confundida- No entiendo.
- Bueno Cuando estábamos recién mudados, todos estaban fascinados con Diego- Dijo María- Porque hay que admitirlo, es muy raro, pero es muy lindo también.
- Cierto- rió Gabriela- Provoca comérselo.
- Sí- rió María- Bueno en ese tiempo, nadie le paraba mucha bola a los ataques, los cuales, casualmente, empezaron poco después de nuestra llegada a El llanto Negro- María sonrió con ironía- Hasta que un día, encontraron a unas gemelas que vivían en el pueblo, desgarradas. Fue horrible.
- ¿Las viste?
- Si- dijo María- Y como las encontraron cerca de aquí empezaron los rumores sobre Diego.
- ¿Qué hizo la policía?- preguntó Gabriela
- Nos interrogó por días- dijo María- Bueno, interrogaron más a Diego. Pero no pudieron hacer nada, no había pruebas, ni testigos y para completar, los padres de las niñas pidieron que dejaran a Diego en paz. Ellos saben que Diego no lo hizo. De hecho los policías no creen que Diego sea el asesino.
- Pero la gente del pueblo no está muy convencida ¿verdad?- Dijo Gabriela.
- Exacto- dijo María- Luego llegaron los militares y la cosa fue peor. Vigilaban la casa Día y noche. Pero los ataques continuaban, y los guardias nunca veían a Diego salir de la casa. Fue entonces cuando se dieron cuenta, de que Diego no podía ser el asesino. ¿Cómo podía ser él, si nunca salía de la casa?
- Claro- dijo Gabriela- es algo lógico.
- Pero a pesar de eso, la gente del pueblo sigue creyendo que Diego es el causante de los ataques- dijo María- Es más, hay gente que asegura haberlo visto comiéndose a los animales.
- Campesinos estúpidos- dijo Gabriela con desagrado- Con razón el pobre Diego casi ni habla.
- Bueno- Sonrio María- La verdad es que Diego siempre ha sido así. O al menos, es así desde que yo lo conozco.
- ¿Sabes por qué?- preguntó Gabriela.
- La verdad, no- dijo María- no tengo idea de por qué es así. No ríe, no llora, no grita, casi no habla, y siempre he tenido la ligera sospecha de que tampoco duerme.
- No seas boba- dijo Gabriela- Por supuesto que duerme. Nadie puede vivir sin dormir.
- Si, pero...
María miró a su izquierda, más allá del portón, hacia el camino de tierra, con curiosidad.
- ¿Qué ves?- preguntó Gabriela mirando en la misma dirección.
De pronto, una silueta colorida apareció a los lejos por el camino de tierra. Se acercaba rápidamente.
- Ya la estaba extrañando- dijo maría en tono sarcástico.
- ¿Quién es?- preguntó Gabriela aun esforzándose para ver de quien se trataba.
- Miriam- dijo María.
- ¿La amiga de Diego?
- La misma.
La silueta se acercó más y más, hasta que Gabriela pudo ver a una niña blanca en una bicicleta azul.
- Bueno Gaby- suspiró María- Ahora tendrás más tiempo libre.
Miriam se acercó al portón, el cual estaba abierto y pasó con su bicicleta, luego condujo hasta pararse frente a María.
- Hola Mari- dijo Miriam a María sin bajar de la bicicleta.
- Hola chiripa- dijo María.
- Me llamo Miriam- le gruñó- No chiripa.
- Ah, si. Es que se me olvida- dijo ella en tono sarcástico- ¿Cómo estás?
- Cansada- dijo ella- Tuve que armar mi bici de nuevo.
- ¿Cansada?- Se extrañó María.
- Tú me entiendes- rió Miriam.
Ella era de la misma estatura de Diego, de cabello liso y castaño claro, ojos azules y pechos bien formados para sus aparentes doce o trece años
- ¿Y Diego?- preguntó Miriam.
- No sé- dijo María extrañada y luego miró a Gabriela- ¿Dónde está Diego, Gaby?
- Creo que se está bañando- dijo Gabriela.
María volvió a mirar a Miriam y sonrió.
- Ah, por cierto Miriam- dijo María aun sonriendo- Ella es Gabriela, la nueva niñera de Diego.
Miriam miró a Gabriela extrañada.
- ¿Niñera?- preguntó Miriam.
- Sí- dijo Gabriela.
Miriam inhaló aire fuertemente durante tres segundos, luego lo exhaló bruscamente y miró a María rápidamente.
- Pero, María. Ella es- dijo Miriam con una expresión de preocupación
- Sí- interrumpió María abriendo los ojos por completo.
Ella volvió a ver a Gabriela preocupada y un poco confundida.
- Miriam- dijo María mientras Gabriela comenzaba a sentirse incomoda por la forma en que la niña la veía- Harías bien en venir más tarde.
- Si, pero...- Miriam metió la mano en el bolsillo de su suéter y sacó una especie de tarjeta rosada- Nada más vine a traerle esto a Diego.
Ella le entregó la tarjeta a María y esta la observó; era una invitación para una fiesta.
- Yo se la doy- dijo Gabriela.
- Claro- dijo María dándole la invitación a Gabriela.
- Bueno- dijo Miriam poniendo los pies en los pedales- Chaito, cuídense
- Chao, Miriam- dijo María.
- Miriam- dijo una voz fría y pasiva de repente, y las tres voltearon a ver a Diego, que venía caminando hacia ellas mientras comía ceviches.
- Dijiste que se estaba bañando- le reprochó Maria a Gabriela.
- Dije "Creo"- sonrió Gabriela.
- Hola- saludó Miriam alegremennte.
Cuando Diego estubo cerca de Miriam, esta le dio un pequeño beso en la boca. Maria sonrió y le dio a Gabriela con del codo disimuladamente. Ella tambien sonrió.
- ¿Ya te vas?- le preguntó Diego a Miriam.
- Si tengo que ayudar a mi mamá con...- ella miró el frasco de ceviche que Diego traía y sonrió extrañada- ¿Todavia no te los has comido? Que raro.
- No me han dejado comermelos- Dijo Diego.
- ¿Maria?
- No- Dijo Diego- La mujer con cabeza de tomate.
- ¿Quien?- dijo Miriam confundida y luego miró a Gabriela.
La carcajada que soltó Miriam se escuchó en todo el Jardín.
- Cabeza de tomate- repitió destornillandose de la risa.
Gabriela miraba a Diego con el seño fruncido, pero tambien con una sonrisa vengativa.
- Alegrate- suspiró Maria- A mi me ha puesto apodos mas feos.
- Ay Diego, tienes unas cosas...- dijo Miriam dejando de reír.
- Ya- dijo él- No te rías de mi niñera, Miriam
- Tu empezaste- rio Miriam, y luego miro a Gabriela- Perdón.
- Tranquila- sonrio Gabriela- Ya le buscaré un sobre nombre.
- Miriam- dijo Diego- ¿Te quieres quedar para almorzar?
- Ay si quiero, pero no puedo- se lamentó ella- Tengo que ayudar a mi mamá con unas cosas.
- Gaby va hacer chuletas- dijo Diego.
- ¿En serio?- dijo Miriam.
- ¿En serio?- repitió Gabriela desconcertada.
- Bueno...- sonrió Miriam- Yo termino rápido y vengo ¿Si?
- Tal para cual- sonrió Maria.
- Okey- dijo Diego- Pero no te tardes mucho.
- Vale- dijo ella- ¿Me das un ceviche?
Diego saco un ceviche con el tenedor y se lo dio a Miriam en la boca.
- Nos vemos en un rato- dijo Miriam con la boca llena.
Ella salio en su bicicleta, luego Diego miró a Maria y Gabriela, las cuales lo estaban viendo fijamente.
- ¿Chuletas?- pregunto Gabriela.
- ¿Cabeza de tomate?- pregunto Maria, y Gabriela se la quedo viendo a ella.
- ¿Podemos olvidar ese asunto?- sonrio Gabriela un poco irritada.
- Vale- sonrio Maria.
- Hay chuletas en el frizer- dijo Diego.
- Lo se, Diego, ya las vi. Pero... Desde que llegué he comido pollo, pescado, jamon, queso... Y la verdad...
- Quieres comer algo vegetariano- terminó Diego- Olvidé que eras vegetariana, Gaby. Lo siento.
- No sabía que eras vegetariana- Se extrañó Maria.
- Pues, lo soy- suspiró Gabriela desanimada- Pero si hay hambre...
- No seas boba- sonrió Maria- En la cocina hay de todo. Te puedes preparar algo sano para ti.
- Maria tiene razon- dijo Diego- No tienes que comer lo mismo que yo. La caja que trajimos tiene verduras y esas cosas.
- Bueno...- dijo ella pensativa- La verdad es que si he sido muy tonta. Prepararé mi comida aparte.
- Bien- dijo Diego- Me voy a bañar.
En cuanto Diego se alejo hacia la casa, Gabriela miro a Maria, y recordó la expresión que puso Miriam cuando ella le dijo que era la niñera de Diego.
- ¿Es mi imaginación o a esa niña le incomoda mi presencia?- preguntó.
- No te preocupes- dijo María- es otra cosa la que le preocupa.
- ¿Cree que le voy a quitar a Diego?- sonrió Gabriela.
- No- dijo María seriamente y luego se retiró
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