Diego dejó caer la capucha al suelo, se sacudió la tierra en su pantalón con las manos y los miró a todos con su acostumbrado rostro sin expresiones. Gabriela no podía creer aquello. Ese horrible pájaro que la asustaba tanto, era Diego. Por eso sus ojos se le hicieron tan familiar la primera vez que lo vio, pues ya los había visto en el rostro del pájaro aquel medio día en el pueblo. Diego la estuvo observando desde que se bajó del camión aquel día. Siempre fue él.
- Es el Lilim- dijo el hombre que ya no tenía capucha- Mátenlo.
Los cuatro hombres apuntaron hacia él, pero Diego se movió de allí tan rápido, que solo pudo verse una mancha borrosa desplazarse y en un segundo, ya no estaba.
- ¿Dónde está?- Dijo uno de los sujetos.
Apuntaban en todas direcciones, pero no lo veían. De pronto apareció frente a uno de los hombres al lado de Gabriela, lo agarró entre sus brazos y desapareció. Todos lo vieron, pero no les dio tiempo de reaccionar.
- ¡Jeremías!- gritó uno de los hombres al ver a Diego desaparecer con Jeremías.
Fuertes gritos de dolor y sufrimiento se escucharon dentro de la casa, luego se escucharon en los matorrales detrás de la reja. Finalmente el cuerpo totalmente destrozado de Jeremías cayó frente a ellos; sus vísceras, o más bien, lo que quedaba de ellas, estaba fuera de su cuerpo. Gabriela se tapó la boca con su mano, espantada, al ver el cadáver de aquél hombre.
- ¡Desgraciado!- gritó el hombre sin capucha, y comenzó a disparar en todas las direcciones, hasta que ya no tuvo municiones.
Diego apareció parado bajo la mata de mango, con una especie de espada negra en su mano izquierda, y esta vez, tenía la boca y las manos empapadas de sangre. Uno de los sujetos lo vio y de inmediato le disparó con la última bala que le quedaba. Aquella bala atravesó la frente de Diego sin que él lo pudiera evitar. Gabriela vio la sangre salir detrás de su cabeza, chispeando en el tronco de la mata de mango.
- ¡No!- Gritó Gabriela llorando desgarradoramente mientras el cuerpo sin vida de Diego caía recostado de la mata.
Ella iba a correr hacia él, gritando y llorando, pero otro de los hombres la sujetó fuertemente. Él hombre que le había disparado a Diego, caminó hacia su cuerpo despacio.
- ¿Está muerto?- preguntó El hombre sin capucha.
El sujeto se acercó al cuerpo de Diego. Ya no tenía balas; había usado la última para matarlo.
- Ya está en donde pertenece- sonrió el hombre mirando el cuerpo.
Pero entonces, Diego abrió los ojos y lo miró. Aquel hombre se paralizó de la impresión.
- Patético ser- dijo Diego con su acostumbrada voz infantil y calmada.
Diego empuñó la espada, luego un sonido metálico se escuchó y segundos después, la cabeza de aquel hombre estaba en el suelo. Su cuerpo cayó un segundo después, con un torrente de sangre saliendo del cuello.
- ¡Simón!- Gritó El hombre sin capucha.
Diego desapareció y luego apareció a unos metros frente a ellos, con la espada aún en la mano izquierda. El agujero en su frente comenzó a desaparecer. Los dos sujetos restantes solo lo miraban, inventando algo que hacer. Gabriela, por otro lado, estaba a punto de entrar en shock, púes no entendía nada de lo que estaba pasando.
- ¡Maldito engendro!- gritó el encapuchado apuntando su revolver hacia Diego. Pero al disparar se dio cuenta de que ya no tenía balas; las había gastado mientras trataba de matar a Gabriela en la casa.
De pronto, el brazo derecho de Diego se estiró hacia él, como una gran lengua de sapo. Era algo realmente espeluznante.
- ¡Sebastián! ¡Cuidado!- gritó el hombre sin capucha.
- Patético ser
Diego tomó a Sebastián por el cuello con su mano y lo levantó por los aires. Lo estaba ahorcando. El hombre sin capucha sacó un puñal de su sotana.
- Cuidado con lo que haces- dijo Diego, de nuevo con su acostumbrada voz infantil y calmada- No creas que no puedo estirar mi otro brazo.
- Suéltalo- dijo el sujeto tomando a Gabriela bruscamente y poniéndole el puñal en el cuello.
Diego no mostraba expresiones en ningún momento. No hubo muestras de ira ni de preocupación por parte suya, él solo los estaba exterminando sin problemas.
- ¿Es así como los católicos muestran su fe y lealtad hacia Dios?- preguntó Diego tranquilamente- ¿Matando personas inocentes?
- Nosotros matamos demonios- dijo Aquel hombre enfadado y asustado al mismo tiempo- ¡Los enviamos de vuelta a donde pertenecen!
- Por favor, no digas estupideces- dijo diego- No han matado ni un solo demonio real en siglos. Todos los supuestos demonios que han deportado al infierno, solo eran personas extrañas y confundidas. Ninguno de ellos tenía algo que ver con los demonios.
- ¿Acaso tratas de confundirme, asqueroso Lilim?- Preguntó el hombre.
- Piensa por un minuto- dijo Diego- ¿Crees que es tan fácil matar a un demonio? Me dispararon en la frente con una bala supuestamente bendecida por un sacerdote, y aunque me dolió mucho, aquí estoy.
«Apuesto a que esas balas funcionaron antes, pero fue porque no las usaron en contra de demonios, sino de personas, humanos, hijos de Dios»
- Si lo que dices es cierto ¿Entonces porque murieron?
- Tú debes ser el católico más imbécil del mundo- dijo Diego- ¿Acaso no sabes que si le das un balazo a un humano, lo más normal es que este muera? No importa que la bala esté bendecida o no, las armas se hicieron para matar personas.
El hombre encapuchado golpeaba el brazo de Diego, tratando de liberarse, pero no obtenía resultado alguno. Diego miró a Gabriela; la pobre estaba terriblemente asustada.
- Un trato- dijo- Tú amigo por mi amiga.
- Yo no pacto con demonios- dijo aquel hombre terco.
- Si matas a esa humana- dijo Diego- Yo mataré a tu amigo y luego te daré a ti, una muerte lenta y dolorosa. Luego te irás al infierno por haber violado el quinto mandamiento.
En medio del miedo y el desespero, Gabriela miró hacia el techo de la casa. Dos Niñas de cabellos negros y largos como el de Diego y con vestidos blancos, estaban paradas sobre el techo, mirando la escena.
- Dime- continuó Diego- ¿Es eso lo que quieres?
Él lo pensó por un segundo, nervioso y confundido. No estaba seguro de que Gabriela fuese realmente una humana.
- ¿Cómo sé que no me matarás en cuanto la suelte?- preguntó el hombre.
- Tienes mi palabra- dijo Diego- Cuando un Lilim promete algo, está obligado a cumplirlo.
Había mucha tensión en el ambiente. ¿Cumpliría Diego su palabra? ¿Era correcto confiar en un Demonio? De cualquier forma, no había muchas opciones.
- Suéltalo a él primero- dijo el hombre.
- Hecho- dijo Diego y dejó caer al encapuchado.
El brazo de Diego volvió a la normalidad, mientras el encapuchado tosía, arrodillado en el suelo.
- Ahora, mi amiga- dijo Diego y el hombre soltó a Gabriela, luego fue a ayudar a su amigo, que aún seguía tosiendo.
Gabriela trató de calmarse y Miró a Diego.
- Ven- dijo Diego.
Ella miró a los dos hombres, luego a las dos niñas en el techo. Finalmente miró a Diego, preocupada, y caminó hacia él. Diego la miró en cuanto se colocó a su lado.
- ¿Estás herida?- preguntó Diego.
Gabriela miró la sangre en su boca, y su frente sin un rasguño, luego negó con la cabeza.
- ¿Ahora qué?- preguntó el hombre levantando a su amigo del suelo.
De pronto, Gabriela volvió a mirar hacia el techo. Ahora había tres niñas más sobre el techo de la casa, acompañando a las otras dos.
- Prometí que no te mataría- dijo Diego- Y no te mataré.
El sujeto se sintió más aliviado, pero entonces, la niña pelirroja apareció debajo de la mata de mango, junto con otras seis niñas. Gabriela las miró confundida, luego se dio cuenta de que aquellos dos hombres, tambien las estaban viendo, y parecian estar temblando de miedo.
- Pero- Agregó Diego.
Las cinco niñas brincaron del techo y cayeron de pié en el suelo. La situación se tornó un poco más aterradora.
- Debo alimentar a mis hermanas. Ustedes me entienden ¿No?
Las doce Niñas comenzaron a caminar despacio hacia los dos hombres, y estos se tomaron fuetemente de las manos y retrocedieron un poco.
- Llevo mucho tiempo escatimandoles la carne humana- dijo Diego- Lo siento, caballeros. Pero no quiero que ellas empiecen a verme como un ogro.
- Son Lilims- dijo el hombre sin capucha, aterrado. Sabía lo que estaba a punto de pasar.
- ¿Lilims?- se preguntó Gabriela confundida. Sabía que había escuchado eso antes, pero no recordaba en dónde.
- No desperdicien nada, hermanas- dijo Diego tomando a Gabriela de la mano. Ella sintió lo caliente de aquella mano, una vez mas- No quiero tener que limpiar todo este desastre.
Diego caminó con Gabriela hacia la casa. Ella no quiso voltear hacia atrás, no quería ver a aquellas niñas devorar a esos dos hombres. Fuertes rugidos como de león se escucharon a su espalda, seguidos de los gritos desgarradores de aquellos hombres.
Cuando llegaron a la sala Diego se detuvo y la miró. Ella también lo miró, esperando alguna explicación; quería saberlo todo.
- Debes irte- dijo Diego
- ¿Qué?- dijo ella sorprendida y confundida- ¿Por qué?
- Gaby- dijo él- Te puse en un gran peligro al dejarte sola. Casi mueres.
- Si pero- dijo desconcertada- ¿Cómo ibas a saber que esto pasaría?
- Mi deber era saberlo- dijo Diego- Debí haberlo anticipado. Por culpa de mis descuidos, casi te matan esos cazadores.
- Pero no lo hicieron. Me salvaste.
Diego la miró a los ojos por unos segundos.
- Gaby... ¿Ya viste lo que soy? Acabo de comerme las entrañas de un hombre.
Ella lo miró. Vio su boca bañada en sangre, al igual que sus manos.
- ¿Y qué?- dijo ella- Confío en ti.
Diego recordó aquella noche en la que casi mató a Gabriela para comérsela. Se sintió mal al escucharla decir que confiaba en él. Pero no podía decirle lo que había pasado esa noche, no se sentía capaz.
- Las cosas empeoraran ahora que los cazadores de Demonios saben que estoy aquí- dijo Diego- Yo no me perdonaría si algo malo llegara a pasarte por mi culpa, Gaby.
Gabriela se acercó a él y le quitó los pocos cabello que tenía por su cara, con delicadeza, luego acarició su mejilla izquierda. Era la primera vez que se atrevía a tocarlo de aquella manera. Su piel estaba caliente, como si tuviese fiebre.
- Estoy consciente de lo peligroso que es quedarme aquí- dijo ella- pero quiero quedarme.
- No seas tonta- dijo Diego- ¿No puedes ver la gravedad del asunto? ¿Qué pasa contigo?
- No lo sé- dijo ella, sus lágrimas volvían a salir de sus ojos- Creo que por fin me he vuelto totalmente loca.
Diego, en realidad no quería que ella se fuera de la casa, púes le gustaba estar con ella, era la única verdadera amiga que había tenido en años. Pero por eso debía alejarla; no quería que algo malo le pasara por su culpa.
- Destruiré tu vida- dijo Diego- Jamás volverás a tener una vida normal como las demás personas.
- Hablas como si se tratará de algo que echaré de menos- sonrió ella con un nudo en la garganta y lágrimas corriendo por sus mejillas- ¿Crees que he tenido una vida agradable? ¿O normal? No tienes idea del horrible infierno que me ha tocado vivir.
- Gaby- dijo Diego.
- Me siento bien aquí- lloró Ella- Nunca me había sentido tan bien en un lugar. Y creo que es porque Es aquí donde pertenezco.
- No sabes lo que dices- dijo Él.
- Se perfectamente lo que digo- continuó ella- Quiero quedarme aquí, contigo.
Él miró hacia el suelo, pensando, luego la miró a ella a los ojos, preguntándose si era correcto permitirle quedarse. ¿Era correcto ponerla en peligro solo por el capricho de tenerla su lado? Debía pensarlo bien
- Necesito bañarme- dijo él- Vuelve a tu cuarto, antes de que mis hermanitas terminen de comer.
Diego desapareció, y ella miró hacia la puerta del patio, la cual seguía abierta. Las niñas devoraban los cuatro cadáveres como animales. Entonces entendió porque Diego la había mandado a su cuarto antes de que terminaran de comer. Las niñas quedarían con hambre y devorarían al humano más cercano, en este caso, ella.
- Mierda- dijo ella asustada y corrió a su habitación.
Una vez en su cuarto, cerró la puerta y las ventanas con seguro.
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Updated 39 Episodes
Comments
Elizza Diaz
No codiciadaras nada de tu prójimo
2023-07-05
0
Angi Jose
muy buena
2023-01-13
0
Nellys Cabeza
impresionante
2022-11-12
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