El sol aún no había salido, pero esa mañana se levantó temprano para dirigirse al establecimiento que había elegido la semana anterior, el establecimiento de Edles.
El pozo a dónde iba la basura para cualquier noble y eso le hacía dudar de que la felicidad de su madre fuera la misma que si hubiera elegido un establecimiento solo de nobles.
Se colocó un traje sencillo, pantalones negros camisa blanca y un chaleco azúl, del cual se adhería una capa azul con el forro interno bordo y el emblema de la familia estaba en el broche principal sobre su pecho. Peinó su cabello castaño claro hacía atrás y sus ojos castaños no delataban que no había podido dormir o quizás porque siempre se veían cansados y ya eren parte de su apariencia. Estar de guardia era parte de su rutina en un campo de batalla y ahora lo era para dejar todo listo en la mansión y tomarse unos días para elegir una prometida.
Su habitación hacía juego con la oscuridad en el exterior, era completamente oscura de color negro, con los mayores lujos y detalles, pero casi en su totalidad todo en esa habitación era de ese color.
Salió de su cuarto para dirigirse al comedor, el desayuno ya estaba servido y la decoración del lugar, incluso las paredes no variaban mucho del diseño de su cuarto, todo en esa mansión tenía el mismo color, a pesar de su gran elegancia y alto diseño y los detalles eran en plata lo que lo hacía frío y distante.
Esa mansión no transmitía calidez en lo absoluto, era todo lo contrario con ese color y los cráneos de lo que parecían bestias cazadas por su dueño colgadas en las paredes de los salones como trofeos, lo hacía desagradable y espeluznante para cualquiera.
Habían rumores de que los niños lloraban al entrar a ese lugar, desde entonces la mansión quedó prohibió para los niños y el piso más alto de la mansión quedó clausurado para todo el mundo sin excepciones.
No tenía muchos sirvientes, no era igual que hacía unos años, pero el bullicio y los murmuros comenzaron a molestarle y simplemente empezó a despedir a sus empleados sin importar cuanto suplicaran y pidieran perdón por sus errores. De alguna forma quería estar solo pero la mansión debía mantenerse, así que se decidió que mientras él estuviera en la mansión trabajaría la mínima cantidad posible de empleados y en su retirada su mayordomo podría ingresar los empleados que les hicieran falta.
Marcus su mayordomo personal era un hombre leal, no trabajó para la familia Cambrell fué recomendado por el rey y cumplía sus obligaciones a la perfección así que no tuvo demasiados inconvenientes en que le sirviera. Un hombre mayor con el cabello blanco por los años se aproximó en su dirección y se inclinó cuando ya estaba por terminar su desayuno.
_ Ya está todo listo para su partida.
Asintió y se levantó de la silla para salir de la mansión. Al salir, el mayordomo y unos pocos empleados se inclinaron para despedirse.
_Que tenga un buen viaje su exelencia.
Una mujer con uniforme esperaba al lado del carruaje junto al chófer, ambos se inclinaron para recibirlo, después de subir al carruaje su secretaria se sentó delante de él.
Carolin era una empleada de la familia y su secretaria personal, era la única en que podía confiar, ya que ella conocía su historia.
La preocupación en el rostro de esa mujer era evidente, seguramente su señor tampoco estaba feliz de ir a un establecimiento de señoritas, aunque no lo demostrará. Después de todo sería un viajé largo y probablemente sería peligroso si esa mujer estaba en ese lugar, quizás no podría lastimar a su señor, pero la idea de volver a cruzarse a la ex prometida de su señor con el alma de otra persona en su lugar le incomodaba demasiado, esa situación fué caótica en el pasado y parecía que las cosas nunca mejoraron para su señor con el tiempo.
Tenía que comenzar con su trabajo, aclaro un poco la garganta y empezó a hablar.
_ El director de Edles le ofreció una mansión dentro del establecimiento para que se quede durante su estadía. La condesa ...
_ No dejes que la condesa interfiera_ la interrumpió.
Tantos años trabajando para esa familia y el tiempo no hizo que su trabajo fuera más fácil, asintió pero esas palabras serían difícil de cumplir, ir en contra de la condesa era peligroso.
La madre de su señor seguramente buscaría la forma de interferir, estaba desesperada, incluso ella sospechaba que había amenazado a su hijo para que tomara una mujer a cualquier costo, lo que él estaba haciendo no era algo que nadie que lo conociera esperaría en lo absoluto y parecía que no lo estaba haciendo por voluntad propia tampoco, con los años ya sabía que estaba molesto por haber tomado esa desicion.
Tanto los hombres como mujeres tenían un límite para participar de esos programas de señoritas, y ese límite estaba marcado por la edad de las personas. Mientras que para las mujeres era hasta los 23, para los hombres era hasta los 28 y era el último año de su señor.
Por su posición como conde cualquier mujer que eligiera se le daría dada sin que nadie más interfiera realmente, no necesitaba todo ese proceso de selección. Aún así, todos los años recibían las distintas propuestas de los directores y su exelencia las rechazaba sin siquiera mirar los papeles, pero ese año fue diferente.
Siempre pensó que ese hombre viviría encerrado en esa horrible mansión hasta que se muriera y si llevaba a una mujer a ese lugar se convertiría en una mujer infeliz. Era deprimente sin importar que tan lujoso se viera, incluso ella era reacia a ingresar a la mansión y cuando podía evitarlo lo hacía.
Él ya no parecía sonreír por nada más que cuando mataba alguna bestia, pero solo era una sonrisa cínica que vio una vez en su vida y no podía borrarla de su cabeza. No tenía que ir a la guerra, pero en uno de sus viajes apareció una bestia con alas y su señor salió tranquilamente del carruaje y se encargó de esa cosa como si no fuera nada mientras decía que al fin había algo divertido para hacer.
No sonreía, no dormía y sufría de insomnio, no tenía paciencia y su humor empeoraba con el tiempo.
Lo que su prometida Camil le hizo fue cruel, incluso el castigo que le dejó después de desaparecer él nunca lo rechazó, realmente pensó que sería una maldición con la que el conde cargaría el resto de su vida, pero las cosas habían cambiado después de mucho tiempo, quizás aún había una posibilidad de romper esa maldición si podía volver a mirar a alguna otra mujer.
Llegaron a la residencia que les ofreció el director dentro de los territorios de Edles, esas vistas siempre le recordaban el motivo por el que aún mantenía su trabajo con los Cambrell.
_ Siempre fui buena en mi trabajo, pero me equivoqué al ser codiciosa _ dijo recordando su condena.
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