capitulo 13

*AZUL*

Abro mis ojos lentamente acostumbrándome a la luz, veo todo a mí alrededor, estoy en mi habitación y a mi lado están mis tíos.

Siento como si un camión me hubiese pasado por encima, mis ojos duelen por la luz solar, mi cuerpo duele como si tuviera más de 1000 toneladas de plomo y eso mucho decir para una persona que puede levantar un auto sin hacer ningún esfuerzo.

— Hola Blue— Emmett habla con tranquilidad y en vos baja.— ¿Cómo te sientes?

— Como si tuviera mil toneladas de plomo sobre mí.

— Eso es mucho.— dice Emma.

— Que sucedió?— pregunto viendo todo— Tuve un sueño muy raro— digo intentando sentarme en mi cama.

— No recuerdas?— me pregunta Emmett.

— Solo recuerdo mi sueño extraño.— digo.

— Que sueño?

— Mis padres muertos, congelé el infierno, estuve en el limbo, vi una diosa.— Resumo todo lo extraño de mi sueño.

— Tus padres si murieron Blue y también congelaste el infierno, estuviste a un paso de la muerte.

— No fue un sueño?— preguntó al sentir mis lágrimas salir en mis mejillas.

— No mí, niña, lo lamento tanto. El entierro fue hace cinco meses atrás.

— Cinco meses?— pregunto exaltada.

— Esperamos que despertarás por tres meses, pero no lo hiciste y nosotros al final decidimos que era hora de que los dejemos descansar en paz.

— Estuve ocho meses durmiendo?

— Si, la única solución fue darte la sangre de tu compañero— yo abro los ojos como plato.

— Me dieron la sangre de Samael?

— Nosotros no te la dimos, él te la dio. Dijo que no podías morir porque eres la única que puede solucionar el desastre que causaste.

— Solo congelé el infierno no es para tanto— digo.

— También liberaste a una Docena de demonios, muy peligrosos.

— Blue... La cosa están muy mal— dice Emmett.— Los demonios están atacando a las manadas.

— Los vampiros Tienen un refugio aquí en el Reino, pero los lobos no.— al escuchar eso yo me levanto de golpe y voy asta la habitación donde siento que esta Samael.

— Hola dormilona, ya puedes descongelar el infierno?— dice al verme.

— Primero quiero que retengas a tus demonios.— digo mientras apoyo mi cabeza en él marcó de la puerta.

— Eso ya es tu problema, tú los liberaste.— dice sin importancia.

— Soy tu compañera tienes que ayudarme— digo.

— Te lo voy a aclarar— él se levanta de su lugar y se pone frente a mí. Yo levanto mi cabeza para ver sus ojos. Es básicamente mucho más alto que yo.

— Eres mi compañero, te guste o no tienes que ayudarme.

— No te confundas, pequeña híbrida.— él ve mis ojos, sus ojos son intimidantes, pero eso no me interesa.— Cuando termines de descongelar el infierno voy a desvincularme de ti.

— No puedes hacer eso.— digo al escuchar la estupidez que dice.

— Que no sabes la regla de los compañeros?— él me sonríe.

— Si la sé.— digo con confianza.

— Entonces sabes que si uno de nosotros no quiere al otro puede desvincularse?

— Y que pasa con el que si quiere al otro?

— Muere— dice como si nada— te doy un consejo— yo no digo nada— No te enamores de mí porque vas a terminar muerta.

— No voy a descongelar el infierno asta que no me ayudes a retener a tus demonios.

— No juegues conmigo, pequeña híbrida.

— Tú eliges Samael— digo con una sonrisa arrogante— Recuerda, ya no estas en el infierno y en este mundo yo soy la reina.

— He visto muchas reinas pasar por ese trono— dice— y tú eres la peor de todas ellas, llevas menos de un año y ya dejas morir a tu pueblo— mi sonrisa desaparece.— Ahora descongela mí, Reino.

— Ya dije mis condiciones— yo me doy vuelta para irme, pero él me detiene. Hace que vea sus ojos, los cuales están completamente rojos.

— Es una orden— su vos cambió a una mucho más ruda, yo solo lo miro sin ni una pisca de miedo.

— Capas si tuvieras cuernos, me darías más miedo— digo soltándome de su agarre. Yo sonreí al ver como él cambia su forma humana por la forma diabólica.— Creo que me equivoque— yo acaricio su rostro— No me das miedo.

— Es una orden, Azul— dice enojado. Yo cambio mis ojos a un color rojo también.

— Ya te dije que no estas en el infierno, aquí mando yo.

— Tú nunca vas a poder mandar al diablo.

— Ya lo veremos Samael— yo toco sus alas— Son bonitas— digo viendo el color blanco— Ya sabes mis condiciones, te espero dentro de diez minutos abajo. Chau diablito.

Yo salgo de la habitación sintiendo su enojo sobre mí. No voy a rebajarme solo porque es el príncipe del inframundo.

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