Sin lugar a dudas, el contacto que aparecía en pantalla era mi marido. Su foto de perfil era una rosa y el anillo de diamantes que me había regalado en San Valentín, tras decir que las alianzas de nuestra boda no eran lo suficientemente buenas porque, cuando nos habíamos casado, todavía no teníamos estabilidad económica y por eso, a modo de compensación, me había comprado unas rosas bellísimas y un anillo de diamantes de cinco quilates. Ese día, yo había tomado algunas fotografías sin pensarlo y las había publicado en mis redes sociales para mostrar cuánto nos queríamos. Que él estuviera usando una de esas fotos en su perfil parecía una broma cruel e insensible.
Morley se apresuró a deslizar el dedo sobre la pantalla y vi algunos de los mensajes que se habían estado enviando. A medida que la conversación se alargaba, el corazón me latía cada vez más rápido, a tal punto que sentí que me costaba respirar, como si fuera un pez que habían arrojado de repente a la orilla del río.
—Haz capturas de pantalla y envíamelas. Tal vez son mensajes falsos o quizás los editaste para hacer una broma de mal gusto. ¿O tal vez estaban hablando de trabajo? —dije con calma. Ella sonrió.
—No voy a hacer eso; léalos así. No va a quedarse con las pruebas.
—Está bien. Entonces, ve más lento y déjame leer tranquila —contesté.
Al disminuir la velocidad, vi que mi esposo le decía «querida» en medio de la noche y también que le gustaba su aroma y cómo se veía cuando estaba debajo de él. En ese momento, el mundo se tornó borroso: sentí que todo a mi alrededor temblaba y comenzaba a derrumbarse como si hubiera un terremoto, pero sabía que, en realidad, lo que se desmoronaba era mi vida entera.
—Señora Atton, ¿se siente bien? —preguntó Morley en tono provocador mientras guardaba su móvil.
—No, no me siento bien. Me das asco —le respondí. A pesar de que yo seguía sonriendo, tenía los músculos del rostro entumecidos de dolor—. Sedujiste a mi esposo y te acostaste con él. ¡Eres una sinvergüenza! Y encima estás orgullosa de lo que hiciste. ¿Sabes lo que es la moral?
—Señora Atton, sé que me equivoqué, así que no tengo excusas al respecto. Solo estoy aquí para decirle la verdad y disculparme. Ahora que terminé con lo primero, le pediré disculpas. Lo siento. Me acosté con su esposo e hice que se enamorara de mí. —A pesar de que la expresión de la chica era muy solemne, no tenía ni sesgo de arrepentimiento en los ojos.
—¿Pedirme disculpas? —pregunté incrédula. Qué ridículo—. ¿Qué crees que es el amor? ¿Un negocio? Ivan debe estar ciego. ¿Por qué tiene tanto que hablar contigo? Será mejor que pienses bien las cosas porque quizás él nada más te quiere por tu cuerpo y tu juventud.
A Morley se le iluminó la mirada y sonrió antes de contestar:
—Piense lo que quiera, pero mis acciones hablan por sí solas. En cuanto a lo que él quiera de mí, eso no le incumbe. Y, aunque usted tenga razón, ya no es más una jovencita, ¿cierto? Ni siquiera parece la «señora Atton», sino más bien un estorbo. Divorciarse es la mejor opción que tiene. Ambas somos exalumnas de una universidad prestigiosa y sé que usted es una profesional preparada, así que no desperdicie el resto de su vida con un hombre que no la ama; no vale la pena.
—Eso no es asunto tuyo. En serio eres una puta barata. —Dicho eso, me puse de pie, tomé la taza de café que estaba frente a mí y se la salpiqué en el rostro.
Al ver que el maquillaje delicado y la ropa lujosa de la chica quedaron arruinados a causa de la infusión, dejé la taza en la mesa con una sonrisa y volteé para irme. Sin embargo, justo en ese momento, Ivan entró a la cafetería. Primero me vio a mí y luego, a Morley. Cuando cruzamos las miradas, me dio curiosidad saber qué iba a hacer mi marido, por lo que me quedé allí parada, esperando. Él fingió estar tranquilo y se acercó hacia mí.
—¿Por qué no vas a recoger al niño? —me preguntó con actitud fría.
Señalé a Morley, que estaba unos pasos detrás de mí, y contesté:
—Ella me pidió que tuviéramos una charla. Dijo que están juntos hace más de seis meses. ¿Es verdad? —Mi corazón se estremeció al hacer esa pregunta. Era como si alguien me hubiera clavado un cuchillo en los pulmones y necesitara todas mis fuerzas para respirar.
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Updated 115 Episodes
Comments
mimar silva
autor, excelente historia. bien presentada. felicitaciones
2023-07-10
2
Liliana Herrera
Perdón... ¿Como que no le incumbe?
Si no le incumbe ¿para que la cita y le cuenta la relación que tiene con el esposo?
Mmmm, no se entiende 🤔
2023-06-30
0
Arcelia Medina Jaime
maldita zorra barata son ése tipo de personas que no se detienen asta destruir matrimonios y ése hombre no vale la pena😠😠😠
2023-06-12
0