MIRADA DE CRISTAL
Me desperté como si no tuviese ganas de nada, estaba con mi cuerpo como si me hubiese pasado una aplanadora
por encima, como pude me reincorpore y alce la cortina de mi cuarto, era un hermoso día, estaba caluroso y los pájaros cantaban.
Decidí levantarme y fui directo a la cocina, tomé un vaso de agua y recordé tristemente cuando hacías planes conmigo y me acariciabas el cabello y luego me besabas el vientre, diciéndome, “pronto estarás aquí para amarte y cuidarte: mi campeón”. Yo nerviosa y apenada lo corría y reíamos. No pude contener las lágrimas, y más angustiada me sentí cuando recibo la noticia del médico al que fui por un chequeo de rutina.
comienza la consulta:
Doctor William Pérez: ¿Ana tienes 22 años y nunca has tenido relaciones sexuales?
Ana: no doctor, soy virgen. Apenas comienzo con mi novio. Es el único con el que he durado, ya que tuve 2
novios antes, pero de poco tiempo y no llegó a pasar nada, solo besos y una que otra caricia.
Doctor William Pérez: Ana: ¿ahora si estas decidida a entregarte en cuerpo y alma?
Ana: si doctor, creo que ya estoy lista y él ha sido paciente conmigo y me ha esperado sin nada a cambio.
Doctor William Pérez: está bien. Es tu decisión. Te felicito por ser una joven tan madura y responsable.
Ana: Muchas gracias doctor. Pienso que mi cuerpo es muy valioso para dárselo a cualquiera. No sé qué pueda
pasar después, solo sé que quiero las caricias y besos de ese hombre y mucho más, sonrió, ruborizada y agacho la cabeza.
El doctor sonrió y solo la observo disimuladamente, mientras escribía en el computador.
Doctor William Pérez: Ana, te hare unas preguntas de rutina, sabes que no es nada malo, si estás de acuerdo
vamos a comenzar.
La joven inquieta y algo apenada acertó con la cabeza.
cuéntame sobre tu periodo menstrual ¿a qué edad te llegó, por primera vez?
Ana: a los quince años cumplidos, Soy de septiembre y me llego en diciembre
Doctor William Pérez: ¿Qué sentiste?
Ana: un poco de nervios, pero ya mi mamá me había platicado sobre el tema. Y físicamente estuve un poco
desalentada y un poco mareada. Pero todo transcurrió normal durante tres días.
Doctor William Pérez: muy bien. Y cuéntame, ¿todos los meses sin falta te llegaba la regla?
Ana: no doctor, pasaron varios meses sin que me bajara, pero como no me dolía nada, seguí tranquila mi vida.
Mis tías y mi mamá si se preocuparon un poco, pero yo las tranquilizaba y seguían pasando los días, los meses y los años y mi periodo muy irregular.
En algún momento si consultamos al doctor, Cardona, ya que mi familia era allegada a él y era un gran médico.
Además, tenía mucha experiencia. Era el médico del pueblo y era el único capaz de curar cualquier mal. Todos lo
consultábamos. Lástima su final. Si sabes, Ana, que estuvo internado en un asilo por decisión propia, cuando sintió no ser capaz de seguir ejerciendo la medicina, que realmente lo apasionaba, y termino sus días solo sin que su
familia lo visitará por no soportar verlo así. Fue profesor mío en varias asignaturas en la universidad. Respondió suavemente el doctor Pérez, interrumpiendo a la joven.
Ana: si doctor, es una lástima que esa eminencia terminará a sí.
Doctor Pérez: disculpa mi interrupción, solo que lo conocí de cerca y era su admirador, creo que todos de
alguna manera queríamos parecernos a él. Continua:
Ana: claro que sí, yo también hago parte de la salud, termino mi carrera de Gerontología (trabajo con
ancianos). Actualmente estoy haciendo la tesis sobre el proceso de envejecimiento en un colegio de la ciudad con estudiantes de sexto grado y trabajo en el hospital regional, pero en la parte administrativa.
Doctor Pérez: Que bien, por algo se empieza. Eres una cajita de sorpresas y ambos sonrieron.
Ana: el doctor Cardona me dice que debo consumir pastillas reguladoras cada mes, ellas duraban 28 días y al primero de cada mes volver a comenzar, durante 3 meses y volvería a verme en su consultorio.
Inicié muy juiciosa, el primer mes, voltio los ojos y maliciosamente dijo no seguí con el tratamiento, pues no sentía nada y no tenía relaciones sexuales con nadie. Sonrió tímidamente. Entonces suspendí el tratamiento al mes y medio y no volví al consultorio médico.
Doctor Pérez: jocosamente dijo: jovencita eso no puede ser… estas mal, muy mal y sonrieron.
Ana: Ya en la universidad he tomado más conciencia y me he hecho varias citologías, y todo sale normal. Estoy tan metida en mi cuento con la tesis, las materias que aún me faltan y el trabajo en el hospital que se me pasa la vida volando. Sonrió tímidamente, mientras miraba fijamente al doctor.
Doctor Pérez: Ana, ahora vamos a realizarte una serie de estudios para ver cómo está tu cuerpo por dentro.
Ella sonrió tenuemente y acepto con la cabeza.
El doctor alisto todo para que
ella se realizara los estudios y llamo a la enfermera para que la asistiera.
Hola Ana, soy Lala, enfermera de este centro especialista y estoy a cargo de realizarte los estudios junto a
Pato, él es el doctor encargado del ecógrafo.
Pato: bienvenida, Ana,
recuéstate, no te va a doler, es procedimiento de rutina. Te untaremos este gel, es un poco frío y pegajoso, pero es para realízate el estudio que te envió el doctor Pérez, tu ginecólogo. Prosiguió explicando el procedimiento.
Durante media hora, más o menos
estuve con ellos y luego me hicieron exámenes de sangre. Como no recibí las órdenes no supe que decían. Entonces me deje conducir por Lala, quien siempre estuvo cerca de mí.
Al terminar, todo lo que me debían hacer, Lala se me acerca y me dice que espere en la sala que esta al fondo del pasillo, hasta que salgan los resultados que fueron realizados con urgencia y que no me moviera hasta que me fuera a buscar.
Me despedí de ella, con una sonrisa tenue. nerviosamente ya en la sala solo me animaba pensar que todo andaba bien conmigo y que ahora si daría mi primer paso con Juan, mi enamorado.
Trate de distraerme en la larga espera con mis pensamientos. Pensaba en nuestro primer beso, en las mágicas caricias que nos hacíamos y como sería nuestra primera vez, ya que había sido muy paciente hasta el momento. Ya teníamos seis meses saliendo juntos y miles de oportunidades para estar juntos, pero él solo esperaba que yo diera ese primer paso.
Cada que comenzábamos a besarnos tiernamente, sentía su corazón acelerado, su calor y su cuerpo húmedo y
tembloroso cerca de mí y yo, la verdad tenía muchas ganas de sentirlo dentro de mí. Pero él se contenía y me decía, pronto llegará el momento. Todo estará bien. Eso me emocionaba más, pero a la vez me desesperaba porque no entendía porque no quería que tuviéramos más intimidad de la que ya teníamos con besos tiernos, apasionados y caricias candentes. Salieron varias sonrisas de mis labios mientras lo recordaba y tímidamente me recomponía para no ser tan evidente, ante las personas que se encontraban cerca de mí, en aquella sala.
Al paso de las horas, Lala la enfermera encargada de buscarme, me lleva al consultorio del doctor Pérez y se
despide de ambos.
Quedamos solo el doctor Pérez y yo, que aduras penas caminaba hacia la silla detrás de su escritorio. Ya que estaba muy asustada por las noticias que le iba a dar el doctor
Doctor Pérez: Ana: eres una joven muy atractiva, sonrisa tierna y ojos saltones y maliciosos que hablan solos. En
fin, tienes muchas cualidades… Físicamente estas muy bien. Pero creo que en tu interior no todo está bien…
Pasa algo doctor, no me asuste. Interrumpió la joven, asustada.
No quiero asustarte Ana, no es cosa del otro mundo, solo es que te desarrollaste en un proceso normal, pero tus ovarios no lo hicieron y se quedaron pequeños, como si aún fueras niña y por eso tus periodos menstruales son tan largos, porque no alcanzan a estar listos cada mes para ello. Creo que así me entiendes más fácil, que si me pongo a decirte términos médicos en este momento.
Ana: acongojada sin comprender lo que pasaba, como por inercia dijo si con la cabeza y voz entrecortada:
entonces, ¿puedo ser madre en algún momento?
Doctor Pérez: Claro, no será pronto porque tu cuerpo debe asimilar todo este proceso menstrual, mes a mes,
pero si Dios te tiene para ser madre, estoy seguro, ese bebé tendrá la mejor madre del mundo.
Ambos sonrieron y Ana sollozó en silencio, pero sonrió tristemente.
Lo que vamos a hacer, Ana es que te vas a ir a descansar y dejarte consentir por ese gran hombre, que estoy
seguro te espera en casa para que planeen muy bien ese nuevo hogar que van a tener en un futuro. Y luego haremos una nueva cita médica con más calma.
Al Doctor Pérez le produjo tanta ternura esa joven que no dudo en abrazarla por un instante, cerca a la puerta. Ella sonrió tenuemente, aunque sus ojos grandes expresivos y brillantes estaban llenos de lágrimas, que ágilmente rodaron por sus mejillas rosadas y tiernas.
La joven salió del consultorio cabizbaja y caminaba por inercia, se fue para su casa, pero solo se dio cuenta
que estaba allí cuando entro al baño y se vio en el espejo.
Ahora tengo que asimilar todo esto yo, luego no sé qué le voy a decir a Juan. Él con tantas ansias que desea
que yo sea la madre de sus dos hijos, no sé cómo decirle que a lo mejor no podremos ser padres juntos. Que debe conseguirse a alguien más. Pasaron tantos pensamientos por ella, frente al espejo. Pero el mundo estaba nublado, no podía ver claro.
De repente, abren la puerta y Juan la llama a gritos…amor, amor…
Ella se reincorpora y sale del baño, asustada
Juan: Amor, ¿ya llegaste, de hacer tus diligencias?…
Ana: Si. Amor.
No fue capaz de decirle que estaba en el médico ni mucho menos de lo que le dijeron. Aun no lo asimilaba ella como para explicarle a él todo.
Juan: Amor, porque no me dices que hacías, te pude acompañar, no tenía nada que hacer, más que estar pegado a ti.
Como un chicle, interrumpió ella.
Amos sonrieron y se besaron tiernamente.
Te invito a almorzar en Amareto, lugar que frecuentaban porque les agradaba mucho.
Mejor nos quedamos acá. No tengo ganas de salir, estoy algo cansada.
Juan acepto y se colocaron a organizar todo para hacer el almuerzo.
Entre risas, Juan observaba a Ana hacerle el almuerzo y le enternecía el amor que le colocaba a todo lo que
hacía.
Ana en silencio preparaba todo, como si no estuviera allí, pero se daba el chance de sonreírle a su amado.
Aunque todo estuviera nublado para ella.
Pasaron una velada muy romántica y agradable, Ana seguía sin pronunciar palabra al respecto del tema que le
atormentaba. Entre tanto, Juan parecía no darse por enterado y solo quería estar bien con ella.
Comenzaron a besarse suavemente y ella, ya no soportaba más, estaba atragantada con ese gran peso y decidió decir alejado su cabeza: Juan, cálmate. Creo que eres el mejor hombre que la vida me coloco. Eres un excelente hombre y sé que tu anhelo es ser padre, pero que pasará cuando…
Amor, que pasa, que es esa actitud: interrumpió él sorprendido.
Ana: es que…
sssh no digas nada, sigamos el momento. Te amo y eso es lo que importa. Colocándole el dedo en la boca, como señal de silencio. Volvió a interrumpir él
Ella se incorporó nuevamente al momento y se dejó llevar por sus emociones. Estaba empapada y él ni se diga,
estaba ansioso de tenerla en sus brazos, de dar ese nuevo paso en su vida, pero recordó que esa fiera que tenía dentro no era la que quería enseñarle a Ana esa primera vez. Entonces paro.
Juan: Disculpa, hermosa no te quiero lastimar. Deseo ser tu gran amor por siempre.
Ana: Juan, lo deseo igual que tú. Por favor no me rechaces. Mira como estamos. Yo te ansió y sé que a ti te pasa
igual.
Juan: Yo se que si, pero no quiero que nuestra primera vez sea así, locamente, deseo que sea cuando estemos
preparados, ya casi llegará.
se recostaron abrazados en la cama y se quedaron dormidos pronto.
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